lunes, 7 de diciembre de 2015

Espolones, los arietes de las galeras




Dramático fotograma de la famosa película Ben Hur en el que el espolón
de una nave macedonia se acaba de incrustar en el costado de la galera
del cónsul Quinto Arrio. La flecha señala el 
proembolion 
(proembolion), un espolón secundario situado sobre el principal.
Colijo que los términos galera y espolón se asocian de forma instantánea en los magines del personal en cuanto salen a relucir estas esbeltas naves que, a lo tonto a lo tonto, fueron las dueñas del Mediterráneo durante siglos y siglos. Todos hemos visto como, en infinidad de relatos o películas relacionadas con temas navales de la antigüedad, suelen hacer acto de presencia estos peculiares artefactos broncíneos para, a modo de ariete, mandar a hacer puñetas las naves enemigas abriendo en sus costados enormes vías de agua que los enviaban a pique en menos tiempo que un cuñado se ventila medio kilo de caña de lomo ibérica de la buena, de esas que cuando solo queda una postrera  lonchita en el plato provoca serios altercados, puñaladas incluidas, para dirimir quién se la comerá. Sin embargo, en esto, como en tantas cosas relacionadas con los temas militares, hay mucho mito y mucho tópico, así que preferible será estudiar un poco más a fondo estos artilugios para hablar con propiedad y no ser tachado de inope mental por el listo de turno. 

De entrada, el espolón no era un invento de los romanos a pesar de que muchos asocien por lo general las galeras a estos probos ciudadanos. De hecho, ni siquiera fue una idea de los griegos, que al cabo fueron los mentores culturales de los belicosos itálicos en tantos aspectos. La realidad es que ya en el siglo VIII a.C., los fenicios, navegantes de primera clase, los armaban en sus naves de guerra tanto para usarlos contra sus enemigos como cuando las ponían al servicio de otras monarquías. Los fenicios, más conocidos en su faceta meramente comercial, disponían para esos fines de buenos barcos que, por razones obvias, debían defender con otros destinados para tal fin, así como para guardar las valiosas rutas comerciales que abrieron por todo el Mediterráneo y que les produjeron pingües beneficios. Una muestra del tipo de nave fenicia de la época lo tenemos en la foto superior. Procede de un bajo-relieve del palacio del monarca asirio Senaquerib, el cual llevó a cabo una expedición contra Fenicia y Palestina hacia el 702 a.C. Como se puede apreciar, el espolón es un aguzado cono fabricado seguramente de bronce.

Actualmente, no hace falta devanarse los sesos dirimiendo el material usado por griegos y romanos para la fabricación de sus espolones ya que, afortunadamente, se han podido rescatar algunos de ellos en diversos pecios. Estos hallazgos han permitido conocer no solo su morfología exacta, sino detalles referentes a su fabricación, decoración e incluso la misma composición del metal con que fueron construidos a pesar de que las galeras fueron un elemento muy recurrente en la decoración, las monedas e incluso a la hora de dar forma a determinados objetos domésticos y votivos como el que vemos en la foto superior. Sin embargo, se tiene constancia de que, en algunos casos, los espolones de algunas naves no eran de metal, sino de madera. Estaban conformados por gruesos maderos integrados en la quilla y la roda para darles la mayor resistencia posible pero, obviamente, esta no alcanzaba ni de lejos a los robustos espolones de bronce, así que no tuvieron mucho éxito que digamos.

Proembolion hallado en la desembocadura del río Belgamel,
en Libia, en 1964. Está datado entre el siglo I a.C. y el I d.C.
Pesa unos 20 kilos y mide 64 cm. de largo.
Ya en tiempos de los griegos, los espolones se habían difundido por todo el Mediterráneo y formaban parte sistemática de las naves helénicas. Eran denominados como embole (embole), palabro que viene a significar embestida y que, curiosamente, es también el origen del término actual de embolia, quizás tomada por el enorme esfuerzo que debían realizar los remeros a la hora de embestir a la nave enemiga, que les obligaba a alcanzar una cadencia de 50 golpes de remo por minuto y que, posiblemente, produjo más de una alferecía entre ellos. Por otro lado, en los inventarios de las armadas griegas aparecían como piezas aparte de las galeras, o sea, que no necesariamente un espolón formaba parte de una de ellas para siempre, sino que podía ser reutilizado en otra cuando la anterior era dada de baja o simplemente era destruida. Eran, por así decirlo, parte del armamento de la nave como una balista o un escorpión. Por otro lado y contrariamente a la creencia mayoritaria, los espolones apenas sobresalían del agua a fin de impactar en la línea de flotación de las naves enemigas. No tenía mucho sentido abrir un agujero en una parte del casco por donde no entrase agua, ¿no? Así pues, la idea era que estos arietes navales penetrasen en el casco enemigo y se llenasen del líquido elemento para irse con Neptuno con la mayor brevedad. Y como añadido, las galeras griegas solían hacer uso de un pequeño espolón auxiliar llamado proembolion (proembolion), el cual iba situado encima del espolón principal y su misión no era otra que destruir los bancos de remos de la nave enemiga. El proembolion se ajustaba a la roda de la galera, tal como podemos ver en el ejemplo que mostramos en la foto superior, donde se aprecian perfectamente las dos grandes acanaladuras de bronce donde se encajaría a la roda. Su forma podía ser muy diversa, abundando los zoomorfos: cabezas de jabalíes, toros, carneros, o bien como el mostrado en la foto, similar a los espolones convencionales.

Los romanos no se molestaron en modificar el diseño de los espolones de su naves, en este caso denominados como ROSTRVM, término que viene a significar pico y que, evidentemente, refleja a la perfección el sentido del objeto en sí. Tomaremos como referencia el ejemplar que vemos a la derecha, un espolón hallado en Atlit, al sur de Haifa, en la costa de Israel. Como vemos, su estado de conservación tras limpiarle toda la broma adherida a él durante siglos es simplemente asombroso, pudiéndose ver con detalle tanto los motivos que lo decoran como determinadas inscripciones acerca de sus constructores. Este espolón tiene una longitud de 210 cm., alcanza un peso de 465 kilos y equipó posiblemente una trirreme o una cuatrirreme. Como vemos, estas piezas no eran macizas, sino huecas. 

Estaban fundidas en moldes de arena y, cuestiones decorativas aparte, todos tenían una morfología similar: eran como dos tridentes situados a cada lado de lo que sería una barra vertical a modo de prolongación de la quilla de la nave. Una vez fundidos, eran encajados en la proa adaptándose a las diferentes piezas que conformaban la misma y, finalmente, asegurados al casco mediante robustos clavos de bronce, en este caso seis a cada lado. La foto de la derecha nos ilustra este aspecto perfectamente ya que, además, se pueden ver los restos de la madera de la galera donde iba montado. En cuanto a la decoración, los rescatados hasta la fecha llevan rosetones o yelmos tipo Montefortino adornados con tres plumas. 

En el interior del algunos de ellos se han encontrado inscripciones que, en el caso de un espolón cartaginés decía algo así como "rezamos a Baal para que este ariete penetre en el barco enemigo y le haga un gran agujero", lo que no sería difícil de llevar a cabo a la vista del amenazador aspecto del espolón que vemos a la derecha y que, ciertamente, debía encoger el ombligo a los remeros que se lo viesen venir encima a toda velocidad. En cuanto a los de origen romano es habitual ver referencias a los QVÆSTORES relacionados con la fabricación de las naves ya que, aunque estos ciudadanos eran inicialmente funcionarios de justicia, más tarde acabaron viendo aumentado su número y dedicados a las labores más variopintas, incluyendo cuatro de ellos encargados de las cuestiones navales de la República. Por cierto que puede que algunos hayan escuchado el término ROSTRA aplicado a la tribuna del foro de Roma destinada a los oradores. Ello es debido a que el cónsul GAIVS MÆNIVS NEPVS , Cayo Menio Nepo para sus colegas actuales, llevó como trofeo los ROSTI de las naves de los volscos tras su victoria en Antium en 338 a.C. y los colocó en dicho lugar para que todo el mundo, incluidos sus cuñados, recordaran su gesta.

Recreación de una galera armada con un ROSTRVM
y, sobre el mismo, un proembolion que haría añicos a
remos y remeros en caso de impacto
En cuanto al uso táctico de estos artefactos, nada más lejos de la embestida sistemática que todo el personal suele imaginar. O sea, que el uso del espolón no siempre era aconsejable o viable, prefiriendo en muchas ocasiones los capitanes de la galeras abordar al enemigo haciendo uso del CORVVS adosando su nave a la adversaria costado contra cotado. La cuestión es que, al parecer, para usar el espolón se requerían determinadas condiciones tanto de la mar como del viento, así como disponer de remeros muy cualificados. Como ya se comentó más arriba, para lograr abrir un boquete en el casco de una galera era preciso lograr al menos una velocidad de 10 nudos (18,5 Km/h), lo que se alcanzaba con una cadencia de remo aproximada de 50 paladas al minuto, o sea, había que echar literalmente los bofes. 

El implacable hortator de la galera donde pringa el desdichado Ben-Hur.
Bueno, ni aporreaban tochos de madera ni daban de latigazos al personal.
Interesados en el apacible ambiente de las galeras, pinchen aquí.
Obviamente, ese infernal ritmo no podía ser mantenido sin más por todo el mundo, por lo que la preparación y la resistencia de los remeros eran vitales. Por otro lado, si no se lograba esa velocidad terminal la que resultaba verdaderamente dañada era la nave que llevaba a cabo la embestida, la cual se resentía en toda su estructura mientras que la enemiga apenas sufriría daños. Por último, concretar que el cómitre debía ordenar ciar justamente en el momento anterior al impacto para impedir que, debido a la energía cinética de la nave, el espolón se incrustara de tal forma en el casco enemigo que fuera imposible luego destrabarse del mismo con las consecuencias que podemos imaginar. No obstante, cuando se lograba abrir una brecha en la galera adversaria no necesariamente se iba a pique y, de hecho, en determinados casos lograban remolcarla y ponerla a salvo tras la batalla, bien mediante las naves propias, bien las enemigas y, en ese caso, pasaban luego a formar parte de la armada contraria tras las reparaciones de rigor. 

Ah, lo olvidaba. Las galeras renacentistas ya no usaban espolones debido a que las técnicas de combate habían variado desde tiempos atrás y, además, su misión destructiva había sido encomendada a la artillería concentrada en la proa de cada nave, generalmente compuesta por tres o cinco bocas de fuego.

Bueno, no creo que se me olvide nada relevante, así que vale por hoy. 

Hale, he dicho





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