viernes, 23 de septiembre de 2011

Armamento medieval: Las hachas de la Biblia Maciejowski



Prosigo con mi itinerario armamentístico de la biblia en cuestión. Hoy, las hachas. Esta arma es, tras la espada, la que con más profusión aparece: en cuarenta y cinco iluminaciones hace acto de presencia. Su protagonismo es pues muy elevado, lo que indicaría una gran difusión entre los combatientes de la época. Las imágenes hablan por sí solas. En todos los casos en que aparecen en el instante de golpear, lo hacen en la cabeza del enemigo, hendiendo sin problema tanto yelmos cónicos como de cimera. Vamos a verlas despacio...

Por su morfología, están claramente inspiradas en el hacha danesa. Este arma, procedente de los pueblos escandinavos, fue transmitida a Francia e Inglaterra allá por el siglo X u XI por vikingos y normandos, gente con una irritante propensión a pasarse la vida robando a mansalva a sus vecinos, especialmente los situados al sur de sus territorios. Es de suponer que su legendaria fiereza apoquinaba bastante al personal.


Ya en el Tapiz de Bayeux aparece en manos de los huscarles, la guardia personal del rey Harold, que pusieron muy difícil la victoria a los normandos de duque Guillermo. En la ilustración de la izquierda podemos ver como uno de ellos sostiene una de estas enormes hachas, que poco le falta para tener su misma altura. Estos hombres, sumamente diestros en su manejo, la volteaban con tal denuedo que más de uno se lo pensaba dos veces antes siquiera de recibir el golpe en el escudo. Y, por lo que vemos en las iluminaciones de la biblia que nos ocupa, parece ser que, en el siglo XIII, era un arma que gozaba de gran popularidad. Y no solo entre las tropas de a pie, sino entre caballeros y hombres de armas, quizás buscando un arma más contundente para vulnerar al cada vez más sofisticado armamento defensivo de los combatientes.


El hacha danesa era ante todo un arma de infantería. Dotada de un mango de más de un metro de longitud, su cabeza de armas, que podía alcanzar incluso los 4 kg. de peso y una longitud de punta a punta de entre 30 y 40 cm., estaba fabricada en dos piezas: una formando el cubo de enmangue, y la otra, la hoja. Como podemos ver en el croquis de la derecha, el cubo recibe a la hoja, quedando solapadas ambas piezas y siendo posteriormente soldadas entre sí. En la vista superior de la cabeza terminada, vemos que la hoja tenía un rebaje en forma de V invertida, donde quedaba acoplado el cubo de enmangue. El mango, aunque en las ilustraciones de la biblia aparenta ser cilíndrico, en realidad tiene una sección almendrada, a fin de darle al arma un mejor agarre.
Es precisamente en el cubo de enmangue en lo que se diferencia del hacha danesa. En estas, tiene una anchura similar a la de la parte de la hoja por donde quedan unidos. Sin embargo, en las que aparecen en la biblia llevan un cubo cilíndrico que, como muestro en el croquis, podría unirse a la hoja solo por su parte superior, dando la impresión de que el solapamiento llegaba hasta al menos 1/3 o 1/4 de la anchura de la hoja, dándole así más resistencia a la unión. Esto no ocurre en todas las que aparecen, pero sí en bastantes de ellas. Ignoro si es un error de los iluminadores, o bien si, verdaderamente, esa modificación se había llevado a cabo en Francia. Vamos a ver las más significativas:


Este es el tipo más común. Su mango oscila entre los 90 y los 120 cm. aproximadamente, careciendo de encordado en su zona de agarre. Son mangos de roble o fresno, sin ningún tipo de adorno, y no llevan contera en su extremo inferior. Su cabeza de armas tiene la parte convexa inferior más grande que al superior. Esta asimetría aparece en casi todas las hachas que vemos en la biblia. Si observamos atentamente la fragmento de la derecha, podremos ver unas finas estrías perpendiculares a la hoja, las cuales suelen aparecer en casi todos los ejemplares. En este caso, puede que sean las líneas de soldadura, con el añadido de algún tipo de decoración bastante básica para disimularla, o bien puede que solo se trate de una mera decoración. Era habitual entre los escandinavos realizar grabados con caracteres rúnicos en las hojas de sus hachas, así que tampoco sería descabellado pensar que esa costumbre se siguiera en otros países, pero adaptándola a sus diseños.
Por cierto que solo aparece un ejemplar dotado de una pica prismática recta en la zona trasera del cubo de enmangue, aditamento este que, ciertamente, se empezó a usar a fin de dotar al hacha de medios para descabalgar jinetes.



Ahí tenemos otro ejemplo. En este caso, la hoja va unida al cubo de enmangue por la parte superior, la cual, en apariencia, va cerrada. La cabeza de armas tiene una decoración formada por dos líneas curvas paralelas, de la que emergen tres estrías en dirección opuesta al filo. Al igual que la anterior, éste es de generosas dimensiones, con una amplia curvatura que imiprimiría al arma una enorme energía a la hora de clavar. Aunque en la biblia aparece en varias ocasiones en manos de combatientes a caballo, un arma de ese tipo no era precisamente la más indicada para luchar a lomos de una cabalgadura. Su morfología la hacen idónea para combatir a pie y, con todo, era necesaria una notable fuerza física y una gran destreza en su manejo para sacarle partido. Es evidente que, mientras se voltea el hacha, pocos se atreverán a ponerse a su alcance pero...¿cuánto tiempo se puede resistir antes de que el agotamiento haga que tenga que bajar los brazos? En cualquier caso, su contundencia era de lo más expeditiva, como vemos en el detalle de arriba a la derecha, en el que un jinete acaba de acertar en la cabeza de otro, hundiendo la hoja del hacha hasta la mitad.



Ese otro ejemplar muestra las estrías en la hoja comentadas anteriormente. La última si tiene toda la pinta de ser con meros fines decorativos, ya que es ondulada. Además, la asimetría es más acusada, permitiendo así tener un filo aún más grande que en las anteriores. Es además, la única que aparece con un encordado en la empuñadura. En el detalle de la derecha vemos otro uso para el cual este arma era muy adecuada: rechazar asaltantes en lo alto de una muralla. En la imagen vemos como un combatiente, cubriéndose a duras penas con su escudo de cometa, intenta llegar al parapeto mediante una escala. Sin embargo, un defensor le acaba de descargar un hachazo que, si no lo hiere, posiblemente lo lance despedido desde lo alto de la muralla. Esta era otra de las ventajas de este tipo de armas: aunque no llegase a herir, la contundencia del golpe podía dejar aturdido al oponente, o incluso derribarlo. A partir de ese momento, acabar con él era cuestión de un certero golpe en la cabeza, el hombro o el pecho.


Y ahí tenemos un último ejemplo. En este caso, muestra una decoración lobulada en su hoja, rematado, como en los casos anteriores, por dos finas estrías. Según todas las hachas que aparecen en la biblia, el hecho de que lleven decoración o no la lleve no va en relación con su portador. Aparecen peones que la llevan grabada, mientras que caballeros u hombres de armas portan modelos más básicos. Sin embargo, hay un detalle que me llama poderosamente la atención, y es que en ningún momento aparezcan hachas de una mano. Todas las que aparecen son de este tipo, incluyendo las que blanden los jinetes para los que, como decía, no es precisamente el arma más adecuada. Es además digno de reseñar que las mazas que empuñan, de las que se habló en una entrada anterior, también lo hacen con las dos manos menos en un caso, para lo cual van dotadas de mangos más largos. ¿Era pues habitual que los jinetes optaran por un empuñe a dos manos en cualquier arma que no fuera la espada o la lanza? Y si así era, ¿podían soltar tranquilamente las riendas de sus bridones en pleno fragor de la batalla para repartir mazazos o hachazos? Cierto es que estos caballos estaban perfectamente domados, y que se les podría manejar con apoyos para poder tener ambas manos libres, pero no deja de ser curioso que, por norma, sea así.
Nunca podremos saber, en lo tocante a las escenas de lucha, el grado de fidelidad de las iluminaciones. Obviamente, los que las realizaron jamás debieron pisar un campo de batalla, con lo que la información la obtendrían por guerreros que sí habían tomado parte en combates. Copiar las armas no entrañaría ningún problema. Les bastaba ir a cualquier armero y tomar apuntes sobre ellas. Así pues, siempre quedará la duda, pero, en todo caso, su cruento realismo me hacen pensar, las cosas como son, que no debieron desviarse mucho de la realidad.

Bueno, ya vale con esto. Ya seguiremos otro día. Hale, he dicho...