miércoles, 11 de septiembre de 2019

Ratas de túnel. Demolición de túneles


Preparando una voladura con dos cargas de demolición
M37, que junto a la M183 eran las más habituales
Bueno, criaturillas, este artículo es el penúltimo de la pentalogía sobre los insignes roedores de las procelosas profundidades indochinas. Ya hemos visto cuáles fueron sus orígenes, como asesinaban y como gaseaban a los enemigos, así que solo nos resta detallar como inutilizaban sus intrincadas ratoneras para chincharles a base de bien. La última entrada que completará esta ilustrativa monografía la dedicaremos a dar cuenta de algunas curiosidades curiosas para rematar cuñados ahítos de ver como Forrest... Forrest Guuummp se mete en un túnel sin dudarlo ni un instante cuando se lo ordena el controvertido y exaltado teniente Dan (por cierto, este mes se cumple nada menos que un cuarto de siglo del estreno de esta fantástica película. Carajo, como pasa el tiempo, blablabla, etc...). 

Bien, ya vimos como se recurría a expulsar o gasear cual moscas cojoneras a los inquilinos de los túneles, tras lo cual se procedía a su demolición a base de meter explosivos como para poner en órbita a una docena de cuñados. Los miembros de las unidades de ingenieros que eran enviados como apoyo de superficie se encargaban de dictaminar la cantidad necesaria y el tipo de carga más adecuado para mandarlo todo a hacer puñetas si bien, como ya comentamos, en caso de tener ante ellos un complejo de categoría se tenían que limitar a colapsar las entradas que se habían podido localizar, así como los respiraderos. De ahí la importancia de esas bocas de túneles como la que mostramos situada bajo el agua, ya que de ese modo la mayor parte del complejo quedaba indemne y se podían reabrir las entradas que habían sido voladas. Total, si habían sido capaces de excavar decenas o incluso centenares de metros, podían volver a rehacer uno o más túneles de 10 o 20 metros para recuperar los accesos colapsados por los explosivos.


Sonriente vietcong cavando uno de los túneles
de Cu Chi. Obsérvese la peculiar textura del
terreno que, una vez seco, adquiriría la
consistencia de una puñetera roca. Un día de estos
ya dedicaremos algunas entradas al proceso de
construcción de esas fortificaciones subterráneas
No debía ser fácil demoler estos túneles. Es posible que, a pesar de que hayan visto mogollón de fotos de ratas de túnel no se hayan percatado de un detalle: nunca se ven entibados. La naturaleza del terreno no los hacía necesarios porque en muchas zonas de Vietnam era a base de laterita, una tierra arcillosa rica en hierro- de ahí su característico tono rojizo- que cuando está seca es dura como el hormigón. Solo se ablanda con la humedad, por lo que generalmente cavaban los túneles en la época de lluvias que era cuando se podía trabajar con relativa facilidad. Pero en época seca, que era cuando se llevaban a cabo la mayoría de las operaciones de búsqueda y destrucción porque cuando se habla de "época de lluvias" en Vietnam hablamos de lluvias torrenciales durante días y días, la tierra de los túneles estaba dura como si fuera granito, ergo había que meter estopa en cantidad para echarlos abajo.

Dicho esto, el ingeniero encargado de llevar a cabo la voladura se basaba principalmente en la profundidad y la longitud del túnel. Básicamente, el cálculo era el siguiente: para una profundidad de tres metros o menos se requerían 2 libras (900 gramos) de explosivo por cada 30 cm. de longitud. Haciendo una sencilla regla de tres sabríamos que, por ejemplo, para un túnel de solo cinco metros, que equivalen a 16 pies, serían necesarios aproximadamente 15 kilos de explosivo. ¿Que no se hacen una idea de a qué equivale esa cantidad? Pues una mera orientación: era casi la misma carga de la bomba alemana SC50, en este caso concreto 16,4 Kg., así que con esto podemos calcular lo que hacía falta para acabar con un túnel birrioso. Lógicamente, a medida que aumentaba la profundidad la proporción aumentaba: entre tres y seis metros había que duplicar la carga, por lo que un túnel similar requeriría 30 kilos, y entre seis y nueve metros se triplicaba, uséase, 45 kilos de nada. Está de más decir que para los líderes del mundo libre y de la democracia planetaria eso no suponía ningún problema, pero no por ello el dato no deja de ser interesante ya que nos aclara puntos curiosos como la ausencia de entibado y la correosa resistencia del suelo vietnamita, que permitió que gran cantidad de complejos quedaran cuasi intactos aunque se colapsaran las bocas y pozos de acceso a los mismos.


Mochila M85 y bloques de C4 M112 y M5A1 (no están a escala)
El ejército disponía de un extenso surtido de cargas de demolición, principalmente a base del archiconocido C4, dinamita, trinitrotolueno, nitrato de amonio y B4 para diversos dispositivos ideados para cometidos muy concretos. De este amplio abanico solo se emplearon los que se adaptaban mejor a la destrucción de los túneles y, llegado el caso, para despejar zonas de maleza circundante a las entradas. Veamos los más usados. Las cargas de demolición que alcanzaron más difusión eran las denominadas como satchel carges, cargas de mochila o macuto, que no eran más que determinadas cantidades de paquetes de explosivo contenidos en un macuto M85. Aunque inicialmente se llenaban con paquetes de TNT, este explosivo quedó relegado a la gran cantidad de gases tóxicos que producían al explotar. Fue sustituido por el mucho más versátil y manejable C4 en las cargas de mochila M37, que contenía ocho bloques M5A1 de 2,5 libras (1,1 kilos, o sea, 8,8 kilos en total). Cada bloque estaba envasado en plástico traslúcido blanco, y en las tapas de los extremos traían ya previstos dos orificios para perforar el bloque e introducir los detonadores. Los bloques M5A1 fueron reemplazados por los M112, de 1,25 libras (566 gramos, 9 kilos en total) de C4 dando lugar a la carga de mochila M183, que contenía 16 bloques M112 envueltos en Mylar de color verde con un respaldo adhesivo. El Mylar es como se conoce en USA al PET, uséase, el plástico con que se fabrican las botellas de agua, refrescos, etc.


En una solapa interior de la mochila M85 ya traía la mecha o el cordón detonante más los detonadores necesarios para llevar a cabo la voladura. En el caso de la M37 llevaba 1,5 metros de mecha convencional con un detonador M7 en cada extremo. Estos detonadores consistían en una simple cápsula de aluminio que contenía una pequeña carga de ignición que se activaba con la mecha y que, a su vez, detonaba una carga principal de RDX que era la que producía la explosión del C4. Veamos la secuencia de fotos que nos muestra todo el proceso a seguir para preparar la carga.

1. Ahí tenemos la mochila, en la que aparece escrito el tipo de carga que contiene. Era una bolsa de lona que se cerraba con cintas y provista de un asa para transportarla. 

2. Esta foto muestra la mochila abierta y los dos paquetes de cuatro bloques en que se dividía el explosivo. Ayudado con el punzón de la tenaza M2, el ingeniero está practicando un orificio para introducir uno de los detonadores M7. A continuación hará lo mismo en uno de los bloques del otro paquete. En el detalle podemos ver el bloque M5A1.



En la foto vemos más cerca como el ingeniero engarza el
detonador M7. En el detalle tenemos una tenaza M2 como
la que tiene en la mano. La primera muesca engarza el
detonador, la segunda corta la mecha. El punzón superior del
mango es para perforar el C4, y el inferior es un destornillador
3. El ingeniero muestra el metro y medio de mecha que acompaña al kit explosivo. Esta mecha era convencional, o sea, no funcionaba con detonadores eléctricos lo que no quiere decir que, si se deseaba, se pudiera sustituir por cordón detonante, que siempre era preferible ya que permitía controlar el momento exacto de la explosión.

4. El ingeniero introduce los detonadores en los orificios practicados en cada bloque de C4

5. Aquí vemos como prepara la mecha que unirá a la de la carga. En función del retardo deseado será más o menos larga. Estas mechas eran un simple cordón de fibra con un núcleo de pólvora negra, todo ello dentro de una funda de plástico para impermeabilizarlo. En el extremo de la mecha ha colocado un detonador M7 que activará la mecha de la carga. En la foto vemos como lo engarza con la tenaza M2.

6. Une la mecha de la carga con el detonador de la mecha principal con cinta aislante. 


Para introducir la mecha se aflojaba un poco el casquillo del
extremo derecho y se removía el tapón de seguridad. Se metía
la mecha y se enroscaba el casquillo para fijarla al iniciador.
7. En el extremo de la mecha principal coloca el iniciador M60 (foto de la derecha) que prendía la mecha. Esta se consumía a una velocidad de 40 segundos por cada 30 cm., o sea, que había tiempo de ir a tomarse unas birras llegado el caso. En la secuencia que hemos mostrado, el ingeniero ha usado unos dos metros de mecha principal más el metro y medio de mecha secundaria, o sea, 2,75 metros por paquete ya que la mecha secundaria está dividida en dos. Traduciendo: 9 pies de mecha, a 40 segundos por pie serían 360 segundos, que es lo mismo que 6 interminables minutos. Obviamente, esta secuencia está filmada durante unas prácticas, y en situaciones reales el largo de la mecha sería muy inferior. 

8. Introduce la carga en el túnel


9. Activa el iniciador. Para ello retiraba el pasador de seguridad, tiraba de la anilla colocada en el extremo, la soltaba y un muelle helicoidal en el interior lanzaba un percutor contra el pistón que, al detonar, prendía la mecha. A partir de ahí solo restaba ponerse a cubierto y esperar a que la mecha se consumiera. Por cierto que, caso de no disponer de iniciadores, con una simple cerilla se podía prender el cordón de la forma que mostramos en el gráfico.

10.¡BOOOMMM! Al carajo el túnel.


Con la carga M183 el proceso era básicamente el mismo pero con dos diferencias: en vez de una mecha secundaria con dos detonadores se usaban dos tramos de cordón detonante y cuatro detonadores que, en este caso, se activaban mediante un detonador eléctrico. El cordón detonante era en la práctica igual que la mecha, pero en vez de contener pólvora negra llevaba un núcleo de pentrita que, además de ser un potente explosivo, era muy adecuado para usar en ambientes muy húmedos o incluso bajo el agua ya que no es soluble en la misma. Veamos la secuencia de fotos porque una imagen vale más que dieciocho discursos.


Tras proceder a colocar los detonadores y el cordón detonante de forma similar a lo descrito en el caso anterior, ya solo queda preparar la detonación.

A. El ingeniero une el cable eléctrico al detonador. Bastan un par de vueltas en cada borne y apretarlos.

B. Prepara la llave que al girar producirá la corriente eléctrica que iniciará los detonadores.

C: Media vuelta a la llave y adiós muy buenas.

D:¡BOOOMMM! Otro túnel al carajo. Como es evidente, este sistema era más fiable, cómodo y garantizaba un control total sobre la detonación porque aquí no había que andar midiendo mechas ni calculando el tiempo que tardaría en explotar la carga. Con los detonadores eléctricos solo se producía la explosión cuando se activaba el mismo, ni antes ni después. Por cierto, había otros detonadores que en vez de llave usaban una tecla de presión, en este caso muy usados en las minas Claymore que se distribuían alrededor de los campamentos para convertir en comida para gatos a los enemigos que se acercaran con aviesas intenciones.


Preparando la voladura de un árbol con un par
de bloques de C4
Como hemos dicho, el ejército disponía de un extenso surtido de cargas de demolición, pero aunque podían ser válidas para volar túneles, su diseño estaba destinado ante todo a acabar con fortificaciones de hormigón o para abrir cráteres de gran tamaño capaces de inutilizar carreteras o pistas de aterrizaje, así que las obviaremos tanto en cuando se salen del tema que nos ocupa. Si acaso, mencionar que cuando se localizaba un túnel ubicado entre una espesa fronda se recurrían a bloques sueltos de C4, TNT o dinamita para despejar la zona de arboleda o, caso de encontrarse en el interior de masas de arbustos o bambú, se empleaban los conocidos torpedos Bangalore (sí, los de "Salvar al soldado Ryan"), diseñados originariamente para destruir alambradas. Y si eran capaces de destruir alambradas, pues también bambúes, naturalmente. De hecho, incluso se llegaron a usar para destruir tramos de túneles ya que estaban diseñados de forma que podían empalmarse unos tramos con otros hasta un total de 60 metros nada menos. El Bangalore M1A2 tenía una longitud de 1,5 metros, 8,2 cm. de diámetro y una carga de 10'5 libras (4,7 kilos) de Compuesto B4. El B4 contiene un 60% de RDX, un 39,5% de TNT y un 0,5% de silicato de calcio. Como carga de iniciación y refuerzo lleva en cada extremo media libra (226 gramos) de Compuesto A3, formado por un 91% de RDX y un 9% de cera, esta última destinada a recubrir, insensibilizar y unir las partículas de RDX.


Los Bangalore se suministraban en cajas de madera con diez unidades más sus correspondientes manguitos de empalme y un manguito delantero redondeado para facilitar el avance cuando se empujaba el torpedo entre zonas pedregosas, con vegetación, etc. Como vemos en el gráfico de la derecha, los manguitos de empalme estaban ranurados para encajar sólidamente los extremos de cada torpedo. En la parte inferior vemos el proceso de empalme de dos torpedos, que se repetiría las veces que fuera necesario hasta obtener la longitud necesaria. Al final de cada torpedo tenemos el iniciador/refuerzo de Compuesto A3 que podía ser detonado de cualquier forma: con detonador de mecha convencional, eléctrico o incluso con cordón detonante, para lo cual bastaba con envolver el iniciador de A3 con ocho vueltas de cordón, pero ni una más ya que podría romper el tubo y separar el iniciador del cuerpo principal, separándolo e impidiendo así que explotase todo el conjunto. Por lo demás, los Bangalores también podían usarse, llegado el caso, para despejar campos de minas, abriendo un sendero libre de ellas por donde las tropas podían avanzar sin problema. No obstante, los charlies carecían de medios para minar grandes áreas de terreno, por lo que eran más dados a llenar la jungla de trampas más primitivas y, por ende, mucho más difíciles de detectar aunque no por ser más rudimentarias eran menos eficaces. Un simple cartucho de escopeta o de calibre .50 podía hacerle picadillo el pie al que lo pisara, pero de esas putaditas ya hablaremos en mejor ocasión.  


Para concluir no quisiera dejar de citar un par de sistemas de voladura un tanto peculiares y poco usados pero que nos vendrán muy bien para sorprender a algún cuñado que se haya ilustrado sobre el tema. Uno de ellos consistía en aparcar cerca del túnel un helicóptero cargado con bombonas de acetileno que podían inundar hasta 9 m³ de túnel cada una. Con el compresor del helicóptero se insuflaba el acetileno, que actuaría en combinación con las cargas de demolición depositadas previamente. Cuando se procedía a detonarlas, el acetileno se inflamaba y alcanzaba una temperatura de unos 2.700º; esta letal combinación de gas y explosivos convertía en un horno crematorio los túneles situados hasta unos 6 metros de profundidad, que era más de lo habitual en la mayoría de ellos. 


Otro método similar, pero sin necesidad de helicópteros era el equipo de demolición XM-242 a base de nitrometano (foto A), un combustible líquido con una potencia superior incluso al trinitrotolueno y que se usaba para destruir túneles de hasta 150 metros de largo y tres metros de profundidad sin verse limitados por recodos o pozos interiores ya que se introducía mediante una manguera de plástico blando que se adaptaba al recorrido sin problemas. Para ello se recurría a dos bidones con 55 galones (208 litros) de nitrometano cuyo contenido era introducido mediante la citada manguera en cuyo extremo se hacía un simple nudo para hacer de tapón (foto B). El líquido era impulsado por una bomba de gasolina. Una vez que el rata había llevado la manguera hasta el lugar deseado, para producir la explosión del nitrometano se colocaba una lámina de C4 de media libra (227 gramos) y media pulgada de grosor (1,27 cm.) envolviendo la manguera (foto C), junto con dos detonadores accionados por electricidad. Una vez que la manguera y el explosivo estaban dispuestos se procedía a llenarla con los 416 litros de combustible de los dos bidones. Una sonda indicaba cuando estaban vacíos, momento en que se procedía a la voladura (Foto D). Los efectos debían ser fastuosos, porque más de 400 litros de una porquería más potente que el TNT en el interior de un angosto túnel no eran para tomarlos a broma. No obstante, a pesar de su indudable contundencia parece ser que este sistema no tuvo excesiva difusión, llevándose la palma las mochilas explosivas detalladas anteriormente. Es evidente que, al cabo, primó lo más manejable sin por ello perder poder destructivo, y en la puñetera jungla no era fácil transportar e instalar los dos pesados bidones con su compresor o despejar la zona para que aterrizase un helicóptero para meter acetileno como para soldar la chapa de un acorazado.

Bueno, con esto podemos terminamos. Como hemos visto, el tema de las demoliciones requería una notable inversión de tiempo y material, aparte del personal cualificado para ello porque hasta para determinar la colocación de los paquetes de explosivos había que saber lo que se hacía. No bastaba con colocarlos junto a la entrada o en mitad de un túnel, sino buscando los lugares donde la demolición sería más eficaz e hiciese más complicado para el Vietcong excavar de nuevo el túnel o buscar su trayectoria original. Para ello, se ubicaban en los recodos, en las entradas de las cámaras laterales y a intervalos determinados de forma precisa en caso de querer demoler trayectos de túneles demasiado largos. 

En fin, no creo que se me olvide nada, así que s'acabó lo que se daba, amén.

Hale, he dicho

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