jueves, 15 de agosto de 2013

Martillos de guerra. Fabricación



Aquí vemos como un noble regatea con un armero acerca del precio del martillo que le ofrece. No debía ser
mal oficio en una época en que el desgaste sufrido por las armas era constante. Bueno, me temo que eso ha 

pasado desde tiempos de Caín, cuando pilló de oferta la quijada de asno. Junto al armero vemos a
 su primogénito, el cual aprende el arte del regateo y, por su expresión vivaz y exquisitos modales, se 
ve que llegará muy lejos el puñetero crío y hará florecer aún más la empresa familiar.
Ilustración de © Eduardo Gutiérrez García



Efectos de una "trepanación" llevada a cabo en el
parietal de un combatiente inglés en la batalla
de Towton. Su enemigo le hurgó en el cerebro con el
pico de su martillo y, por el tamaño del orificio, cabe
suponer que se lo metió hasta el fondo.
Bien, ya solo nos resta ver como eran construidos estas armas que, por su terrible eficacia, dieron muchos quebraderos de cabeza (nunca mejor dicho) a las víctimas de su contundencia. Como ya podemos suponer, la elaboración de un martillo tenía que reunir ante todo una más que notable robustez debido al uso que se le iba a dar. No siempre la víctima era un peón mal armado al que se le podía incrustar literalmente la parte contundente del martillo en mitad del cráneo al ir desprovisto de un yelmo y, de hecho, considerando la época en que estuvieron en activo y según hemos podido ver en la evolución de estas armas, en realidad la mayoría de las veces en que se usaba era contra yelmos o piezas de la armadura en general. Otrosí, los yelmos de los siglos XVI y XVII ya disfrutaban de una notable calidad que, debido a los avances de la metalurgia, eran cada vez más difíciles de vulnerar por lo que los picos debían a su vez tener mejor temple para no verlos convertidos en un sacacorchos al primer envite o, lo que era peor, verse con el mango en la mano y el resto del arma tirado en el suelo por haberse partido en dos. Debía ser una experiencia muy irritante pasar por semejante brete ya que esos instantes de estupor podían ser suficientes para que un enemigo, cabreado al ver que habías apiolado dos minutos antes a su cuñado preferido, decidiera diseccionarte el hígado con la pica de su alabarda. Algo muy, pero que muy desagradable.

Bueno, veamos pues los métodos para la fabricación de estos chismes en función de cada época. Antes de entrar en materia, una aclaración: las recreaciones que verán a continuación están basadas en modelos existentes que se conservan en museos o colecciones privadas. O sea, que dichas tipologías no son producto de mi imaginación. Quiero aclararlo no sea que algún "experto" piense que me las invento y tal...


Bien, a la izquierda tenemos un martillo de la tipología más primitiva que correspondería a la segunda mitad del siglo XIII y la primera del XIV aproximadamente. Como vemos, las piezas necesarias para fabricarlo eran las mínimas: una cabeza de armas, un mango y un casquillo para el mismo. En este caso, la cabeza de armas A ha sido provista de unas pequeñas barretas de enmangue soldadas a la misma. Tienen una forma un poco curvada para adaptarse al mango B, el cual es de sección circular y se ha obtenido de una buena rama de roble, nogal u olivo (donde hubiera olivos, naturalmente), maderas muy duras y resistentes. Finalmente, en C aparece un casquillo fabricado de hierro o bronce para rematar el mango. El orificio que vemos en el mismo es para fijarlo mediante un remache pasante o unas tachuelas. Estas tachuelas, obtenidas mediante forja, tenían una apariencia muy similar a la de los actuales clavos de herradura.



A la derecha tenemos el martillo ya terminado. Como vemos, se trata de un arma bastante básica, así que no pasaría mucho tiempo hasta que se empezaron a percatar de ciertas carencias. La primera de ellas residía en el mango: su sección circular no facilitaba un buen empuñe. Alguno dirá que precisamente esa sección es la mar de cómoda, pero hay que pensar que aquí no se busca la comodidad en sí, sino una combinación equilibrada entre esta y la eficacia. Así pues, para una mano sudorosa y pringada en sangre era más fácil sujetar un mango con suaves aristas que no molestaban pero mejoraban el agarre, o sea, una sección cuadrangular o hexagonal. Así mismo, ese mango desprovisto de protección era fácil de partir de un tajo de espada, así que había que reforzarlo. Por lo tanto, la siguiente tipología ya corrigió esos defectos. 



A la derecha tenemos los ingredientes para elaborar un martillo  del tipo más evolucionado que correspondería al siglo XV. En A vemos un dibujo en planta y sección de la cabeza de armas, la cual se forjaba en una sola pieza. A parte contundente se le daba por lo general una forma cuadrangular, bien en cuadrado o, como en este caso, romboidal. Su superficie podía ser lisa o cuadrillada para impedir que resbalase por superficies metálicas. La acanaladura que vemos en un color más oscuro es un rebaje donde quedará encastrada en la barreta de enmangue D. Estas cabezas de armas eran macizas, o sea, carecían de orificio de enmangue, por lo que la sujeción al mango era a través de la citada barreta, a la cual quedaba fijada por un remache pasante o bien un tornillo con un pequeño peto en cada lado. En B tenemos la pequeña pica que remataba el arma, la cual era remachada o soldada a la barreta de enmangue por su parte superior. En C aparece el casquillo que remataba el mango y que a veces disponía también de un pequeño peto. Finalmente, en E vemos el mango de sección cuadrangular o hexagonal.


Paso 1
A la izquierda tenemos el primer paso para montarlo: el vástago de la pica es introducido en la parte superior de la barreta de enmangue y remachada a la misma. Obviamente, este sistema es más débil que la soldadura, pero facilita la reparación en caso de rotura de la pica.


Paso 2
A la derecha tenemos el siguiente paso. En el mismo vemos como la cabeza de armas, gracias a su acanaladura, se encaja a la perfección en las barretas de enmangue. Es notable, cuando se pueden ver fotos de alta resolución, la precisión milimétrica con que trabajaban los armeros de la época. Que nadie piense por un momento que la cabeza de armas tenía la más mínima holgura, porque se equivoca. Quedaba literalmente bloqueada y más cuando ambas piezas eran unidas mediante un remache pasante o, como aparece en el croquis, un tornillo cuyas cabezas son pequeños petos. Imagino que para impedir que se aflojaran eran apretados en caliente, de forma que al enfriarse el metal éste se contraía y quedaba hecho un bloque. Vamos, que ni con "3 en 1" se aflojaban...


Paso 3
Y por último se  colocaba el casquillo en el extremo inferior del mango, se aseguraba mediante un remacha y se unía al conjunto formado por las barretas de enmangue con su pica y su cabeza de armas. A la izquierda vemos el resultado. La sujeción se realizaba mediante remaches pasantes, para lo cual previamente se calentaban al rojo para facilitar el remachado, o con tachuelas. Obviamente, estas no proporcionaban la misma solidez que los remaches. Para mejorar aún más la protección del mango se solían añadir dos barretas más en las caras opuestas, si bien estas solo iban clavadas en la madera sin cumplir otra función que reforzarla contra posibles cortes. Para su colocación bastaba realizar dos rebajes o mortajas en las que ambas piezas quedaban embutidas para a continuación ser clavadas. Por lo demás, aparte del montaje descrito, se le podía añadir un gancho para colgarlo del cinturón o el arzón de la silla de montar, tachonar el mango para mejorar su agarre, encordar la parte de la empuñadura con el mismo fin o añadir un fiador en el extremo del mango. Esto, como en todas las armas de la época, iban en función de los gustos de cada cual.


A lo largo del siglo XVI los mangos de madera fueron desechados y se optó por fabricar estas armas enteramente de metal, tal como fuimos viendo en las entradas sobre la evolución de las mismas. En éste caso, el número de piezas a montar disminuía bastante como vemos en la ilustración de la derecha: por un lado tenemos el mango A fabricado enteramente de hierro al que se le solía dar secciones diversas: cuadrangular, espiral, combinaciones de ambas, etc. En todo caso, la más escasa era la circular por una sencilla razón: eran mucho más difíciles y complejas de fabricar en aquella época por falta de medios adecuados, o sea, tornos con la suficiente precisión para ello. En el extremo del mango se practicaba un orificio para fijar la cabeza de armas B, la que, como vemos, está forjada en una sola pieza y a la que se ha perforado un orificio cuadrado para fijarla al mango mediante un remache pasante o un tornillo que podía ir grabado o tener las formas más diversas. Finalmente vemos dos pequeños varaescudos marcados con la letra C que darán protección a la mano. El superior irá soldado al mango y el inferior remachado al extremo del mismo. El espacio destinado a la empuñadura podrá ir encordado con cordel de tela, cuero, torzal de alambre o forrado con piel o tela. Por último, aprovechando el mismo remache que sujeta la cabeza de armas al mango se podría fijar un gancho para colgar el arma, tal como vimos en algunas fotos mostradas en las entradas anteriores. 



Por último, conviene mencionar los martillos de guerra fabricados en Europa Oriental ya que su morfología, como vimos en su momento, difería en algunos aspecto respecto a sus hermanos occidentales. A la izquierda podemos ver un nazdiak con las piezas de que se componía: el mango, en este caso siempre de madera y de sección circular que, curiosamente, nunca solía ir reforzado con barretas como las vistas en las tipologías de Occidente. La cabeza de armas, que por norma iba provista de un orificio de enmangue y cuya fijación al mango no era mediante remaches o tornillos, sino por las dos pequeñas pletinas que vemos en el croquis. Estas piezas, que solían ir ricamente repujadas o con incrustaciones de oro, plata o bronce, abrazaban la cabeza de armas y eran fijadas al mango mediante remaches pasantes. Por último vemos dos casquillos que se instalaban en los extremos del mango y cuyas longitudes solían a veces ser similar a la de la cabeza de armas. Finalmente, el mango era forrado de piel o telas como la seda o el terciopelo y, ocasionalmente, el conjunto era tachonado para mejorar el agarre. 


Cabeza de armas fabricada en Italia hacia 1575
Metropolitan Museum of Art, Nueva York
Como colofón a esta serie de entradas quisiera compartir algunas reflexiones que he ido realizando mientras las confeccionaba. Como ya se puede suponer, he recabado decenas de fotos para documentarlas lo mejor posible, lo que me ha permitido corroborar lo que ya sabía, y es que el nivel de perfeccionamiento técnico de los armeros europeos no tenía nada que envidiar al de un artesano de nuestros días y más si consideramos que ellos no disponían de los modernos medios y herramientas de que ellos disponen. No es lo mismo fabricar una cabeza de armas mediante fundición para luego templarla mediante un tratamiento térmico en un sofisticado horno eléctrico y repasarla con una herramienta a motor (desbarbadoras, pulidoras, etc.), que elaborar una pieza, algunas de complejísimo acabado como la de la foto superior, partiendo de un simple cacho de hierro y darle forma a golpe de fragua, martillo, limas y buriles. 



Basta observar el preciso encaje de la cabeza de armas del hacha de petos de la foto de la izquierda para tener una clara idea de la forma de trabajar de esta gente. Y en este caso no se trata de un arma de lujo, como la de la imagen superior, sino de una pieza sin ornatos de ningún tipo destinada a la guerra, y no a pasearla en las paradas y saraos de la época. Fíjense vuecedes en la unión que señala la flecha y que muestra el perfecto encaje entre la barreta de enmangue y la acanaladura de la cabeza de armas. ¿Lo ven, no? Pues eso está hecho a golpe de lima. Pero no de una estupenda lima de Bellota o Stanley, sino una fabricada por el mismo herrero con el dentado hecho a mano y templada de forma que sea capaz de arrancar viruta al acero. Así pues, ruegovos que, cuando contemplen una pieza de estas, dediquen un poco de tiempo a observar los acabados tras deleitarse con la contemplación del conjunto. Casi con seguridad, disfrutarán más con esos pequeños detalles que llegan a asombrarlo a uno. Son armas en las que han quedado las marcas indelebles de los combates en los que participaron y ni están melladas, ni se ve atisbo alguno de fatiga del material a pesar de la infinidad de trastazos que dieron y recibieron. 


Fabricante de limas medieval
Por otro lado, obviamente, este pequeño trabajo queda aún lejos de lo que sería ideal teniendo en cuenta que, hasta ahora, no creo que haya nada tan detallado y extenso a nivel divulgativo (y no tan divulgativo a la vista de que he tenido que recurrir a fuentes en inglés en un 99% de las veces)  en lengua española sobre este tipo de armas. Por desgracia, lo que se encuentra en la red es casi en su totalidad el típico "copia y pega" que se extiende como una plaga bíblica sin que nadie se moleste, no ya en añadir o corregir algún dato, sino ni en cambiar siquiera una coma de sitio. Cierto es que podría haberme extendido un poco más, pero siempre he preferido hacer mis entradas más digeribles y de una extensión razonable ya que considero que, habiendo muchos profanos en la materia que me leen con regularidad, tampoco es plan de ponerse en plan tesis doctoral porque eso aburre y hastía al más pintado, y más en una época en que la gente cada vez se detiene menos a deleitarse con la lectura, y se navega por la red como si se pilotara una de esas lanchas de carreras que, más que navegar, vuelan sobre el agua. En todo caso, sería de agradecer a mis lectores habituales que intentaran divulgar en otros foros esta serie de entradas a fin de que estas peculiares y fascinantes armas puedan ser más conocidas por la peña ya que hay muchos, a la vista de las imágenes y comentarios que se ven en San Google, que piensan que un martillo de guerra es como esas cosas que suelen blandir los héroes de los videojuegos. 



Ah, lo olvidaba... a continuación dejo un pequeño glosario con la denominación de estas armas en diversos idiomas a fin de que, caso de que alguno quiera indagar por su cuenta, sepa qué poner en la maldita barra del buscador.

Español: Martillo de guerra, martillo de armas.
Inglés: War hammer (separado, que sino salen videojuegos a manta. Mejor poner detrás la coletilla weapon o medieval weapon)
Alemán: Streithammer, krieghammer, reiterhammer, ritter hammer, dolchstreithammer (en todos los casos conviene añadir la coletilla waffe, 0 mittelalte waffe por si acaso se despista el Google)
Francés: Marteau d'armes
Italiano: Martello d'armi, picco d'armi
Polaco: Mlot bojowy como denominación genérica. Las tipologías, como se vio en la entrada anterior: nazdiak y obuch

Y otra cosa más: las armas cuyas cabezas lleven un hacha en vez de una parte contundente no son martillos de guerra. El pico de cuervo, el bec de corbin, el poleaxe o poll-axe no son martillos de guerra. El czekan polaco, que en vez de pico lleva un hacha, tampoco es un martillo de guerra. Esos martillos en plan "Thor magnificente" que aparecen en San Google no son martillos de guerra. Para que se pueda asignar esta denominación a un arma debe cumplir impepinablemente los siguientes preceptos:

1. Su cabeza de armas debe estar conformada por una parte contundente, bien en forma de martillo convencional, bien con dientes para producir heridas abiertas, y un pico en su lado opuesto. En su parte superior puede ir provisto de una pica.
2. La longitud de su mango no debe exceder de los 60 cm. o poco más en las tipologías occidentales, mientras que en las orientales llegan a los 80 aproximadamente. Todo lo que sobrepase esas longitudes, aunque su cabeza sea como la de un martillo,  ya son otros tipo de armas de las que se hablará en otra serie de entradas que se publicarán a lo largo de este mes.

Bueno, colorín colorado, esta entrada se ha acabado. Amén y tal.

Hale, he dicho...


Martillo de guerra pasando satisfactoriamente la ITV de armamento a la vista de los boquetes que ha abierto
en el yelmo-test provisto de almófar homologado con la norma iso 9000. Si bajo el yelmo hubiese un cráneo de ciudadano es muy probable que éste sufriese un repentino dolor de cabeza de imprevisibles consecuencias


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