jueves, 7 de noviembre de 2019

El cine y la guerra: "El rey"


ADVERTENCIA: NO LEAN EL ARTÍCULO ANTES DE VER LA PELI PORQUE ESTO ES UN SPOILER TREMEBUNDO. SIRVA DE AVISO.


Me llamó la atención la aparente cicatriz que luce en la mejilla, que puede querer
representar la de una herida sufrida en Schrewsbury, pero según la trama en
aquella época no se iba de batallas, sino de putas con Falstaff
La verdad, nunca entenderé el pertinaz empeño por parte de la industria cinematográfica en tergiversar la historia con tanto denuedo, cuando no con verdadera saña bíblica, como este caso, que ni es cine histórico ni la obra de Shakespeare de la que se supone es una adaptación. Pésima, pero adaptación mal adaptada. O sea es una versión inadaptada como el yonki que recae por octogésima cuarta vez a pesar de llevar metido en el cuerpo metadona como para desenganchar a 30 elefantes viciosos. Cuando vi el anuncio pensé, iluso de mí, que igual alguien de había decidido de una vez a narrar un hecho histórico tal cual fue pero, como no podía ser menos, al final ha resultado el enésimo fiasco absurdo sobre una batalla archiconocida, Azincourt o Agincourt, como prefieran, que hasta los cuñados se la saben al dedillo por repetida. Pues nada, un cagarro del que solo se pueden entresacar algunos detalles para que los obsesos como yo podamos decir lo de "¡anda, han acertado en eso!" dos o tres veces. En resumen, lastimoso. Bueno, al grano...

La cinta, un producto de la omnipresente Netflix estrenada hace menos de un mes, es una especie de amasijo de dramas shakespearianos y las mentes calenturientas de su director y guionista David Michôd  junto a Joel Edgerton, que además da vida a sir John Falstaff. La verdad, el bodrio histórico es de tal magnificencia que no sé por dónde empezar, así que voy a echar una meada a ver si se me aclaran las ideas. Ahora vuelvo, un momento...

Coronación de Enrique IV según la Crónica de Froissart (c.1479-1483)
Ya. Por cierto, ¿saben que es malísimo retener líquidos en el cuerpo? Sube la tensión al parecer, así que procuren vaciar la vejiga cada vez que noten que está llena, que además se limpia la uretra de posibles bacterias que hayan penetrado por esa recóndita zona del organismo. Bueno, creo que antes de nada conviene aclarar una cosa sobre los dramas históricos del controvertido Shakespeare. El celebérrimo autor era ante todo un pelota impenitente. En sus obras sobre este periodo de las monarquías inglesas (Dios maldiga a Nelson) siempre aparecerán como buenos los Lancaster o sus sucesores, los Tudor, mientras que los York serán los malos malosos. En la primera, "Ricardo II", el bueno es Henry de Bolingbroke, que tras cargarse a Ricardo fue coronado como Enrique IV, primer monarca de la Casa de Lancaster. La segunda, "Enrique IV" (se escribió en dos partes) aparece un disoluto Enrique, futuro Enrique V, entregado a los placeres mundanos y a golfear a mansalva de la mano del depravado sir John Falstaff. 

Efigie funeraria de Enrique V en Westminster.
Según las crónicas, era un hombre enjunto y muy
alto para su tiempo, 1'90 nada menos. La efigie
original estaba recubierta de plata dorada, y las
manos y la cabeza de plata
En la siguiente obra, "Enrique V", este asume que debe portarse bien y ser un rey decente, manda al carajo a Falstaff y se larga a Francia (Dios maldiga al enano corso) a reclamar sus derechos a la corona gabacha. Esto, para los que no estén al tanto del tema, era un conflicto que venía arrastrándose desde tiempos de Felipe IV (sí, el del expolio al Temple), cuando toda su progenie viril palmó sin dejar su semilla bien plantada en la tierra, lo que dio lugar al advenimiento de la dinastía de Valois (Carlos, el hermano de Felipe). Pero había un heredero por línea materna: Eduardo III, hijo de Eduardo II de Inglaterra e Isabel de Francia, o sea, era nieto de Felipe IV. Los gabachos, agarrándose a la Ley Sálica, negaban los derechos al trono de Eduardo, lo que dio lugar al inicio de la Guerra de los Cien Años. Bien, tras "Enrique V", Shakespeare compuso "Enrique VI" (en tres partes), donde se narran los hechos que condujeron a la guerra civil, y en "Ricardo III" aparece el último York como un sujeto absolutamente malvado, más contrahecho de lo que era en realidad y que si lo comparamos con Hannibal Lecter convertiría al enloquecido y refinado psiquiatra antropófago en un discípulo aventajado de Teresa de Calcuta. 

Orson Wells interpretando al desmedido Falstaff en "Campanadas a
medianoche", dirigida por el mismo en 1965
Bien, sirva este precedente literario para que vuecedes tengan claro que, grosso modo y por meras razones mercantilistas, Shakespeare procuraba no contristar a su reina, una Tudor descendiente por línea paterna de los Lancaster, por lo que procuraba enaltecer los logros de sus antecesores, minimizar u omitir descaradamente sus fracasos y, por supuesto, hacer lo propio con sus enemigos: magnificar sus maldades y ni una palabra de sus bondades. Así pues, a Enrique V lo retrató como el jovenzuelo descarriado que contravenía los deseos de su padre y rey, pero cuando llega el momento de ponerse serios acomete con la debida diligencia sus deberes para con la corona. Bueno, pues esto es un camelo. Sí, un camelo porque ni Enrique fue jamás un jovenzuelo golfo que pasaba de su rango y de verse soportando el peso de la diadema regia sobre su cabeza, y menos aún tuvo por compañero de jolgorios a un John Falstaff que es un personaje ficticio que aparece en las obras "Enrique IV" y "Enrique V" del Bardo de Avon. Pero la realidad fue otra.

Ricardo II (1367-1399)
Desde que era casi un niño, Enrique se vio zambullido en la política de su país. Se sabe que recibió una espléndida educación, propia de un futuro heredero al trono aunque en aquel momento ni podía sospechar a donde llegaría. Además, Enrique era un segundón, pero su hermano mayor, Eduardo, había entregado la cuchara en 1382, cuando Enrique apenas tenía cinco años de edad. Aprendió latín hasta el extremo de traducirlo, leerlo y hablarlo con fluidez, así como francés y todo lo referente a cuestiones militares, y dedicaba sus ratos de ocio a la caza como cualquier aristócrata de su tiempo, sobre todo a la cetrería. O sea, que no se iba de jarana con nobles de segunda clase dados al vicio, el juego y la molicie. En 1399, cuando nuestro hombre apenas tenía doce años, vio como tras la muerte de su abuelo, Juan de Gante, Ricardo II confiscó los bienes de su familia y desterró de por vida a su padre, quedando él y su joven tío Henry Beaufort (era hijo bastardo pero legitimado de Juan de Gante) como "huéspedes" de Ricardo II, que se los llevó de paseo a Irlanda a someter a los rebeldes de la isla verde si bien le dispensó un trato conforme a su rango, adjudicándole una renta anual de 500 libras. Tras el derrocamiento y asesinato en el castillo de Pomfret de Ricardo II y la coronación de su padre como Enrique IV siguió entregado a sus deberes políticos y militares.

Estatua de Henry Percy, el fogoso Hotspur, en el castillo de
Alnwick. En honor a la verdad, los Percy tenían motivos
sobrados para estar un poco molestos con Enrique IV
Su estreno en la cosa bélica tuvo lugar en 1400, con solo 13 años. Roberto III de Escocia no quiso reconocer a Enrique IV como rey de Inglaterra, y además de ponerse chulo hizo alguna que otra cabalgada contra ciudades fronterizas inglesas. Enrique partió con un ejército de 13.000 hombres que, aunque no tuvieron ocasión de partirle la jeta al escocés, al menos le dejaron claro que mejor se quedaba en su casa sin dar la murga a los vecinos. Nada más volver tuvieron que marchar a Gales, donde Owen Glendower (Owain Glyn Dŵr en lengua galesa) un rico terrateniente, había decidido en septiembre de 1400 que el amo del país era él. Posteriormente, en julio de 1403, su padre lo puso al mando de la tercera batalla (digamos que la batalla era el equivalente a un grupo o cuadro de tropas. Por darle un nombre actual equivalente podríamos decir tercer regimiento o tercera división aunque el número de efectivos era por norma variable) en la jornada de Schrewsbury contra el rebelde Henry Percy, apodado Hotspur (literalmente, espuela caliente).

Recreación del castillo de Aberyswyth. Actualmente está en un estado
un tanto... deplorable
Pero la paz no se imponía ni a tiros, y nunca mejor dicho. El galés seguía dando la brasa, por lo que tuvo que volver a intentar someterlo. En 1407, ya con 20 años y una importante experiencia militar sobre sí, fue capaz de poner cerco y finalmente rendir tras un año de asedio el castillo de Aberystwyth, uno de los principales bastiones de Glendower, con un ejército de apenas 600 hombres de armas, 1.800 arqueros y algo de artillería. En fin, esta entrada no va sobre la vida de Enrique V, pero esta breve semblanza creo que sirve de muestra para tener más que claro que eso de que era un nini que solo sabía irse de parranda y tirar de la VISA de papá, nada. Se lo curró a base de bien, vaya, y las desavenencias que tuvo con su padre al final del reinado de este se debían precisamente a que, mientras Enrique IV no quería meterse en camisa de once varas con el tema de las aspiraciones al trono francés, que bastante tenía en casa con la rebelión galesa y los escoceses, Enrique estaba deseando cruzar el canal y exigir al rey gabacho la entrega de su corona. Por lo tanto, ese comienzo de la cinta en la que se nos muestra un Enrique sumamente cabreado por verse convertido en el heredero de un padre al que odia es más falsa que las promesas de un político. Veamos pues con detalle los constantes errores y anacronismos en los que incurre esta decepcionante cinta.

LOS PERSONAJES

Henry Percy, alias Hotspur (1364-1403)

Muerte de Hotspur en Shrewsbury.
Es el que da comienzo a la película rematando a un enemigo escocés, se supone que tras la batalla de Homildon Hill aunque el nombre no se menciona, librada el 14 de septiembre de 1402. Nos muestra a un Percy bastante joven cuando, en realidad, este personaje tenía en aquel momento 38 años, o sea, era un hombre maduro para la época. La discusión que mantiene con el maltrecho monarca, sin embargo, si está basada en un hecho real. Su cuñado sir Henry Mortimer permanecía cautivo del rebelde galés sin que el rey autorizara pagar su rescate. Imagino que ha sido el único caso en la historia en el que alguien se molesta por un cuñado, pero en fin...  En todo caso, lo cierto es que los Percy tenían más desavenencias con Enrique IV hasta que, finalmente, todo acaba como el lucero de la aurora en Schrewsbury. En la escena que se supone representa dicha batalla (tampoco se menciona el nombre), Enrique reta a combate singular a Hotspur (falso) y finalmente muere a sus manos (aún más falso). De hecho, el ejército inglés en esa jornada estaba liderado por el mismo Enrique IV con su hijo y heredero como lugarteniente. Percy murió al parecer de un flechazo en plena jeta justo en el momento en que se levantó el visor de su bacinete para inspeccionar el campo de batalla, aunque hay otras teorías al respecto. En todo caso, no fue a manos de Enrique- que por cierto también fue gravemente herido en esa batalla por un flechazo en la cara-, y mucho menos en un combate singular. Las dudas acerca de su muerte obligaron al Enrique IV a mandar exhumar el cadáver, salazonarlo y empalarlo, tras lo cual fue expuesto en el mercado de Schrewsbury. Luego lo mandó cuartear, enviando sus cachos a Londres, Newcastle, Bristol y Chester, y su cabeza a York. Cuando quedó claro a todo el mundo que, en efecto, el fogoso Hotspur era ya historia, devolvieron los restos a su viuda para que se los comiera con garbanzos o hiciera con ellos lo que le pluguiese.

Thomas, I duque de Clarence (1388-1421)

Efigie funeraria del duque de Clarence en la catedral de Canterbury
Hermano menor de Enrique y en la película presentado como heredero al trono por su padre a la vista de los golfo que es su hijo mayor. La realidad es que durante un breve período de tiempo y debido a las disputas entre Enrique y su padre ya casi al final de su vida, este destituyó a su heredero en el consejo real y cedió su sitio a Thomas, pero nada más. Así pues, aunque se les presenta como rivales, es totalmente falso. En ningún momento fue heredero al trono y, contrariamente a lo que se ve en la cinta, durante toda su vida fue un fiel y valioso consejero de su hermano. No era el gordito acomplejado que aparece en pantalla, sino un esforzado guerrero, tomando parte en las campañas en Francia junto a su hermano. Palmó como un auténtico y verdadero héroe en la batalla de Vieil-Baugé, librada el 21 de marzo de 1421 contra un ejército franco-escocés. Tras ser descabalgado lo mató sir Alexander Buchanan de un mazazo que lo dejó listo de papeles, pobrecito... Sin embargo, en la película lo "matan" en Gales justo antes de la muerte de su padre, o sea en 1413.

Sir William Gascoigne (c. 1350-1419)

Ni el puntillero de la Maestranza, leches...
Este personaje aparece como el más importante consejero de Enrique V tras su coronación. En realidad había ostentado el cargo de Lord Chief of Justice of England and Wales (Lord Jefe de Justicia de Inglaterra y Gales), cargo que desempeñó entre 1400 y 1413 y, en aquella época, mandamás supremo en cuestiones judiciales. Hombre al parecer de grandes conocimientos en leyes, ya en tiempos de Enrique IV tuvo sus más y sus menos con el rey debido a su empeño en mantener la independencia de la Justicia del poder regio. Con la llegada al trono de Enrique V fue despedido de su cargo o, a lo sumo, lo ostentó durante muy poco tiempo, tras lo cual se retiró sin más a disfrutar de la jubilación hasta su fallecimiento pocos años más tarde. En la cinta no solo se nos muestra como un celoso consejero del rey, sino incluso como el instigador secreto del complot de Southampton del que luego hablaremos, y no de un supuesto asesino a sueldo enviado por los gabachos. Descubierta su alevosía, el mismo rey lo apuntilla de un certero cachetazo en todo lo alto, como si de un miura se tratara.

Thomas de Beaufort, conde de Dorset (c.1377-1426)

Este personaje aparece en la película como el comandante de los arqueros en Azincourt, siendo el enésimo camelo absurdo. Dorset, también retoño de la prole espuria de Juan de Gante y por lo tanto tío de Enrique V, tomó parte en la expedición a Francia, pero no en Azincourt porque, tras el asedio de Hartfleur, fue puesto al mando de una guarnición compuesta por 1.200 peones, 900 arqueros y 300 hombres de armas con la que el monarca inglés mantuvo la posesión de tan importante fortaleza. Los arqueros de Azincourt estuvieron al mando de sir Thomas Erpinhgham. En fin, en la peli pusieron a Dorset a hacer horas extras, y encima de gorra. Por cierto, el blasón que aparece en el ángulo inferior izquierdo luce las armas de la casa real inglesa por ser hijo de Juan de Gante.

Phillippa de Lancaster (1394-1430)

Hermana de Enrique V y la más pequeña de la prole de Enrique IV, se casó en 1406 con Eric de Pomerania, rey de Dinamarca, Suecia y Noruega. Con solo 11 añitos fue mandada a aquellas gélidas tierras sin que haya constancia de que volviera más a Inglaterra, debido entre otras cosas a que los asuntos en su nuevo reino requirieron su presencia y donde llegó a ser regente durante un breve periodo. O sea, que no estuvo en la coronación de su hermano para que le regalaran copas chulas de cristal de Bohemia. Por cierto que, como curiosidad, parece ser que fue la primera reina de la que hay constancia de que se casó vestida de blanco, lo cual no deja de ser lógico siendo como era una impúber en aquel momento.



Exequias de Carlos VI. Obsérvese que al difunto lo llevan
como si fuera en un paso de Semana Santa. Igual le cantaron
una saeta y todo...
Carlos VI de Francia (1368-1422)

Estaba como una cabra el pobre. De hecho le apodaban "el Loco". En 1392 tuvo su primer brote de no sabemos qué variedad de chaladura, pero que ya no le abandonó en toda su vida. Tras la derrota de Azincourt en 1415 se avino a firmar cinco años más tarde el Tratado de Troyes por el que desheredaba al príncipe delfín Carlos VII aprovechando la sospecha de que era un bastardo, rumor que más bien era un alarido porque todo el mundo estaba al tanto de que su madre, Isabel de Baviera, era una hembra extremadamente promiscua. Para no diluir la sangre de los Valois acordó casar a su hija Catalina con Enrique a raíz de la firma del tratado.

Carlos de Valois, príncipe delfín (1403-1461)

Carlos VII, un personaje que no tuvo nada que ver
con la trama de la película
Este personaje es masacrado sin misericordia ya que, como vemos, en la época en que transcurre la película era un adolescente. Cuando Enrique recibe como obsequio por su coronación una pelota (en realidad eran pelotas de tenis, una ocurrencia que aparece en el "Enrique V" de Shakespeare), tenía solo 10 años, así que no casa mucho con la edad de Robert Pattinson, que interpreta a este personaje. Por otro lado, ni tuvo el mando en Azincourt (tenía solo 12 años en aquel momento), ni fue apiolado por varios peones ingleses tras darse 42 resbalones seguidos en el fango pútrido del campo de batalla. La realidad es que tras la muerte de su padre y tropocientos conflictos derivados del Tratado de Troyes después de la defunción de Enrique, la aparición de Juana de Arco permitió aminorar de forma notable las posesiones inglesas en Francia y, por fin, verse coronado en Reims el 17 de julio de 1429. En resumen, que su intervención en toda esta historia fue totalmente irrelevante pero eso no es problema para ponerlo persiguiendo pajes de los british que se acercan a un río a por agua y a masacrarlos porque es sumamente perverso. En fin, han recreado un personaje grotesco que no sé qué pintaba en la trama, francamente.

Catalina de Valois (1401-1437)

Casada con Enrique V en junio de 1420 cuando aún no había cumplido los 19 años, la temprana muerte del monarca inglés en agosto de 1422 a causa de una feroz disentería durante el asedio a Meaux, apenas le dejó tiempo para una sola preñez que dio como fruto a Enrique VI, pseudo-rey de Francia entre 1422- cuando aún no había cumplido un año de edad- y 1453 por obra y gracia del Tratado de Troyes y último retoño de la Casa de Lancaster ya que con él comenzó la Guerra de las Dos Rosas. 

Joel Edgerton en su rol de Falstaff, armándose para tomar parte en la
batalla de Azincourt que él mismo se adjudicó en el guión
Sir John Falstaff

Personaje ficticio que, como hemos comentado, aparece en las obras de Skakespeare "Enrique IV" y "Enrique V". Al parecer, el personaje estaba inspirado en un tal John Oldcastle, un miembro de los "lollards", una secta que precedió a la reforma protestante y que, por lo visto, contaba entre sus miembros al mismo Enrique IV. En la película no solo es uno de los principales personajes, sino que incluso comanda y plantea la estrategia del ejército inglés en Azincourt cuando el mismo Shakespeare había "matado" al personaje en "Enrique V" tras verse abandonado por su antiguo compañero de juergas al ser coronado rey. En fin, no veo la necesidad de perpetrar estas pifias. Si querían hacer una representación de la obra de Shakespeare, pues vale, pero no ha sido ni lo novelado ni lo real, habiendo material y personajes de sobra para haber logrado un producto históricamente fiel. Lo repito: no entiendo estas prácticas de la industria del cine.

El asesino gabacho (no se le da nombre en el reparto)

Bien, aquí es donde mezclan churras con merinas aprovechando también la parte shakespeariana del guión. Presentan a un hipotético asesino enviado por el príncipe delfín, que con unos 11 o 12 años ya tenía al parecer más peligro que una cobra con paperas. Según esta trama, el asesino lo había mandado sir William Gascoigne para forzar la guerra con Francia, lo cual es, aparte de falso, una chorrada innecesaria ya que Enrique tenía, como hemos visto, especial interés en darse un garbeo por el continente para reclamar sus derechos al trono. Para darle enjundia a la cosa, implica a Cambridge y Gray que son decapitados. Bien, ahora veamos como fue el verdadero complot de Southampton.

Cambridge y Gray a punto de dejar de sufrir migrañas para siempre
El 31 de julio de 1415, poco antes de partir hacia Francia, Enrique recibió al atribulado Edmund Mortimer, V conde de March (1391-1425). Este probo súbdito le traía una sorprendente noticia: una conspiración urdida por Richard de Conisburgh, III conde de Cambridge (cuñado de Mortimer, mira por donde), Henry Scrope, III barón de Scrope Marsham, lord Clifford y sir Thomas Gray para asesinar a Enrique, llevarlo a Gales y coronarlo con el apoyo de los rebeldes. Cabe suponer que a Enrique se le debió poner la jeta a cuadros cuando tuvo noticia de un complot contra él de boca del que, en teoría, sería el principal beneficiario del mismo. Pero, al parecer, Mortimer no estaba por meterse en líos, delató a los que querían hacerle rey y prefirió ser un fiel y abnegado vasallo del nuevo rey. Obviamente, Enrique lo perdonó, pero Cambridge, Gray y Scrope pagaron su alevosía, siendo descabezados entre los días 2 y 5 de agosto. Mortimer tuvo un brillante comportamiento durante la campaña de Francia para demostrar que era un sujeto honorable y tal. Palmó de peste bubónica en enero de 1425 con 33 años. Como vemos, llegar a los 40 era toda una proeza en aquellos tiempos.

En fin, ya vemos que, salvo los personajes menos relevantes de la trama, al resto los han masacrado históricamente hablando. Esto no son "licencias artísticas", sino verdaderas burradas que solo sirven para confundir a la gente y poner de mala leche a los que están un poco más puestos en la materia. Veamos el tema de atrezzo, que con eso al menos no se han ensañado tanto, y algún que otro gazapo digno de juzgado de guardia...


Este me provocó un sarpullido. Antes de comenzar la batalla (la de Azincourt, naturalmente), el sufrido Enrique acude al campamento gabacho donde el altivo y psicótico delfín lo recibe esperando su rendición. Pero no, el bravo Harry se postra como si fuera su vasallo y le pide resolver el asunto mediante combate singular. Por cierto, reparen en la extraña armadura del delfín, que luego veremos con más detalle.


Aquí acertaron, menos mal. El fotograma recoge el momento en que el ejército inglés llega al lugar donde plantarán cara al gabacho. La película está rodada en Hungría e Inglaterra, pero el sitio es clavado a como debió ser el original, una amplia vaguada flanqueada por espesas arboledas a ambos lados que servirán de apoyo a sus flancos. A la izquierda estaría el pueblecito de Azincourt, y a la derecha Tramecourt. En el centro es donde se dieron estopa a base de bien aprovechando la acumulación de agua por las lluvias.

Esta es grave. La espada de Enrique V. Todo el mundo sabe cómo es la espada de Enrique V. Los nenes lo aprenden antes de nacer, y si te quieres nacionalizar británico (puagggg...) te la incluyen en el test de buen ciudadano. Está expuesta en Westminster junto con el yelmo, el escudo y la silla de guerra del monarca. Bueno, coñas aparte, lo que se muestra como la espada del rey apareció en el triforio (sí, un sitio un poco raro) de la abadía en 1869, por lo que no se puede asegurar al cien por cien que fuera suya. Sin embargo, a mi entender todo apunta a que sí ya que se trata de un ejemplar característico del tipo XV de Oakeshott: espada de una mano con pomo de disco, hoja con sección de diamante y una nervadura central para darle aún más rigidez. Este tipo de espadas se diseñaron para penetrar en las lorigas y, sobre todo, en las cada vez más abundantes armaduras de placas. Estas espadas estuvieron vigentes entre 1290 y 1415. La que pende del costado del personaje es una espada de mano y media con toda la pinta de ser una XVIIIb, tipología vigente entre 1410 y 1510. Se trata de un arma con la hoja de sección similar a la anterior pero más larga y provistas a veces de guardalluvia. Las hojas de estas espadas prácticamente no tenían filo ya que su misión era herir de punta, por lo que su esgrima contemplaba empuñarlas por el tercio fuerte para ayudarse a empujar o a trabar el arma del enemigo.


Los combates están bastante bien traídos, las cosas como son. No aparecen esas estudiadas coreografías donde los contendientes se pasan media hora soltando insidiosas estocadas y fintando hábilmente ante los golpes del enemigo. En este caso se dan estopa a lo bestia, ya sea con las espadas o, caso de perderlas, a puñetazos, patadas o como sea con tal de acabar con el vencido metiéndole el puñal por el visor o bajo el mismo. En este sentido, las escenas de lucha vienen bastante bien para desmitificar los supuestamente caballerosos enfrentamientos medievales en los que, en realidad, se recurría a todas las artimañas, por sucias que fuesen, para matar al adversario.


A la mêlèe le damos un 9 por lo menos. Es lo mejor de la película: fangosa, asquerosa, hedionda, sudorosa, berreante, angustiosa y pútrida. Intuyo que deben haber intervenido todos los grupos de probos ciudadanos recreacionistas de Rusia y alrededores, que como sabemos son los más cafres del gremio y se dan unas sobas mortíferas los fines de semana. No me privo de proclamarlo: está muy bien presentada y, al igual que los combate singulares, desmitifican por completo esas batallitas donde todo el personal se empareja con un enemigo y se ponen a chocar las espadas hasta que a uno le toca caerse haciéndose el muerto. En esta no. Aquí la cosa va de todos contra todos y, francamente, hace pensar en cómo leches se podían identificar con las cotas de armas cubiertas de barro, sangre y vísceras. En fin, está muy bien, no se puede negar.

Y tras una batallita tan guay llega el cantamañanas del delfín con una armadura rarita y un almete aún más raro y, además, anacrónico por completo y todo se detiene porque se le ha antojado desafiar a combate singular al inglés. Es un poco bastante muy chorra meter ese corte cuando la batalla casi ha concluido y los gabachos están siendo bonitamente masacrados para recrear la humillación del abyecto y malvado príncipe delfín que, tras ser incapaz de mantener el equilibrio en el lodazal y caer varias veces, a una señal de Enrique varios peones se abalanzan contra él y lo trituran sin piedad. Pero, como ya avanzamos anteriormente en las descripciones de los personajes, el delfín estaba por aquella época en París sin poder imaginar que sería desheredado y que, si la disentería no hubiese acabado con Enrique, jamás habría sido rey de Francia por mucha Juana de Arco que llegase a la corte diciendo que oía voces porque la corte ya no sería de un rey francés, sino de uno anglo-francés. En fin, este personaje es la gran cagada de toda la película.



Una de cal y otra de arena. El cerco a Harfleur. Como vemos, fabricaron y pusieron en funcionamiento tres fastuosos fundíbulos con los que bombardean sin descanso el castillo y tal. Las escenas nocturnas lanzando pellas ardientes son chulísimas de la muerte. No se sabe con exactitud la tormentaria de que dispuso el inglés, pero sí se tiene constancia de que hizo uso tanto de artillería pirobalística como neurobalística. Aparte de eso, el campamento inglés está muy bien recreado, así como las naves que transportan al ejército del bravo Harry gracias a unos estupendos efectos digitales. Pero... Harfleur era en aquella época un puerto de mar en la costa normanda. De hecho, sus murallas daban paso a las naves que podían atracar en un puerto situado en el interior de las mismas. O sea, que ese castillo tan molón que aparece en lo alto de una colina pinta ahí lo mismo que un santo con dos pistolas. Digo yo que podrían haberlo recreado digitalmente, ¿no? En la foto de la derecha pueden ver una maqueta con el aspecto de la ciudad en la época que nos ocupa. El interés de Enrique por apoderarse de ella no era otro que establecer una cabeza de puente segura para poder moverse del continente a la isla sin tener que complicarse la vida.


El armamento está completito y surtido. Sin embargo, hay que puntualizar algunos detalles chorras. Aunque pueda parecer lo contrario, el que hasta ahora permanece imbatido por su fidelidad histórica es el del "Enrique V" de Laurence Olivier (foto de la izquierda), una cinta con nada menos que 73 años a cuestas, es decir, una época en la que, en teoría y como vemos en muchas otras películas de aquellas fechas, se solía fantasear bastante con esos temas. Sin embargo, Olivier recurrió a una fuente infalible y de cuya verosimilitud nadie podría dudar: las efigies mortuorias de los nobles contemporáneos al momento histórico en que transcurre la acción. Son "fotos" de principios del siglo XV que muestran con pelos y señales cada pieza, los diferentes tipos de yelmos, mallas, diseños en general, y hasta las hebillas que usaban, e Inglaterra está llena de tumbas con sus estatuas yacentes para tomar datos a mansalva. Las de la película que nos ocupa son básicamente correctas aunque cronológicamente hablando algunas de las que muestran son un poco posteriores. Sí, ya sé que hablamos de hilar demasiado fino, pero no conviene dejar nada al azar no sea que algún cuñado se haya empollado el tema. 

En tiempos de Azincourt se había popularizado ya la armadura de placas, pero era una costumbre más o menos generalizada recubrirlas con una cota de armas ajustada a la misma con simples fines de identificación. También empezaba a proliferar el uso de las celadas góticas pero lo más característico era el bacinete cuyo camal había sido sustituido por una gorguera que permitía que el peso del mismo no descansase sobre la cabeza, sino sobre los hombros. En las fotos de la derecha tenemos un par de ejemplos. Como vemos, la enorme gorguera envolvía el cuello y no dejaba resquicios por donde meter una daga de arandelas. El único sitio vulnerable era la cara. El bacinete estaba desprovisto de visor, lo que permitía un campo de visión más amplio, de vital importancia en una época en que no era precisamente raro que los jinetes echasen pie a tierra para combatir a pie (como en Azincourt, por ejemplo). El burelete que por norma llevan en el bacinete, por lo general ricamente decorado, es una reminiscencia de los que se usaban para ajustarse sobre el mismo un yelmo de cimera o de justa. Caso de no usar este tipo de casco, lo habitual era recurrir a los bacinetes de pico de gorrión- con (foto A) o sin camal de malla (foto B)- o a un gran bacinete (foto C) que pesaba más que un fin de semana con la familia política. 



También es meritorio que se hayan molestado en fabricar caparazones de malla para los sufridos pencos del reparto, pero en este caso se trata de un accesorio ya obsoleto (foto inferior). A principios del siglo XV las protecciones de los caballos, al igual que las de sus amos, eran de placas. Así, estos animalitos solían ir recubiertos con caparazones de tela con los colores o escudos de armas del jinete, y se les protegía la cabeza con la testera y el cuello con la capizana, una sucesión de placas como si del cuerpo de una langosta se tratase que llegaba desde la testera hasta la cruz. No obstante, en este aspecto y como en todo lo concerniente a la panoplia de cada caballero, la protección pasiva tanto de hombre como de animal dependía del poder económico de cada cual, y pocos eran los que se podían permitir adquirir, además de su armadura, la del caballo.



Y para terminar, las... muñequeras. De verdad, esto se está convirtiendo en algo obsesivo. ¿Quién las inventó? ¿De dónde sacaron la idea? ¿En qué se basaron? Juro por mis barbas de mariscal austro-húngaro que he visto miles, sí, miles de ilustraciones de la época, y jamás, en ni una sola, aparece nadie con esas muñequeras de cuero. Ídem de tiempos de los romanos, pero de eso ya hemos hablado cienes y cienes de veces. Los hombres cubiertos con una armadura no las necesitaban, y los peones, alabarderos, ballesteros, arqueros, etc. no las usaban. Por favor, si alguien ve una sola ilustración de la época donde salga una, que me lo diga. O si conoce a alguien dedicado a la industria del cine, que nos informe, porque ya es una cuestión de honra, carajo. Vean, vean...



Ah, lo olvidaba. Un detalle digno de mención y que solo por eso ya merece un reconocimiento: el típico chirrido de las espadas al desenvainarse lo han omitido. No suena ni una vez. DEO GRATIA

Bueno, no creo que olvide ningún detalle de importancia. Como verán, de la batalla en sí prácticamente no se ha comentado nada porque es archiconocida, así que bastará con que comparen lo que vean en la película con lo que ya conocen. Por lo demás, como decíamos al principio, es la enésima oportunidad desaprovechada de hacer una buena película histórica. No obstante, y como hay gustos para todo, a los amantes de la acción y el fango ensangrentado les parecerá cojonuda como espectáculo visual, que eso sí lo han logrado, y merece un par de cartones gordos de palomitas por lo menos. 

Bueno, ya'tá

Hale, he dicho

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El fulano que hace de Enrique V mantiene durante toda la película un tono de voz mezcla de susurro con ira contenida
que parece que le va a dar una alferecía en cualquier momento. La verdad es que no me ha gustado su interpretación.
Tiene la misma naturalidad que un maniquí de sastrería barata

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