jueves, 25 de enero de 2018

El PILUM, evolución y tipologías. El PILUM republicano


Probos ciudadanos recreacionistas marchando con sus respectivos PILA. La forma de portarlos está basada en las
numerosas representaciones gráficas de la época.

HASTATVS de una legión manipular, los primeros
en usar el PILVM tal como lo conocemos
Hace ya dos años, y me deja totalmente espantado comprobar que el tiempo, más que volar pasa a la velocidad de la luz, se publicaron un par de entradas acerca del origen de esta emblemática lanza, así como su supuesta capacidad para doblarse al impactar con los escudos enemigos para inutilizarlos y, por ende, dejar indefensos a sus dueños ante las cuchilladas propinadas por los belicosos romanos con sus gladios. Así pues, ya va siendo hora de dar cuenta con pelos y señales de los PILA en sí mismos, así como de las modificaciones que fueron sufriendo a lo largo de su longeva vida operativa. Porque, aunque puede que muchos piensen que este tipo de lanza permaneció básicamente inalterable desde su adopción por el ejército romano a mediados del siglo III a.C., la realidad es que actualmente se pueden diferenciar no pocas tipologías con características muy concretas e incluso dispares entre ellas. No obstante, no debemos confundir el concepto de PILVM tal como lo conocemos con el que dan algunos autores clásicos cuyas descripciones no casan con el mismo o, simplemente, carecen de concreción aún siendo contemporáneos a los albores de estas armas.

Un ejemplo lo tenemos en Polibio de Megápolis, que en el Libro VI (23.9–11) de sus "Historias", al enumerar el equipo de los HASTATI detalla que estos usaban dos jabalinas que describe de la siguiente forma:


"Hay dos clases de venablos, los delgados y los gruesos. De los pesados, unos son redondos y tienen un diámetro de un palmo. Otros tienen una sección cuadrangular de un palmo de lado (se entiende que se refiere a la base de la moharra, donde se une con el asta) .[...] Todos estos venablos tienen un asta que mide aproximadamente tres codos; a cada uno se le ajusta un hierro en forma de anzuelo de la misma longitud que el asta. Su inserción y su uso viene tan asegurado por el hecho de ir atado hasta media asta y fijado por tal cantidad de clavos que, en el combate, antes de que ceda la juntura se rompe el hierro, aunque este, en su base, por donde se implanta en la madera, tiene el grosor de un dedo y medio; tal es el cuidado que ponen los romanos en esta inserción."
PILA de un grupo de probos ciudadanos
recreacionistas. En primer término aparece el
HASTILE del OPTIO, que es ese bastón rematado
con una bola usado para mantener las alineaciones
Bien, lo que describe Polibio sería la lanza de un HASTATVS, si bien de una forma un tanto ambigua y nada clara. Nos dice que el diámetro o la sección de la espiga, ya sea circular o cuadrangular, es de un palmo. El palmo griego o παλαιστή (palaisté) era la anchura de la mano sin contar con el dedo pulgar, lo que equivalía a 8 cm. y el diámetro del hierro en su inserción con el asta de 1,5 δάκτιλος (dáctilos,dedos), que equivalen a 44 mm. En cuanto al codo, no especifica cuál ya que los griegos usaban dos: el ρήχυς (péchys), que incluía tanto el antebrazo como la mano con los dedos extendidos y que equivalía a 46 cm., y el πυγμή (pygmé), que solo contaba hasta la base de los dedos y medía 36 cm. Por lo tanto, el asta que menciona Polibio medía entre 138 y 108 cm. a los que hay que sumar otro tanto igual ya que afirmaba que el hierro era de la misma medida, por lo que tendríamos un PILVM de entre 276 y 216 cm. de longitud que, en el primer caso, sería excesivo, así que debemos suponer que el codo que emplea en esta ocasión es el más corto. Por último, mencionar el detalle de la gran cantidad de clavos que usaban para fijar el hierro al asta, dato que sabemos sobradamente que es erróneo. En resumen, no es precisamente una descripción lo suficientemente precisa como para imaginar el aspecto real del arma.

En todo caso, y descripciones aparte, la primera referencia a esta lanza nos la da Tito Livio en su obra AD VRBE CONDITA (Desde la Fundación de la Ciudad), unos anales de Roma en cuyo Libro X dice, refiriéndose al ejército romano en el contexto de la Tercera Guerra Samnita (198-190 a.C.), que "su PILVM era una especie de dardo que hería más fuertemente y alcanzaba más que una jabalina", pero no se molestó en explicarnos su aspecto si bien podemos dar por hecho que estaría en uso desde unos años antes y que sus lectores lo conocían sobradamente. Sea como fuere y ante la ausencia de datos más concretos acerca de su implantación en el ejército romano, no tenemos más opción que comenzar por los ejemplares más antiguos que han llegado a nosotros. Se trata de 60 piezas de las que, obviamente, solo quedan los hierros, hallados en Talamone, en la actual Toscana, procedentes al parecer de una ofrenda votiva en algún templo actualmente desaparecido como agradecimiento a los dioses por haberles otorgado la victoria en la batalla de Telamon, librada en 225 a.C. contra un ejército procedente de la Galia Cisalpina.


En la ilustración de la derecha hemos recreado tres ejemplares que podemos considerar como las más representativas de esta tipología que, como está mandado, es denominada conforme al lugar donde aparecieron y por sus dimensiones corresponderían aproximadamente al tipo pesado que antes nos describió Polibio. Se trata de PILA de un aspecto y construcción bastante rudimentarios si los comparamos con los alto imperiales que, por lo general, suelen ser los más conocidos. Estaban formados por un asta de unos 140 cm. de largo- corresponderían a los 3 ρήχυς (codos) citados por Polibio- fabricada de fresno o, caso de no disponer de esa variedad de madera, avellano, sauce, álamo o aliso. Su morfología es ya la habitual en este tipo de lanzas, con su ensanchamiento en un extremo para engarzar el hierro y rematadas con un regatón cónico. El asta tendría un tramo encordado para facilitar el agarre, especialmente a la hora de arrojarlo, en caso de tener las manos mojadas o impregnadas de sudor o de sangre. En lo referente a los hierros, su longitud oscilaba entre los 27 y los 32,5 cm incluyendo la espiga y la punta, que en esta tipología no tenía la forma prismática que todos conocemos, sino de sección lenticular y barbadas para dificultar su extracción, lo que corrobora que, desde sus inicios, esta lanza estaba concebida para penetrar en los escudos enemigos y, a ser posible, en el cuerpo de los mismos gracias a su gran poder de penetración. 


A la derecha podemos ver con más detalle el que sería el modelo más representativo del tipo Talamone, que corresponde con el que vemos en el centro de la ilustración anterior. Según podemos apreciar, la sección del vástago es cuadrangular, mucho más fácil de elaborar que si fuera redonda. La espiga de esta tipología oscilaba entre los 75 y los 95 mm. de largo por 40 o 50 de ancho, y contaban con dos orificios, generalmente cuadrados, para unir el hierro al asta mediante remaches pasantes. Las longitud de las puntas variaban desde los 35 a los 45 mm. Pero lo más significativo son las dos pestañas que emergían de la espiga, vueltas una a cada lado, con la finalidad de reforzar la unión entre el asta y el hierro que, con el uso, desgastaría lógicamente la madera dando lugar a holguras. Estas podían solucionarse introduciendo pequeñas cuñas de hierro para reajustar el conjunto que, además, se vería sometido a constantes desajustes debido a la humedad ambiental y/o la temperatura. El eximio Peter Connolly, al que debemos infinidad de datos acerca del material empleado por el ejército romano, hizo una réplica de este tipo de PILVM que dio un peso total de 1.280 gramos, de los que 265 correspondían a las partes metálicas. En las pruebas que se llevaron a cabo con la misma se pudo corroborar el elevado poder de penetración de estas armas que, a una distancia de 5 metros, eran capaces de perforar un tablón de pino de 3 cm. de grosor. Su alcance máximo oscilaba por los 30 metros, distancia que lógicamente variaría en base a la fuerza y destreza del lanzador.


De una fecha ligeramente posterior tenemos el tipo Šmihel, el cual se subdivide en tres categorías bien diferenciadas. Estas datan de finales del siglo III a inicios del II a.C., y proceden de la zona homónima situada en el municipio de Nova Gorina, al oeste de Eslovenia. La primera casa de forma bastante aproximada con la descripción que da Polibio en el Libro VI (22.4) de sus "Historias", donde comenta que "el asta mide alrededor de dos ρήχυς ( codos, 92 cm.) de largo, y tiene un grosor de un δάκτιλος (dedo, 22 mm.). Su cabeza está martilleada a lo largo para darle una punta tan fina que, necesariamente, se doblará al primer impacto, y el enemigo no podrá devolverlo. Si no fuera así, la lanza sería utilizable por ambos bandos". Esta tipología, que podemos ver a la derecha, se corresponde con el PILVM ligero usado por los HASTATI y los PRINCIPIS si bien algunos estos ejemplares tienen la peculiaridad de que en el hierro llevan un aro, seguramente para introducir en los mismos estopa o cualquier otro material combustible que, empapado con brea o aceite, serían susceptibles de ser empleados como armas incendiarias. Como podemos ver, estos aguzados hierros se insertan en el asta mediante un cubo de engarce simplemente a presión, y por su forma debían ser terriblemente eficaces a la hora de perforar las defensas enemigas. Connolly fabricó una réplica que dio un peso total de 230 gramos de los que 90 pertenecían a los hierros, es decir, la moharra y el regatón. Como vemos, eran unas armas extremadamente livianas con las que un buen lanzador podía alcanzar notables distancias antes de llegar al contacto con los enemigos. En cuanto a las medidas de los ejemplares hallados, oscilan entre los 20 y los 38 cm. de largo, y el diámetro de los cubos de engarce ciertamente coinciden con el dedo que menciona Polibio ya que se sitúan entre los 15 y los 21 mm. de diámetro.

La segunda categoría dentro del tipo Šmihel se asemeja bastante a la Talamone, si bien tiene unas características propias que nos permiten diferenciarlo perfectamente. Como nexo común tienen su corta longitud, de entre 22 y 28 cm., y el mismo aspecto rechoncho, con su vástago de sección cuadrangular y las puntas barbadas de sección lenticular como los que vimos inicialmente. Sin embargo, los del tipo Šmihel tienen una serie de diferencias en las espigas. En el ejemplar de la izquierda vemos una de ellas, consistente en una longitud más reducida de entre 66 y 78 mm. por unos 45 de ancho. Pero los más significativos son los que muestran una espiga lobulada como el de la derecha, cuya finalidad era doblarlas en sentido opuesto formando unas pestañas de refuerzo parecidas a las del tipo Talamonte que vimos antes, pero en este caso no son de una sola pieza, sino dos. Cabe suponer que el bloqueo del hierro en el asta era notablemente superior, más sólido y menos proclive a adquirir holguras ya que, en este caso, la tensión se repartía por partes iguales en todas direcciones. En cuanto al asta, su morfología debía ser básicamente similar a la de los demás tipos que hemos visto hasta ahora. La reconstrucción que llevó a cabo Peter Connolly de este tipo de PILVM pesado alcanzó una masa de 1.380 gramos, de los que 340 pertenecían a los hierros.


Dentro de esta misma tipología se han hallado piezas con las espigas igualmente lobuladas, pero más estrechas y largas, y con el vástago del hierro de sección circular. En el caso que nos ocupa, que podemos ver en el gráfico de la derecha, las medidas de las espigas oscilan entre los 63 y los 81 mm. de largo por 37-39 de ancho. La longitud total del hierro iba desde los 32 a los 40 cm. Con todo, su característica más significativa son las pestañas invertidas por parejas que se pueden observar en la ilustración. De esta forma, cada pestaña miraba al lado opuesto de su pareja. En cuanto a las puntas por lo general son de menor tamaño, de sección lenticular y dotadas de una capacidad de perforación tanto o más notable que la de sus hermanas. De este modelo también se llevó a cabo la réplica correspondiente, saliendo una pieza de 1.110 gramos en total y de 250 los hierros, lo que lo hace un poco más ligero que el anterior.

En cuanto a la tercera categoría de este tipo, ya se asemeja más a la idea que solemos tener en el magín sobre la morfología del PILVM tanto en cuanto está provista de un hierro de mucha más longitud, si bien conserva todos los rasgos de los anteriores. Como podemos ver en el gráfico de la derecha, la espiga sigue siendo lobulada para, una vez encajada en la ranura del asta, doblar los extremos en sentidos opuestos. En este caso, sus dimensiones oscilan entre los 60 y 81 mm. de largo y entre 39 y 48 de ancho una vez dobladas las pestañas. La longitud del hierro va desde los 33,5 hasta los 57 cm., que ya es un tamaño ostensiblemente mayor que lo visto hasta ahora. Además, los vástagos son de sección circular y las puntas, también muy pequeñas, carecen de barbas y pueden ser de sección lenticular o cruciforme.



Gran parte, por no decir prácticamente todos los ejemplares hallados de este sub-tipo han aparecido con los vástagos doblados, no habiéndose podido dirimir si se debía al uso en combate o bien por algún tipo de ritual mortuorio similar al efectuado con los SOLIFERREA iberos que, como sabemos, aparecían en los ajuares funerarios totalmente retorcidos para impedir o, mejor dicho, quitar las ganas a posibles expoliadores de saquear la tumba. En lo que a mí respecta, me inclino a pensar que los daños mencionados debían ser consecuencia de su uso en combate ya que los romanos no tenían costumbre de inutilizar las armas de los ajuares ni creo que el armamento de la tropa que palmaba heroicamente en combate fuese a acompañar al difunto a su postrera morada ya que pasaría a los almacenes de su unidad, como era costumbre en ellos. Debemos tener en cuenta que los romanos, aparte de ser enormemente pragmáticos, tenían muy claro el costo que suponía la manufactura de las armas, y más cuando este pasó a depender del estado. Según diversos ensayos efectuados con las herramientas y los medios de la época se ha llegado a la conclusión de que para fabricar un solo PILVM era necesario invertir diez horas y media de trabajo con la intervención de un herrero y un ayudante, precisando para el proceso de forja alrededor de 13,5 kilos de carbón. Añadiendo la cantidad de hierro, del que se perdía un 20% durante dicho proceso de forjado, resulta que para armar una legión de 5.000 hombres con un solo PILVM por cabeza se requerían unas 67,5 toneladas de carbón, 4,4 toneladas de hierro en bruto que tras el proceso de manufactura se quedaban en 3,8 toneladas, más 5.000 ramas de las dimensiones adecuadas para fabricar las astas. Como vemos, no era plan de ir doblando hierros para dejarlos junto al muerto que, aparte de no necesitarlo para nada, casi siempre era incinerado con sus heroicos camaradas para que las alimañas no devorasen sus cadáveres de probos ciudadanos.



Hacia finales del siglo II y las postrimerías de la República surgieron un par de tipologías más cuyos ejemplares más notables han sido hallados en España. De forma generalizada, la morfología del hierro se alarga ostensiblemente y las espigas se hacen más pequeñas. Así mismo, el largo vástago se forja con sección circular y están rematadas por puntas en forma de aguzados prismas cuadrangulares. Así mismo, los regatones se hacen más largos, embutidos en el asta a presión y generalmente asegurados con un clavo o un remache pasante. Estas características son las que reúne el ejemplar que vemos a la izquierda del gráfico, que corresponde a uno hallado en Renieblas (Soria), y está datado hacia mediados del siglo II a.C. El de la derecha pertenece a una recreación de la tipología más avanzada de este período, concretamente la que comprende piezas halladas en Caminreal (Teruel), Valencia y Osuna (Sevilla), población esta última que fue testigo en sus cercanías de uno de los violentos cambios de impresiones entre las tropas de César y Pompeyo durante la guerra civil, concretamente la batalla de Munda. Lo más significativo de esta tipología es, aparte de sus más de 70 cm. de longitud, la espiga, que se torna estrecha y más larga que las de sus antecesores. En los dos modelos presentados vemos que se habían suprimido la forma lobulada que permitía doblar los bordes para asegurar el hierro al asta, pero en el tipo de Caminreal se optó por una elaboración más concienzuda y práctica, ya que la espiga está forjada con forma de H que permitiría encajarla perfectamente a la ranura del asta. Además, en los ejemplares que se han hallado y que conservan aún los remaches de fijación, se ha podido comprobar que estos estaban provistos de arandelas de forma cuadrangular para ejercer una mayor presión en la madera e impedir que el uso abocardase el orificio. Finalmente, conviene señalar que estas tipologías dieron lugar a los PILA más pesados fabricados hasta el momento ya que una reproducción del Renieblas, más pequeño que los del Caminreal y Osuna, dio un peso de 1.710 gramos de los que 660 eran de los hierros.


La teoría del PILVM que se doblaba al impactar aún desata encendidos
debates. ¿Era un efecto calculado o se debía simplemente a la pésima
calidad del forjado?
Antes de concluir quisiera hacer hincapié en lo referente a la evolución de las puntas, desde las barbadas de sección lenticular primitivas a las piramidales de los tipos que surgieron en las postrimerías de la República. Algunos autores defienden la teoría de que dicho cambio se debió principalmente a la necesidad de potenciar la capacidad de penetración de estas armas debido a que, al enfrentarse romanos contra romanos a raíz de las guerras civiles su, en teoría, mejor armamento defensivo obligaba a ello. En mi opinión, esta teoría carece por completo de solidez ya que fueron precisamente los romanos los que adoptaron el armamento defensivo- y el ofensivo también- de otros pueblos, en este caso de los celtas. Estos belicosos ciudadanos fueron los creadores de los yelmos que dieron lugar a las GALEAS romanas, sus escudos fueron copiados y posteriormente modificados conforme a sus necesidades tácticas, y hasta las cotas de malla que equipaban a los legionarios de la época que nos ocupa las tomaron de ellos. 


Réplica de una punta piramidal, muy idónea para
traspasar mallas y el contrachapado con que se
fabricaban los escudos
O sea, que antes de que Sila y Mario se dedicaran a odiarse como si fuesen cuñados las tropas romanas se las veían con enemigos tan bien armados como ellos, y si lograban la victoria era por su disciplina,su preparación militar y su despliegue táctico en el campo de batalla. Pero a nivel de calidad de las armas, podemos decir que el mismo trabajo costaba atravesar un escudo celta que uno romano y, de hecho, en muchas ocasiones el mismo armamento que ellos mismos copiaban era de inferior calidad a los originales, como ocurría con los gladios, o se veían superados por la brutal contundencia de armas como las falcatas iberas. Colijo pues que esta teoría proviene del enésimo prejuicio basado en imágenes como la que ilustra este párrafo, en la que vemos guerreros celtas semi-desnudos o incluso en cueros vivos que dan la impresión de que todos iban así, y que lógicamente no era lo mismo atravesar la barriga de uno de estos sujetos que las de un ciudadano romano protegido por la camisa de malla y el SVBARMALIS que vestía debajo de la misma. En resumen, a mi modo de ver la adopción de las puntas piramidales fue debida a la necesidad de mejorar las prestaciones del PILVM contra cualquier enemigo en general y no solo para luchar entre ellos. Puede que alguno se pregunte que por qué motivo no hicieron lo mismo los germanos, celtas, etc. con sus lanzas, pero la cuestión es que ellos no les daban el mismo uso táctico, por lo que sus moharras lanceoladas eran consideradas como más adecuadas a su forma de combatir.



En fin, estas son las principales tipologías del período republicano, y decimos principales porque se ha omitido alguna que otra como la Entremont o la Éfira las cuales son básicamente iguales a la Talamone, y sus ínfimas diferencias se deben más bien a técnicas locales a la hora de fabricarlos que a modificaciones en su diseño. Con los mostrados podemos tener una panorámica bastante completa de los PILA usados desde su introducción en el ejército romano hasta el advenimiento del principado con Octavio Augusto. En una próxima entrada, que espero no tarde otros dos años, veremos las tipologías correspondientes al período imperial, de donde proceden los PILA más conocidos por todos y, naturalmente, por los cuñados devoradores del Canal Historia, donde en 40 minutos pueden ver 36 veces el mismo recopilatorio de "el pilum, la lanza asesina de los romanos" en manos de un probo ciudadano recreacionista jugando a legionario de fin de semana.


Hale, he dicho

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PILVM plomado correspondiente de la época imperial. Ya hablaremos de estos eficaces espetones de ciudadanos

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