viernes, 2 de marzo de 2018

La armada imperial de Roma. El armamento


Trirreme provista de dos torres. Antes de entrar en combate se plegaban las velas y la propulsión quedaba confiada solo
a los remos, de forma que la TORMENTARIA emplazada a bordo no se veía entorpecida por el velamen

Sí, ya sé que dije que la siguiente entrada sería sobre los rangos y oficios, pero me ha dado por el armamento. Total, da lo mismo el orden, ¿no? Bueno, pues eso...

En la entrada anterior mencionamos de pasada el CORVVS, así como el ROSTRVM y el PROELION como armamento ofensivo básico de las naves romanas. Con el CORVVS inmovilizaban los navíos enemigos mientras que con el ROSTRVM abrían una brecha en el casco y con el PROELION destruían las bancadas de los remeros. Obviamente, este tipo de armamento era empleado cuando se llegaba al contacto final con la nave enemiga, pero previamente al mismo se intentaba dañarla todo lo posible y, con suerte, incluso mandarla a pique antes de tener que arriesgarse en un abordaje que nunca se sabía como podía acabar. Para ello embarcaban máquinas convencionales que detallaremos a continuación, así como algún que otro invento ad hoc con fines meramente navales. Uno de ellos eran los DELPHINIS (delfines), destinados a complementar la devastadora acción del ROSTRVM. Como vemos en la ilustración superior, era algo bastante simple: dos largas pértigas de las que pendían sendas vasijas llenas de alguna substancia incendiaria como la brea o el azufre que se dejaban caer sobre la cubierta de la nave enemiga una vez empotrado el ROSTRVM en un costado de la misma. De ese modo podía lograrse que un devastador incendio acabase con la nave adversaria en menos que un cuñado se zampa un kilo de caña de lomo de la buena. Si hacía efecto bastaba ciar y alejarse a toda prisa para que las llamas no alcanzasen la nave propia, lógicamente

Maqueta de una trirreme que nos permite apreciar la morfología del CORVVS.
En la base del cabrestante se puede ver el torno destinado a bascularlo
En cuanto al CORVVS, fue ideado por el cónsul Gaio Duilio en una época tan temprana como la 1ª Guerra Púnica. Era básicamente una pasarela abatible o sambuca de unos 120 cm de ancho con barandillas a ambos lados para impedir que el personal cayera al agua al cruzarla. Conviene hacer notar que, en puridad, el CORVVS propiamente dicho era el pico de hierro que se clavaba en la cubierta enemiga si bien solemos identificar con ese nombre al artefacto entero. Como se comentó de forma somera en su momento, la principal táctica empleada por sus enconados enemigos africanos consistía en embestir con el espolón y abrir una brecha por debajo de la línea de flotación para, a continuación, dar marcha atrás y dejar que la nave romana se fuera a hacer puñetas sin arriesgarse lo más mínimo. Con el invento en cuestión no solo hacían que los cartagineses se lo pensaran dos veces, sino que les permitía llevar la iniciativa bloqueando la nave enemiga para permitir que su gente de guerra la abordase. Como dijimos, este bloqueo suponía además un riesgo añadido tanto en cuanto si una de las naves se hundía la otra se podía ir al abismo con ella. 

La ilustración muestra como el CORVVS se ha hincado en la cubierta y los
MILITES CLASSIS abordan la nave enemiga. Salta a la vista que, a partir de
ese momento, cualquier maniobra para separarse una de otra era imposible
Por otro lado, para poder abatir la sambuca del CORVVS era necesario embestir a la nave enemiga de flanco, cosa que lógicamente evitarían los enemigos intentando en todo momento ofrecer la proa para impedirlo. En resumen, la pugna se podía convertir en una persecución interminable, unos intentando incrustar el espolón en el costado del adversario, mientras que estos procuraban ponerse en una posición que les permitiese lanzar el CORVVS y abordarlos. Ojo, daba igual que fuese por babor o por estribor ya que el cabrestante que lo sujetaba, formado por un poste de unos 8 metros de altura, era giratorio. Según Vitruvio, en la flota de Augusto aún se seguía empleando este artefacto. En el 36 a.C., en el contexto de la batalla de Nauloco, se puso en práctica un nuevo artefacto que permitía prescindir del dichoso cuervo y, lo más importante, no requería de complejas maniobras previas para colocar la nave en la posición adecuada, lo que era bastante complicado debido al peso y la envergadura cada vez mayores de las naves romanas. Hablamos del HARPAX, palabro que podemos traducir como "el raptor", un híbrido de arpón y proyectil de balista que dejó perplejo al personal el mismo día del estreno.

Hasta aquel momento, la única forma de intentar aproximar una nave para abordarla eran los típicos garfios lanzados a mano. Estos garfios, llamados por su nombre griego ςιδεροι χειροι (sideroi cheiroi, mano de hierro), servían de poco si la tripulación enemiga estaba aprestada ya que cortaban los cabos de los garfios en un periquete, así que había que idear algo que no fuese tan fácil de cortar. No se sabe a ciencia cierta si el HARPAX fue un invento del comandante de la flota octaviana, Marco Vipsanio Agripa, o de alguno de sus ingenieros, pero de lo que sí se tiene constancia es que se usaron por primera vez contra las naves de Sexto Pompeyo, hijo del gran Gneo Pompeyo Magno. Gran parte de las 300 naves de Agripa estaban equipadas con ese chisme cuya recreación, basada en la descripción que hace el mismo Dion Casio, podemos ver en la ilustración superior. 

Recreación de Marco Agripa que hice tiempo ha. Es
posible que sin la intervención de este hombre, Octavio
nunca habría llegado a emperador. El que quiera ver
como se hizo la recreación, sírvase pinchar aquí
Básicamente consistía en un proyectil formado por una barra de madera de cinco codos de largo (2,25 metros) en cuyos extremos había sendos casquillos de hierro provistos cada uno de una argolla. En la delantera vemos el garfio que haría presa en la nave enemiga, y en la trasera el cabo que permitiría adosarla a la banda mediante unos tornos o con poleas. Una vez adosadas se iniciaba el abordaje o bien dejaba caer el CORVVS- caso de que la nave estuviese equipada con uno de ellos- y empezaba la fiesta. El HARPAX se lanzaba mediante una balista, lo que permitía apresar al adversario a mucha más distancia y, lo más importante, una vez enganchados no podían soltarse ya que el proyectil estaba recubierto por una carcasa de hierro que lo hacia invulnerable a los hachazos con que la tripulación, bastante preocupada por el puñetero invento, intentaría liberarse. Solo tiempo después y teniendo conocimiento de su existencia, se fabricaron largas pértigas armadas con una afilada hoz que permitía cortar el grueso cabo que unía el HARPAX a la nave enemiga. En todo caso, el estreno fue de lo más estimulante porque la flota de Agripa logró apresar unas 255 naves de Sexto Pompeyo. Solo 17 lograron salir echando leches de aquella encerrona. 


Un elemento característico de las naves de la época eran las torres. Dependiendo del tamaño del barco podía llevar una, generalmente emplazada en la proa, dos, a proa y popa respectivamente o incluso hasta cuatro en naves de gran porte como las HEXERIS, que con una eslora de casi 60 metros eran las mayores que hubo en servicio. Estas torres servían tanto para guarnecer a los SAGITARII (arqueros) como a los FVNDITORIS (honderos) que hostigaban a las tripulaciones enemigas en cuanto los tenían a tiro. Del mismo modo, se emplazaban en ellas la TORMENTARIA de la nave, compuesta generalmente por escorpiones, balistas y onagros. Estas torres, construidas de madera como ya podemos imaginar, eran recubiertas con láminas de metal o simples tablones que solían ir pintados imitando sillería como la que vemos en la ilustración superior. El color en que estaban pintadas era además una forma de identificación para que el NAVARCHA (el comandante de la flota) pudiera reconocer la posición de sus naves y distinguirlas de las enemigas. 


Onagro. Esta máquina permitía lanzar pellas de estopa o
vasijas con líquidos inflamables
Pero estas torres no estaban necesariamente instaladas en cubierta de forma permanente. Antes al contrario, se podían desmontar y ser emplazadas antes de entrar en combate. Agripa, que era un ciudadano asaz ingenioso que inventaba cosas chulas, diseñó un sistema que permitía montarlas en un periquete y, además, estaban provistas de una especie de telones fabricados de cuero o tela rellena de crin muy prensada. De ese modo, solo había que  montar la estructura principal (los carpinteros de la época eran unos figuras en el dominio de la carpintería de armar), tras lo cual le añadían los citados telones que, mientras no se usaban, iban enrollados en la bodega ocupando apenas espacio. De ese modo, los servidores de las máquinas permanecían a salvo de los proyectiles enemigos. En el caso, por ejemplo, de una balista o un escorpión, permanecían bajados mientras se recargaba la máquina, y solo cuando llegaba el momento de dispararla se abrían el tiempo justo. Los arqueros y los honderos, emplazados por lo general en la parte superior de las torres, se protegían con sus merlones como si de una muralla terrestre se tratase. No obstante, máquinas de pequeño tamaño como los escorpiones podían también emplazarse en la cubierta de las torres, disponiendo así de más ángulo de tiro que si iban en el interior.


En cuanto a las máquinas, del onagro ya se habló años ha. Pueden vuecedes consultar el tema pinchando aquí, que no es plan de repetir lo que ya se dijo en su día. Por otro lado tenemos la balista, un artefacto de la familia de las catapultas (del griego καταπελται, katapeltai) que apareció allá por el siglo IV a.C. bajo el patrocinio de Dionisio I, tirano de Siracusa. La balista era una máquina de torsión capaz de lanzar tanto bolaños como dardos que, en su versión naval, eran por lo general incendiarios, aparte del HARPAX que mencionamos al comienzo de la entrada. Como vemos en la imagen de la derecha, consistía en dos madejas fabricadas con crines o tendones cuya tensión podía regularse con las arandelas que se ven en la parte superior del armazón para torcer dichas madejas más o menos. Armadas con falaricas rellenas de estopa empapada en brea o aceite podían incendiar una nave enemiga sin problema. Eso sí, acertar a algo con una máquina colocada en la cubierta de un barco no era cosa baladí aunque el objetivo fuese algo tan grande como otra nave, y el riesgo de ver uno de esos dardos profundamente clavado en el casco o la cubierta era el mismo para ambos contendientes. 


Los escorpiones eran una versión reducida de estas máquinas que, lógicamente, tenían menos alcance, pero precisaban de apenas dos servidores para funcionar. Su trayectoria, más tensa que la de su hermana mayor, así como su menor tamaño, permitía emplazarlas en la parte superior de las torres, con lo que podían disparar a las naves enemigas desde una posición dominante. Su cadencia de tiro era más elevada, precisando solo accionar las dos palancas que vemos al final del armazón para tensar el mecanismo, tras lo cual se colocaba el proyectil bien cargado con estopa, se encendía y se disparaba. Las naves romanas solían ir armadas con varias de estas máquinas que, aunque pequeñas, eran verdaderamente temibles a corta distancia.


Estas dos máquinas eran, como hemos visto, de origen griego y estuvieron en uso durante siglos sin apenas modificaciones. Sin embargo, hacia el siglo I d.C. surgió una modificación que mejoraba substancialmente las prestaciones de los escorpiones, la cheirobalistra (balista de mano en griego), llamada también MANVBALLISTA por los romanos. Esta máquina, sobre cuya paternidad hay cierta controversia si bien se cree obra de Herón de Alejandría, un probo e ingenioso inventor al que se le atribuyen, entre otras genialidades, la primera máquina de vapor de la historia, era básicamente un escorpión en todos los sentidos, pero con una diferencia en su mecanismo de tensión. En vez de las madejas de fibras del escorpión usaba unos muelles metálicos que iban metidos en los cilindros que aparecen a los lados del armazón de la máquina. Este mecanismo eliminaba los problemas derivados de la pérdida de tensión debido a la humedad o a un exceso de la misma por los cambios de temperatura, así como el desgaste propio de unos materiales de origen orgánico. Pero, además, aumentaba de forma notable su potencia. En pruebas llevadas a cabo con réplicas se ha comprobado que una de estas pequeñas máquinas podía lanzar un dardo capaz de atravesar una chapa de hierro de 2 mm. de espesor a 50 metros de distancia, que no es moco de pavo. Esto, en el campo que nos ocupa, se traducía en un mayor alcance y en que los proyectiles se clavaban más profundamente, lo que dificultaría su extracción y facilitaría al mismo tiempo transmitir el fuego al barco enemigo.


Dromón de un palo del siglo V d.C. Como vemos, sigue llevando las
máquinas en cubierta, y la tradicional torre ha sido sustituida por un
castillo de proa que  aloja a una balista. En cuando al espolón, fueron
desplazados hacia arriba, por encima de la línea de flotación
Bueno, este era grosso modo el armamento de que disponían las naves del imperio. Solo concretar antes de dar término a esta entrada que las torres fueron eliminadas cuando las galeras dieron pasos al dromón (el rápido), una nave derivada de la LIBVRNA que aparece mencionada por primera vez por Eunapio de Sardes en el siglo IV d.C. Básicamente, se trataba de naves en las que los bancos de los remeros estaban cubiertos y sin la tradicional crujía que apenas dejaba espacio para la gente de guerra embarcada, y que habían sustituido su aparejo de velas cuadradas por las triangulares que hoy conocemos como latinas. Eran barcos más rápidos y maniobrables que los usados anteriormente, pero de eso no toca hablar hoy. Por cierto que, respecto a la TORMENTARIA mencionada, palabrita del Niño Jesús que ya dedicaremos una serie de artículos donde podamos conocer más a fondo las balistas y sus hermanas menores, las cuales no hemos estudiado aún.

Ah, y una cosilla más... Puede que alguno considere que he omitido el fuego griego que, aunque correspondiente a una época bastante tardía, al cabo era originario del Imperio de Oriente. En cualquier caso, el que quiera consultar sobre ese tema puede hacerlo hincando hasta los nudillos del dedo de la manita aquí.

En fin, con esto vale por hoy. Está lloviendo más que el día que enterraron a Bigote, así que voy a recrearme con el meteoro, que esto no se ve todos los días por estos lares.

Hale, he dicho

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Hasta hace apenas 150 años el principal enemigo de cualquier barco era el fuego. De ahí que la mayor parte, por no decir
todo, de lo que se arrojaban en las batallas navales fueran proyectiles o substancias incendiarias. Una nave en la que se
lograba propalar un incendio estaba condenada sí o sí ante siquiera de tener que abordarla

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