jueves, 5 de septiembre de 2019

Ratas de túnel


Rata de túnel saliendo de un agujero tras su inspección. En la mano empuña un Smith&Wesson mod. 10 de calibre .38 Sp. provisto de silenciador. En la esquina superior izquierda vemos una bobina de hilo telefónico y el cable de un teléfono
de campaña TA-1P/T con el que mantenían el contacto con el exterior. Bajo tierra los aparatos de radio como que no servían
de nada. La cara del probo tunelero ratonil es bastante expresiva. Viene a querer decir eso de "¿Quién carajo me mandaba
a mí meterme en este hoyo asqueroso?" Ciertamente, no era una misión agradable, y aún menos agradecida

Dos entradas de un túnel tras haber sido despejadas del camuflaje que las
ocultaban. Hasta entonces eran literalmente invisibles, y solo con la ayuda
de perros o por la delación de algún aldeano era posible localizarlas
Una de las primeras cosas que vieron los líderes del mundo libre cuando llegaron a la antigua colonia gabacha de Indochina (Dios maldiga al enano corso), Vietnam tras mandar a paseo a sus antiguos amos, era que los taimados seguidores de Hô Chí Minh habían convertido el territorio en un queso de Gruyère. Curiosamente, los miembros del ARVN (el ejército de la república de Vietnam del Sur) sabían de la existencia de estos complejos de túneles, pero se abstenían de meter las narices en los mismos porque eran unos sitios muy desagradables y nada recomendables. En las pelis ambientadas en la guerra de Vietnam raro es que no se haga mención a ellos y, en honor a la verdad, la imagen que se suele tener tanto de los túneles como de estos probos topos humanos está, como es habitual, un tanto distorsionada. Los famosos túneles del Vietcong podían ir desde un simple hoyo a modo de zulo para guardar armas y/o municiones a obras más complejas con varias cámaras e incluso complejos de una envergadura increíble que albergaban desde depósitos de víveres y armamento a hospitales de campaña, refugios, cocinas e incluso escuelas. Hablamos de túneles de cientos de metros situados a varios niveles con diversas salidas y respiraderos ocultados con tal pericia que, en muchas ocasiones, ni estando literalmente encima de ellos podían ser detectados.

La expresión de este tunelero lo dice todo
Así mismo, la imagen del rata de túnel es la de un ciudadano huraño, de pocas palabras, siempre cabreado con la humanidad y consigo mismo y, por supuesto, solitario y retraído. Sin embargo, estos probos pseudo-topos eran uno más en sus respectivas unidades y, de hecho, el ejército yankee (Dios maldiga a Hearst) ni siquiera llegó a formar unidades dedicadas a neutralizar la tupida red de túneles del Vietcong. A lo más, distribuir alguna que otra arma o accesorio más idóneo para el desempeño de su ingrata misión. Por lo tanto, las ratas de túneles eran soldados que se ofrecían voluntarios- y si ninguno se ofrecía pues se señalaba a uno y santas pascuas- que, en la mayoría de las ocasiones, apenas entraron en acción mientras que otros se veían casi a diario pringados con este tema. No obstante, también es cierto que a nivel de batallón se formaron grupos de "exploración de túneles" o de "destrucción de túneles", nutridos por ciudadanos enganchados a las experiencias emocionantes y la adrenalina que actuaban con el apoyo de ingenieros para las demoliciones y de guerra química para desalojar de enemigos los complejos subterráneos. 

A partir de ahí no se sabía lo que uno podía encontrarse. Obsérvese el
ínfimo tamaño de la trampilla, imposible para un hombre que no esté
francamente delgado
Sea como fuere, lo cierto es que, como decimos, las ratas de túnel eran tropas normales y corrientes que, cuando no se dedicaban a hurgar bajo tierra, tenían exactamente las mismas obligaciones que el resto de sus compañeros, ni recibían ningún trato de favor en ningún sentido. En resumen, lo hacían por amor al arte hasta que, en bastantes casos, un mal día la tensión y el estrés los superaban y se negaban en redondo a volver a entrar en un túnel, por lo que había que sustituirlos por otros porque nadie podía echarles en cara llegar al límite de su resistencia psicológica. Hay que tener en cuenta que combatir en un túnel donde prácticamente no se podían mover, acechados a cada centímetro por trampas de todo tipo o por un charlie (como llamaban a los miembros del Vietcong) dispuesto a acuchillarlo con la bayoneta de su SKS debía dejar al personal tocado de los nervios.

Bien, tras el introito de rigor para ir poniéndonos en situación, veamos con más detalle el origen y la evolución de estos sufridos pringados deseosos de llevar la democracia a un país corroído por la corrupción más descarada como era la República de Vietnam del Sur y, naturalmente, exterminar a sus vecinos del norte, que para eso eran unos malvados lacayos del comunismo estalinista.


Vietcong arrastrado por un M-113 en un intento
de persuadirlo de que no colaborar con los líderes
del mundo libre es malo para la salud. La
difusión de este tipo de imágenes en USA fue
demoledora para la opinión pública
Como ya avanzamos al comienzo del artículos, Vietnam del Sur estaba perforado como un mueble infestado de carcoma desde tiempo de sus guerras coloniales con los gabachos. De hecho, el nivel de infiltración del Vietcong era abrumador, y rara era la aldea que no contaba con su correspondiente subterráneo que, originariamente, eran poco más que zulos para guardar armamento y municiones. Los aldeanos eran por norma el chivo expiatorio ya que debían acceder a los requerimientos del Vietcong so pena de que los liquidasen a todos, o bien delatarlos a los yankees so pena también de liquidarlos a todos. En algunos casos se avenían a colaborar con los comunistas por mera afinidad ideológica, pero en otros era porque no les quedaban más narices ya que los tenían literalmente debajo de sus casas.

Con las patrullas del ARVN no solían tener problemas porque estos, aún sabiendo de la existencia de estos zulos o red de túneles, se guardaban muy mucho de indagar en ellos. Se limitaban a darle un par de hostias al desdichado jefe de la aldea para acojonarlos un poco, incendiaban alguna choza y se largaban. Pero los charlies estaban bajo ellos, y en cuanto se iban los del ARVN salían de sus madrigueras para corroborar que no los habían delatado ya que, de sospechar lo contrario, al jefe de la aldea le volvían a dar dos hostias- o dos tiros llegados el caso-, y amenazaban con no dejar bicho viviente si alguno se iba de la lengua. En resumen, esta pobre gente llevaba una existencia bastante ingrata, siempre sometidos a la presión de ambos bandos cuando lo único que querían era que la cosecha de arroz fuese lo más productiva posible.


Un vietcong interrogado por un soldado del ARVN. Junto a él yace un
colega que, a la vista de su estado, no estaba ya para interrogatorios. Los
métodos usados por ambos bandos eran lo más alejado de las convenciones
internacionales sobre el tratamiento a los prisioneros de guerra
Cuando los líderes del mundo libre llegaron a Vietnam en 1965 y vieron como estaba el patio llegaron a la conclusión de que sus aliados eran unos inútiles de tomo y lomo y, lo que era peor, tenían mogollón de infiltrados del Vietcong entre sus filas, por lo que cada vez que se planeaba una inspección a una determinada zona avisaban con tiempo para poner todo el material a buen recaudo y ocultarse hasta que pasara la tormenta. Pero los yankees no tenían infiltrados y con esos había que andarse con más cuidado porque, a la mínima, enviaban unos cuantos F-4 cargados hasta las trancas de napalm y dejaban la aldea convertida en un solar carbonizado. Lo mínimo que podía pasar era verse una mañana con la desagradable visita de una compañía de WASP oliendo a loción de afeitar en plena misión de búsqueda y destrucción. Obviamente, los charlies habían tenido tiempo de sobra de organizarse porque tenían chivatos en todas partes, por lo que una vez más el jefe de la aldea se veía con la jeta echando humo porque el oficial al mando le había dado el par de hostias de rigor y, para demostrarles que no se andaban con chorradas, metían fuego a algunas chozas o a las provisiones de arroz. 


Pozo de acceso a una galería inferior. Había complejos que tenían hasta
cinco niveles de profundidad
Pero los yankees se quedaban con la jeta a cuadros cuando tenían noticia de que la misión no había servido de nada, y que la presencia del Vietcong en la zona seguía como si tal cosa. Evidentemente algo fallaba, y ese algo eran las puñeteras redes de túneles y refugios de todo tipo que los aldeanos no se atrevían a delatar por razones obvias. Por lo tanto, no quedaba más remedio que localizar los túneles y, en vez de mirar para otro lado como venían haciendo los del ARVN, pues entrar en ellos, explorarlos y, llegado el caso, destruirlos. Así nacieron los que en principio fueron denominados como tunnel runners, literalmente corredores de túneles, mientras que las tropas australianas que combatían en Vietnam (sí, hubo australianos, ¿no lo sabían?) los llamaron de una forma más apropiada: tunnel ferrets, hurones de túneles, en evidente alusión a los conejos que eran obligados a salir de sus madrigueras mediante hurones. Finalmente se impuso la denominación por la que conocemos a estos abnegados ciudadanos: ratas de túnel.


El equipo de superficie recibiendo las indicaciones del rata a
través del teléfono de campaña
Sin embargo, y a pesar de la evidente necesidad de disponer de tropas debidamente adiestradas, el ejército nunca se preocupó de formar unidades entrenadas ex-profeso para combatir en los túneles. A lo más que se llegó fue a organizar grupos a nivel de batallón formados por un máximo de seis hombres que, simplemente, se habían ofrecido como voluntarios y que en cualquier momento podían negarse a meterse una sola vez más en un túnel cuando la tensión acumulada les hacía entrar en pánico nada más ver el hoyo. En ese caso se limitaban a pedir algún voluntario para cubrir la baja y punto, pero no hubo nunca un mínimo de organización o jerarquía establecida salvo la que se debía en un momento dado al rango de alguno de ellos o, simplemente, a su veteranía o capacidad de liderazgo. Por lo demás, los oficiales no solían actuar como ratas de túnel por el evidente riesgo que corrían y, de hecho, en la mayoría de las unidades lo tenían prohibido. Si el oficial palmaba sepultado en un hoyo o era cosido a bayonetazos por un charlie toda la compañía se quedaba huérfana lejos del campamento base con las consecuencias que podemos imaginar.


Simulacro de túneles en Fort Polk. Como se ve, nada
semejantes a los de verdad
De lo único que se preocuparon en algunos centros de instrucción en los Estados Unidos fue de construir pseudo-aldeas vietnamitas para habituar al personal a desenvolverse en ese ambiente. Algunas hasta tenían su arrozal y todo y se recreaban las trampas habituales que solía preparar el Vietcong para hacer la puñeta a las visitas non gratas,  desde trampas explosivas a pozos con las malévolas estacas punji. En otros, como por ejemplo Fort Polk, en Luisiana, hasta recrearon un túnel en forma de Y de unos 30 metros de largo, pero era un remedo bastante cutre porque sus dimensiones se alejaban mucho de las reales. En este caso, los túneles eran simples tubos de acero corrugado de 4 pies de diámetro (122 cm.), casi el doble de los 2'5 pies (76  cm.) o incluso menos que solían tener los auténticos túneles de Vietnam. Hay que tener en cuenta que estos asiáticos tenían una constitución mucho más birriosa que los yankees, y que mientras un vietnamita medía entre 1'55 y 1'60 y pesaba 50 o 55 kilos (las mujeres bastante menos, prácticamente lo mismo que un impúber norteamericano), un WASP sobrepasaba con frecuencia el 1'75 y alcanzaba sin problemas los 80 kilos o más. Como ya podemos imaginar, para un yankee meterse en un hoyo cavado para un vietnamita canijo sería como para una pitón meterse en el domicilio de una lombriz, así que lo habitual es que las ratas de túnel fuesen hombres enjutos, de corta estatura y, sobre todo, extremadamente ágiles.


Gaseando un túnel con el ventilador Mity Mite. Ya se explicará
detalladamente el proceso para eliminar bichos de todo tipo
Con todo, y a pesar de los decorados con que intentaban recrear con mayor o menor fortuna el entorno de su más que probable destino, los hombres que eran destinados a Vietnam no habían oído hablar en sus puñeteras vidas de las ratas de túnel, y mucho menos que todo el país estuviese infestado de ellos sin que sus aliados hubieran hecho lo más mínimo por anularlos. Así pues, se veían en una situación bastante chunga cuando su compañía detectaba la presencia de un túnel y se pedía un voluntario para inspeccionarlo. Porque, en realidad, los yankees no tenían la intención de liquidar a los posibles huéspedes salvo que fuese necesario, sino solo saber qué contenía y, caso de ser un complejo de envergadura, localizar sus salidas, respiraderos y trazar un plano lo más aproximado posible de su distribución, pero nada más. Una vez que se obtenían los datos necesarios se procedía según las normas al respecto: requisar las armas y las municiones, los víveres y, una vez evacuado todo, proceder a su voladura mediante cargas de demolición. Previamente y si el rata informaba de que el túnel no era un simple zulo sino algo de más envergadura, se llamaba a una sección de ingenieros para gasear todo el complejo mediante ventiladores que insuflaban humo de colores que, al inundarlo todo buscaban una salida delatando las posición de posibles entradas secundarias y los respiraderos para, a continuación, meter CS en cantidad para obligar a salir a los charlies. Si no salían, pues palmaban porque el gas empujaba el oxígeno del interior de los túneles, así que se asfixiaban aunque llevasen máscaras antigás. Con todo, ya hablaremos con detalle de este tema en otra entrada.


Sacando a un compañero del hoyo. Como vemos,
parece que sale del útero materno
Así pues, como vemos, esa imagen del rata de túnel que entra en busca de charlies a los que liquidar es relativamente falsa. Su verdadera misión era inspeccionar el túnel, muchas veces acompañado de un hombre de apoyo- un novato por lo general- cuya misión era ir trazando un plano del complejo e informar de lo que le iba diciendo el líder del grupo mediante un teléfono TA-1/PT, un aparato que consistía en un auricular que se conectaba a una bobina que quedaba en la superficie y de la que iban soltando cable a medida que avanzaban. Antes de entrar y si sospechaban de la presencia de trampas o de algún inquilino al acecho se arrojaban una o más granadas rompedoras o aturdidoras. A continuación el rata en jefe entraba seguido de su apoyo, si es que era un equipo de dos hombres, y permanecían unos minutos inmóviles mientras que los ojos se habituaban a la penumbra y con las orejas tiesas por si escuchaban algo sospechoso. Los hombres de superficie permanecían también muy atentos para proceder a la extracción del rata o de ambos, que podían pedir que los sacaran si había motivos de alarma o, simplemente, les superaba la angustia y entraban en pánico, motivo este por el que jamás se tachaba a nadie de cobardía. Ya había que echarle muchos, pero que muchos cojones para entrar en un pozo de 2 o 3 metros de profundidad que daba a un túnel por el que apenas cabían sin saber si estaban viviendo sus últimos minutos en este mundo antes de ser víctimas de una trampa explosiva o de que un charlie los acribillase a tiros a bocajarro.


Además de vietcongs podía uno encontrarse con
animalitos como el de la foto, que acojonaría al mismísimo
Indiana Jones
Una vez que comenzaba la inspección, el líder iba describiendo el entorno, las cámaras laterales y su contenido, la longitud aproximada de cada pasillo hasta el siguiente recodo y, naturalmente, sin dejar de estar muy atento al más mínimo ruido, lo que le hacía detenerse en seco y permanecer a la espera hasta detectar qué podía ser y hacia donde se movía y, como es lógico, la casi segura presencia de trampas de todo tipo. Para moverse con facilidad en un sitio tan asqueroso tampoco les proveían de ningún tipo de ropa especial. Se limitaban a quedarse en camiseta o con el torso desnudo para evitar enganchones, y con el mismo propósito se solían ajustar los holgados pantalones de faena con cinta americana o "550 cord", un fino cordel que se usaba para fabricar los cordajes de los paracaídas. Para enjugar el sudor en un ambiente donde la humedad superaba el 90% se colocaban alrededor del cuello una toalla o una pañoleta triangular. Era muy raro que entraran con el casco porque les limitaba la visión aunque algunos, más para evitar coscorrones que otra cosa, se conformaban con el sotocasco, mucho más liviano. Y por último, antes de entrar se impregnaban el cuerpo de repelente de insectos porque la fauna de los túneles era de lo más variopinta y agresiva además de los charlies, y no era raro toparse con serpientes más venenosas que un cuñado con ébola. Lo peor era que, para colmo, si debían retroceder a toda prisa no podían girar, sino caminar hacia atrás a cuatro patas. En fin, una delicia de sitio...


Rata de túnel con la máscara antigás M17. En la mano lleva una Colt
1911A1. Obsérvese que está unida al correaje mediante un cordón
En cuanto al equipo, era más básico que la capacidad dialéctica de un político: una pistola, una linterna y la máscara antigás M17 en caso de haber gaseado previamente el túnel. El CS, que en realidad no era un gas como todo el mundo cree sino un micropolvo que se lanza pulverizándolo, quedaba flotando en el ambiente y se adhería a la piel húmeda por el sudor, produciendo severas irritaciones. Además, como ya comentábamos anteriormente, el complejo podría haberse quedado prácticamente sin oxígeno, por lo que antes de entrar tenían que insuflar aire limpio tanto para expulsar los restos de gas como para volver el interior respirable. Con todo, siempre era aconsejable llevar la máscara porque, llegado el caso, podría ser necesario volver a arrojar una granada de CS o un bote de humo si se sospechaba que podía haber "extraños" en las cercanías o aparecía una entrada o un respiradero que no habían sido detectados anteriormente. En resumen, como decimos, el equipo para dos hombres era mínimo:

2 máscaras antigás M17
1 teléfono TA-1/PT
1 bobina de cable telefónico MX-36
2 brújulas lensáticas (las típicas brújulas militares con tapa con las que se orientaban bajo tierra)
2 linternas, generalmente el modelo MX-991/U en ángulo recto
2 sondas de 30 y 90 cm. para inspeccionar el suelo o, mejor dicho, lo que había bajo el suelo.
2 bayonetas o cuchillos de combate
2 palas de trinchera plegables
12 granadas de CS M7A2 y varias latas de CS en polvo
2 granadas de humo de colores M18
4 botes de repelente de insectos asquerosos


Brújula lensática
Y ya está. Con esta escueta lista de material se valían para cumplir su misión, y en muchos casos ni eso: una pistola, una linterna y un chute gordo de testiculina. No obstante, repetimos, una vez que se tenía constancia de las dimensiones y el tipo de túnel el rata salía y se procedía a su voladura. Lo importante, más que liquidar a unos cuantos charlies canijos, era neutralizar el complejo que podía ser usado por decenas o cientos de hombres y con capacidad para almacenar cantidades importantes de bastimentos, armas y municiones. Si una aldea se quedaba sin su túnel era una aldea menos que tener controlada. 


Buscando con la ayuda de un perro. Una pequeña ventaja que tenían era
el olor que solían emitir los vietnamitas debido a una fuerte salsa de pescado
llamada nuóc mâm, similar al GARVM romano, que consumían en
cantidad y gracias a la cual los chuchos detectaban si había alguno
de estos asiáticos en las cercanías
Y la pregunta del millón: ¿como localizaban los puñeteros túneles? Porque los vietcongs eran verdaderos maestros en el arte del camuflaje. Sus métodos, de los que hablaremos detalladamente en su momento, eran de un refinamiento y una astucia superlativos, y las entradas podían estar en los sitios más insólitos: bajo el nivel del agua en la orilla de un río o un canal, bajo la inmunda capa de excrementos porcinos de una pocilga, bajo una escombrera y, en fin, donde menos se podía imaginar. Para localizarlos se recurría al fino olfato de sus chuchos militares, que por cierto se solían negar en redondo a entrar en los túneles, o bien al método más convencional: las dos hostias al jefe de la aldea. Si conseguían que le tuviera más miedo a los yankees que al Vietcong, pues señalaba la entrada. Sino, pues lo tenían más complicado. En todo caso, una vez localizada y despejada de camuflaje el primero que entraba en acción no era el rata, sino un intérprete o unos sujetos denominados como Kit Carson scout, desertores del Vietcong especialmente apreciados por los yankees ya que, obviamente, se sabían todos los trucos y todas las putaditas que podían encontrarse en un túnel. El intérprete o el scout gritaban al interior conminando a los posibles ocupantes a rendirse so pena de verse enterrados vivos ya que, para acojonarlos, les decían que volarían la entrada de inmediato. Eso era un poco chorra, porque salvo los zulos todos los túneles tenían al menos una segunda entrada, pero bueno, igual tenían suerte y el o los charlies se rendían.


Grupo de vietcongs conducidos amablemente hacia la retaguardia. Los
interrogatorios yankees no eran precisamente apacibles, quizás por ver
que ambos bandos no se andaban con tonterías cuando llegaron a Vietnam
No obstante, el que salieran uno o dos tampoco garantizaba nada ya que podía ser una trampa para hacer picar a los yankees que, pensando que el túnel estaba libre de enemigos, se internasen en el mismo para caer como gazapos en manos de otros vietcongs que los estarían esperando. En cualquier caso, si no se tenía claro, se lanzaban varias bombas de mano para eliminar posibles enemigos o activar trampas explosivas colocadas cerca de la entrada, tras lo cual el rata entraba en el túnel. Si tras recorrer unos 90 metros se veía que aquello no se acababa y que se encontraba ante un complejo de categoría, no se complicaba la vida y daba media vuelta. Una vez fuera se gaseaba para localizar las demás entradas y, finamente, se volaban con cargas de demolición. 


Rata de túnel a punto de entrar. La vegetación que cubría el acceso ha sido
previamente volada con explosivos. Junto a él vemos una bobina de 150
metros de hilo telefónico con el cable del TA-1/PT con el que mantendrá
contacto con el equipo de superficie
Como colofón a esta primera entrada de esta monografía, comentar que las bajas entre las ratas de túnel fueron bastante escasas a pesar de lo que pueda pensarse debido a tan arriesgado oficio. Sin embargo, dejaron un buen reguero de hombres con neurosis de guerra y, sobre todo, con claustrofobia de por vida. Recuerdo un documental de hace muchos años, en la época en que los documentales se podían y se debían ver (era en blanco y negro, así que imaginen...), que me impresionó bastante. Mostraba la vida cotidiana de un grupo de veteranos que habían sido ratas de túnel y, tras licenciarse, habían sido totalmente incapaces de adaptarse para llevar una existencia normal hasta el extremo de no poder siquiera vivir en una casa, y menos aún de dormir entre cuatro paredes. El estado les había facilitado largarse a un bosque en no recuerdo qué estado, donde vivían al aire libre ya hiciese sol, lluvia o nieve. Dormían al raso y, en un momento dado, se fabricaban un vivac con ramas si el frío o la lluvia les impedía hacerlo envueltos en una manta bajo un árbol. Producían una extraña mezcla de admiración y compasión ver a aquellos hombres aniquilados psicológicamente de por vida por ir a una guerra en la que no se les había perdido nada, y por ofrecerse a cumplir uno de los trabajos más asquerosos que existen: combatir bajo tierra.

En fin, en próximas entradas hablaremos detalladamente del armamento, métodos de detección y voladura y alguna que otra chorradita interesante.

Hale, he dicho

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Un soldado yankee prende un sobre de cerillas para calibrar la profundidad del túnel que acaban de encontrar. Ya
había que echarle valor para meterse ahí, qué carajo...



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