sábado, 10 de agosto de 2013

Curiosidades: Inventos modernos bastante antiguos



Como ya hemos visto en alguna que otra entrada dedicadas a curiosidades curiosas, muchos utensilios o incluso máquinas del presente llevan inventadas la torta de años si bien en su época no pudieron llegar a buen término por falta de medios. Pero lo importante es que el germen de la idea ya estaba presente y solo hacía falta complementarlas con algunas cosillas que permitieran concluirlas.



Hans Talhoffer
Todos conocemos como el ingenio de hombres como Leonardo da Vinci ya sentaron las pautas para el desarrollo de cosas que hoy son de lo más corrientes, como los aviones, los helicópteros o los carros de combate. De hecho, se considera a este ingenioso y polifacético italiano como el precursor de multitud de inventos. Pero hubo más tipos listos que, incluso antes que él, también se dedicaron a sacarle zumo a la materia gris para idear cosas que igual no eran tan grandiosas como las de Leonardo, pero sí tanto o más útiles a veces en la vida cotidiana. En este caso me refiero a un tedesco por nombre Hans Talhoffer. Este sujeto, cuya existencia tuvo lugar a lo largo del siglo XV, era un profesor de esgrima que creó varios tratados sobre el manejo de diversas armas, tales como espada, hacha de petos, daga o incluso defensa personal. Pero además, como un precursor del típico humanista del Renacimiento, tenía otras inquietudes como la astronomía, las matemáticas, la poliorcética e incluso una creatividad notable que le permitió legarnos algunas de sus ideas. Y cual no será la sorpresa de más de uno cuando vea que cosas tan habituales como un flotador playero surgieron de su sesera. ¿Que no? Veamos...



Ahí tenemos el flotador de marras que, para más seguridad dispone de un pitorro que permite al bañista inflarlo si ve que pierde presión. Cabe suponer que el flotador en cuestión debía estar fabricado con cuero y embreado por dentro, talmente como los odres para contener líquidos en aquella época. Por otro lado, es indudable que el largo pitorro es más práctico que los actuales, a los que no podríamos acceder para soplar si algún traidor nos lo pincha y vemos que nos hundimos como un lingote de plomo. Por cierto que este sistema de pitorro de emergencia lo usaban los pilotos americanos de la Segunda Guerra Mundial por si amerizaban y veían que el salvavidas perdía aire. 



Pero las ideas de Talhoffer no se acababan en un simple flotador. No contento con esto, ideo incluso el complemento ideal de este chisme: la colchoneta.  Ahí la tenemos. Una estupenda plataforma plegable para que no ocupe mucho sitio y que flota gracias a los odres llenos de aire que vemos en la ilustración. Esto permitiría al personal tomar el sol mientras flotaban apaciblemente en mitad de un lago o río de aguas mansas. Lo que no se sabe es si el invento gozó de popularidad o, contrariamente, la peña lo tomó como una trampa del Maligno. En cualquier caso, no se tiene constancia de que se incoara proceso al inventor por adorador de Satanás.



No se contentó Talhoffer con hacernos más cómodo el medio acuático, sino que hasta consideró que eso de subir escaleras es algo insano y cansa horrores por mucho que los talibanes de la "vida sana" actuales digan que por cada escalón que subes aumentas un día tus esperanzas de vida. Así pues, nuestro ingenioso tedesco inventó el ascensor. Y encima en dos modalidades: a la izquierda, ascensor unipersonal que permite subir cómodamente sentado. Lo malo es que no perfeccionó el tema de la fuerza motriz para ello y había que hacerlo a brazo. O sea, las piernas no se te ponían duras, pero los brazos engordaban como los de Schwarzenegger en un par de semanas. Y si uno andaba sobrado de arrobas, ni te cuento. El ascensor de la derecha es más bien un montacargas que, en realidad, lo inventó para asaltar murallas. Pero da igual que sea para subir guerreros que paisanos. La cosa es subir al personal sin esfuerzo, y más en este caso en que la tracción la realizan otros tirando de sogas.



También se atrevió con la náutica, inventando una rueda impulsora como las de los barcos de vapor pero que, a falta de inventar aún la caldera de vapor, pues sustituyó por el viento. Así pues, ese barco no precisaba velas sino que la brisa, como si de un molino se tratase, haría girar la rueda mediante un sistema de engranajes.

El sistema en sí tiene mejor pinta que las velas ya que era muy complicado disponerlas cuando el viento venía de cara y seguir avanzando. Sin embargo, con el sistema de Talhoffer daba igual la dirección del viento. Bastaría cambiar el sentido de los engranajes y santas pascuas. La verdad, no entiendo como este invento no prosperó. Igual era por la poca tradición naval de Alemania, quien sabe...




Todos hemos visto alguna vez los carros lanzapuentes, ¿no? Ya saben, esos carros de combate sin torreta que llevan encima un pontón plegado y que permite emplazarlo en pocos minutos para que cruce el ejército. Bueno, pues eso también se le ocurrió ya a Talhoffer hace más de cinco siglos. Ahí lo vemos: un vehículo anfibio con una pasarela levadiza que facilitaba al personal cruzar un río o barranco rápidamente. 

No me cabe duda de que si este tipo viviera hoy día, la NASA le mandaba un cheque con muchos ceros y lo fichaba para ver la forma de llegar a Marte en el tiempo que dura una siesta.





Y por inventar, inventó hasta el traje de buzo. Así que si alguien piensa que eso de vestirse de neopreno es cosa de nuestros días, solo acierta en el material con el que se confeccionan los trajes, porque la idea ya es la leche de antigua. Ahí vemos a un auténtico hombre rana medieval con un ajustado vestido de cuero y, pendiente solo de inventar la bombonas de aire comprimido, un largo manguito que, asomando por la superficie, le permitiría respirar como un elefante que asoma la trompa. El método tenía una ventaja, y es que ahí no había problema con la duración de la dichosa bombona. El inconveniente: no podía uno bucear a más profundidad que la que permitía el manguito. Pero, ¿para qué ir tan hondo, no? Y no se pierdan el detalle: el traje ese hasta lleva sus gafas de buceo. La releche, ¿no?



Y como colofón, el que considero el mejor de todos los inventos del germano este: el Inhibidor de Visitas Camperas. No he ido de camping en mi vida, pero por gente que sí suele ir sé de buena tinta que siempre se planta al lado nuestro una familia pelmaza, cansina y gorrona que no para de dar la murga y acudir a nuestra parcela a pedir una tazita de azúcar, un poco de café, pan o incluso a perturbar nuestra paz interior para darnos palique con las últimas novedades de los programas basura. Para ello, nada mejor que el Inhibidor de Visitas de Talhoffer: un buen surtido de cuchillas sembradas alrededor de nuestra tienda de campaña. Obviamente, en aquellos tiempos el invento estaba más bien orientado a impedir que el enemigo se acercara con aviesas intenciones a nuestro pabellón con nocturnidad y alevosía, pero como para eso ya cuentan nuestros ejércitos con sofisticados y carísimos medios, pues podemos aplicarlo para alejar visitas plastas durante nuestra estancia en el camping. Era un visionario este hombre, ¿verdad?

Lo único que no inventó y que habría sido la salvación de la humanidad habría sido como escaquearse de los eventos familieros, las visitas a mamá y como matar moscas sin necesidad de gasearse uno mismo. Pero en fin, una cosa es ser un genio y otra ser un dios.

Bueno, me piro.

Hale, he dicho...