lunes, 7 de marzo de 2016

El equipo del legionario romano


Escena recreada por el maravilloso lápiz de Angus McBride en la que dos
legionarios se preparan para abandonar su acantonamiento. Como se ve,
ambos van cargados como mulas, según afirmaba Flavio Josefo
A lo largo de diversas entradas hemos estudiado la indumentaria de las tropas romanas, así como su armamento tanto ofensivo como defensivo. Sin embargo, los sufridos legionarios no solo se paseaban por medio mundo conocido cargados con  sus armas, que de por sí ya sumaban más de 20 kilos entre la loriga, el escudo y el casco, sino con una serie de bastimentos-la IMPEDIMENTA- que les permitieran, además de llegar más agotados al final de cada etapa, llevar a cabo todo lo necesario para dormir razonablemente seguros: cavar fosos, levantar empalizadas, montar sus tiendas de campaña y, naturalmente, llenar el buche. De hecho, podríamos decir que el ejército romano fue el primero de la historia en obligar a su personal a llevar consigo de forma reglamentada todos esos bastimentos de los que daremos cuenta a continuación y a los que, al igual que el resto del equipo, debían prestar toda su atención por mantenerlos en perfecto estado so pena de recibir varios estacazos por parte de su centurión, sujetos estos especialmente proclives a demostrar en todo momento que su VITIS, el bastón de madera de parra lleno de nudosidades del que jamás se separaban, se mantenía perfectamente operativo.  


En primer lugar debemos mencionar la tienda de campaña, un pabellón fabricado con cuero con capacidad para ocho hombres que permitía a las tropas dormir sin verse empapados por el relente o la lluvia, o congelados durante las noches en que una tempestad de nieve convertía el campo en una trampa mortal. En la foto superior podemos ver su aspecto. Básicamente, tiene exactamente la misma forma que las tiendas de campaña tipo canadiense de nuestros días, por lo que el diseño romano lleva más de veinte siglos de vigencia, lo que no está nada mal. Como decía más arriba, estaba fabricada con cuero que era impermeabilizado con grasas o aceites de origen animal, y ciertamente debía resistir bastante bien inclemencias de todo tipo. Para fijar los vientos se usaban piquetas de hierro como las que vemos en la ilustración de la izquierda, de sección cuadrangular y provistas de argollas donde atar las cuerdas. Con todo, hay autores que sugieren que eran usadas más bien para sujetar a las caballerías cuando se detenía el ejército o para asegurarlas en los campamentos. Francamente, no comparto esa teoría ya que cualquier pollino birrioso tiene fuerza de sobra para arrancarla del suelo. También han aparecido piquetas de madera las cuales, en vez de argollas, tenían una muesca para impedir que los vientos se soltaran.


Legionario cargando el borrico de su grupo. En
las angarillas lleva diversos útiles
además del CONTVRBERNIVM
Las tiendas eran cargadas en mulos o asnos junto a otra serie de bastimentos. Cada ocho hombres tenían asignado una acémila, así que ya podemos hacernos una idea de la enorme cantidad de equinos que acompañaban a cada legión: 750 solo para la tropa sin contar las necesarias para tirar de los carros, el bagaje de los mandos, etc. Según las reconstrucciones que se han realizado, su peso oscilaba por los 40 kilos, los cuales se podrían ver aumentados en 8 o incluso más si se empapaban de agua, por lo que era importante, al menos en época de lluvias, vigilar constantemente que el engrasado del cuero estaba en perfecto estado. En cuanto a su denominación, eran conocidas como CONTVRBERNIVM, palabro este con una curiosa etimología ya que, según el visigodo Isidoro (Etimologías, IX 7, 23), un CONTVRBERNIVM era un acuerdo llevado a cabo entre dos o más personas para cohabitar durante un determinado periodo de tiempo. Por extensión se aplicó a estas tiendas de campaña ya que "un día se establece aquí, y otro día en otro lugar" y la usaban ocho hombres. No obstante, el mismo Isidoro las llama TABERNACVLA, si bien colijo que esta denominación debía ser muy posterior a la que nos ocupa- recordemos que este hombre vivió entre los siglos VI y VII d.C.- ya que especifica que recibían este nombre porque "... eran cortinas de tela estiradas por cuerdas que cuelgan de travesaños o TABULÆ" y, como ya hemos dicho, en este caso eran de cuero.  



A la izquierda podemos ver las herramientas necesarias para cavar fosos, labores de zapa, tala, etc. En primer lugar tenemos un SECVRIS, o sea, un hacha monda y lironda. Para evitar cortes, cuando era transportada se cubría el filo con esa especie de capuchón de bronce. A continuación tenemos una DOLABRA, herramienta que, según Gneo Domicio Corbulón, había ganado más batallas que el gladio. La DOLABRA era un zapapico- hacha y pico- sumamente versátil y, por supuesto, imprescindible para cavar los fosos que, cada vez que el ejército se detenía para acampar en territorio hostil, debía cavar y formar un talud con la tierra extraída. Como vemos, la parte del hacha también se protegía con un capuchón de bronce que, en este caso, servía demás para impedir accidentes mientras se usaba el pico. En la parte superior del talud se formaba una empalizada con las PILA MVRARIA, que son las estacas que vemos al lado y que los legionarios debían transportar a razón de dos unidades por cabeza, por lo que una legión transportaba al menos 12.000 de ellas. Con dichas estacas se podían además formar otra serie de obstáculos similares a los caballos de frisia. A continuación podemos ver una pequeña hoz con la que se valían para segar mies si se presentaba la oportunidad y reponer así las reservas de grano, o para recoger forraje para las caballerías. Por último tenemos esa cuchilla con forma de media luna que era un corta césped. Aunque suene a jardinería, ese chisme servía para cortar planchas de tepes que se colocaban en los taludes para impedir que se desmoronasen por la lluvia en caso de montar un campamento para acantonarse durante un largo tiempo, por ejemplo, una invernada. Como dato curioso, comentar que, al parecer, se tardaba dos horas en cavar el foso y formar la empalizada, así que podemos deducir que estos sujetos eran absolutamente inagotables ya que, si tras una jornada entera caminando a buen paso- una etapa a marchas forzadas podía llegar a los 75 km.- con más de 30 kilos a cuestas encima debían estar dos horas cavando, podemos afirmar que llevaban a cabo una una verdadera proeza a diario.


Para las cuestiones culinarias iba provistos de una auténtica batería de cocina. El recipiente más habitual es esa especie de cazo de cobre que vemos en la foto de la derecha. Recibía el nombre de PATELLA, aunque no sé por qué en muchas partes figura como PATERA. Al parecer, podrían ser sinónimos si bien PATERA suele usarse más bien como una especie de vaso o copa de poca profundidad. Junto a ella vemos una marmita o CACCABVS, y una cantimplora fabricada de peltre y bronce. Para colocar los cacharros de cocinar sobre el fuego se usaba un trébede. Además, cada grupo iba provisto de un pequeño molino de mano de piedra con el que molían el grano. 


Un dato curioso: los legionarios tenían como alimento base el pan, y preferían este a cualquier otro tipo de comida ya fuese carne o pescado. De hecho, digamos que consideraban el pan como un alimento noble, digno de guerreros, y hubo casos de motines de lo más farragosos a causa de escasez de grano. En definitiva, preferían quedarse sin paga antes que sin pan. A la izquierda podemos ver un molino de mano como los que usaban en aquella época. Eran de pequeño tamaño, y el encargado de moler solo tenía que girar la piedra agarrando la manija de madera. El grano se vertía por el orificio, y la harina salía por la abertura que se ve en la base del recipiente, a la izquierda de la imagen. Con todo, si no había tiempo de moler, preparar la masa y cocerla siempre se podía hervir el trigo y santas pascuas. Por cierto, el pan era ácimo, sin levadura, y lo cocían formando tortas sobre piedras colocadas encima de las brasas.


Toda esta IMPEDIMENTA, salvo el molino de mano, iba colocada en la FVRCA (horca), un palo de alrededor de metro y medio rematado con un travesaño que le daba forma de T. A ello se añadía un macuto o mochila de cuero donde se guardaban los efectos personales, la ropa de repuesto, el tabaco, la cartera, la cremita para las rozaduras, las revistas guarras, etc., y una red donde iba el pan y la ración de manduca del día. Además, se añadía el SAGVM si no se llevaba puesto y, llegado el caso, la funda del escudo. La composición de esta impedimenta se conoce gracias al fragmento que vemos de la Columna de Trajano que podemos ver en la imagen superior.



Según algunos autores, el motivo de usar la  FVRCA en vez de llevarlo todo en una mochila de mayor tamaño se debía a que, en caso de emergencia, ésta suponía un engorro a la hora de desprenderse de ella, mientras que la  FVRCA solo había que tirarla al suelo para estar listo para el combate. Sea como fuere, la cuestión es que ese peculiar sistema de transporte se mantuvo vigente durante todo el imperio, y mientras el armamento fue evolucionando con el paso del los siglos, la FVRCA permaneció invariable. Bien, pues con toda la impedimenta a cuestas más las armas hablamos, como ya se mencionó más arriba, de unos 30 ó 35 kilos que estos ciudadanos acarreaban durante kilómetros y kilómetros durante días y días. No cabe duda que con gente así se podía crear y mantener un imperio.

Bueno, sa'cabó.

Hale, he dicho


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