miércoles, 18 de junio de 2014

Espadas de Bizancio



Bueno, hoy ya toca un arma en toda regla y, a la hora de hablar de objetos peligrosos nada mejor que sacar a relucir el arma por antonomasia: la espada. Bizancio no fue una excepción a la hora de seguir la evolución que sufrieron estas armas desde que el imperio de Occidente se fue a hacer puñetas por obra y gracia de los bárbaros, los cuales pasaron a ser el modelo a seguir en lo tocante a cuestiones militares. Sin embargo, la fuerte influencia de Oriente también ejerció una notable influencia en el desarrollo de las panoplias de la Romania y, como comentaba en la entrada anterior, tanto el armamento defensivo como ofensivo mostraba en todo momento una peculiar mezcla de estilos.


Con todo, la espada mantuvo una serie de características inamovibles tanto en cuento su eficacia ya había sido probada desde muchísimo tiempo antes, y sería absurdo cambiar lo bueno por algo posiblemente peor. De ese modo, la antigua SPATHA de origen celta usada hacía siglos por la caballería romana fue en cierto modo el ejemplo a seguir, si bien con las modificaciones sufridas a lo largo del tiempo y que la habían convertido en la típica espada usada en toda Europa hacia la entrada del segundo milenio. Hablamos pues de tres tipologías de hojas que podemos ver en la ilustración superior: hojas anchas, de filos paralelos y una punta con cierta tendencia a la redondez, lo que es traducible, como ya sabemos por otras entradas dedicadas a este tipo de armas, como una hoja destinada preferentemente a herir de filo. La primera por arriba muestra una amplia acanaladura hasta la punta de la misma, lo que le daba una flexibilidad superior. En el centro aparece otra similar, pero con la acanaladura más estrecha y, finalmente, una hoja de sección lenticular. Estas hojas medían por lo general entre 85 y 115 cm., lo que supone una spathion (spathion) de generosas dimensiones. 

Como vemos, las hojas de estas espadas podrían pasar por occidentales sin problemas salvo por el detalle de la espiga perforada, lo que veremos más adelante. Pero en lo que sí se diferenciaban de sus hermanas era en las guarniciones, especialmente en las guardas. A la izquierda podemos ver algunos ejemplos. De izquierda a derecha y de arriba abajo tenemos en primer lugar una guarda o arriaz con una acusada curvatura hacia abajo y rematada por sendas bolas. Sus dimensiones son notablemente inferiores a las morfologías más similares de la Europa. A continuación aparece una peculiar tipología elaborada con bronce fundido. Consta de una cruceta recta rematada con dos bolas y, en la parte inferior, un collar ovalado donde se acopla la hoja de la espada. En la segunda fila aparecen otros dos tipos tanto en hierro como de fundición y, debajo, varios tipos de pomos que, en estos casos, sí son similares a los occidentales salvo el que tiene forma de trébol. Sin embargo, en algunos casos iban provistos de una pequeña anilla por la que se pasaba un fiador rematado por un penacho de crines llamado THOUPHION. Por si alguien no lo sabe, un fiador es un cordón provisto de un nudo corredizo que se ajusta a la muñeca de forma que no se pierda el arma, circunstancia extremadamente desagradable cuando se está en plena batalla o a punto de hundir la espada en el cráneo del cuñado más abominable de todos.

Veamos con más detalle las guarniciones de bronce, porque son bastante curiosas y algo nunca visto en Occidente. A la derecha tenemos dos ejemplos que nos permiten ver su interior y, curiosamente, son completamente huecas. El origen de esta peculiar forma de fabricar estas guarniciones es desconocido, pero por lo que se ve fue bastante habitual hacia el siglo X ya que han aparecido ejemplares en diversas zonas de lo que en aquella época eran tierras del imperio de Oriente: Bulgaria, Hungría, Turquía, Eslovaquia, Rumanía...

¿Cómo pues se fabricaban las espadas provistas de estas guarniciones? Con la ilustración de la izquierda podremos hacernos una idea. En la misma vemos la hoja que emerge de la guarda, y queda bloqueada en su sitio mediante unas cachas de madera fabricadas en dos piezas unidas a la espiga mediante remaches pasantes, como solemos ver en los cuchillos. De ahí las perforaciones que vimos al principio de la entrada. El conjunto está rematado en este caso por un pomo esferoidal también hueco que, al no poder ser fijado por el sistema tradicional de espiga pasante y remachada, tiene un casquillo que abraza las cachas en las que queda unido por un remache. Este sistema aligeraba mucho de peso la espada, pero imagino que sería complicado equilibrarla y más si tenemos en cuenta el tamaño de las hojas.

Conviene reseñar que estas guarniciones eran, como vemos en la ilustración superior, bastante cortas. Por lo general medían unos 10-12 cm. a lo sumo si bien a partir de los siglos XI-XII, posiblemente por influencia de las cruzadas, aumentaron de tamaño. En cuanto a las vainas, eran portadas a la antigua usanza romana, mediante un tahalí que pendía del hombro. Estas vainas se fabricaban de cuero o de madera de sauce o bien mediante una combinación de ambos materiales. Eran adornadas con hilos de cobre si bien las destinadas a los guardias imperiales o a la hierática aristocracia bizantina iban decoradas de forma muy abigarrada, con un estilo muy orientalizante. En el icono de la derecha tenemos un ejemplo que puede orientarnos: pendiendo de un tahalí se ve una vaina ricamente decorada en el costado de un San Demetrio provisto de una indumentaria propia de los rangos más elevados del ejército.

En fin, sirva esta entrada como introducción porque se me han quedado algunas cosas en el tintero pero ya no tengo más ganas de escribir hoy. Así pues, ya seguiremos.

Hale, he dicho...