martes, 5 de abril de 2016

Curiosidades: los primeros "windtalkers"


Catorce indios choktaws tras regresar del frente. Varios de ellos lucen condecoraciones en la pechera

Una compañía de indios haciendo instrucción antes de ser
enviados al Frente Occidental. Su rendimiento en combate
fue inmejorable
Puede que muchos recuerden la película dirigida en 2002 por John Woo en la que se narra la creación y posteriores acciones en combate en el Pacífico de los indios navajos como codificadores de mensajes, ya que los malvados japos se sabían de memoria todos los códigos usados por los yankees y conocían hasta a la hora en que el personal se cepillaba las botas. Obviamente, los japoneses no sabían un carajo de la lengua usada por estos probos indígenas, así que se vieron de repente sin poder saber absolutamente nada de las intenciones de sus enemigos. Sin embargo, la idea de utilizar a los americanos autóctonos para estos fines bélicos era en realidad más antigua, y ya se emplearon durante el breve espacio de tiempo en que los yankees participaron en la Gran Guerra. Así pues, de esos primeros windtalkers, los que hablaban con el viento, irá esta entrada. Por cierto que, al igual que ocurrió con los soldados búfalo, ya hay que montársela bien para estar puteando y masacrando indios durante doscientos años y que luego estos vayan a partirse la boca por sus opresores. En fin, tendrían también el síndrome ese de Estocolmo, quien sabe. Bueno, al grano pues...

Estos no se quisieron perder la guerra. La realidad es que
muchos se alistaron con tal de largarse de la reserva y
buscarse la vida fuera de allí.
El 6 de abril de 1917, los yankees entraron en la Gran Guerra, por lo que el 18 de mayo siguiente se aprobó el Acta de Servicio Selectivo convocando a los hombres de entre 21 y 35 años para unirse a la fiesta. La condición principal para ello radicaba en ser ciudadano estadounidense, y en aquel momento solo alrededor de un 60% de los indios tenían ese estatus. Sin embargo, muchos de los que aún no gozaban de tamaño privilegio acudieron a la llamada de las armas cuando podrían haberse quedado tranquilamente en sus tipis fumando la pipa de la paz o poniéndose hasta las cejas de peyote. Unos 17.000 indios se alistaron, pero integrados en unidades de blancos ya que no se consintió que formaran regimientos propios de su raza como ocurrió con los soldados búfalo. No obstante, por norma les solían cargar con las tareas más peligrosas a pesar de que muchos de ellos apenas conocían el inglés y hasta habían tenido por ese motivo un entrenamiento deficiente. Con todo, destacaron en cometidos que se les daban de perlas, como exploradores, tiradores selectos y mensajeros, aparte de acojonar bastante a los tedescos por haber leído demasiadas novelas del oeste en las que, como era y es habitual, los indios eran siempre los malos malosos. Al final del conflicto habían palmado un 5% de los efectivos indios contra un 1% de ojos blancos, lo que es un claro indicio de que se entregaron a base de bien. Por cierto que dos naciones iroquesas, los onondaga y los oneida hasta les declararon la guerra a Alemania por su cuenta, con dos cojones.

Camp Bowie tras su construcción en 1917
Pero a pesar de las indicaciones de no juntar a demasiados indios dentro de la misma unidad, casualmente muchos de ellos fueron a parar a la 36ª división, la cual se estaba formando en Camp Bowie, en Tejas, mientras que en otro campamento cercano, Camp Travis, donde se estaba formando la 9ª división, acabaron unos mil indios del estado de Oklahoma, sobre todo choctaws, chikasaws y creeks. Sin embargo, el problema del desconocimiento de la lengua inglesa era palmario, y hubo incluso que emparejar a los que la conocían con los que no a fin de poder transmitirle las órdenes. No obstante, muchos de estos indios "civilizados", como los llamaban los yankees, sabían leer y escribir por haber asistido a programas estatales de alfabetización o por haber formado parte de la Guardia Nacional. Pero la cuestión es que, en realidad, estos programas educativos tenían como principal misión enterrar las lenguas de los indios, cosa que obviamente no lograron a pesar de que incluso se castigaba severamente a todo aquel que hiciera uso de su lengua natal fuera de las reservas. Pero, a pesar de ello, en la 36ª división se encontraron con individuos que hablaban 26 lenguas autóctonas, de las que solo cuatro o cinco habían sido escritas alguna vez. Sea como fuere, la cuestión es que este grave problema iba a convertirse en una eficaz herramienta para mantener el secreto de las comunicaciones en el ejército yankee.

Aparato de radio del ejército yankee durante la Gran Guerra.
Como se ve, muy compacto y de reducido tamaño.
En junio de 1917 llegaron al Frente Occidental las primeras unidades estadounidenses, entre las que se encontraban los efectivos de la 36ª división y, dentro de ella, los alrededor de 200 hombres de la compañía E del 142 Rgto. de Infantería, formada por indios procedentes de nada menos que catorce tribus distintas si bien todos habían salido del estado de Oklahoma, donde el gobierno había instalado mogollón de reservas. Nada más llegar, estos aguerridos sujetos ya dieron claras muestras de arrojo y valentía, y empezaron a recolectar medallas incluso del ejército gabacho. Sin embargo, las comunicaciones entre los distintos sectores del frente eran bastante desastrosas. Los aparatos de radio aún estaban en pañales, eran grandes, pesados y poco fiables, así que aún se recurría a los métodos tradicionales: palomas mensajeras, mensajeros- hombres o chuchos- y el teléfono, que era el sistema más habitual. Pero a las palomas mensajeras les endilgaban un escopetazo, a los mensajeros, ya fuesen humanos o cánidos, les metían un balazo o los atrapaban, y las líneas telefónicas eran hábilmente interceptadas por los alemanes cuando se apoderaban de posiciones enemigas. Estas líneas, a pesar de estar enterradas, eran fácilmente localizables y a través de ellas se enteraban de todo lo habido y por haber. De esto último se dieron cuenta los yankees cuando divulgaron una información falsa a posta para comprobar si era cierto. La información consistía en la localización de un supuesto punto de suministro que, ipso facto, fue machacado por la artillería alemana. Esto deprimió mucho a los yankees, que no sabían qué hacer para que sus comunicaciones no cayeran en manos alemanas con la velocidad de un rayo.

Un grupo de Transmisiones del ejército alemán tendiendo
una línea telefónica. Este oficio era bastante peligroso por
ser uno de los principales objetivos de los tiradores enemigos.
La solución a las tribulaciones de los altos mandos norteamericanos llegó de forma casual en octubre de 1918, cuando apenas quedaba un mes para la llegada del armisticio que puso fin a la contienda, pero que sentó las bases para un nuevo sistema de comunicaciones que les libró para siempre de las interceptaciones germanas. En ese mes, el citado 142 Rgto. de la 36ª  división fue enviado a culminar su entrenamiento en Francia. Sin embargo, la necesidad de hombres en el frente obligó a crear un grupo de asalto con la misión de capturar un enclave alemán situado en un paraje denominado Forest Ferme. Ocho indios choctaw formaban parte de dicho grupo, siendo seleccionados dos de ellos para dirigir el tiro de artillería ya que los mandos sabían que sus comunicaciones estaban interferidas, y que de cada cuatro mensajeros que enviaban uno como mínimo era abatido por los tedescos. Así pues, eligieron a dos choctaws para pasar información desde el cuartel general al polígono de artillería, los soldados Salomon Louis y James Edwards respectivamente, dejando a los tedescos con un palmo de narices cuando estos dos indios empezaron a comunicarse en su lengua natal, que les sonaba talmente a chino o algo peor. Aparte de estos dos, los demás choctaws fueron distribuidos por el sector para dar cuenta de los movimientos alemanes, resultando totalmente exitosa la maniobra ya que estos no solo no pudieron anticiparse a sus enemigos, sino que cada vez que intentaban algo eran rápidamente repelidos por ellos y hasta lograron hacerles 500 prisioneros, 171 de los cuales fueron atrapados y conducidos a retaguardia por un grupo del que formaba parte uno de los choctaws, el soldado Joseph Oklahombi, el cual por cierto fue premiado con la Estrella de Plata y la Cruz de Guerra francesa, la cual le fue entregada por el mismísimo mariscal Petain en persona.

El capitán Lawrence, a la derecha de la imagen
Como vemos, los resultados fueron excelentes desde el primer momento. Pero, ¿a quién se le ocurrió usar la ignota lengua de los indios para despistar totalmente al enemigo? Al parecer, aunque por norma se atribuye el mérito al coronel Alfred W. Bloor, comandante del 142º Rgto, la idea partió de un oficial de dicha unidad, un tal capitán Lawrence, cuando escuchó hablar en su lengua nativa a los choctaws Salomón Louis y Mitchell Bobb. Tras escucharlos hablar un rato, les preguntó cuántos paisanos suyos había en la unidad, a lo que le respondieron que ocho. Lawrence no perdió el tiempo y organizó todo un sistema de comunicaciones haciendo uso de la lengua choctaw, y tras demostrarle al coronel Bloor la eficacia del mismo estos ocho indios fueron distribuidos por diferentes sectores, tal como se comentó más arriba, para llevar a cabo el ataque al enclave de Forest Ferme. 

Escuadra de Telefonistas choctaw. De izda. a dcha aparecen:
T. Lewis, M. Bobb, J. Edwards, C. Wilson, J. Davenport y el
capitán Horner. Estos fueron los primeros windtalkers
Pero, para mayor desconcierto de los alemanes, que seguían sin lograr enterarse de nada, hubo además un inconveniente añadido a la dificultad para intentar descifrar el código creado en lengua choctaw, y era la limitación en vocabulario de la misma. Como podemos imaginar, muchos términos modernos en inglés no existían en choctaw, por lo que dejaron al ingenio de los traductores indios crear la palabra equivalente. Así, por ejemplo, llamaban piedras a las granadas, cueros cabelludos a los muertos enemigos o tribu por regimiento. A ello añadieron el hablarse entre ellos usando sus nombres indios, lo que complicaba las cosas aún más. La eficacia del método quedó patente cuando, al irse retirando los alemanes, los yankees comprobaron que sus líneas telefónicas estaban intactas, lo que eran una prueba incuestionable de que sus enemigos ya no se molestaban en interceptarlas debido a que habían renunciado a descifrar el código de los choctaw. De hecho, en los interrogatorios efectuados a los miembros de las unidades de transmisiones alemanas acerca de la lengua india todos manifestaron que, a pesar de los esfuerzos realizados por la Inteligencia Militar, les resultó totalmente imposible sacar nada en claro. De ello quedó constancia cuando, en 1921, el capitán Lincoln Levine escribió un artículo en el que sometió a un experto lingüista alemán al desafío de descifrar un mensaje en choctaw, cuya transcripción fonética sonaba más o menos así:

Ug blupp. Gwnee blkrup pft kowie! Gmrr-klmpp! Hwee-pstoeck.

Naturalmente, al tedesco se le quedó la jeta a cuadros, preguntando qué demonios era aquel galimatías. 

El soldado Joseph Oklahombi
de regreso a su casa en 1921
Pero, ojo, los yankees no solo usaron el choctaw para sus comunicaciones en el frente ya que, aparte de miembros de esta tribu, había comanches, cherokees, sioux y 78 cheyennes que formaban parte de la compañía E del 142 Rgto., los cuales también hicieron uso de su lengua para comunicarse. Hay constancia de que los comanches y los sioux también emplearon la suya, lo que acabaría enloqueciendo a los alemanes con tanta palabrería ignota en lenguas de las que no tenían siquiera conocimiento de su existencia. En resumen, aunque el tiempo que estuvo operativo este sistema se limitó a menos dos meses, fue determinante para sacar una notable ventaja al ejército imperial, y posiblemente los traductores de códigos indios tuvieron su parte de influencia en la victoria final. Al cabo, un ejército cuyos mensajes son imposibles de descifrar por el enemigo tiene media batalla ganada. Curiosamente, al término del conflicto este método cayó en el olvido, y tuvo que ser cuando los yankees tuvieron constancia de que sus códigos habían sido rotos por los japos al comienzo de la Segunda Guerra Mundial cuando decidieron retomar el uso de indígenas para, tal como ocurrió con los alemanes, volver locos a sus enemigos con sus galimatías en lengua navaja. En cualquier caso, como hemos visto, los que hablaban con el viento ya hicieron un buen servicio 23 años antes de los que muchos pensaban.

Y como es hora de reponer energías o, mejor dicho, calorías, aquí queda eso.

Hale, he dicho

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Monumento a los choctaws en Tusmahoma, Oklahoma. Fue construido con un poco de retraso, en 1995. Apenas seis años
antes se les concedió a título póstumo la Medalla al Valor, "solo" 68 años después de terminar la guerra.
Manda cojones el egoísmo y la ingratitud de los yankees esos.


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