domingo, 18 de febrero de 2018

Naujocks, o cómo una "fake new" conduce a una guerra




De un tiempo a esta parte el término "fake news", noticias falsas, se ha hecho extremadamente popular. Concretamente, a raíz de la elección como presidente de los yankees del nefando Trump, que a diario sale en los noticieros protagonizando cualquier chorrada que no tiene la más mínima relevancia y, menos aún, relación con su acción de gobierno. Se ha acusado al taimado Putin, que para eso fue agente del KGB, de estar detrás de la propalación de falsas noticias para desestabilizar a Occidente gracias a ingeniosos hackers capaces de meterse en todas partes y, por ende, manipular a la voluble opinión pública gracias a las redes sociales que parecen dirigir la vida del personal como si de autómatas se tratase, convirtiendo en "viral" (odio profundamente ese término) o en "trending topic" (ese lo odio aún más) cualquier cosa que sea útil para sus intereses políticos y/o económicos.

Portada del New York Journal informando de la voladura del Maine. Como
se puede ver, incluso se ofreció una recompensa de 50.000 dólares a quien
facilitara la captura de los saboteadores
En realidad, eso de propalar noticias falsas para manipular la opinión o incluso las fobias de los ciudadanos es más antiguo que la tos solo que, a medida que los medios de comunicación han ganado en capacidad de difusión y velocidad, la propalación de bulos se ha hecho más eficaz. Una "fake new" de esas la sufrimos los españoles en nuestras propias carnes a raíz de la voladura del USS Maine en el puerto de La Habana en febrero de 1898, noticia esta que, debidamente adobada por el alevoso magnate de la prensa William Randolph Hearst con su proclama "¡Recordad al Maine, al infierno con España!", significó la pérdida de nuestros últimos territorios de Ultramar. En ese momento, ningún yankee pareció recordar que debía en gran parte su independencia de los british (Dios maldiga a Nelson, y de paso también a Hearst) a la ayuda española pero, al cabo, no dejaban de ser ingratos anglosajones originarios de la misma raza de piratas. Ya vemos pues como una noticia falsa debidamente manipulada puede mover el mapa mundi y cambiar la faz de la Tierra, y más en el caso de la entrada de hoy, en la que veremos como un tipo pendenciero y taimado llevó a cabo la provocación que permitió crear la que quizás fuese la más nefasta "fake new" de la historia, el ataque a la estación de radio de Gleiwitz que dio pie a la 2ª Guerra Mundial.

Danzig en 1939. Seis años más tarde no la reconocería ni su padre
Todos hemos oído hablar cienes de veces de Danzig, una ciudad a orillas del Báltico que, desde el término de la Gran Guerra y el posterior desguazamiento territorial de Alemania tras la firma del Tratado de Versalles, en 1920 se había convertido en una ciudad libre autónoma bajo la tutela de la Sociedad de Naciones y el protectorado de Polonia. Es de común creencia que los tedescos invadieron la población sin más, debido al empeño por parte del ciudadano Adolf de unir Alemania con Prusia Oriental, cuyo territorio había quedado separado del resto del país para facilitar a Polonia una salida al mar. Sin embargo, lo que en apariencia fue un abuso por parte de Alemania, que es como ha pasado a la historia, no fue sino el punto final a una larga serie de reclamaciones por parte de los tedescos para, simplemente, establecer una línea férrea y una carretera que permitiera unir la parte segregada de su territorio, a lo que los polacos siempre se negaron con bastante vehemencia, cuando no con amenazas incluso de guerra.

Así estaba el patio desde 1920
De hecho, a finales de los años 30 alrededor de un 90% de la población de Danzig era de origen alemán y se expresaban en lengua alemana, por lo que los tedescos ofrecieron llevar a cabo un referéndum para que la ciudadanía eligiera si prefería seguir bajo el protectorado polaco o bien unirse a Alemania. Las condiciones eran que, de ser afirmativo, Alemania garantizaría una vía de comunicación extraterritorial a Polonia hasta el puerto de Gdingen para no ver cerrada su salida al mar. En caso contrario, Polonia debería permitir las  varias veces reclamadas vía férrea y carretera para comunicarse con Prusia Oriental. Sin embargo, en marzo de 1939 los polacos optaron por ponerse chulos llegando incluso a convocar una movilización general, dando por sentado que el ciudadano Adolf no se atrevería a atacarles para recuperar Danzig. Además, confiados en que Alemania no tenía un ejército capaz de hacerles frente tras las limitaciones impuestas por el Tratado de Versalles, no se privaron de chulear bonitamente a los tedescos lanzando amenazadoras proclamas y promoviendo mítines en los que los oradores ponían a caldo a sus irreconciliables vecinos, jurando que, igual que los teutones habían sido derrotados en Grünwald (nombre polaco de Tannenberg) por un ejército aliado de lituanos y polacos en 1410, ellos derrotarían a la Wehrmacht en el Grünwald de Berlín. Es más, los polacos estaban firmemente convencidos de que serían ellos los que, caso de estallar las hostilidades, llevarían la iniciativa desde el primer momento, invadiendo territorio alemán y que en pocos días tomarían Berlín. Es evidente que vivían en una realidad paralela o que, simplemente, estaban en babia.

Ignacy Mosciki (1867-1946), presidente de
Polonia al comienzo de la contienda
Por otro lado, la tensión política iba calentando los ánimos peligrosamente, traspasando los muros de las cancillerías para llegar al pueblo en forma de agresiones por parte de la población polaca a los ciudadanos de origen alemán. Arropados por la indiferencia de las autoridades fueron asaltadas casas de cultura y empresas propiedad de alemanes, y el gobierno polaco llegó a cerrar 300 escuelas situadas en zonas de mayoría racial alemana. Así pues, como vemos, esa imagen de una Polonia indefensa ante la formidable maquinaria bélica alemana es el enésimo camelo que ha trascendido y que poca gente conoce cuando, en realidad, figura en todos los libros de historia. Lo malo es que el personal suele tener la tendencia a creerse a pie juntillas lo que dicen sus cuñados porque ven muchos documentales y no se preocupan de corroborar la información o, simplemente, dan por cierto lo que la mayoría dice. En resumidas cuentas y por no alargar más esta introducción, los polacos se limitaron a seguir el juego al ciudadano Adolf que, ya en agosto de 1939, tenía firmado y sobre la mesa el Fall Weiß ( Caso Blanco o Plan Blanco) diseñado por el OKW para invadir Polonia. En todo caso, en la red hay información sobrada sobre este asunto para el que quiera ilustrarse más a fondo sobre los acontecimientos que acabaron desencadenando la mayor guerra conocida. 

De izda. a dcha. vemos a Von Ribbentrop, al padrecito Iósif
y a Viacheslav Mijáilovich Mólotov, incombustible ministro
de Asuntos Exteriores en activo hasta 1957
Bien, así estaba el patio en agosto de 1939, cuando a las 15:00 horas del 25 de ese mes y tras dar por hecho que las conversaciones entre Inglaterra y Alemania para evitar la guerra se consideraron como rotas, el ciudadano Adolf dio la orden de comenzar la invasión de Polonia a las 04:30 horas del día siguiente. Sin embargo, la firma aquel mismo día del pacto de defensa común entre Polonia y Gran Bretaña hizo que Hitler detuviese el ataque, pensando además que la firma dos días antes del pacto de no agresión con el padrecito Iósif daría que pensar a las potencias occidentales. Pero bastaron pocas horas para darse cuenta de que ya no había nada que pensar, y que los british no se habían molestado en intentar hacer cambiar de opinión a los polacos para alcanzar un acuerdo, así que la suerte estaba echada. Pero, aparte de los dimes y diretes diplomáticos, los militares tenían ya previstos todos los pormenores para acabar con Polonia desde hacía bastante tiempo, y las SS también tenían preparada la farsa que, sumada a las absurdas provocaciones llevadas a cabo por los polacos a lo largo de aquel año, daría de cara a la opinión pública mundial la justificación necesaria para la invasión que estaba a punto de iniciarse. De hecho, solo tenían que recibir la orden de Hitler para ejecutar el denominado Plan Himmler, tras el que toda la maquinaria tedesca iniciaría la invasión en un periquete ya que desde el día 25 estaban en estado de máxima alerta ocupando sus posiciones de partida junto a la frontera polaca.

Aspecto de la estación de Gleiwitz antes de la guerra. Construida entre 1934
y 1935 por la compañía Lorenz con mano de obra de la Siemens y la
Telefunken, actualmente solo subsiste una de sus torres que, con sus 110,7
metros de altura, es la estructura de madera más alta de Europa. La apodan
como la Torre Eiffel de Silesia
El Plan Himmler había sido urdido de cabo a rabo por el tenebroso cerebro de Heydrich con la colaboración de su maquiavélico protegido, el siniestro jefe de la Gestapo Heinrich Müller. Como no podía ser menos, era de una simpleza rotunda, pero al mismo tiempo de una infalibilidad incuestionable. Básicamente consistía en simular una serie de ataques por parte de supuestas tropas polacas a un puesto forestal, edificios aduaneros y, el más importante, a la estación de radio de Gleiwitz, situada a apenas 6 kilómetros de la frontera. Una vez "ocupada" la estación emitirían un mensaje diciendo cosas muy desagradables contra los bondadosos alemanes que, hasta el último momento, habían intentado por todos los medios lograr una solución pacífica al espinoso tema del Corredor de Danzig, lo cual era hasta cierto punto totalmente cierto como hemos visto. Esa intolerable agresión por parte de una potencia extranjera sería debidamente respondida por el Reich, llevando a cabo la preceptiva acción punitiva para alejar a los malvados enemigos de la frontera. Así de simple, así de chorra, pero así empezó la guerra.

Heydrich departiendo con el entonces SS-Untersturmführer
Naujocks en su despacho del SD de Munich
El elegido personalmente por Heydrich para llevar a cabo la operación era el SS-Sturmbannführer Alfred Naujocks, que en aquel momento estaba a punto de cumplir los 28 años (había nacido el 20 de septiembre de 1911 si bien otros dicen que en 1908). Afiliado a las SS desde 1931, desde sus comienzos en el partido se distinguió por su carácter violento y pendenciero, siendo bastante aficionado a participar en las sonadas broncas que solían tener lugar en las cervecerías y los mítines de los partidos políticos. De hecho, un comunista le llegó a partir la nariz con una barra de hierro. No obstante, no era el típico cerril de cerebro cuadriculado sino que, por el contrario, era un sujeto ciertamente inteligente si bien no supo sacar provecho de sus capacidades intelectuales de cara a hacerse de una profesión de provecho en la vida civil, lo que hacía que muchos lo denominasen como un "gánster intelectual". Tipos así eran los predilectos de Heydrich: listos, bragados, audaces y, sobre todo, absolutamente leales. Tanto es así que en 1934, cuando el entonces SS-Brigadenführer Heydrich era jefe de la policía bávara y del SD,  lo había nombrado su ayudante. Así pues, ya vemos que el conocimiento de este personaje por parte de Heydrich era de años antes, lo que es perfectamente lógico ya que no iba a poner al frente de una operación tan delicada a cualquier cantamañanas.

Aspecto de la sala de la estación antes de la guerra
El Plan Himmler se había mantenido en el máximo secreto por razones obvias. Muy pocas personas dentro de las SS y el Abwehr estaban al tanto del mismo hasta que, a principios de agosto, Heydrich puso al corriente de todo a nuestro hombre. Inicialmente, la acción se llevaría a cabo posiblemente el día 25 si bien, como ya hemos visto, se abortó finalmente. Para ello, Naujocks debía reclutar a seis hombres fiables al 200% que, en teoría, serían los falsos polacos que atacarían la estación de radio. No hacían falta más porque en la misma solo habría algunos funcionarios civiles que, lógicamente, no ofrecerían la más mínima resistencia ante un grupo armado. Una vez tomado el control de la estación se emitiría un mensaje en polaco en plan bastante borde para, finalmente, dejar como testimonio de la agresión a una docena de prisioneros del campo de concentración de Dachau que previamente habrían sido vestidos con uniformes del ejército polaco, así como provistos de documentación del mismo todo ello facilitado por el Abwehr. Dichos prisioneros, denominados bajo el nombre en clave de "Konserve" (conservas, latas de comida, vaya...), serían apiolados antes de largarse de allí para que, una vez finiquitado el falso ataque, poder decir que los había liquidado una unidad de policía que se presentó en la estación para repeler el ataque y ser la prueba de que, en efecto, eran miembros del ejército polaco.

Franz Honiok
Pero, como ya comentamos anteriormente, la orden dada por el ciudadano Adolf para empezar la fiesta el 25 se pospuso, así que todo quedó a la espera mientras que las tropas desplazadas a las zonas fronterizas esperaban impacientes la hora de entrar en acción. Finalmente y en vista de que ni los british hacían nada por convencer a los polacos ni estos estaban por la labor de solucionar aquel asunto de forma pacífica pensando que podrían barrer del mapa a los tedescos, se decidió que la invasión comenzaría el día 1 de septiembre. Así pues, a mediodía del 31 de agosto Naujocks recibió una llamada personal de Heydrich en la que este se limitó a pronunciar una sola frase: "Grossmutter gestorben" (la abuela ha muerto). Esa era la autorización para iniciar la truculenta farsa. Inmediatamente, Naujocks llamó por teléfono a Müller para que dispusiera la entrega de los doce prisioneros que harían de polacos más los uniformes, documentación, etc., añadiéndose al grupo a un tal Franz Honiok, un solterón de 43 años detenido por la Gestapo el día 30 en Polomia, una pequeña aldea de la Alta Silesia alemana donde se había distinguido por su fervor antigermano. Honiok era un furibundo partidario de que toda la Alta Silesia fuera polaca, así que le echaron el guante y decidieron usarlo también como supuesto agresor ya que era notorio su odio a los tedescos.

Abrimos un breve paréntesis para comentar que la Alta Silesia había pertenecido a Alemania antes del desguace de 1918 pero, como ocurría con Danzig, gran parte de su población seguía queriendo retornar al seno patrio para gran cabreo de los polacos ya que, en este caso, se trataba de una zona industrial especialmente rica. De hecho, en 1920 se celebró un plebiscito que ganó la opción que quería la reunificación con Alemania, pero los aliados optaron por dividirla en dos, entregando a Polonia la zona oriental, más rica, y a Alemania la occidental, mucho más pobre. Por otro lado, el mismo gobierno polaco había promovido algaradas y agresiones contra la población partidaria de unirse a Alemania, así que volvemos a ver que Polonia no tuvo ni remotamente el rol de víctima inocente que siempre se le ha solido adjudicar. Dicho esto cerramos el paréntesis y proseguimos.

Micrófono y consola desde donde
Hornack emitió el mensaje
A las 20:00 horas, Naujocks llega con su pequeña pero audaz tropa a la estación de Gleiwitz más los doce polacos falsos y el tal Honiok, todos disfrazados y previamente drogados para que no dieran la murga. Entran en la sala de la estación donde solo había tres funcionarios que, como es lógico, se quedaron con la jeta a cuadros ante la visión de siete polacos cabreados pegando tiros. Tras rendirse en menos de 0,4 segundos fueron esposados y encerrados en un sótano. Tras la victoriosa ocupación de la emisora se procedió en primer lugar a liquidar a Honiok, que quedó muerto en la escalera de entrada de la estación como prueba nº 1 del ataque. A continuación Naujocks buscó un micrófono para que Karl Hornack, uno de los componentes del grupo, pudiera emitir el mensaje que llevaba preparado. Hornack, que hablaba perfectamente polaco, graznó ante el micrófono: "Uwage! Tu GliwiceRozglosnia znajduje sie w rekach Polskich", que en un idioma que no use consonantes como vocales significa algo así como "¡Atención! ¡Aquí Gleiwitz! ¡La estación de radio está en manos polacas!". A continuación soltó un panfleto anti-alemán hasta la médula diciendo muchas cosas feas de los tedescos, exhortando a los buenos patriotas a levantarse en armas contra los enemigos de la sagrada tierra polaca y tal. El mensaje concluyó con un emocionado "¡Ha llegado la hora de la libertad! ¡Larga vida a Polonia!", tras lo cual cerró la transmisión. Una vez fuera distribuyeron a los doce desdichados alrededor de la estación y los fueron matando uno a uno como si hubieran caído combatiendo contra la hipotética fuerza policial que había acudido al rescate para, finalmente, poner tierra de por medio. Ya solo quedaba divulgar la "fake new" para empezar la fiesta.

El Schleswig-Holstein disparando una andanada contra las
fortificaciones polacas
Mientras que la radio alemana daba la alarmante noticia aquella misma noche, la máquina de guerra del ciudadano Adolf estaba ya en marcha conforme al plan minuciosamente trazado. A las 04:45, el acorazado alemán Schleswig-Holstein, anclado en el puerto de Danzig en una supuesta visita de cortesía, abrió fuego contra el fuerte situado en el Westerplatte, una pequeña península rodeada al sur por el Vístula y al norte por el Báltico. El acorazado, al mando del Kapitän zur See Gustav Kleikamp, disparó sus cuatro cañones principales de 280 mm. a menos de 900 metros del objetivo, así que dudo mucho que fallaran. Al mismo tiempo, la Wehrmacht iniciaba su avance hacia la frontera polaca. Acababa de dar comienzo la 2ª Guerra Mundial.

A la mañana siguiente, el ciudadano Adolf se dirigía a sus amados compatriotas desgañitándose ante el micrófono de la radio dando cuenta de la monstruosa y traidora acción llevada a cabo por su nuevo enemigo, Polonia:

"Esta noche, por vez primera, las tropas regulares polacas han disparado contra nuestro propio territorio. ¡Hemos estado respondiendo al fuego enemigo desde las 5:45 horas! De ahora en adelante, cada bomba se encontrará con una bomba. Aquel que luche con gas venenoso se enfrentará con gas venenoso. Aquel que se distancie de las normas de guerra para mantener una conducta humanitaria solo puede esperar que tomemos medidas similares. Dirigiré esta lucha, sea quien sea el adversario, hasta que se garanticen la seguridad y los derechos del Reich."

Foto tomada por la Wehrmacht en septiembre de 1939 en la que muestra
a varios miembros de la prensa internacional ante unos cadáveres de
supuestos ciudadanos de origen alemán represaliados por el ejército polaco
Por cierto que el ciudadano Adolf se emocionó tanto con su vibrante discurso, que obviamente llevaría preparado hacía tiempo, que no cayó en un detalle: dijo que estaban respondiendo al fuego enemigo desde la 05:45 cuando, en realidad, a esa hora el Schleswig-Holstein llevaba ya un rato largo dando estopa a los polacos. En cualquier caso, el Plan Himmler había salido perfecto, y el escenario para montar la falsa agresión quedó de lo más realista. Tan realista que los aliados no se creyeron una sola palabra, y dieron por hecho que aquello tenía toda la pinta de ser un montaje. En realidad, el mismo Adolf había avanzado lo que se cocía a sus principales gerifaltes durante una conferencia en Berchtesgaden diciéndoles que "proporcionaré un pretexto meramente propagandístico para empezar la guerra, aunque poco plausible" y, dando por sentado que la campaña sería coser y cantar y que allí acabaría todo, añadió que "después nadie preguntará nada al vencedor". Como ya sabemos, las cosas fueron muy distintas.

Foto policial de Naujocks
En fin, así fue como una "fake new" permitió a los alemanes abalanzarse como un lobo contra Polonia, que pagó con creces su arrogancia. En cuanto al audaz Naujocks, sobrevivió a la guerra si bien su carrera militar sufrió no pocos altibajos a causa de su carácter pendenciero. Curiosamente, nadie supo una palabra acerca del Plan Himmler hasta que, a raíz de los juicios de Nuremberg, salió a la luz la existencia de dicha acción. Sin embargo, nadie pudo aportar datos porque todos los mandamases que habían estado en el ajo habían palmado, y los que procesaban en aquel momento tampoco sabían gran cosa. Naujocks, aunque se había entregado a los yankees en noviembre de 1944 porque se estaría oliendo la fastuosa derrota que se estaba fraguando, fue llevado a declarar, pero se limitó a informar que la operación había sido planificada por Heydrich, que estaba más que muerto, y Müller, que estaba más que desaparecido. Total, que se escaqueó bonitamente y pudo largarse a Hamburgo, donde se estableció como hombre de negocios hasta que en abril de 1966 palmó repentinamente de un infarto.

No obstante, pudo dejar constancia de sus aventuras unos años antes, cuando en 1958 fue entrevistado por Comer Clarke, un periodista británico que pudo localizarlo. Naujocks, que pensaba que a aquellas alturas nadie le pediría cuentas, como así fue, le contó como Heydrich lo citó a principios de agosto para decirle que en un mes o menos estallaría la guerra, pero que el Führer le había ordenado preparar un incidente lo suficientemente grave que justificase la invasión a Polonia. Heydrich señaló la estación de Gleiwitz en un mapa y le dio pelos y señales de lo que quería de él y de cómo debía llevarlo a cabo. Por cierto y como curiosidad curiosa final añadir que, aunque todo el mundo considera a Franz Honiok como la primera víctima de la 2ª Guerra Mundial, incomprensiblemente el gobierno polaco no lo ha reconocido así en ningún momento ya que murió unas horas antes de que estallase oficialmente. Qué chorras, ¿no?

En fin, ya vemos como una falsa noticia puede cambiar el devenir del mundo en menos que un cuñado se ventila dos docenas de cigalas. Sirva pues de aviso, que parece que nos empeñamos en no aprender de la historia para repetirla una y otra vez sin solución de continuidad, para que no nos dejemos llevar por los alevosos y traidores que, en estos turbulentos tiempos, aprovechan las pasiones desatadas del personal para liarla parda.

Hale, he dicho

Miembros de un Einsatzgruppen de las SS entrando en una ciudad polaca durante la campaña de Polonia. En los inicios
de la contienda el papel de las SS a nivel militar fue más bien nulo, dedicándose sobre todo a ir haciendo limpieza
a medida que la Wehrmacht iba apoderándose del territorio.

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