martes, 16 de mayo de 2017

El gladio II. El gladio de pomo anular


Recreación de un legionario del siglo II d.C. acantonado en el Muro
Antonino, en Escocia, obra del genial McBride. En su costado pende
un gladio de pomo anular como los que estudiaremos en la entrada de hoy
Bien, prosigamos con los gladios. En la entrada de hoy hablaremos de una peculiar variante que, como está mandado, también fue un préstamo de una cultura foránea, en este caso de los belicosos sármatas. Estos fieros ciudadanos surgieron hacia el siglo VII a.C. en las estepas situadas al este del río Don y al sur de los montes Urales, desde donde fueron avanzando hacia el oeste conviviendo de forma más o menos pacífica con los escitas, a los que finalmente atacaron en la estepa póntica, zona situada al norte del mar Negro, y de donde los expulsaron tras dejar aquello convertido en un solar. A comienzos del siglo II d.C. tuvieron una serie de violentos cambios de impresiones con las tropas del emperador Trajano, donde los romanos tuvieron tiempo sobrado no solo de matarse bonitamente con sus enemigos, sino de adoptar una espada que rápidamente se extendió por todo el imperio excepto por las provincias del norte de África y la Península. Así, las Guerras Dacias que tuvieron lugar entre los años 101-102 y 105-106 sirvieron, además de para consolidar las fronteras orientales del imperio, para introducir esta peculiar variante de gladio que, recordemos, era como los hijos de la gloriosa Roma denominaban de forma genérica a las espadas de longitud media-corta. O sea, que no se trataba de una variante de las tipologías que todos conocemos del GLADIVS HISPANIENSIS, sino de una nueva modalidad que estuvo operativa unos cien años mientras que la SPATHA se iba imponiendo de forma progresiva. 

Los sármatas, además de ser un pueblo fiero y extremadamente belicoso, tenían una tecnología armamentística nada desdeñable, superior como es lógico a la romana tanto en cuanto, como ya sabemos, estos no inventaban nada, sino que copiaban lo que les interesaba. Dentro de su amplia panoplia disponían de una espada de tamaño medio cuya hoja, vaciada a dos mesas y de una longitud de entre 50 y 60 cm y raramente de hasta 80, tenía un perfil muy similar al del gladio tipo Pompeya, o sea, una hoja de filos paralelos y punta corta de forma triangular si bien en el caso de la espada sármata los ángulos de dicha punta no eran tan acusados. En la foto podemos apreciar mejor las similitudes y la diferencia citadas comparando la espada de pomo anular que aparece en la parte superior con el gladio tipo Pompeya que vemos debajo. 

Espadas sármatas de diferentes tamaños similares a las que se han ido
hallando en multitud de tumbas en la zona comprendida entre el mar Negro
y las planicies de Hungría
Al parecer, esta tipología surgió hacia el siglo III a.C. como la evolución de una espada de antenas. De hecho, el anillo se supone que no era sino la consecuencia de unir los extremos de dichas antenas si bien se desconocen los motivos para llevar a cabo esta modificación. Por mi parte opino que no sería un disparate suponer que se debió a algo tan simple como impedir los enganchones en la ropa a la hora de desenvainar la espada. Un pueblo que vivía en una zona inhóspita y con un clima extremo en invierno debía ir bien cubierto de ropa y pieles, por lo que un pomo circular era mucho más cómodo en caso de tener que meter mano a la espada. No olvidemos que, por norma, las modificaciones que se llevaban a cabo en las armas obedecían generalmente a cuestiones de tipo práctico, así que complicarse la existencia intentando deducir motivos más enjundiosos no solo carece de sentido, sino que se me antoja una pérdida de tiempo. Por otro lado, la cruceta consistía en una pequeña pieza en forma de prisma cuadrangular rectangular fabricado, al igual que el resto del arma, de hierro.  No contaban con adornos de ningún tipo si bien en algunas espadas procedentes de ajuares funerarios sármatas han aparecido espadas que llevaban una pequeña ristra de abalorios colgando de la anilla. Dichas ristras estaban formadas por cuentas de vidrio. Del mismo modo también se han hallado espadas con piedras semipreciosas como ágatas o calcedonias insertadas en el hueco de la anilla, obviamente como indicativo del estatus socio-económico de su propietario. Estas espadas tuvieron una gran difusión entre las tribus sármatas hasta que a lo largo del siglo II d.C. fue sustituida por una nueva tipología provista de una hoja de mayor longitud.

Estatua de una estela funeraria aparecida
en Aquicum, a las afueras de la actual
Budapest, en la que se aprecia el pomo
anular del gladio que portaba el difunto
Bien, este es grosso modo el origen y la evolución de esta espada que, por cierto, tenía además unas profundas connotaciones de tipo religioso entre la sociedad sármata. Al parecer, era habitual entre esta gente que hundiesen la hoja en el suelo para, a continuación, adorar a su dios de la guerra ante ella, llevando luego a cabo sacrificios con ovejas o caballos para ponerlo contentito y tal. Así pues, y como ya anticipamos, las Guerras Dacias permitieron a los romanos entrar en contacto con estas armas las cuales fueron rápidamente adoptadas. Pero, ¿por qué? ¿Qué vieron los pragmáticos romanos en esta tipología para copiarla sin más? En lo que a mi respecta solo se me ocurre una posibilidad razonable y bastante elemental: la pesada anilla de hierro proporcionaba a la espada un balance mucho más eficiente. Recordemos que el pomo de los gladios, independientemente de su tipología, era de madera o, a lo sumo, de madera forrada con una fina y ligera lámina de metal, así que no sería un dislate pensar que el manejo de la espada mejoró bastante con las guarniciones sármatas porque, de no ser así, podemos tener claro que los romanos no las habrían adoptado.

Recreación del ejemplar hallado en Pevensey (R.U.) datado hacia finales
del siglo II d.C. Su longitud total es de 69 cm., y su peso de 735 gramos.
Por otro lado, este tipo de espadas era especialmente sólido por ser enteramente de hierro, y con un mantenimiento adecuado para protegerlas de la oxidación debían padecer en menor medida las inclemencias del tiempo que, como es lógico, sí se dejaban sentir en un arma cuya cruceta, empuñadura y pomo estaban casi siempre fabricados con madera. Los materiales lignarios, aunque se protegieran con algún tipo de aceite, acabarían sucumbiendo a la humedad y los cambios de temperatura. Según podemos ver en la ilustración superior, estas espadas solo empleaban la madera para las cachas, y debía ser una pauta habitual el empleo de este tipo de material ya que todas las que han ido apareciendo estaban desprovistas de este accesorio, por lo que podemos deducir que no usaban hueso o marfil, materiales que sí habrían llegado a nuestros días sin problema. En cuanto a la sección de la hoja, seguían la misma pauta que en los gladios: romboidal, para hacerla especialmente rígida ya que era lo más adecuado en una espada destinada principalmente a herir de punta.

La difusión de estas armas se extendió por toda la frontera oriental del imperio, desde Alemania hasta Austria, así como por las Islas Británicas. En base a los ejemplares hallados hasta la fecha, el profesor Marcin Biborski, un experto en arqueo-metalurgia de la Universidad Jaguelónica de Cracovia, ha establecido una tipología formada por cinco variantes en función de la longitud y la anchura de la hoja, que va desde los 62-52 cm. del Tipo I, el más grande, a los 38-28 del V, el más pequeño. Con todo, el más abundante es el Tipo II, formado por armas con una longitud total de entre 68 y 55 cm. y una hoja de entre 50 y 40. La espiga, de sección rectangular, acogía la pequeña cruceta para, finalmente, adosarle la anilla bien mediante soldadura- como el ejemplar de la derecha- o bien por remachado. No obstante hay quien sugiere que la citada anilla podría incluso ser forjada directamente partiendo de la espiga, dándole la forma circular y formando así una sólida pieza enteriza que le daría una robustez superior. También hay quien opina a la vista de las mínimas dimensiones de la cruceta que podrían estar desprovista de cachas de cualquier tipo, y que estas fueran sustituidas por tiras de piel envolviendo directamente la espiga de hierro.

En cuanto a los pomos, por norma eran circulares o, en menor grado, con forma de corazón. Más escasos eran los de bronce como el que vemos en la figura de la derecha que, además y al igual que en el caso de los de hierro, podían tener una decoración a base de hilo de bronce incrustado formando dibujos geométricos o florares. Por otro lado, en los ejemplos que vemos en la ilustración podemos apreciar el sistema de unión mediante remachado, que consistía en pomos provistos de una pequeña lengüeta perforada que era unida a la espiga mediante un pequeño remache cuadrangular para impedir que el pomo girase sobre la misma. El conjunto iría recubierto por las cachas.

Otra variante más escasa es la que vemos a la derecha, aparecida en Vimose, Dinamarca. En este caso, las guarniciones están fabricadas de bronce si bien la morfología de las mismas permanece inalterable. Se puede apreciar en la vista de perfil el acusado ensanche que se daba a los pomos, adoptado una forma cuasi romboidal. Aparte de eso, en este caso la espiga penetraba por un orificio en la base de la anilla para, posteriormente, ser remachado de la forma convencional. Según vamos viendo, las diferentes variantes de esta espada se limitaban casi por completo a sus dimensiones y el sistema de unión del pomo ya que la forma de sus guarniciones era muy similar, especialmente en las crucetas.

Una excepción la tenemos en la ilustración de la izquierda, donde hemos recreado un ejemplar datado hacia inicios del siglo II d.C. con una longitud total de apenas 42 cm. Al parecer pudo haber servido en manos de un auxiliar sármata, concretamente un laziges, una tribu derrotada por los romanos hacia el 180 d.C. cuyos miembros optaron por enrolarse en las legiones. Es más que probable que estas tropas siguieran haciendo uso de sus propias armas, y de ahí la diferencia con lo visto hasta ahora, concretamente en la cruceta que, como vemos, es plana en vez de cuadrangular. En este caso, y a la vista de la generosa anchura de la espiga, hemos creído más acertado recrear el arma con una empuñadura formada por tiras de cuero ya que unas cachas de madera habrían resultado demasiado gruesas. Por otro lado, si observamos la morfología de la hoja no se parece a la de un Pompeya, lo que corroboraría el hecho de que, aún habiendo servido en el ejército romano, su origen podría ser enteramente sármata.

Bien, con lo dicho ya podemos hacernos una idea del desarrollo de este tipo de espadas que convivió con los gladios hasta la extinción de estos y el surgimiento de la SPATHA como arma definitiva. Resumiendo, tenemos un arma de características muy singulares que alcanzó una rápida difusión por sus ventajas sobre el tipo Pompeya al uso en aquella época. Pero no solo se impuso la espada, sino también el sistema de suspensión también de origen sármata, desterrando para siempre las tradicionales anillas que vimos en la entrada anterior. En este caso se trataba de una vaina de madera forrada de cuero que, como principal característica, disponía de un pasador por su cara anterior para introducir a través del mismo el tahalí. Según vemos en la ilustración de la derecha, el pasador consistía en una pieza de bronce que se fijaba a la vaina mediante dos abrazaderas del mismo material. La correa del tahalí la rodeaba de la forma que vemos en el dibujo, quedando el arma paralela al cuerpo. En aquella época aún se seguía portando en el costado derecho según la forma tradicional del ejército romano. Este sistema, aunque tomado de los sármatas, era en realidad originario de Extremo Oriente, de donde algunos autores sugieren que también pudieron tomar el pomo anular por su semejanza con el usado en las espadas chinas de la Dinastía Han hacia el siglo III a.C., desde donde viajó a través de las estepas hasta ir a parar al Danubio, donde fue copiado por los sármatas, desechando así la teoría de que fue una mera evolución de la espada de antenas al uso en este pueblo. En esto, como en tantas cosas, nos regimos por hipótesis más o menos fundadas, así que cada cual crea lo que prefiera porque no hay pruebas contundentes que corroboren una teoría u otra.

Siguiendo con los pasadores, en este caso los romanos copiaron la idea, pero la morfología de los mismos fue de diseño propio, así como las conteras de las vainas que, en este caso, tomaron una forma discoidal como la que hemos visto en la ilustración anterior o bien en forma de pelta como las que presentamos en las figuras de la izquierda. En la parte superior vemos tres ejemplos de pasadores de los cuales es quizás el más curioso el que aparece en primer lugar con forma de delfín. Este animalito era un motivo bastante recurrente, y hay testimonios sobrados del mismo por las piezas aparecidas en diversos ajuares funerarios. Estos pasadores estaban provistos en algunos casos de unos tetones destinados a clavarse en la vaina para impedir que se deslizaran hacia arriba o hacia abajo, ayudando así a la sujeción que brindaban las abrazaderas. El sistema debía ser bastante satisfactorio porque siguió empleándose durante mucho tiempo después de que los gladios pasaran a la historia. A estas guarniciones solo nos restaría añadir el típico brocal que, en este caso, no tenían ninguna peculiaridad digna de mención, siendo similares a los usados en las vainas de los gladios al uso.

En fin, poco más queda por explicar. Como hemos visto, esta curiosa variante tuvo mucha más aceptación de lo que podríamos imaginar, y creo que ha merecido la pena dedicarle una entrada para ella solita por ser un tipo un tanto desconocido si lo comparamos con los Mainz y los Pompeya. Por lo demás, no cantemos victoria aún ya que la moribundez no remite y la musa sigue en paradero desconocido.

Bueno, pues ya está.

Hale, he dicho

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