martes, 9 de enero de 2018

Curiosidades sobre vehículos curiosos


Daimler tedesco habilitado como auto-propulsado con un cañón antiaéreo. La necesidad de disponer de artillería
móvil para abatir tanto los aviones como los globos cautivos enemigos obligó a recurrir a camiones convencionales

Moto Indian con sidecar adaptado para transportar dos
heridos. La duda es qué pasaba con el de arriba si les
pillaba una curva ajustada a toda velocidad
Es de todos sabido que, por desgracia, las guerras han sido, son y serán el mayor acicate para incentivar la evolución. Inventos que en tiempos de paz tardaríamos décadas y décadas en idear, en tiempos de guerra salen a relucir en cuestión de meses. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que aquel que invente más y mejor derrotará antes a los enemigos, y eso lo saben hasta los cuñados ahítos de documentales del Canal Historia para ciudadanos con memoria de pez. Como ya hemos dado cuenta en diversas entradas al respecto, la Gran Guerra fue un descomunal y, a la par, apocalíptico laboratorio para crear nuevos artilugios o desarrollar otros que, aunque inventados anteriormente, precisaban del empujón final para hacerlos realidad. Unos lograron pasar la prueba mientras que otros quedaron en estado latente porque aún no estaba disponible la tecnología necesaria para sacarles el máximo partido. Otros fueron desechados, pero no por ser inútiles o estar mal concebidos, sino por la absurda mentalidad de los milites de la época, que muchas veces confundían el progreso con la cobardía. En cualquier caso, muchos de los vehículos que protagonizaron la 2ª Matanza Mundial ya estaban inventados décadas antes a pesar de que algunos piensen que en su día fueron de lo más novedosos. De hecho, la realidad es que bastantes de ellos habían sido incluso rechazados ante evidentes muestras de cachondeo por parte de los gerifaltes de turno que, en vez de ver la posible utilidad de los diseños, preferían dárselas de listos y, encima, cachondearse del inventor impunemente, gesto propio de inopes mentales que, de ese modo, pretenden ocultar sus carencias intelectuales. Así pues, dedicaremos esta entrada a dar cuenta de algunos vehículos curiosos que puede que a más de uno le sorprendan, y dicho esto, vamos al grano que para luego es tarde.

Northover-Harley Davidson machine gun carrier
Una imagen bastante emblemática de la 2ª Guerra Mundial son las magníficas BMW R75 o las Zündapp KS750 que la Wehrmacht paseó por medio planeta. Ya saben, esas potentes motos provistas de sidecar y armadas con una ametralladora que salen en los documentales haciendo virguerías sobre carreteras enfangadas hasta la trancas. Sin embargo, la idea de fabricar motos armadas ya venía de antes. El uso bélico de estas máquinas fue todo un hallazgo a raíz de la Gran Guerra. Eran manejables y rápidas, y resultaron enormemente eficaces como enlaces y vehículos de apoyo que valían para todo, incluyendo el transporte de heridos mediante un sidecar adaptado para alojar una camilla o incluso dos según mostramos en la foto del párrafo anterior. 

Reseña aparecida en el número de noviembre de
1914 de la revista Popular Mechanics a raíz de
su presentación en unas maniobras celebradas en
Fort Osborne
Pero lo de armarlas con una ametralladora fue idea de un probo canadiense, concretamente un sargento de la milicia nacional por nombre Northover. Este sujeto diseñó en 1908 una plataforma que, unida a una Harley-Davidson, permitía acudir con presteza a cualquier sitio donde fuera necesario aportar potencia de fuego, a bloquear carreteras o a actuar como escolta de columnas de camiones o tropas. Protegido por un escudo, el ametrallador podía abrir fuego bien desde la plataforma o bien instalándola sobre su trípode, el cual llevaban a bordo junto a la dotación de municiones. La idea fue copiada por todos los ejércitos en liza y, al cabo de los cuatro años que duró la escabechina, el uso de la motocicleta se extendió enormemente. Valga como ejemplo que los british (Dios maldiga a Nelson) usaron más de 48.000 motos, principalmente de las firmas BSA, Royal Enfield, Triumph y Phelon and Moore, que además sirvieron en países de la Commonwealth como Canadá y Australia y, por supuesto, sus aliados gabachos (Dios maldiga al enano corso). Los tedescos emplearon sus NSU mientras que los yankees, a pesar de su breve periplo bélico, llegaron a comprar más de 80.000 motos, especialmente de la marca Indian (50.000 unidades) y Harley-Davidson (20.000 unidades). Por cierto, el sargento Northover no llegó a patentar o comercializar la idea, así que hizo el primo de una forma gloriosa. 

También se convirtieron en unos eficientes medios de transporte durante la 2ª Masacre Planetaria los vehículos anfibios, que permitían cruzar caudalosos ríos sin necesidad de mojarse o incluso de ahogarse heroicamente. Todos conocemos los Shwimmwagen o los Ford GPA anfibios, pero si alguien piensa que eso de los híbridos entre automóvil y galeras eran un invento de esa época se equivocan. En junio de 1907, un ingenioso gabacho llamado Jules Julien Ravaillier presentó el que sería uno de los primeros vehículos anfibios ideados para uso militar. El chisme en cuestión podemos verlo a la derecha paseándose como un automóvil normal y corriente, entrando en el agua y navegando bonitamente como los vehículos de este tipo que se vieron en la siguiente guerra. El casco estaba formado por una carrocería estanca de acero montada sobre un chasis de automóvil. Las ruedas eran unos discos de acero rodeados de unas gomas de caucho macizo, actuando como timón el tren delantero al girar el volante, o sea, el mismo sistema de los anfibios de la 2ª Guerra Mundial. La transmisión de cadena que movía el tren trasero podemos verla en la foto superior. Para navegar bastaba con accionar una palanca que derivaba la transmisión a una hélice, desarrollando una velocidad de 35 km/h en seco y 9 km/h en mojado. El motor era un Gontailler de 4 cilindros que generaban una potencia de 20 hp. Además, estaba equipado con un cabestrante y un cable de arrastre para, caso de no poder salir del agua por estar la orilla embarrada, engancharlo a cualquier sitio y tirar de sí mismo. También llevaba a bordo una sirena para hacerse oír bien y por supuesto, unos remos por si se calaba y no había forma de arrancarlo ya que el inventor pudo constatar que bajarse en mitad de un río para empujarlo era asaz complicado y bastante peligroso.

El Waterland I navegando por el río Hudson
Como hemos visto en las fotos, el Ravaillier era totalmente operativo, y las pruebas que se efectuaron en su presentación en Versalles y navegando por el Sena no dejaron lugar a dudas acerca de su buen funcionamiento. Sin embargo como está mandado, los militares dijeron que sí, que muy chulo, pero que aquello no dejaba de ser un mero juguete para hacer el gamba y sorprender a los cuñados, y que carecía totalmente de utilidad militar. Una vez más estuvieron sembrados. O sea, que el canot-voiture-automobile (canoa-coche-automóvil según era denominado en origen) no servía más que para darse paseos fluviales sin necesidad de tener que adquirir un coche y una barca. No obstante, un yankee por nombre George Carter le compró a Ravaillier los derechos para patentarlo en los Estados Unidos, presentando el vehículo con algunas mejoras bajo el nombre de Waterland  I  (Aguatierra), e incluso se patentó otro anfibio con un diseño más propio de un vehículo de uso civil en diciembre de aquel mismo año, pero tuvo menos éxito que un político recitando sin equivocarse la tabla de multiplicar del 1. En fin, otro invento tomado a broma que, como años más tarde se vio, no solo no era un juguete sino una versátil y eficaz máquina bélica. 

En otros casos no hizo falta inventar nada, sino adaptar algo que ya había a las necesidades del momento. Ese fue el caso del chisme que vemos a la derecha, un autobús londinense reformado como palomar. Sí, uno de sus emblemáticos autobuses de dos pisos, concretamente un L.G.O.C (London General Omnibus Company) tipo B, unos vehículos que entraron en servicio en 1911 con una capacidad para 34 probos londinenses sentados y todos los que cupieran de pie. A raíz de la necesidad de vehículos para transporte de tropas se enviaron 900 de estos autobuses al frente, de los cuales se adaptaron una serie de unidades como palomares móviles. Como ya sabemos, estos plumíferos fueron ampliamente utilizados para llevar y traer mensajes. En una época en que las comunicaciones eran un tanto deficientes y no había forma de crear grupos del "wasa" ese o como se llame, pues no quedaba más remedio que emplear palomas mensajeras. Ojo, que las palomas han estado militarizadas hasta hace pocos años. En España en concreto lo estuvieron hasta 2010, dependiendo del arma de Ingenieros su control, censo y tenencia hasta que, finalmente, fueron desmilitarizadas y pasaron a ser un mero divertimento o deporte. Y que nadie piense que las palomas mensajeras estaban más obsoletas que un orinal de loza cartujana, porque para el desembarco de Normandía se dispuso un cuarto de millón de bichos de estos para poder mandar mensajes ya que se ordenó un férreo silencio de radio no fuera que los tedescos interceptaran las emisiones y se descubriera el pastel.

Supongo que muchos recordarán los SdKfz 251 tedescos o los M-3 yankees que fueron tan polivalentes. Bueno, pues también estaban más que inventados por aquellas fechas. Ahí donde lo ven, ese chisme tan raro de la derecha podría haber sido el primer vehículo semi-oruga en servicio. Se trata del tractor Lefebvre que, como no, tampoco tuvo éxito a pesar de ajustarse a lo requerimientos del ejército francés, que buscaba un tractor para artillería conforme a los tiempos modernos, que eso de acarrear de los cañones con tiros de caballos estaba quedándose un poco anticuado. Originariamente estaba concebido para uso agrícola. Su diseñador se inspiró en el Holt, un vehículo sobre orugas yankee, pero la originalidad de Lefebvre radicaba en que, además de las orugas, tenía ruedas en la parte trasera para circular con más facilidad en carretera. Cuando se salía de la misma para moverse campo a través se hacía bajar el sistema de orugas que iban instaladas en un bastidor y que el conductor podía accionar desde su puesto. Para aumentar la tracción en caso de moverse por terrenos sueltos, empinados o enfangados tenía en la parte trasera un cajón para lastre. En julio de 1914 el ejército empezó a considerar su validez como tractor artillero, pero el estallido de la guerra un mes más tarde hizo que este vehículo quedara relegado al olvido cuando, posiblemente, hubiese sido extremadamente útil a la vista de los terrenos en los que se tuvo que mover la artillería. 

Tractor Holt tirando de un obús de 8 pulgadas
Los british fueron más listos, porque nada más estallar la guerra empezaron a estudiar la posibilidad de adquirir precisamente los tractores en que se inspiró Lefebvre, los Holt. Estos vehículos ya habían sido importados a Europa para uso agrícola, concretamente los de 75 hp que habían sido puestos en el mercado en 1913. Estos vehículos, que en su día fueron de los primeros de ese tipo en olvidarse del vapor como fuente motriz, usaban un motor de gasolina que les permitía alcanzar una velocidad de 8 km/h. sin carga y 3 km/h tirando de una pieza de artillería. Los primeros ejemplares fueron suministrados en enero de 1915, y fueron destinados inicialmente a tirar de los obuses de 6 pulgadas y los cañones de 60 libras. 

Un Holt de 75 hp en un campo de pruebas del ejército yankee. Al parecer,
se acorazó uno de estos tractores para usarlo como carro de combate,
pero la idea no prosperó
Como curiosidad extremadamente curiosa para chafar al cuñado odioso, estos tractores eran denominados por las tropas como Cats, pero no porque se parecieran a un gato, sino porque era el acrónimo de Caterpillar Tractors. Al parecer, lo de caterpillar (oruga) surgió de un comentario que hizo un fotógrafo de la empresa al ver como uno de los primeros tractores se abría paso por un terreno accidentado, como si de una oruga se tratase. Al dueño, Benjamin Holt, le hizo gracia el palabro y lo registró en 1910. Unos 2.000 tractores de 75 hp fueron adquiridos por la Royal Artillery durante todo el conflicto, dando excelentes resultados a pesar de que su sistema de cadenas no era precisamente lo más idóneo para circular por carretera. También se compraron 698 unidades de 120 hp para artillería pesada y 63 de 60 hp para artillería ligera y transporte de municiones. Ante el buen resultado obtenido, dos ejemplares de 75 hp fueron enviados a Túnez para ser probados por los gabachos, pero estos se siguieron resistiendo a adoptar este tipo de vehículos. O sea, una gilipollez similar a la de los pantalones rojos. 

Bueno, vale por hoy, que está lloviendo y no quiero perderme el espectáculo, que hace mogollón de tiempo que estamos más resecos que la mojama. Además, es hora de merendar y eso es sagrado, de modo que ya seguiremos.

Hale he dicho

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