jueves, 21 de noviembre de 2013

La Banda Morisca III. El castillo de Morón



Foto antigua del castillo en la que se aprecian las viviendas adosadas al mismo en aquella época, incluyendo la
torre del homenaje. Afortunadamente fueron derruidas en su día dejando el edificio exento.

Bien, prosigamos con la Banda Morisca, que mola mazo y tal. Hoy hablaremos de uno de sus más importantes enclaves, el castillo de Morón. Veamos en primer lugar algo de su historia...

La zona ya estaba ocupada desde muy antiguo a causa de la fertilidad de sus tierras, ricas en olivos, vides y vastas extensiones para el cereal. De hecho, la importancia de Morón en tiempos de los árabes fue notable ya que entre los años 1018 y 1061 fue capital de una taifa y, posteriormente, de la koura de Mowron. No se sabe con certeza la fecha de construcción del castillo, pero por los estudios realizados se concluye que fue reformado varias veces, especialmente cuando pasó a manos castellanas, que lo agrandaron notablemente. Su situación geográfica y su riqueza fue precisamente lo que puso a la población en el punto de mira de Fernando III, que poco después de recuperar Córdoba ya lo tenía en primer lugar en su lista negra. Así, en la campaña estival de 1240 se puso en marcha para apropiárselo.



Vista de la ciudad desde el castillo. Al fondo, la inmensidad
de la ubérrima campiña que llega hasta Mairena y
Carmona
El 22 de julio de ese mismo año, Morón se rindió sin apenas presentar batalla. Su conquistador fue un infanzón por nombre Melén Rodríguez Gallinato, hombre de gran arrojo que, previamente, había tomado una torre llamada Morgasmara ubicada a un cuarto de legua de Morón. Tras apoderarse de la torre continuó su avance y, según narran las crónicas, "tomaron de él tan gran miedo los moros que non osaban salir nin entrar, e quando algún niño lloraba dezianle: Cata, Melendo, e non osaban más llorar. E tanto apremió con sus correduras que se dieron en pleitesía al rey Don Fernando". De este fragmento podemos colegir que el tal Melendo se dedicó a talar y arrasar todo lo que pudo a extramuros de la población, y debió jurar por sus barbas al personal infiel que, o se rendían, o  los colgaría bonitamente de la muralla tras mearse en sus calaveras de infieles cuando tomase Morón al asalto. Y la receta debió surtir efecto, porque se rindieron con la condición de permitir a los vecinos quedarse en sus casas y no sufrir ni expolios ni violencias. 



Vista aérea del castillo. Como vemos, se yergue sobre
un cerro en el centro del pueblo
En aquel momento, Morón pasó a engrosar la lista de fortificaciones de la Banda Morisca, siendo uno de sus enclaves más importantes. Su primer alcaide fue nuestro heroico Melendo Rodríguez ya que el castillo y la ciudad quedaron en manos de la corona hasta que el 8 de diciembre de 1253, Alfonso X la donó al Concejo hispalense salvo el castillo, que por su importancia quedó vinculado a la corona. Su hijo y heredero Sancho IV renovó el donadío, pero Sevilla lo rechazó ya que le resultaban excesivamente onerosos los gastos que le ocasionaba, así que acabó en manos de la orden de Alcántara en 1285, permaneciendo bajo la tutela de los freires hasta que en 1461 fue a parar a los condes de Ureña (luego duques de Osuna). Muchas más vicisitudes sufrió el castillo, siendo la más infamante la ocupación que sufrió por los gabachos durante la francesada, los cuales lo volaron a medias antes de largarse enhoramala a hacer puñetas en 1812. Por último, diré que hasta salió en pública subasta en 1906 para la venta de sus materiales de construcción, lo que ocasionó bastante revuelo por el atentado contra el secular monumento. Actualmente, el castillo está en un estado lamentable de abandono y de ruina progresiva, con todo lleno de pintadas, y basuras de todo tipo. De hecho, ya dediqué una entrada a ese tema que se puede leer aquí.

En cuanto a su situación estratégica, veamos el mapa inferior, el cual nos resultará bastante esclarecedor...





Ante un posible ataque partiendo de Olvera o Pruna, el castillo de Morón les cerraba literalmente el paso. La ruta a seguir, marcada con flechas rojas, indica el camino hacia la Campiña. Esta comarca, donde se encontraban Arahal, El Viso o Mairena era un objetivo sumamente jugoso por la cantidad de alquerías a saquear, precisamente las mismas que los castellanos habían arrebatado a los andalusíes entre 1247 y 1248. Otra posible ruta, dando un rodeo, la marcan las flechas azules. Pero en ese caso, los castillos de Cote y El Coronil les quitarían las ganas y, caso de poder pasar, tenían dos opciones a cual peor: vadear el Guaraíra o darse de narices con Morón. O sea, nada fácil. Y si se intentaba por el nordeste el castillo de Luna guardaba celosamente el paso. Así pues, ya vemos como Morón era el centro clave de una amplia y rica comarca. Finalmente, concretar que las líneas rojas marcan las fortalezas con las que enlazaba visualmente. Cote se encuentra a 15.338 metros, El Coronil a 17.085, y Pruna a 25.768. Aunque estas distancias parezcan grandes, una simple ahumada era visible desde mucho más lejos. Veamos ahora la morfología del castillo...






Obviamente, el castillo que ocuparon las tropas castellanas en 1240 no es el mismo que contemplamos actualmente. Por otro lado, tampoco hay datos que permitan corroborar las épocas a que corresponden los restos actuales salvo las zonas marcadas en color, producto de las últimas reformas: la parte en azul marca la descomunal torre del homenaje, que no llegó a ser terminada, y la roja el foso con la plataforma de tiro que defendía el acceso a la alcazaba. Por otro lado, la única puerta que se conserva es la denominada Puerta de Oriente. De las demás, ni rastro. En cuanto a sus dimensiones, el eje mayor ronda los 180 metros mientras que el menor algo más de 100. Los desniveles en el interior del recinto son muy acusados, de casi 20 metros entre la Puerta de Oriente y la explanada que se abre ante la torre del homenaje. Para concluir, veamos algunas fotillos bastante ilustrativas...





Ahí tenemos la Puerta de Oriente, la cual estaba defendida por una potente torre y la muralla que se curvaba hacia la izquierda de la imagen. Carecía de dispositivos de tiro vertical y por su disposición podríamos asegurar que es de época cristiana. Recordemos que las construcciones almohades casi siempre colocaban una puerta en recodo en una torre. La torre ha sufrido diversas obras de consolidación de pésimo gusto, con materiales fuera de contexto y colocados de cualquier manera. 








Torres de flanqueo y muralla del lado norte. Al fondo, la torre del homenaje. Como se ve, el estado del recinto es deplorable, pésimamente restaurado y lleno de pintadas y porquería. Obsérvense las zapatas de hormigón que colocaron para sustentar la base de murallas y torres.




















La torre del homenaje desde el ángulo sureste. Como se ve, el expolio de materiales sufrido ha sido devastador. A ello podemos sumar las instalaciones de radio y el depósito de agua que ofenden la vista cuando se visita el castillo. En fin... pa qué hablá...





Una vista del foso, actualmente convertido en vertedero. A la izquierda aparece la plataforma de tiro. La torre del fondo, de la que asoma una cúpula de cemento un poco rarita, sirve de fumadero y pinchadero para la chavalería moronense. No hay una vez que vaya por allí que no haya inquilinos en la torre. En cuanto a la fábrica, dependiendo de la zona tenemos varios tipos, cosa lógica ya que el edificio fue sufriendo diversas reformas a lo largo del tiempo. Así, tenemos sillería en la torre del homenaje y en el recrecido de la torre que defiende la Puerta de Oriente, mientras que en otras zonas abunda la mampostería. Los paramentos están rellenos de cantería de buen tamaño colmatada con tierra.




Esa imagen muestra la torre del homenaje y la albarrana, convertida en poste para varias antenas. El puente desapareció y fue sustituido por una pasarela de hierro. Su fábrica en este caso es de sillarejo llagueado y sillería esquinera. Obsérvese el desnivel del terreno, bastante acusado.

Del interior de la torre del homenaje tengo alguna que otra foto, pero me niego a ponerlas. Lo que muestran es una aberración palmaria.

Bueno, ya está. Es hora de llenar el buche, así que me piro.

Hale, he dicho...