miércoles, 21 de diciembre de 2016

Morteros de trinchera


El término mortero de trinchera está indefectiblemente asociado a la Gran Guerra. Imágenes como la que vemos en la foto de la derecha son rápidamente identificadas como pertenecientes a dicho conflicto pero, sin embargo, muchos desconocen cuál es el origen y el empleo táctico de estas armas que, en realidad, podríamos decir que lo único que heredaron de sus enormes y pesados abuelos fue la capacidad para efectuar tiro indirecto o parabólico, como prefiramos llamarlo. De hecho, el mortero de trinchera sería el "eslabón" (detesto este término, pero ahora mismo no se me ocurre otro más adecuado) entre los morteros que durante siglos fueron los protagonistas de la artillería de sitio y los morteros actuales surgidos tras la Gran Guerra. Así pues, colijo que sería interesante iniciar una pequeña serie de entradas monográficas dedicadas a estas armas que, aunque pocos lo imaginen, fueron las causantes de un elevado número de las bajas totales habidas durante el conflicto. Comenzaremos pues con esta entrada inicial en la que explicaremos la evolución de estos morteros, así como el empleo táctico que les dio el nombre por el que los conocemos y que no tiene nada que ver con los que se emplean en nuestros días.

Como hemos ido viendo en las entradas dedicadas a la artillería de sitio, hasta prácticamente el final del siglo XIX los morteros mantuvieron su misma morfología y su uso estaba limitado a lanzar enormes y pesadas bombas contra las fortificaciones pirobalísticas que se construyeron por toda la Europa a partir del siglo XVI y que básicamente se mantuvieron iguales hasta los comienzos del pasado siglo. Sin embargo, tras la Guerra de Secesión fueron cayendo en la obsolescencia debido a la invención de explosivos como la dinamita o el trinitrotolueno, que permitían causar grandes daños con piezas de tiro curvo de menos calibre, o sea, los obuses, por lo que las añejas bombas cargadas con pólvora negra disparadas por pesadas y engorrosas piezas perdieron su utilidad a pasos agigantados. Eso no era óbice para que, ya en plena guerra, aún fueran de utilidad si bien su anticuado aspecto en fotos de aquella época resulta un tanto irreal, como podemos ver en la imagen de superior, en la que vemos un viejo mortero turco con más de 200 años encima durante el asedio a Kut al-Amara, entre diciembre de 1915 y abril de 1916. En todo caso, aunque aún se recurriera a ellos en caso de extrema necesidad, es más que evidente que en una guerra moderna eran precisas otro tipo de armas.

Batería de obuses de sitio de 280 mm. del ejército japonés en Port Arthur.
Los morteros que surgieron posteriormente eran capaces de desplegar la
misma potencia de fuego con un peso 30 veces inferior
Curiosamente, aunque se suele dar por sentado que el origen de esas "guerras modernas" con las que los humanos establecieron un novedoso y eficaz sistema para contener la hiperpoblación fue precisamente la Gran Guerra, la realidad es que el conflicto que marcaría las nuevas tendencias en armas y estrategias fue la Guerra Ruso-Japonesa, un breve pero intenso conflicto que duró desde febrero de 1904 a septiembre de 1905 y en el que ambos bandos se dieron estopa a base de bien para, finalmente, ser los obstinados nipones los que se llevaron los laureles de la victoria para ofrecérselos al mikado, el cual seguía sin moverse de su palacio en Tokio meditando acerca de la inmortalidad del crisantemo. En dicha guerra fue donde surgió el uso moderno de la ametralladora, las alambradas, y donde quedó claro que la artillería de grueso calibre no bastaba para acabar con las fortificaciones, por lo que era preciso disponer de piezas capaces de disparar proyectiles de alto explosivo desde una distancia inferior, más cercana al objetivo a batir, y con una potencia suficiente para terminar de destruir lo que la artillería ya había derruido a medias. Así mismo, también hicieron aparición complejos sistemas de trincheras y refugios que hicieron casi invulnerable a la infantería.

Para destruir inmensas alambradas como las de la foto era de gran ayuda
la munición de alto explosivo de los moteros de trinchera
Dicha invulnerabilidad era consecuencia de no haber ningún tipo de arma adecuada para hostigarlos mientras permanecieran a cubierto. Los cañones solo podían ofender a las tropas que avanzaban a campo abierto, los obuses abrían fuego a grandes distancias y era muy complicado, debido a los deficientes medios de comunicación vigentes en la época, hacer llegar a las baterías las variaciones de tiro conforme se moviesen las tropas enemigas. Así mismo, los refugios hacían inservibles los flamante metralleros, letales solo contra las tropas que circulaba por las trincheras o a campo descubierto. Por último, los morteros convencionales eran simplemente inútiles en situaciones semejantes, así que era preciso crear un nuevo tipo de arma que reuniese una serie de características adecuadas para los tiempos que se avecinaban. En primer lugar, era imprescindible que fuesen de un tamaño y un peso que permitiese manejarlas con facilidad. Un mortero a la antigua usanza que pesaba dos o tres toneladas no era precisamente la opción más adecuada como es lógico. Por otro lado, en una guerra en la que el personal se enterraba en trincheras y refugios era necesario disponer de armas capaces de disparar proyectiles capaces de alcanzar a los enemigos, así como destruir nidos de ametralladoras, refugios y demás posiciones fortificadas con proyectiles cargados con alto explosivo, capaz no ya de demoler una fortificación, sino de remover la tierra sobre la que se asentaba, facilitando así su derrumbe.

En definitiva, el arma en cuestión sería una pieza dotada de gran movilidad, capaz de disparar con un elevado ángulo de tiro, desplegar una gran cadencia de tiro y disponer de un surtido de calibres lo suficientemente potentes como para abarcar todas las posibilidades, desde el hostigamiento de tropas a la destrucción de alambradas y fortificaciones. O sea, un mortero pequeño provisto de una cureña que le permitía ser trasladado y puesto en posición rápidamente y con un sistema de disparo que hiciera posible efectuar un elevado número de disparos en muy poco tiempo. Pero, ¿por qué la coletilla "de trinchera"? Ahora lo veremos.

Lanzaminas de 25 cm. en su emplazamiento. Obsérvese la desproporción
entre el mortero y el proyectil, de un tamaño similar al de obuses mucho
mayores
Tras lo aprendido en la guerra Ruso-Japonesa, el ejército alemán tuvo claro que ese nuevo tipo de arma sería de vital importancia en conflictos futuros. Así, a partir de 1907, la firma Rheinmetall comenzó a desarrollar lo que sería el primer mortero de trinchera que, en realidad, recibió de los tedescos la denominación de minenwerfer, lanzaminas, lo que se puede prestar a equívocos ya que puede pensarse que se trata de armas distintas. De hecho, para el ejército alemán estos morteros no estaban considerados como artillería y, al igual que ocurría con los lanzallamas, estaban asignados a unidades de ingenieros. Pero, en realidad, los lanzaminas alemanes eran los mismos morteros de trinchera que luego desarrollaron los demás ejércitos en liza. Aclarado este punto, solo comentar que en 1909 estuvo culminado el proyecto, el cual entró en servicio el año siguiente. Se trataba de un mortero de 25 cm. de calibre montado sobre un afuste que permitía trasladarlo rápidamente donde fuera preciso. Una vez en destino, se desmontaba del mismo y se emplazaba . Pero no en cualquier sitio, o en cerca de las baterías de artillería, sino en las trincheras, y de ahí tomó el nombre.

Una de las ventajas de estas armas era su movilidad. En este
caso vemos como tres soldados arrastran un mortero de
7,6 cm. cuyo peso total era de 147 kg.
¿Y por qué en las trincheras, expuestos a los ataques de la infantería enemiga y, por supuesto, a los disparos de la artillería? Pues porque estos morteros tenían un alcance muy limitado, en algunos casos incluso inferior a los 200 metros. Pero, por otro lado, el estar tan cerca de las líneas enemigas permitía mantener un control mucho más efectivo y preciso y, lo más importante, no se veían tan limitados como la artillería, cuyas baterías, emplazadas a varios kilómetros tras las trincheras de primera línea, podían perder el contacto con las mismas en cuanto empezaba una preparación artillera al ser destruidas las líneas telefónicas. Sin embargo, los servidores de los morteros de trinchera podían, llegado el caso, recibir órdenes verbales en escasos minutos y abrir fuego de barrera para parar en seco cualquier intento de la infantería enemiga por acercarse a las líneas propias.

Explosión de un proyectil de alto explosivo contra una
alambrada
Del mismo modo, sus disparos podían destruir las alambradas que tenían tan cerca, aniquilar los nidos de ametralladoras que tenían perfectamente localizados y, por supuesto, batir las trincheras con sus proyectiles de alto explosivo que, si estallaban en el interior de una de ellas, las barrerían de cabo a rabo, aniquilando a todo bicho viviente. Además, su elevada cadencia de tiro, no menos de 20 disparos por minuto por lo general, hacía posible llevar a cabo terroríficas concentraciones de fuego capaces de destruir en poco tiempo cualquier objetivo, desde las alambradas más densas a las fortificaciones más resistentes fabricadas a base de raíles de ferrocarril y hormigón. Y una vez iniciado el conflicto no solo se fabricaron proyectiles convencionales cargados con explosivos, sino también de gas. Obviamente, la posibilidad de lanzar ataques con gases contra el enemigo sin depender de la climatología era extremadamente ventajoso, sobre todo cuando la dirección del viento cambiaba de forma repentina cuando se abrían las válvulas de los grandes cilindros que contenían aquella porquería.

Soldados británicos montando espoletas antes de enviar la munición
a primera línea
El único inconveniente que tenía el empleo táctico de estas armas era las dificultades para acarrear hasta primera línea las ingentes cantidades de munición consumían, gasto este que se veía enormemente aumentado precisamente por la elevada cadencia de tiro que podían alcanzar. Pero este problema no tenía otra solución que crear complejas líneas de aprovisionamiento que podían ir desde el transporte a lomos de la tropa, de mulos o, si era posible, mediante carretones que circulaban sobre raíles que acercaban las municiones hasta primera línea para, a continuación, ser acarreadas por las mismas tropas hasta los emplazamientos de las piezas.

Arnés diseñado para el
transporte de tres proyectiles
para el mortero francés de
58 mm.
Aunque el ejército alemán apenas disponía de unos cientos de lanzaminas al comienzo del conflicto, su indudable eficacia obligó tanto a gabachos (Dios maldiga al enano corso) como a los british (Dios maldiga a Nelson) a ponerse las pilas y a desarrollar a toda velocidad armas capaces de contrarrestar las armas tedescas, teniendo incluso que recurrir en los primeros momentos a piezas obsoletas mientras que salían de las líneas de producción los nuevos modelos. Cuando acabó la guerra, el balance de estas armas no pudo ser más rentable: por citar un dato, algo más de un 58% de la totalidad de las bajas británicas en el frente occidental fueron causadas por los morteros de trinchera, así que estos rechonchos, feos y aparentemente engorrosos artefactos encerraban una capacidad letal que, en la práctica, superaba incluso a la de la todopoderosa artillería.

En fin, así eran los polifacéticos morteros de trinchera. Podían destruir las fortificaciones enemigas, diezmar a la infantería tanto en sus propias trincheras como durante su avance, aniquilar nidos de ametralladoras, refugios y observatorios de primera línea, así como apoyar a la infantería propia cuando, tras llevar a cabo una preparación artillera, salía de las trincheras y avanzaba hacia las posiciones enemigas. Para que rindiesen al cien por cien solo había que mantener un fluido constante de munición para que pudieran mantener su candencia de tiro, y solo gracias a un impacto directo de la artillería enemiga podían ser acallados. 

Sirva pues esta entrada como introito para que podamos tener una idea más clara de como surgieron estas armas. Más adelante iremos publicando otras en las que estudiaremos con detalle los morteros de trinchera más significativos de cada ejército, así como el diseño de las distintas posiciones y emplazamientos desde donde masacraban bonitamente al enemigo. 

Bueno, vale por hoy.

Hale, he dicho

Tropas yankees cargando un motero de trinchera francés de 58 mm. La carencia de este tipo de armas obligó a los hijos
del tío Sam a emplear piezas de sus aliados







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