lunes, 11 de febrero de 2019

CADALSOS


Recreación del interior de un cadalso con la guarnición aprestada para la defensa. Mientras que el ciudadano ballestero
que aparece en primer término se dispone a armar un virote, su colega espera a que algún cuñado se le ponga a tiro
justo debajo de la buhedera para dejarle caer el pedrusco y dejarlo en el sitio. Solo un impacto de lleno de un bolaño
o una andanada de faláricas que llegase a prender la madera podría desalojarlos de ahí

Probos ciudadanos defensores vertiendo substancias nocivas sobre los
enemigos sin que estos puedan hacer otra cosa que cuestionar la decencia
de sus madres y la virilidad de sus padres. El cadalso les permitía
hostigarlos sin descanso y casi con total impunidad. Obsérvese la
techumbre forrada de pieles crudas para prevenir incendios
Bien, dilectos lectores, seguidores y "personas humanas" en general... en la entrada anterior ya anticipé que había eliminado el artículo que en su día se dedicó a los dispositivos de defensa cenital, V. gr., los cadalsos y los matacanes, por resultar demasiado generalista y escasa de enjundia. Al cabo, en aquella ya lejana época (carajo, como pasa el tiempo, etc.) las publicaciones sobre poliorcética eran un mero complemento a la temática principal del blog, los castillos. Por eso motivo, la intención no era analizar a fondo estas cuestiones, sino que sirvieran como algo similar a un glosario, pero un poco más extenso para que los profanos en la materia no se quedaran con jeta de iguana cuando leyesen esos palabros tan raritos que se suelen emplear cuando se habla de fortificaciones. Es pues evidente que, a la vista del desarrollo del blog a lo largo del tiempo, estas entradas están más obsoletas que un Ford T compitiendo en Fórmula 1, así que toca actualizarlas poco a poco. Aparte de esto, y en vista de que hablar de cadalsos y matacanes en una sola entrada la haría demasiado extensa, he decidido dedicarle a cada uno la suya propia, que nunca me han gustado esos interminables artículos que, al final, casi nadie termina porque hoy el personal, yo el primero, no es capaz de concentrarse tanto tiempo en una lectura como ocurría antaño. Por cierto que esto es un hecho constatado científicamente y hasta se están haciendo estudios al respecto, y se está comprobando que hoy día a la gente le cuesta cada vez más trabajo pasarse horas leyendo como ocurría antes de que el puñetero internet y los móviles se adueñaran de nuestros cerebros, así que hay que andarse con ojo a ver si vamos a acabar zombificados por culpa de estos chismes (el tema daría para una peli de ciencia-ficción, ¿que no?). En fin, hecha pues esta aclaración, comencemos que para luego es tarde.

Cuando hablamos de cadalsos, por norma solo se nos viene a la cabeza un patíbulo con su correspondiente instrumento de ejecución instalado encima. Es la acepción que ha tenido más difusión pero, en realidad, tiene algunas más que solemos omitir generalmente por desconocimiento. El término cadalso, que es la contracción de cadahalso, es a su vez la castellanización del palabro occitano cadafalc, que es de donde procede también catafalco, e igualmente se usaba para designar entarimados, tribunas y similares. Parece ser que el término fue un préstamo del italiano medieval, que a su vez se formó de la palabra griega κατά (katá, debajo, al fondo de...) y del latín PALVS, poste o viga. Se tiene constancia de la existencia de los términos CADAFALVS, CATAFALTVS o CADAFAVDVS en latín medieval, así que ya vemos que por ahí van los tiros.

Torre similar a las usadas por los romanos en el cerco
a Alesia. Como vemos, estaban precedidas por la FOSSA y
la PILA MVRARIA, pero carecían de dispositivos de
defensa vertical
Aclarado, más o menos, el origen del término, debemos saber que este tipo de estructuras lignarias apareció en Europa a finales del siglo XI debido a la necesidad de controlar los hasta entonces numerosos puntos muertos situados al pie de las fortificaciones. En caso de ataque, a partir de cierta distancia entre la oleada de asaltantes y las murallas estos quedaban fuera del ángulo de tiro de los ballesteros situados en los adarves, por lo que podían actuar casi con total impunidad en el momento en que lograban colocarse justo al pie de los muros del castillo. De ahí pues el colocar en lo alto de torres y murallas estructuras voladizas de madera desde las que podía hostigarse a los enemigos pegados a la muralla y, naturalmente, a los que se aproximaban al castillo. Según Eugène Viollet-le-Duc, el cual detalló de forma exhaustiva la morfología de estas estructuras defensivas tras la restauración que llevó a cabo en la ciudadela de Carcassonne a partir de 1845, los cadalsos ya fueron usados por Julio César durante la guerra de las Galias alegando que, según sus “Comentarios”, ya formaban parte de las empalizadas que diseñaron los ingenieros del ejército romano como complemento a los fosos de la línea de circunvalación emplazada ante las ciudades sitiadas por ellos. En lo que a mi respecta, me permito cuestionar esta teoría tanto en cuanto César describe “empalizadas”, o sea, barreras y torres de madera, pero no cadalsos. Más bien me inclinaría a pensar que, como tantos otros avances en lo tocante a la arquitectura militar medieval, debieron ser los cruzados los que los introdujeron en una Europa que, al revés que en Tierra Santa, era muy rica en madera, por lo que se abarataba enormemente su construcción si, en su lugar, se usara piedra.

Antes de entrar a fondo en el estudio de estas estructuras debemos tener en cuenta que, como cabe suponer, no ha llegado a nosotros ni un solo cadalso original. La madera con que estaban construidos no solo sufría las inclemencias del tiempo y los destrozos ocasionados por la guerra sino que, además, siendo un material que requería muchas horas de trabajo para convertir un tronco en varios tablones o una viga, obviamente era reutilizada en el momento en que su uso primigenio dejaba de tener objeto. Así pues, los metros cúbicos de madera usada para fabricar los numerosos cadalsos de los siglos XI al XIV que estuvieran en buen estado pasarían a formar parte de techumbres, entresuelos y demás estructuras lignarias de las fortificaciones. Bien, en la ilustración de la izquierda tenemos una recreación que nos muestra un cadalso convencional. Para asentarlo, se han practicado en el parapeto una hilera de mechinales que albergarán las vigas sobre las que se sustentará toda la estructura. Esta tipología tenía a su simplicidad una ventaja añadida, y es que podía ser fácilmente desmontado en tiempo de paz y, de ese modo, preservar la madera. El voladizo, como vemos, tenía una parte libre de suelo a fin de poder hostigar en vertical al enemigo. Además, disponía de un parapeto formado por gruesos tablones con numerosas saeteras. 

Todo el conjunto estaba rematado por una techumbre que no solo cubría el voladizo, sino también el adarve. La cubierta de pizarra impermeabilizaba el techo y lo protegía de la lluvia, la nieve y el sol estival. En la ilustración de la derecha vemos la disposición de las lajas de pizarra que conformaban  la cubierta del cadalso. La pizarra, aparte de impedir la entrada de agua en la estructura, actuaba como una eficaz defensa contra los proyectiles incendiarios que se lanzaban contra ellos. Como se puede ver, las lajas, cortadas con más o menos delicadeza, se colocaban al tresbolillo sobre una plataforma de madera o, como aparece en la ilustración, sobre correas de madera que a su vez eran clavadas sobre alfardas del mismo material, formando un entramado. Las lajas eran perforadas por su parte superior y clavadas a su vez en las correas solapándose de abajo hacia arriba. En el gráfico superior vemos las únicas herramientas que necesitaba un techador aparte de clavos en cantidad. Con el martillo clavaba, con el pico sacaba las lajas del bloque de pizarra, y con la uña lateral extraía los clavos cuando era necesario reponer lajas deterioradas. La palanca era para ayudarse a colocarlas en su sitio o para eliminar las que hubiera que reponer en labores de mantenimiento.

El punto débil de los cadalsos, como ya podemos suponer, era su alta combustibilidad. Una andanada de faláricas o de flechas incendiarias podía destruirlos en pocos minutos sino contaba con la protección adecuada, para lo que se solía recurrir a las pieles crudas o, según Mora Figueroa, cubriendo de yeso las partes que daban al exterior. También se recurría incluso a láminas de plomo como en el caso de la Torre Blanca, núcleo primigenio de la Torre de Londres, la cual fue enteramente cubierta con este material por orden de Enrique III de Inglaterra si bien no era una práctica habitual por el enorme peso extra que añadía a la estructura. Para construir cadalsos que precisaban de mayor resistencia a causa de su peso se recurría a estructuras como la de la ilustración de la izquierda. Como vemos, dos robustas vigas de madera atraviesan el parapeto de forma que el adarve queda sobre elevado. Para acceder al mismo dispone de unas pequeñas escaleras. Esta pasarela permite aumentar la anchura del adarve, por lo que los defensores pueden circular con más comodidad por el angosto pasillo. Del mismo modo, debemos observar que las diferentes partes de la estructura están ensambladas mediante cajas y espigas aseguradas con cuñas de madera, por lo que es desmontable. Para tal fin, el parapeto está conformado por tablones encastrados entre los postes verticales que se asientan sobre cada viga horizontal. De ese modo y tal como se comentó anteriormente, solo en caso de peligro era necesario montar el cadalso que, dependiendo de sus dimensiones, se podía tardar más o menos tiempo en completar si bien era un proceso bastante rápido. Sirva de ejemplo que el duque de Normandía llevaba en su flota cuando invadió Inglaterra (Dios maldiga a Nelson) cuatro keeps de madera totalmente desmontados para fortificar su campamento nada más hacer acto de presencia en la brumosa isla.

Una opción para no tener que sustentar las vigas sobre mechinales era construir ménsulas de piedra que, obviamente, soportaban muchísimo más peso. De ese modo, llegada la hora de tener que montar el cadalso, ya se disponía de la base, lo que agilizaba el proceso dando además una estructura aún más sólida. En este caso, las vigas superiores se proyectaban a través de las almenas donde quedaban trabadas a los merlones con su correspondiente travesaño. Este tipo de construcción era bastante fácil de acometer ya que los operarios contaban con el apoyo inicial de las ménsulas para poder instalar la base sin tener que verse colgados en el vacío mediante una soga. Y, como todos los demás, una vez conjurado el peligro podían ser desmontados en una tiempo razonablemente corto para mantener las piezas que componían el cadalso alejadas del sol y la humedad. 

Esta facilidad para montar y desmontar los cadalsos conllevaba además el poder llevar a cabo rápidamente las reparaciones necesarias cuando sufrían daños durante un asedio, bien por la acción del fuego o por los impactos de los bolaños lanzados por manganas y fundíbulos, máquinas capaces de desplegar una enorme potencia, especialmente los segundos. En la ilustración de la izquierda podemos ver el tipo de ensamblaje usado para facilitar el montaje de los cadalsos. La cuña bloqueaba la espiga que pasa por dentro de la caja, por lo que no era preciso el uso de clavos más que para fijar techumbres y entarimados. Al lado vemos a un carpintero que, provisto únicamente con su segur, era capaz de convertir un tronco en un poste o una viga cuadrangular perfectamente escuadrado y trabajando prácticamente a ojo de buen cubero. El arte de desbastar la madera dejándola lisa y sin imperfecciones se denominaba carpintería de lo blanco, siendo precisamente los carpinteros hispanos los que la introdujeron en Europa. Esto, unido a las técnicas de carpintería de armar era lo que permitía fabricar enormes estructuras lignarias desmontables, desde un cadalso a una máquina de guerra.

Por lo demás, los cadalsos no solo supusieron un importante avance en lo tocante a la defensa cercana de las fortificaciones, sino que permitieron dar a las torres aisladas la posibilidad de defenderse de forma eficaz ante cualquier tipo de agresión. Debido a su morfología, no dispusieron de elementos de flanqueo hasta la aparición de las escaraguaitas y los borjes propios de las torres góticas, así que estas estructuras voladizas les dieron una capacidad que, de otra forma, las convertiría en edificios casi indefendibles si el enemigo lograba superar los ángulos de tiro y acercarse a los muros. En la ilustración de la derecha se ha recreado una torre provista de un cadalso que circunvala todo su contorno. Está basada en la torre del homenaje del castillo de Ucero (Soria), la cual está coronada por una hilera de canes que bien pudieron servir de sustento a un cadalso en vez de a un parapeto almenado fabricado de obra. En cualquier caso, su morfología se asimila a las típicas torres aisladas, más frecuentes en el norte de la Península, herederas de los primitivos keeps y donjones a su vez derivados de las fortificaciones lignarias creadas por los normandos. Como se puede apreciar, un robusto cadalso corona la torre el cual, provisto de saeteras y con posibilidad de tiro vertical entre los huecos de los canes, está perfectamente preparada para repeler cualquier agresión. A ello habría que añadirle la puerta de acceso, separada un par de metros del suelo. La ventana geminada de la segunda planta denota que esa sería la zona noble del edificio, quedando las plantas inferiores destinadas a almacenes para bastimentos, armas y provisiones. En el detalle superior vemos como tras la estructura del cadalso se encuentra un parapeto de obra en el que se abre un vano que permite el acceso al mismo. El conjunto está rematado por un tejado a cuatro aguas cubierto de pizarra, material este muy adecuado para las zonas en las que las nevadas son la tónica general durante los fríos inviernos de la meseta castellana. En el detalle inferior vemos un plano en sección de uno de los cadalsos de castillo de Coucy procedente de la obra de Viollet-le-Duc que, por su similitud, nos sirve para hacernos una perfecta idea de la morfología interior del cadalso.

En fin, criaturillas, colijo que con todo lo expuesto podremos tener bastante claro en qué consistían estas estructuras defensivas. Como hemos ido viendo a lo largo del artículo, su facilidad constructiva permitía instalarlos en cualquier parte adoptando sin problemas la morfología de la torre o la muralla donde estuviera destinado. De hecho, en Europa Central se pueden admirar actualmente réplicas basadas en grabados e ilustraciones de época que son verdaderas obras de ingeniería en madera, complejas estructuras que, en algunos casos, casi se podría decir que eran fortificaciones de madera sobre fortificaciones de piedra. Sin embargo, acabaron prevaleciendo los matacanes que, al cabo, eran mucho menos complejos, más resistentes, incombustibles y no requerían de más mantenimiento que las reparaciones a causa de un asedio o, muy de tarde en tarde, por el deterioro causado por el clima. No obstante, no debemos dejar de tener en cuenta que el matacán no desterró o sustituyó totalmente al cadalso ya que, en muchos casos, convivieron durante bastante tiempo, cada uno cumpliendo su función. A modo de cierre, el grabado de la izquierda nos permitirá hacernos una idea de cómo trabajaban los currantes de la época para fabricar una de estas estructuras. Como vemos, eso de las normas de seguridad ISO estaba por inventar, y moverse en un sitio así era jugarse el pellejo a cada movimiento pero, al cabo, esa era la tónica habitual hasta hace pocos años. ¿Recuerdan la famosa foto de la construcción del Empire State con la hilera de yankees apalancados tan campantes en una viga y bajo ellos el vacío? Pues eso.

Bueno, ya seguiremos que el camino es largo, amén de los amenes.

Hale he dicho

Impresionante aspecto de los cadalsos del castillo de Carcassonne. Los situados a lo largo de las murallas no solo facilitaban
su defensa, sino que anulaban por completo la posibilidad de efectuar un asalto mediante escalas

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