jueves, 8 de agosto de 2019

El cine y la guerra: la batalla de Stirling Bridge


El puente de piedra que sustituyo al original de madera, situado un poco más arriba

Un iracundo Wallace a punto de cargarse al alevoso Mornay en su propia
piltra. Lo que no explican es que Mornay llevaba ya tiempo criando malvas,
no lo había traicionado y tampoco cómo leches consigue llegar a su aposento
sin bajarse del penco
Hemos repetido cienes y cienes de veces que el mayor propalador de mentiras es el cine. Es algo tan palmario e inexorable como que los cuñados son unos miserables. Estamos ante una cuestión que jamás he entendido. ¿Por qué tergiversar un hecho histórico que, además de ser constatable, el hecho en sí es lo suficientemente épico? Ah, misterio. No sé qué pasará por los magines de guionistas y directores, pero lo cierto es que mienten como bellacos y se quedan tan panchos. Como algunos recordarán, a lo largo del tiempo se han publicado diversas entradas sobre películas históricas en las que los anacronismos, camelos y falsedades son abrumadores hasta el extremo de poder decir eso de que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Bien, entre ellas se habló de la celebrada "Braveheart", estrenada en 1995 (carajo, como pasa el tiempo, etc.) y dirigida por Mel Gibson. El resultado fue una cinta épica, con batallitas chulas con mucha sangre salpicando a la cámara y tal, pero nada más. A mi entender, es absurdo que un período histórico del que se podía sacar jugo para eso y más fuese deformado hasta lo ridículo, añadiendo falsedades y eliminando verdades cuando estas verdades eran válidas para mantener una trama de lo más emocionante. 

Cuando tiene lugar este supuesto parlamento con Isabel de Francia, nuera de
Eduardo I, tampoco explican que en esa época tendría unos 5 añitos
solamente y, como podrán suponer, vivía en Francia con papá y mamá
Bueno, redundar en eso carece de sentido. El mercantilismo es lo que cuenta y los productores lo que quieren es rentabilizar su inversión como sea,  y más en este caso ya que el presupuesto alcanzó los 70 millones de dólares de hace casi 30 años, que era un pastizal muy, pero que muy ganso. No obstante, se resarcieron con los más de 210 millones que recaudaron, así que tanto los productores como el Sr. Gibson se pusieron muy contentitos, y más cuando la cinta fue premiada con cinco Oscars entre otros muchos galardones. Bien, pues premios y beneficios obtenidos aparte, a nivel histórico ya sabemos que la película no vale un pimiento, y precisamente uno de sus principales atractivos, la batalla de Stirling Bridge, se parece a los hechos originales tanto como un huevo a una castaña. Y sobre esto hablaremos en este artículo estival en el que la joía caló me va a matá der tó, cagüenlaleshe. En fin, al grano...

Lochlan, Mornay y Craig. De los tres, solo Mornay participó en la batalla,
y encima palmó en la misma. Los otros dos no se sabe quiénes eran
Para los que lo hayan olvidado les recuerdo que, en la trama, un ejército escocés mandado por Mornay, Lochlan y Craig se encuentra delante de un vasto ejército inglés (Dios maldiga a Nelson) al mando del conde de Surrey. Son mogollón de ingleses, así que el personal decide que lo mejor es tomar camino de vuelta porque dan por sentado que, como son menos, les darán las del tigre. La acción se desarrolla en un extenso y despejado prado ideal para librar una batallita guay. Pero cuando los escoceses empiezan a largarse pasando de las exhortaciones de sus caudillos, aparece Wallace con su enorme mandoble y un grupo de colegas para echarles una arenga emocionante y animarlos a combatir. Como Wallace ya es famosete y tal, pues deciden hacerle caso y, como mandan los cánones, antes de iniciar la batalla los mandos de ambas partes se reúnen para parlamentar con el inglés. Por los escoceses acuden Mornay, Lochlan, Craig y Wallace en plan chulo, y por los enemigos un tal Cheltham, que aparece como segundo al mando. Como no se ponen de acuerdo, pues nada, a darse estopa.

Qué impudicia, carajo...
Surrey manda disparar un par de andanadas a sus arqueros, a lo que los escoceses replican enseñándoles las partes pudendas y los culos. A continuación ordena cargar a su caballería pesada. Pero justo antes del choque, el astuto Wallace ha preparado mogollón de estacas afiladas, deshaciendo la carga y aniquilando a los jinetes. A continuación, ambas infanterías se acometen como carneros en celo a todo correr y se masacran bonitamente. El tal Cheltham es decapitado por Wallace. Surrey, al ver a su ejército en vías de extinción, llega a la conclusión de que quedarse allí como un pasmarote no le trae cuenta, así que se larga del campo del honor, dando la victoria a los escoceses. Tras la batallita, Craig nombra a Wallace en presencia de los nobles escoceses Guardián de Escocia. 

Bueno, básicamente así se desarrolla toda esta escena en la que solo hay una verdad: ganaron los escoceses, porque al caudillo del ejército inglés ni lo mencionan, y el blasón que luce en su cota de armas no es el de Surrey. Nada más. Ni el lugar, ni los personajes (salvo Wallace y Mornay), ni el desarrollo de la batalla tienen absolutamente nada que ver con los hechos acontecidos el 11 de septiembre de 1297 y que, por cierto, fueron mucho más emocionantes y dramáticos que la cagada con que el Sr. Gibson y su mandoble pretende simular la batalla de Stirling Bridge. Ante todo, veamos una comparativa del paraje donde tuvo lugar el suceso:


Vista del meandro del Forth desde el oeste. En el círculo se ve la abadía
de Craig dominando la llanura
Ahí tenemos el lugar. Como vemos, es una extensa llanura por donde corre el río Forth en dirección norte-sur formando sinuosos meandros que dificultan el movimiento. Al noroeste, dominándolo todo, tenemos el castillo de Stirling, en poder de Eduardo I. Al sur, la abadía de Cambuskenneth, y al este la de Craig- ambas de la orden dominica-, asentada sobre las colinas de Ochil, a unos 110 metros de altura sobre el llano y rodeada por una densa arboleda. Delante de la abadía vemos el camino que conducía desde Glasgow hasta Perth. En cuanto al famoso puente que dio nombre a la batalla, era una estructura de madera sustentada por ocho pilares de piedra. 

Y en el lado opuesto, el castillo de Stirling
No era excesivamente ancho, ya que apenas daba para que circulase un carro o dos caballos. Por cierto que el puente de piedra que se conserva actualmente, datado hacia el siglo XV, no es el original. El de la batalla estaba unos metros río arriba. Se ha sabido a raíz de la aparición de los pilares que lo sustentaban, que estaban bajo el agua. En todo caso, hemos colocado su posición conforme al que se conserva por tener una referencia ya que la ubicación exacta es irrelevante en este caso. Por lo demás, el camino que unía Stirling con el de Glasgow a Perth estaba al parecer sobre-elevado en el terreno por ser una zona que se anegaba con cierta regularidad, sobre todo en invierno como es lógico. Solo resta añadir que a poco más de 1,5 km. del puente río arriba, en la confluencia del río Teith con el Forth, había al parecer un vado cuya utilidad veremos más adelante.


El 10 de septiembre, víspera del comienzo de la fiesta, los dos ejércitos ocupan posiciones. Los escoceses se sitúan ante la abadía de Craig para tener un amplio campo de visión de los movimientos del enemigo y, de paso, la posibilidad de poder escabullirse en el bosque si las cosas no prometen desarrollarse como esperan. Los ingleses hacen lo propio: Surrey, que está alojado en el castillo, distribuye a sus tropas delante del puente con la idea de cruzarlo y presentar batalla en la llanura. Como vemos, ni siquiera hemos empezado a derramar sangre y lo que sale en la peli no tiene nada que ver con esto. Veamos los efectivos que tanto preocupaban a los escoceses como para hacer que desertaran por la cara:

EJÉRCITO INGLÉS:

Blasones de los mandamases de ambos ejércitos. No se sabe
con certeza si el de Wallace era el que mostramos, pero algunas
fuentes de la época lo describían así
Comandante: John de Warenne, VI conde de Surrey y nombrado por Eduardo I  Guardián del Reino y la Tierra de Escocia, un hombre de 66 años bastante ajado debido al clima del país. De hecho, había pedido al rey Eduardo ser relevado y estaba esperando la llegada de su sustituto, Brian Fizalan de Bedale. Por cierto que el actor que lo representa es mucho más joven.

Jefe de la vanguardia: Sir Hugh Cressingham, Tesorero de Escocia. Este es el Cheltham de la peli al que no sé por qué le cambiaron el nombre. No era un militar profesional, sino un funcionario. Era odiado profundamente por el pueblo escocés por sus rapiñas y su carácter altanero y despótico. En el momento de la acción era un hombre de 33 años bastante metido en carnes porque, obviamente, su oficio de raspamonedas no le permitía quemar sus lorzas. Y en este caso, al revés, el actor que hace de Cheltham o como quieran llamarlo parece su padre.

Jefe de la caballería: Sir Marmaduke de Thweng. Militar profesional de reconocido prestigio, fue el verdadero héroe de la jornada como luego veremos. Tendría alrededor de 47 años.

Jefe del cuerpo central: Sir William Latimer. También militar profesional, tenía unos 54 años.

Jefe de la retaguardia: Sir Walter Huntercombe. Mismo historial que el anterior y con 5o años en aquel momento. Como vemos, salvo Cressingham eran ya hombres talluditos para la época, cuando no viejos declarados.

Y aquí tenemos los de los jefes secundarios del ejército inglés
Efectivos:

La vanguardia al mando de Cressingham estaba formada por:

150 caballos coraza al mando de sir Marmaduke de Thweng
1.000 peones
800 arqueros 
50 ballesteros procedentes de la guarnición del castillo de Stirling al mando de sir Richard Waldegrave

El cuerpo central y la retaguardia contaban con:

200 caballos coraza
4.500 hombres entre peones y arqueros

En total, el ejército inglés disponía de 350 caballos coraza y 6.350 infantes entre peones, arqueros y ballesteros.

En cuanto al ejército escocés, solo tenía dos mandos: William Wallace y sir Andrew Mornay (o Murray, o Moray). No había más jefes ni gaitas, y nunca mejor dicho. Sus fuerzas no eran ni remotamente inferiores a las inglesas, que solo los superaban en caballería.

Caballería: 180 jinetes entre caballeros, hombres de armas y caballería ligera, o sea, justo la mitad de sus enemigos,

Infantería: 6.000 peones y 400 arqueros

Zarrapastrosos ficticios
Y una aclaración importante: el ejército escocés no estaba formado por una caterva desorganizada de desarrapados harapientos, sino por tropas equipadas y armadas como las inglesas, y Wallace y Mornay no iban con su kilt y sin armamento defensivo ni chorradas, sino armados de punta en blanco, como correspondía a un jefe militar de la época: loriga, perpunte, almofar, yelmo, cota de armas, etc.

Bien, a medida que avanzamos podemos corroborar que lo de la peli es un camelo de antología, así que vayan tomado buena nota porque sé de buena tinta que hay cuñados que han visionado la puñetera batalla unas 47 veces y creen que se la saben de memoria. Prosigamos...

El parlamento entre pseudo-Cressingham y los régulos escoceses que
nunca tuvo lugar
El mismo día 10 se presentan ante Surrey dos escoceses traidorzuelos: James Stewart, V Gran Senescal de Escocia, y Malcon, V conde de Lennox. Habían jurado fidelidad a Eduardo I, pero eran de los que no dudaban en cambiar de bando si les interesaba. Surrey, que se fiaba de ellos lo mismo que de un cuñado sediento, se limitó a enviarlos a parlamentar con Wallace para ver si se podía evitar la batalla. El caudillo escocés los mandó al carajo porque se fiaba de ellos menos aún, así que tuvieron que volver muy mohínos ante Surrey y asegurarle que acudirían al campo de batalla con 40 caballos coraza. Y llega el día 11. Veamos qué pasó...


Con las primeras luces del alba, la vanguardia al mando de Cressingham empieza a cruzar el puente. Teniendo en cuenta lo estrecho que es se tardarán horas en pasar el ejército entero, así que conviene darse prisa. Sin embargo, Surrey sigue planchando la oreja, y mientras el jefe no salga de la piltra no se mueve ni el tato. Total, que ordenan dar media vuelta y volver al punto de partida. Mientras tanto, Wallace y Mornay lo ven todo desde su posición elevada en la abadía de Craig, a apenas 2,5 kilómetros del puente, y se extrañan de ese absurdo movimiento. Su plan es esperar de momento a ver qué leches piensan hacer los ingleses y, en base a ello, decidir como actuar. Cuando por fin se levanta Surrey, siguiendo la tradición arma caballeros a varios escuderos que se estrenarán en esa jornada. 

Los arqueros que inician la batalla en la peli y de los que no hay constancia
de que disparasen una sola flecha
Una vez terminada la ceremonia, la vanguardia vuelve a cruzar el puñetero puente. Pero, mientras tanto, llegan Stewart y Lennox con sus 40 caballos coraza, lo que hace pensar a Surrey que han podido llegar a un acuerdo con Wallace y, antes de escuchar lo que tienen que decir, ordena de nuevo que las tropas vuelvan a cruzar el río. Este hombre chocheaba, creo... La cuestión es que los dos alevosos escoceses no traían noticias de nada, ni se habían vuelto a reunir con Wallace así que, por tercera vez, Cressingham cruza el río al frente de sus tropas y las distribuye tal como vemos en el gráfico superior: infantería y arqueros en el centro apoyados en las alas por la caballería. Todo muy convencional. Pero no se da cuenta de un detalle: el meandro que forma el Forth, que convierte esa zona en una trampa mortal cuya única salida es un puente birrioso donde apenas se puede circular. Las cosas pueden torcerse, ¿verdad? A la vista del panorama, Wallace decide bajar al llano y desplegar a sus tropas a la espera de que los ingleses se aclaren de una vez. Forma su infantería en schiltrons, una especie de falange en miniatura originaria de los pueblos vikingos. Como dispone de 6.000 infantes forma diez cuadros de 100 hombres en fondo y 6 en profundidad para prevenir una repentina carga.


La terrible carga de caballos coraza que nunca fue
Es ya media mañana. La vanguardia se empieza a distribuir en el campo mientras que Surrey celebra consejo de guerra, que digo yo que podría haberlo celebrado el día antes. Sin embargo, parece ser que daba por sentado que los escoceses o no presentarían batalla, o se largarían al poco de comenzar en base a experiencias anteriores, en las que los enemigos no se habían mostrado especialmente muy combativos. De hecho, un caballero escocés al servicio de los ingleses, Richard Lundie, le pidió un grupo de hombres para cruzar por el vado mencionado anteriormente y atacar a los escoceses por la zaga, pero Surrey estaba tan convencido de la victoria que se negó aduciendo que el enemigo no se movería hasta que todo su ejército cruzara el puente. Más aún, Cressingham fue el que puso más interés en rechazar la oferta de Lundie ya que estaba deseoso de arrogarse la victoria aquel día para ganar puntos ante el monarca. Así pues, la situación en aquel momento es la que vemos en el mapa superior: la vanguardia inglesa ya está desplegada. La forman aproximadamente un tercio del total del ejército de Surrey, y aún podrían pasar horas antes de que cruzase el resto de las tropas. 

Posteriormente al parlamento celebrado con Stewart y Lennox, Surrey también lo había intentado con los abades de Cambuskenneth y Craig, que se presentaron en el campamento de Wallace junto a esta última abadía, pero la negativa también fue firme. 

- Retirad esa propuesta, que no estamos aquí para hacer las paces sino para luchar para defendernos y liberar nuestro reino. Que vengan y se lo demostraremos en sus propias barbas- replicó Wallace a los dos dominicos.

Y el ingenioso ardid de las estacas que no pudo ser porque no hubo carga
O sea, que el caudillo escocés no estaba por la labor de hacer lo habitual en sus paisanos, que era chaquetear y sacar a cambio algún beneficio. En todo caso, cuando Wallace y Mornay vieron que parte del ejército inglés estaba literalmente a su merced porque el resto aún tenía que cruzar el puente, tuvieron claro qué era lo que debían hacer: atacar aprovechando su superioridad, que en aquel momento era de tres a uno. Por lo tanto, dieron a los schiltrons orden de avanzar contra la vanguardia de Cressingham, que en aquel momento debía estar formada por unos 2.000 peones y cien o ciento cincuenta caballos. Los escoceses atacaron en masa, dejando una pequeña tropa de arqueros y su mínima caballería de reserva para proteger su flanco izquierdo. La cosa se pone emocionante.


Wallace le cura la crisis de ansiedad a pesudo-Cressingham de forma
expeditiva y eficaz
Las perspectivas se ponen de repente muy desagradables para los ingleses. Los escoceses, a cosa de 800 metros de distancia, avanzan rápidamente pero sin romper la formación, que es básica para mantener la fuerza de choque. O sea, nada de esas carreras desaforadas en las que cada cual va a su bola y que cuando llegan al contacto van con la lengua fuera, sino un paso ligero que le permite avanzar en orden y sin cansarse demasiado. Los  schiltrons, que van armados con lanzas, tienen la sana intención de convertir a sus enemigos en aceitunas de martini, y la cosa se pone tela de chunga. Cressingham se pone de los nervios porque se da cuenta de que está en una ratonera de la que no puede salir. El puente está ocupado por las tropas que aún deben cruzarlo, y los escoceses han llegado al contacto con un empuje arrollador encabezados por Wallace y Mornay, que no van dando carreras mandoble en mano, sino a caballo. Pide un Orfidal a su escudero, pero le dice que faltan siglos para que se inventen esas porquerías, así que lo lleva crudo. Comienza la desbandada.

Los escoceses logran alcanzar el puente, cerrando el paso a los que quieren cruzar desde la otra orilla, aunque de todas formas se les han quitado las ganas de repente, e impiden que las tropas de Cressingham puedan volver, así que solo les queda replegarse hacia el meandro que tienen a sus espaldas. Surrey, junto con Huntercombe y Latimer solo pueden contemplar espantados como comienza la masacre. 


La infantería queda completamente acorralada. Solo les resta tirarse al agua e intentar cruzar el río, pero pocos lo consiguen. Los hombres de armas se hunden como piedras por el peso de sus lorigas, yelmos, etc., y palman ahogados en un periquete. Solo unos 300 galeses provistos de armamento ligero logran pasar a la otra orilla mientras que los escoceses se dedican a hacer pinchitos morunos con sus colegas. Uno de los primeros en caer es precisamente Cressingham que, debido a su sobrepeso, la silla le queda pequeña y no puede mantenerse estable sobre ella. En la vorágine de la batalla cae o es derribado, y ya no puede levantarse más. Identificado por su cota de armas donde luce los tres cisnes negros, varios enemigos se le echan encima y lo masacran a lo bestia. Posteriormente su cadáver fue desollado y, según las crónicas de la época, el mismo Wallace ordenó que se sacase una tira de piel desde el hombro hasta el talón para fabricarse un cinturón. 

Surrey acaba de acordarse que tiene cita con el dentista
Sir Marmaduke logra reagrupar a los jinetes que quedan sobre sus pencos e intenta alcanzar el puente, que estaba ya defendido por los escoceses. Sin embargo, pudo iniciar una carga para abrirse paso entre los enemigos. Al cabo, aunque derrotados, un grupo de caballos coraza era una fuerza temible así que fueron avanzando haciendo un esfuerzo supremo. El momento heroico de sir Marmaduke fue cuando vio como un sobrino suyo caía junto a su caballo, que había sido atravesado por una lanza enemiga. Sir Marmaduke no se lo pensó dos veces: echó pie a tierra, sacó al joven de debajo de su penco muerto y lo aupó en la grupa del de su escudero. Luego volvió a montar en su bridón y, finalmente, lograron cruzar el puente, poniendo a salvo los restos de la caballería bajo sus órdenes. Y mientras tanto, los escoceses ponían todo el cariño del mundo para no dejar un solo inglés vivo hasta que Surrey, plenamente convencido de que le habían dado para el pelo, abandonó el campo del honor.

Castillo de Dumbarton, donde pusieron a buen recaudo a sir Marmaduke.
Su aspecto es muy distinto al que tendría en el siglo XIII
Por todo ello podemos decir que, en cierto modo, más que ganar la batalla los escoceses la perdieron los ingleses. Dos tercios de su ejército estaban intactos ya que ni siquiera habían podido tomar parte en la pelea, y Surrey ni se molestó en plantarse ante el maldito puente y esperar por si el enemigo decidía proseguir la lucha de alguna forma. Pero optó por lo más cómodo: mandó destruirlo y se largó a Berwick a tal velocidad que reventó su montura por el camino. Dejó el castillo de Stirling al mando de sir Marmaduke y de William Fitzarin prometiéndoles volver con refuerzos, pero al final no envió a nadie. Una vez que quedó claro que Surrey se había marchado sin billete de vuelta, Wallace puso cerco al castillo, que tuvo que rendirse en poco tiempo por carecer de víveres y pertrechos para un largo asedio. Sir Marmaduke fue hecho prisionero, pero en 1299 fue intercambiado por John de Moubray, un caballero escocés cautivo de los ingleses. Por lo demás, las bajas inglesas debieron ser casi la totalidad de los efectivos de la vanguardia salvo los galeses que pudieron huir a nado y los pocos jinetes que logró reunir sir Marmaduke. En cuando a los escoceses, se desconoce el número de bajas del ejército de Wallace, si bien debieron ser mínimas. No obstante, Mornay murió, no se sabe con certeza si en la batalla o poco después a causa de sus heridas. Sea como fuere, lo cierto es que no pudo traicionar al héroe escocés posteriormente, como sale en la peli.

En fin, criaturas, ya vemos como, en efecto, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. La batalla del puente de Stirling peliculera es un simple subterfugio desde principio a fin, y su desarrollo no se asemeja en nada a la de verdad salvo en que al final ganan los escoceses. Ni Wallace iba hecho un harapiento pintarrajeado de azul con la pelambre al aire, ni sus tropas eran unos asquerosillos armados y vestidos de cualquier forma. En resumen, la batalla de la película es una mierda históricamente hablando.

En cuanto al aspecto real de Wallace, no hay retratos originales de este personaje, sino reproducciones idealizadas propias del romanticismo. Pero, aparte de sus rasgos físicos, la estatua que vemos a la derecha, obra de D. Stevenson y que se encuentra en el "Scottish National Portrait Gallery" de Edimburgo casa mucho más con la realidad. Wallace no era el energúmeno andrajoso que representó Gibson, no sé por qué, sino un miembro de la baja nobleza que, al alcanzar cierto estatus, lógicamente vestiría e iría armado conforme a los usos de la época.

Bueno, con esto vale por hoy. Ya saben, lo de Stirling Bridge puede ser letal para cualquier cuñado aficionado a los "documentales" del Canal Historia.

Hale, he dicho

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POST SCRIPTVM: Con la que dedicamos a los gazapos de la peli ya pueden darle la puntilla.


¡¡CAMPEOOONES, CAMPEOOOONES, OEOEOEEEEEEEEEE!!

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