miércoles, 31 de octubre de 2012

Conocer un castillo



Dilectos blogueros amantes de las añejas piedras que nos retrotraen a nuestro glorioso pasado: 

Es más que probable que en vuestras correrías castellológicas se encuentren vuecedes con ciertas cosas para las que no encuentran explicación: ménsulas en sitios aparentemente absurdos, boquetes en torres que parecen puertas derruidas, etc., etc., etc... Así pues, es posible que muchos salgan de visitar un castillo un tanto confusos, sin saber exactamente qué han visto, e incluso despistados por pensar que tal cosa no casa con un edificio de hace 800 años. Por lo tanto, esta entrada estará dedicada a intentar orientar al personal acerca de "cómo leer la piedra", cosa esta sumamente ventajosa para hacernos una clara idea de qué vemos, o para qué servía, o incluso para saber qué corresponde a la época y qué no. Veamos algunos ejemplos bastante típicos:



1. LA UBICACIÓN DE ESA PUERTA NO ME CUADRA. A lo largo del tiempo, los castillos han sufrido multitud de modificaciones. Sin embargo, unas fueron hechas durante su vida operativa mientras que otras son producto de "restauraciones" o adaptaciones a usos modernos. En la foto de la izquierda tenemos un ejemplo: la actual puerta de acceso del castillo de Luna, en Mairena del Alcor (Sevilla). ¿Qué pinta una puerta en una torre de flanqueo? Nada, obviamente. Esa puerta la mandó abrir su penúltimo propietario, el arqueólogo-pintor-coleccionista-etc. George (Jorge para sus coleguillas hispanos) Bonsor como entrada de carruajes. La verdadera puerta estaba en la zona opuesta, en una torre que, a la usanza árabe, albergaba una puerta en recodo. 


2. ¿ESE AGUJERO ERA LA PUERTA DE LA TORRE DEL HOMENAJE? Puede que sí, pero lo más probable es que sea que no. Si vemos que hay otra puerta a varios metros sobre el suelo, esa era la verdadera puerta. El agujero es un derrumbe o hecho a posta para usar la torre como redil o vete a saber.  En la foto lo veremos más claramente. En el círculo negro se ve parte del enorme boquete que se abre en una de las caras de la torre del homenaje del castillo de Hierro (Pruna, Sevilla), a ras del suelo. No se ve entero porque lo tapa un resto de la camisa que envolvía la torre. Sin embargo, en la foto de la derecha tenemos la verdadera puerta, separada unos 3 metros del suelo. Recordemos que muchas de estas torres, como en este caso, la planta baja era usada como aljibe, por lo que, como es lógico, carecía de accesos. 


3. ESTOS TÍOS ERAN UNOS ENANOS, LA PUERTA ES BAJÍSIMA. No es que fueran tan altos como nosotros, pero de enanos nada. Hay que tener en cuenta que el nivel del suelo ha ido subiendo durante siglos por lo que, hoy día, podemos ver puertas cuya altura original ha disminuido bastante. Ahí tenemos un ejemplo: la puerta de acceso al reducto del castillo de Setefilla (Lora del Río, Sevilla). Yo mido 1,87 y tengo que entrar por ella agachando la cabeza. Su altura real debía ser de al menos 2,20 metros o más si nos basamos en el nivel que marca el extremo izquierdo de la muralla en la que se abre. Siempre deben vuecedes tener esto en cuenta: siglos de polvo acaban acumulando centímetros o incluso metros de grosor.


4. Y SI ERAN TAN ENANOS, ¿POR QUÉ FABRICABAN ESOS ESCALONES TAN ALTOS? Muy fácil. Porque a veces tenían que cubrir una determinada altura en un tramo muy corto. Si queremos subir a una planta separada 7 metros de la anterior, y para ello solo disponemos de 5 metros de longitud, supone que si hacemos doce escalones salen peldaños de 58 cm. de altura por 41 de huella, lo cual es impracticable. Así pues, nos vamos a, por ejemplo, 16 escalones, que nos dan 43  cm. de altura por 31 cm. de huella. Si queremos más para disminuir la altura del peldaño y nos vamos a 20 escalones, tenemos 35 cm. de altura y 25 cm. de huella. Menos huella ya resultaría peligroso, y más para bajar a galope tendido, así que tenemos una escalera de 20 peldaños. Si fabricamos más para bajar un poco la altura de cada escalón, tendríamos que en la huella nos cabría apenas medio pie. De ahí esas escaleras que parecen interminables y que nos hacen llegar a lo alto con la lengua fuera.



5. ¿Y ESAS REJAS TAN GORDAS EMPOTRADAS EN PIEDRA, ¿CÓMO LAS INSTALABAN? Pues al mismo tiempo que se labraba el muro. En el antepecho de la ventana se colocaba un sillar con los orificios de los barrotes y se embutían los mismos. A continuación se realizaba la misma operación con las jambas y, finalmente, con el dintel. Obviamente, una reja así era literalmente imposible sacarla de su sitio. "Pero oiga, yo he visto una ventana donde se veían los agujeros, pero sin reja", puede que me diga alguno. Y yo también las he visto. A montones por desgracia. Pero no fueron desempotradas, sino cortadas a ras de los sillares para robarlas. De hecho, en muchas se ven aún restos de hierro oxidado en el interior de los orificios.



6. ¿Y ESOS SILLARES SALIENTES, QUÉ PINTAN AHÍ? Muchas veces vemos que de una torre o una muralla sobresalen piedras que, aparentemente, no tienen sentido. Hoy no, pero no las pusieron de esa forma porque sí. En las diferentes modificaciones que sufrían estos edificios, podrían haberse dispuesto de esa forma para prevenir el uso de andamios, techumbres, escaleras, etc., de los que hoy día no se tiene noticia. Veamos un ejemplo en la foto de la izquierda: las marcadas con un círculo rojo son ménsulas destinadas a soportar una jácena de una techumbre, posiblemente un porche que protegiese la puerta del agua de lluvia. Las que siguen la línea negra dan la impresión de haber sido el soporte de una escalera hoy desaparecida. El hecho de que hoy veamos una torre aislada no quiere decir que hace siglos no formase parte de un conjunto más complejo del que no queda ni rastro.



7. ¿NO SE ENSOLABAN LOS SUELOS? Porque, salvo que un castillo haya sido restaurado, siempre vemos que no queda ni rastro de la solería. Claro que se ensolaban. Pero el expoliador de turno se la llevó vete a saber cuándo. Ya fuese de simple barro o de mármol del bueno, las solerías han sido siempre objeto de codicia en un país donde, hasta no hace mucho, muchas casas de pueblo tenían el suelo de tierra apisonada o de cemento mondo y lirondo.





8. ¿POR QUÉ UNA MURALLA DE TAPIAL PRESENTA MÁS EROSIÓN EN UNAS ZONAS QUE EN OTRAS? Veamos el ejemplo de la foto. En dos óvalos rojos se ven zonas muy erosionadas. Ello puede ser debido a dos causas principalmente: una, a que la composición de esa tongada sea diferente, llevando más arena que cal o menos relleno de cantería. Eso hace que sea más frágil y que con el paso de los siglos acuse más los efectos del viento, etc. La otra puede ser por lo que marcan con flechas en la zona superior: vemos que el revoco aún perdura, por lo que esa parte está más protegida que la inferior, donde se perdió vete a saber cuándo. Si echan un vistazo a la entrada referente al tapial, verán que cada tongada se fabricaba una vez seca la anterior, proceso que duraba varios días, y tras completar un paño de muralla entero, lo que suponía aún más tiempo. De ahí que por diversas causas la composición del tapial pudiera variar y, con ello, su dureza.



9. ¿Y ESAS PUERTAS SITUADAS A DISTINTAS ALTURAS, A DONDE DABAN? Eran las puertas de acceso a dependencias que ya no existen. Siempre verán a los lados hileras de mechinales que delatan la presencia en sus tiempos de jácenas que sustentaban los entresuelos de madera. Recordemos, y para ello véanse las entradas referentes a reconstrucciones virtuales de fortificaciones, que el interior de los castillos no estaban tan vacíos como vemos actualmente, ni mucho menos. 




10. ¿POR QUÉ MUCHOS PATINES Y ESCALERAS NO SON MACIZOS Y LLEVAN UNO O VARIOS ARCOS? Obviamente, era más fácil fabricarlos macizos, pero también era mucho más caro. Era más viable el uso de arcos, para cuya fabricación solo se requería un armazón de madera, que sillería y relleno. En definitiva, una mera cuestión de economía tanto de dineros como de tiempo. Recordemos que la edificación de un castillo costaba cantidades cuasi astronómicas para la época, así que se recurrían a todos los medios posibles para que, cumpliendo su cometido, abaratasen los costos al máximo. Un castillo era un edificio ante todo funcional, donde lo superfluo solía estar de más.

Un consejo final doy: siempre que vayamos a visitar una fortificación, no está de más hacer  previamente una recopilación de toda la información disponible sobre la misma, lo que nos ayudará a comprender mucho mejor lo que veremos.

Bueno, ya seguiremos con más chorraditas de este tipo, que a los que andan escasos de conocimientos castellológicos les vendrán de perlas para saber por donde se mueven y, de paso, sorprender con su sapiencia a los nenes, a la parienta y al cuñado paliza que siempre se cuelga a las excursiones con tal de comer de gorra tortilla de patatas y filetitos empanados.

Hale, he dicho...