viernes, 24 de enero de 2020

Lanzas del ejército francés

Lanceros del Regimiento Polaco de Caballería Ligera de la Guardia Imperial iniciando una carga. Obsérvese que la prenda
de cabeza es el típico zcapka polaco que luego se propagaría en todas las unidades de ulanos de Europa

Retomamos el tema lancero para conocer un poco más a fondo la resurrección y evolución de esta arma tan elegante y útil para escabechar enemigos sin que a uno le salpique la sangre y le ponga perdido el uniforme. Como ya comentamos en la entrada anterior, a finales del siglo XVIII solo había dos países que mantenían unidades armadas con lanzas, Prusia y Austria. Sin embargo, los que de verdad potenciaron el uso de estas armas fueron los gabachos, concretamente el enano corso (Dios maldiga al mini-tirano cienes de trillones de veces) a raíz de los grandes cambios territoriales que hubo en Europa a lo largo de las Guerras Revolucionarias que, entre 1792 y 1802 tuvieron a todo el continente sumamente entretenidos matándose unos a otros, haciendo aparecer y desaparecer estados satélites y, en fin, llevando a cabo lo que, en puridad, podríamos llamar la 1ª Guerra Mundial Antecessor, porque en el mundo mandaba Europa, ergo si Europa estaba en guerra estaba en guerra todo el mundo.

El general Dabrowski (1755-1818)
En 1806, Francia había logrado ocupar parte del territorio polaco que, como ya comentamos en el artículo anterior, se habían repartido entre Rusia, Austria y Prusia. Los polacos, que siempre han sido los vapuleados, disgregados o sometidos durante décadas, vieron en el enano una especie de mesías que les permitiría ser de nuevo un estado independiente (pobres ilusos...), así que no dudaron en acudir en masa a la llamada del general Jan Henrik Dabrowski, que por aquel entonces estaba al mando de la Legión Polaca, una unidad de voluntarios al servicio de Francia destinada en Italia. Aunque no de forma oficial, esta unidad ya contaba con algunos efectivos armados con lanzas que, como recordaremos, era el arma tradicional de la caballería polaca. Dabrowski fue apoyado en masa por sus paisanos, especialmente los miembros de la nobleza, que no dudaron ni un segundo en apuntarse a la fiesta para derrotar a los rusos poniendo a disposición del Hitler decimonónico nada menos que 40.000 hombres. Cuando entró en Varsovia el 19 de diciembre de 1806, por iniciativa del conde Michał Ogiński se creó una Guardia de Honor para escoltar y proteger al libertador. Dicha guardia fue puesta al mando del coronel conde Wicenty Krasiński, y fue nutrida por lo más granado de las familias pertenecientes a la aristocracia polaca, o sea, los más guapos, más altos, mejor educados de todos. La releche, vaya...

El conde Michał Ogiński (1765-1833)
Tan impresionado quedó el enano por el aspecto de estos aristocráticos guardias que, apenas un mes después de su gloriosa entrada en Varsovia, ordenó al mariscal Berthier la formación de una unidad de caballería ligera nutrida por los más selectos de la Guardia de Honor creada por el conde Ogiński. Este escuadrón debía estar compuesto por cuatro compañías de 120 hombres, lo que haría un total de 480 efectivos. Tras la batalla de Eylau, librada entre el 7  el 8 de febrero y donde sus flamantes polacos tuvieron, además de su bautismo de fuego, ocasión de lucirse ante su nuevo mandamás, el enano se puso tan contentito ante el rendimiento y la bravura de sus jinetes que ordenó que la nueva unidad fuera ampliada hasta los 600 hombres, y que para marzo los quería ya funcionando. Serían el Regimiento Polaco de la Guardia Imperial, si bien hasta aquel momento solo había en todo el ejército francés una unidad de lanceros procedente de la Legión Polaca, el 1er. Rgto. de Lanceros del Vístula al mando de Dabrowski, que sería el germen de las unidades de lanceros que servirían hasta la Gran Guerra.

Bien, sirva este breve resumen para conocer cómo la lanza entró en servicio en la horda de violadores de monjas y profanadores de tumbas del enano. Veamos pues como fue evolucionando esta arma desde su modelo inicial, destinado en principio en exclusiva al 1er. Rgto. de Lanceros del Vístula. Una advertencia: las longitudes totales de cada modelo no eran rigurosamente exactas por las tolerancias propias de los distintos lotes, etc. Las que se dan proceden de ejemplares que se conservan.


Lancero del Vístula. Esta unidad iba armada con lanza,
sable y pistola
En la foto superior podemos ver la lanza modelo 1807, la primera en establecer una uniformidad para armas de este tipo. Recordemos que en aquella época era habitual que cada regimiento tuviera un arma y un uniforme diferente, a gusto de su comandante o del noble que había puesto el dinero para su formación. Esta lanza se componía de un asta fabricada de fresno o nogal oscurecida con óxido de hierro. La moharra tenía una longitud de 25 cm. con sección de diamante, con una anchura máxima de 30 mm. y un grosor de 15,5 mm. El cubo tenía 30 mm. de diámetro y 82 mm. de largo. A 3 cm. del extremo inferior de la moharra vemos una pequeña bola elíptica para que actuase de tope, aunque a la vista de sus dimensiones serviría más bien de poco, por no decir de nada. En la foto superior podemos ver el aspecto general del arma, cuya longitud total era de 2,79 metros. El extremo inferior del asta estaba protegido por un regatón consistente en un simple cono de 93 mm. de largo fijado al asta con un remache pasante. Lo más característico de esta lanza eran quizás sus dos larguísimas barretas de enmangue soldadas al cubo, cada una de 97,5 cm. de largo. Estaban embutidas en el asta, y fijadas a la misma por tornillos alternos, cinco a un lado y seis a otro. Para colocar el gallardete llevaba tres cáncamos atornillados en una de las barretas. El modelo 1807 estuvo en servicio tanto en el Rgto. de Lanceros del Vístula como en el 2º Rgto. de Lanceros de Caballería Ligera de la Guardia Imperial a partir de 1810, cuando el enano había decidido aumentar las unidades armadas con lanzas.

El coronel Krasiński (1782-1856)
En febrero de 1809, el corso había ordenado al general Walther, comandante de la Guardia Imperial, que reciclara a los jinetes polacos en servicio en la misma como lanceros. Los polacos, que se estaban batiendo el cobre en España, fueron enviados a la Escuela Militar de París para recibir el adiestramiento adecuado ya que, hasta aquel momento, solo habían usado el sable por ser una unidad de caballería ligera. El 20 de marzo siguiente, el regimiento llegó a la capital, donde los esperaban varios oficiales y suboficiales del Vístula para adiestrar al personal, que por cierto no supieron nada de su cambio de arma hasta que no llegaron a destino. Con todo, en poco tiempo pudieron adaptarse al uso de la lanza y entrar en fuego en Wagram, batalla librada entre los días 5 y 6 de julio de 1809 y que no fue una victoria gabacha, sino más bien una retirada ordenada austriaca. Sin embargo, el comportamiento de los polacos fue lo que hizo que el corso tomase en serio reformar su caballería y aumentar de forma consistente los regimientos de lanceros. 

Victor Roman hacia 1811, cuando ya había
ascendido a capitán del 2º Rgto. de Lanceros
del Vístula
Al parecer, fue el coronel Krasiński el que solicitó al enano el cambio de arma para su unidad si bien no hay constancia de los motivos que lo indujeron a tomar esa decisión. Lo cierto es que hizo que un sargento llamado Víctor Roman, que se había unido al regimiento en 1807, hiciese una demostración ante el corso combatiendo contra tres dragones de la Guardia, logrando descabalgar a dos de ellos. También se dijo en su momento que lo que acabó de decidirle a llevar a cabo la profunda reforma que tuvo lugar tras Wagram no solo fue el comportamiento de los polacos en la batalla, sino ver como algunos miembros de unidades de la misma nacionalidad armadas con sable se apoderaron de las lanzas de los ulanos austriacos y se desenvolvieron sin problema con ellas. Sea como fuere, la cuestión es que lo tuvo tan claro que en 1811, concretamente el día de su cumpleaños, 15 de agosto, mandó formar nueve regimientos de lanceros ante la inminente invasión a Rusia: a los dos regimientos existentes de lanceros polacos se añadieron seis más procedentes de otros tantos regimientos de dragones y uno de cazadores, este último nutrido de forma mayoritaria por alemanes. Así pues, y con sus  nueve flamantes regimientos de lanceros se largaron a congelarse los testículos a la Santa Madre Rusia armados con un nuevo modelo de lanza, que no era plan de partir a formar parte de la historia sin estrenar alguna cosilla.


Lancero Rojo del 2º Rgto. de la Guardia Imperial, una
unidad formada por los húsares de la Guardia Real
holandesa tras la anexión de Holanda como estado
títere para uno de los hermanos del enano
Bueno, pues en la imagen superior tenemos el modelo 1812, un arma totalmente distinta a su predecesora. En la parte superior vemos su apariencia con el portalanzas anudado. La longitud total era de 2,74 metros, un poco más corta que el modelo anterior. La diferencia más notable la tenemos en la moharra, que en este caso tenía una sección cuadrangular con profundos vaceos en cada cara, lo que le daba en realidad una sección cruciforme aplanada debido a que dos de los falsos filos tenían menos anchura. El largo total de la hoja era de 207 mm. y su anchura máxima de 27 mm. La hoja estaba unida a un cubo de forma ojival de 70 mm. de largo y 25 mm. de diámetro que llevaba soldadas dos barretas de distintas longitudes: una de 57 cm. y otra más corta de 48 cm., con una anchura de 10 mm. En la más larga vemos en el gráfico seis tornillos y tres cáncamos para el gallardete, mientras que la más corta llevaba solo cuatro tornillos. Estas barretas, no lo olvidemos, no solo servían para darle más solidez a la unión con el asta, sino para impedir que esta fuera cortada de un sablazo enemigo. En el extremo opuesto del asta vemos el regatón, de forma ojival y con una longitud de 155 mm. y un diámetro de 28 mm. La fijación a la misma es también mediante dos pequeñas barretas fijadas don dos tornillos cada una. Todas las barretas, tanto las del cubo como las del regatón, estaban embutidas en el asta. Su peso, de unos 3,3 kilos, la hacía un arma excesivamente pesada, por lo que se recomendaba no hacer filigranas como los barridos y los volteos defensivos, que eran la mejor forma de perder el arma o romperse la muñeca. Por lo demás, para darle mayor alcance se contrapesó situando el centro de gravedad a unos 107 cm. de la punta del regatón, por lo que quedaban disponibles unos dos tercios de su longitud total. En todo caso, su excesivo peso obligó a buscarle un sustituto igual que al enano, que tras ser derrotado en buena hora en Waterloo lo mandaron a hacer puñetas cuando lo que debieron hacer con él era pasarlo por las armas por tirano y por haber dejado tras de sí un reguero de muerte y destrucción nunca visto hasta entonces.


Se trata del modelo 1816, un arma que pasó sin pena ni gloria y de la que incluso cuesta trabajo encontrar datos. Para hacerla más ligera se fabricó la moharra con el cubo y las barretas de una sola pieza, siendo estas dos últimas mucho más cortas de lo habitual como vemos en la foto superior. De hecho, solo precisaba de dos tornillos para fijarla al asta, por lo que dos de los cáncamos para el gallardete- que en este modelo eran de forma rectangular- había que atornillarlos al asta. La hoja también se redujo de tamaño hasta los 20 cm., y la sección pasó a ser triangular y mucho más estrecha que su predecesora. La cuestión es que los mandamases consideraron que la solidez de la unión de la moharra al asta era más que cuestionable, así que la mandaron rápidamente a paseo.


Para sustituir ambos modelos se creó uno nuevo en 1823 que, a la vista de su aspecto, da la impresión de que pretendieron fusionar las ventajas de los anteriores. La moharra era la de sección triangular del modelo 1816, así como el cubo que, en este caso, estaba unido a unas largas barretas que asegurasen la fijación al asta. Estas seguían fabricándose de fresno o nogal ennegrecido, así que en ese aspecto permanecieron invariables. En la segunda foto empezando desde arriba podemos ver la tornillería, cuatro en este caso, más los cáncamos rectangulares que ya se emplearon en el modelo anterior. El regatón era similar al modelo 1812, pero con las dos barretas de la misma longitud y fijadas al asta por dos tornillos. A la derecha podemos ver el aspecto de la lanza con su gallardete con dos franjas de rojo sobre blanco que, como en los modelos anteriores, se fijaba a los cáncamos mediante unas cintas. Por lo general, el gallardete se llevaba siempre enrollado en el asta y solo se desplegaba para los desfiles y demás saraos militares y, por supuesto, para entrar en combate. Siempre se ha dicho que, aparte de servir como identificación, tenía la misión de espantar a los caballos enemigos. Pero del mismo modo me he preguntado cómo es que no espantaban a los propios, considerando que los pencos del adversario también estarían habituados a ver flamear ante ellos estas vistosas banderitas de colores. En fin, colijo que es la enésima leyenda que por repetida ya se tiene por cierta. 

Caricatura de un jinete en plena instrucción con una lanza
modelo 1890. El impacto contra el estafermo le hace salir
despedido de la silla
El modelo 1823 tuvo una vida operativa de casi 70 años a pesar de que a comienzos del tercer cuarto del siglo XIX se quiso sustituir por otro modelo con el asta de bambú, que era la última moda en aquel momento. El bambú macho, que era la variedad ideal para estos fines, se caracterizaba porque su interior no era hueco, sino macizo. Esto le daba una mayor solidez pero con una flexibilidad mayor que la del fresno o el nogal de siempre. Sin embargo, el bambú no era en modo alguno una madera fácil de obtener ya que había que traerla de las junglas sudamericanas, de África central o de Extremo Oriente, o sea, que no era nada fácil disponer de las cantidades necesarias para armar a todas las unidades de caballería. Finalmente, en 1890 pudo hacerse realidad el nuevo modelo si bien no hubo nunca materia prima necesaria para cubrir la demanda. Esta lanza se convirtió en la más larga de todas las usadas por el ejército francés hasta aquel momento, alcanzando los 2,90 metros de longitud y un peso de 1.850 gramos. No obstante, parece ser que aunque un asta más larga proporcionaba un mayor alcance, le restaba movilidad y, de hecho, las antiguas unidades de polacos siempre prefirieron lanzas de entre 2,3 y 2,5 metros. En cualquier caso, el modelo 1890 tuvo que sufrir una profunda modificación en sus partes metálicas ya que, como sabemos, el bambú no se debe perforar so pena de restarle solidez en la parte donde se haga el orificio por lo que había que optar por embutir y crimpar los cubos de la moharra y el regatón por debajo de un nudo de la madera como vimos en el modelo argentino de 1915. Por este motivo se suprimieron las barretas y solo se colocaron sendos pasadores en los cubos de la moharra y el regatón para afianzarlos.


En la imagen podemos ver la posición de los remaches en los círculos
blancos. El marcado en rojo es el que fijaba la rosca de la cuchilla al cubo
En la parte superior vemos el aspecto general del arma con su portalanza y el gallardete, que en este caso era más estrecho ya que solo se fijaba con dos pequeñas correas al no poder usar cáncamos. La superior se colocaba en un ojal que vemos en el extremo del cubo de la moharra, y la inferior se abrochaba con una hebilla al asta. La cuchilla era similar al modelo 1812 pero de inferior longitud, de apenas 15 cm., y tras la misma vemos un disco tope que como en el viejo modelo 1807, su escaso diámetro de poco ayudaría para detener la penetración de la hoja. Esta se fijaba al cubo atornillándola y luego colocando un remache pasante para impedir que se aflojara. El regatón también fue modificado, siendo provisto de un labio o resalte para que no se clavase más de la cuenta en suelos blandos cuando se apoyaba la lanza o incluso para usarlo como arma. Esta lanza estuvo operativa durante toda la Gran Guerra, sirviendo en los regimientos de dragones 10, 15, 19, 20, 24 y 25. Al resto del personal no le alcanzó, así que se tuvieron que aviar con el último modelo que entró en servicio que, ante las dificultades para proveerse de bambú, se decidió, como hicieron muchos países, fabricarlas con el asta de acero.

Escuadrón de dragones. Aunque el enano llevaba ya ya torta de años criando
malvas, estos seguían con la misma facha que sus abuelos
En 1899 se empezó a estudiar el nuevo modelo enteramente metálico, cuyas astas serían de acero al níquel o de acero semiduro y recocido. Las lanzas estarían enteramente pavonadas en negro para evitar reflejos, y aquel mismo año se completaron 60 unidades para pruebas, siendo enviadas a los regimientos de dragones 24 y 27. Las pruebas quedaron suspendidas hasta 1902 con la fabricación de otras 12o lanzas provistas de astas tubulares de acero templado suministrado por la Societé Française de Fabrication de Corps Creux radicada en Montbard. Entre 1903 y 1905, estas lanzas fueron probadas a fondo por los regimientos de dragones 2, 9 y 16 para llegar a la conclusión de que el material era un churro y no resistía ni los impactos contra hipotéticos enemigos ni la flexión que se producía en los mismos. A la vista de que no lograban dar con el material adecuado, en 1909 se decidió seguir con el mismo, pero aumentando el grosor de las paredes de 0,8 a 1 mm. Un año después se modificó, eliminando el tope original por otro provisto de una ranura que, como en el caso del modelo 1890, serviría para sujetar la parte superior del gallardete. Esta lanza recibió el nombre de modelo 1911, y se realizó un pedido de 11.832 unidades para suministrar a 24 regimientos de caballería ligera y dragones a razón de 493 por unidad más 30 de repuesto. Pero mientras tanto se llevaron a cabo nuevas modificaciones que obligó a retrasar la fabricación de las nuevas lanzas, no autorizándose su producción hasta noviembre de 1912. Finalmente se puso en marcha la producción, pero bajo la denominación de modelo 1913, que fue el definitivo.

En la imagen de la izquierda podemos ver la moharra de la lanza y una vista en plano del tope con la abertura para la correa del gallardete. La cuchilla, de sección triangular, se fijaba al tubo de la misma forma que el modelo 1890 si bien era aún más corta: solo 12 cm. Sin embargo, la longitud total del arma era mayor, convirtiéndose en la lanza más grande en servicio ya que alcanzaba los 2,98 metros y un peso de 2.068 gramos. El grosor del tubo era de 25 mm., y el regatón idéntico al modelo anterior. 




Portaregatón. Se unía al estribo mediante unos
cordones de cuero
En la foto superior podemos ver el aspecto de la lanza, que era larga como un purgatorio. Observemos que el tubo se ensanchaba ligeramente por la parte trasera. En el centro vemos la empuñadura, formada por dos anillas de hierro entre las cuales se cosía un forro de piel de vacuno para mejorar el agarre. En el extremo más cercano a la punta podemos ver la anilla de fijación del portalanza. Abajo tenemos a la izquierda el regatón y a la derecha la moharra. Al parecer, el portaregatón de cuero que iba unido al estribo derecho no era capaz de amortiguar el ruido de los roces que producía el asta metálica cuando las tropas iniciaban el trote, por lo que el personal, siempre proclive a ponerle motes a todo, llamó a las unidades que usaban este modelo "los tapiceros" por el ruido que hacían, similar al de una cortina al descorrerse.


Unidad de lanceros vadeando un río hacia 1916
En 1913 se ordenó la fabricación de otras 9.200 unidades del último modelo para suministrar a los regimientos de húsares, dragones y cazadores, enviándose en principio 32 ejemplares a cada uno de los 32 regimientos de lanceros para que fueran probándolas mientras se seguían fabricando a razón de 75 armas diarias. Pero, una vez iniciada la contienda y a la vista del cariz que estaban tomando las cosas, cada día estaba más claro que la época de las cargas gloriosas no tenían lugar en la asquerosa guerra de trincheras, así que en mayo de 1915 se limitó la fabricación de lanzas a 1.000 unidades mensuales, quedando suprimida la del modelo 1890 que aún seguía en producción para ir proveyendo a los regimientos pendientes de recibir el nuevo modelo. Finalmente, en junio de aquel mismo año cesó definitivamente la producción del modelo 1913. La lanza acababa de pasar a la historia del ejército gabacho, y ya solo sería empleada en paradas y demás actos castrenses. Con todo, en los primeros meses de la guerra aún tuvieron ocasión de dar muestra de su eficacia cuando las tropas aún no se habían enterrado de forma definitiva en las trincheras, teniendo lugar algún que otro encuentro con unidades de ulanos tedescos donde se dieron estopa a base de bien.

En fin, con esto concluimos por hoy. Como decíamos al principio, Francia fue el principal impulsor de la lanza moderna, pero en modo alguno quiere decir que el resto del personal se durmiera en los laureles así que ya iremos dando cuenta de la trayectoria de estas armas en otros ejércitos de la Europa.

Hale, he dicho

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La lanza de caballería moderna

Tropas obsoletas

Añado a petición de un lector una ilustración donde podemos ver cómo se anudaba el portalanza. Se elaboraba con una tira de cuero de entre 3 y 4 mm. de grosor, 17 mm. de ancho y 2,5 metros de largo. Un extremo de la correa se cortaba terminada en punta, y el el otro extremo se abría un ojal de 3 cm. para pasarla y, tirando de la lazada, apretar todo el conjunto.





Un grupo de dragones en la Gran Guerra armados con la lanza 1913. Les acompañan media docena de húsares

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