lunes, 19 de agosto de 2013

Curiosidades curiosas sobre la simbología religiosa medieval





Como ya titulé en la primera entrada que se dedicó a estos temas, la Edad Media fue una época en que los símbolos tuvieron una importancia capital como medio de comunicación hacia una sociedad analfabeta y, lo más importante, dejarles bien clarito que todo aquel que contraviniese los mandatos divinos o los de los ministros de Dios en la Tierra, léase el clero, irían de cabeza al infierno para  siempre jamás, donde arderían eternamente y demonios, monstruos de horripilante aspecto y los cuñados más odiosos se dedicarían a hacerles infinidad de putadas y perrerías por los siglos de los siglos amén.

Así pues, estos símbolos ejercían una labor tanto moralizante como didáctica, y los pacientes monjes que iluminaron los códices que han llegado a nuestros días hicieron alarde en muchas ocasiones de un sentido del humor y de una imaginación bastante peculiares, especialmente a la hora de mofarse de los malos de la película o de representar objetos, ciudades o animales de cuya apariencia nadie les había dado razón o detalles concretos, por lo que tenían poco menos que inventárselos. Así pues y debido a que hoy hace una temperatura que desaconseja acometer entradas enjundiosas, ahí van estas curiosidades curiosas para deleite y aprendizaje del personal, amén y tal. Veamos pues...



Ahí tenemos una de ellas. Es la típica escena en que Jesucristo camina hacia el suplicio con la cruz a cuestas. Pero lo significativo es el sayón que esgrime y le muestra el martillo con que lo clavará en la cruz y que tiene la apariencia de un oso. Este animal representa la violencia, la crueldad y el orgullo extremo, lo que concuerda con su presencia en la ilustración: es cruel porque va a clavar a Cristo en la cruz, y su arrogancia se ve contrapuesta con la humildad de Jesucristo o, lo que es lo mismo, un enfrentamiento entre el Bien y el Mal o lo positivo contra lo negativo. 







¿A quién se le está apareciendo Dios? El sujeto tiene cuernos, así que debe ser un demonio, ¿no? Pues no. Se trata de Moisés y la escena representa cuando Yahvéh se le personó en una zarza ardiente mientras pastoreaba. Moisés se descalza ya que Yahvéh se lo ordena porque está pisando terreno sagrado. Los cuernos, aunque generalmente son asociados por norma al Mal, desde los tiempos más remotos simbolizan la fuerza y el poder. De hecho, el significado de las puntas de las coronas reales no es otro que el cuerno, o sea, varios cuernos en este caso, lo que es muestra del poder regio.







Ahí tenemos a Noé metido en su arca esperando a que bajen las aguas tras el Diluvio. En el agua vemos diversos y extraños peces e incluso una sirena que pasaba por allí. La sirena representa la tentación demoníaca por la cual la especie humana fue castigada y que, acompañada de dos campanillas, entona sus cánticos para atraer a los hombres a la perdición. Sin embargo, lo curioso es la paloma que lleva en su pico la ramita de olivo que anunciaba que el agua ya había bajado de nivel. Pero, ¿qué sabía el germano que realizó el dibujo hacia 1440 de como leches era una flor de olivo? Pues nada, echó mano a la sesera imaginativa y optó por tres flores u hojas. Tres, el repetido número que simboliza a la Trinidad. Incluso la primera hoja es un trébol, que también representa a dicha Trinidad.




A la derecha tenemos una representación de la Última Cena bastante curiosa. En vez de la típica mesa rectangular, el artista nos muestra una redonda, que suele representar igualdad ya que nadie puede presidirla al no haber lugar preferente. En el centro vemos una fuente con cordero pero, en plan Código da Vinci, ¿dónde están las copas o, al menos, el cáliz? En ninguna parte. No es la única representación ni mucho menos en que el tema de la bebida es omitido. Quizás se debiera como respuesta a determinadas sectas herética, como los cátaros, que propugnaban la eucaristía con las dos especies: el pan y el vino. Por cierto, Judas es el único que no tiene su correspondiente aureola. A su espalda cuelga una pequeña faltriquera donde guarda los treinta denarios cobrados por su traición.





Naturalmente, siempre que se podía se introducía un punto de mofa y befa contra los enemigos de Cristo. En ese dibujo de la Resurrección tenemos un claro ejemplo de ello: los dos guardias que aparecen a la derecha han sido provistos de sendas jetas de gorrinos.   El cerdo representa lo más bajo de las pasiones humanas, la lujuria y el hundimiento en lo más profundo de las perversiones. El escudo sobre el que se apoya el guardia que aparece en primer término es un jabalí, en este caso símbolo del desenfreno que haría juego con la cara agorrinada de su dueño.






Ahí podemos ver la típica escena en que Adán acaba de hacer el memo mordiendo la manzana que le ofreció Eva y nos fastidió lo de vivir estupendamente en el Paraíso sin dar un palo al agua no tener que pagar hipoteca. La composición es la convencional: Adán y Eva a ambos lados del Árbol descubriendo el pudor y la serpiente enroscada en el mismo. ¿Por qué siempre se representa así esa escena? Veamos... el árbol representa al hombre o principio masculino. La serpiente, está de más decirlo, el femenino como contraposición al hombre y más en este caso en que, para no dejar lugar a dudas, tiene medio cuerpo de mujer. Su posición enroscada en el árbol es símbolo de triunfo. Siempre que vean una serpiente enroscada en algo representa el triunfo de la misma. En este caso, sobre Adán y Eva, a los que convenció para desafiar a Dios. En otros, como en el símbolo de la medicina (la serpiente enroscada sobre el bastón de Esculapio), es una victoria sobre la enfermedad. La serpiente, como casi todos los bichos del bestiario medieval, siempre alberga una dualidad, o sea, dependiendo del contexto representará algo bueno o algo malo.




Observen esa escena de la crucifixión, porque tiene dos detalles que son rarísimos de ver. De hecho, yo es la primera vez que contemplo una ilustración con ambos: los dos ladrones, que por norma son representados en posturas totalmente contorsionadas, en este caso están crucificados como Jesucristo, y además clavados en su respectiva cruz cuando lo habitual es que los veamos atados, o con un miembro atado y otro clavado, etc. Y, lo más curioso: el soldado que aparece encaramado en la escalera a la derecha de la imagen está en ese instante partiendo las piernas del ladrón, el cual eleva su rostro al cielo mientras grita presa de un terrible dolor. Para los que no lo sepan, esta práctica se llevaba a cabo para acelerar la muerte de los reos que, en el caso de la cruz, era por asfixia. Al perder el apoyo de las piernas la muerte sobrevenía en pocos minutos. A Cristo no le fueron partidas ya que había muerto, por lo que no fue necesario quebrárselas. A la izquierda vemos a Longinos empuñando la lanza con que lo remató.






A la derecha tenemos los esponsales de la Virgen María con San José, los cuales son curiosamente celebrados por un obispo cristiano al que vemos con su mitra y su capa pluvial. La composición es bastante habitual salvo por ese detalle, ya que un obispo católico no pinta nada ahí, y porque al pobre de San José no le han puesto su correspondiente aureola, mientras que la Virgen sí lleva la suya. Eso es discriminación, ¿no?








Como es de muchos sabido, la tradición de los Reyes Magos ha ido variando con el paso del tiempo. En el siglo XII aún no habían sido ascendidos a reyes y era magos a secas, y no había aún un Baltasar negro. En esa época se les tenía por tres magos de tres edades diferentes: uno joven, uno maduro y uno anciano, que representaban las tres edades del hombre. En el grabado que vemos ya aparecen como reyes, ya que portan coronas, pero siguen representados conforme a la norma de las tres edades. Mientras ofrecen sus presentes, la estrella brilla sobre el portal de Belén.





Como colofón, ahí tenemos a Noé durmiendo la mona como consecuencia de la borrachera que pilló tras ponerse tibio del vino extraído de la vid que plantó una vez se secó la tierra. Según  narra el Génesis, su hijo Cam, aprovechando que estaba en pleno coma etílico, quiso mofarse de la desnudez de su padre. Eso irritó a Yahvéh, por  lo que condena a los descendiente de Cam, los cananeos, a ser siervos de Israel y a tener la piel más oscura. El detalle curioso de este grabado reside en las partes pudendas del venerable Noé, y es que si nos fijamos su miembro viril está indebidamente circuncidado. Ese detalle se le escapó al monje ilustrador, ya que la circuncisión la estableció Yahvéh como un pacto entre Él y Abraham. Según podemos leer en el Génesis 17:11, " ... circuncidad la carne de vuestro prepucio, y esa será la señal de mi pacto entre mí y vosotros.". Y como supongo que Noé no se operó de fimosis, pues el grabador metió la pata porque la circuncisión aún no se había establecido como norma entre los judíos. En cuanto a la vid, siempre es símbolo de vida y renovación, lógico en este caso en que el Diluvio no dejó títere con cabeza. En cuanto a la cabra, es imagen del rayo y el trueno, elementos que siempre precedían por lo general a las apariciones de Yahvéh.

Bueno, me piro al patio a regarme con la manguera, que a estas horas sale el agua muy fresquita. Ya seguiremos.

Hale, he dicho...

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