jueves, 19 de diciembre de 2019

La armadura de Dendra




Al hilo de la entrada anterior, dedicada a la LORICA SEGMENTATA, pusimos como ejemplo de primitiva armadura de placas la famosa panoplia de Dendra, una peculiar pieza de bronce bastante conocida por lo general en cuanto a su existencia, pero ya no tanto en sus detalles, uso táctico, etc. Así pues, y ya que hace tiempo que no dedicamos nada al armamento del mundo griego, abriremos un paréntesis para dedicar un artículo a esta armadura que, por si no lo saben, es el ejemplar completo más antiguo hallado hasta ahora. 

La necrópolis de Dendra está situada cerca de la población homónima, en la Argólida, una región situada al este del Peloponeso. Las excavaciones de Dendra no son cosa de hace dos días ya que a lo largo de la primera mitad del siglo XX el arqueólogo sueco Axel Waldemar Persson anduvo por allí bicheando tumbas y buscando afanosamente los orígenes del sistema Lineal B, una escritura silábica usada por los micénicos considerada como la forma más arcaica del griego datada hacia mediados del siglo XV a.C. La necrópolis estaba formada por thóloi (Θόλοι en singular tholos, Θόλος), una tipología de tumba habitual en la zona formada por una cámara precedida de un largo pasillo o dromos. La cámara, de planta circular y con una falsa bóveda ojival, era el lugar de reposo del probo régulo tribal de turno donde sus deudos lo depositaban junto al correspondiente ajuar funerario compuesto ante todo por sus armas, así como de objetos y enseres que le harían falta para la vida de ultratumba: dinero, perfumes, utillaje doméstico, etc. Este tipo de enterramiento debió extenderse por la ribera mediterránea ya que en España hay ejemplos de thóloi repartidos por nuestra geografía, y por su costosa fabricación podemos dar por sentado que solo se usaban para personajes de cierto rango. A los pelagatos y a los cuñados lo tirarían en cualquier hoyo y santas pascuas.

Aspecto de la cámara con el ajuar aún intacto
Persson palmó en 1951, pero las excavaciones en Dendra prosiguieron de la mano de su paisano Paul Åström con la colaboración de arqueólogos griegos. Así, en mayo de 1960 apareció una peculiar tumba catalogada como la número 12 que, contrariamente a las habituales en la necrópolis, no tenía su acceso a través del dromos habitual, sino que se accedía a la cámara mediante un pozo. La cúpula se había colapsado en algún momento de la historia, pero una vez despejada la cámara dieron con la que sería hasta el día de hoy la armadura completa más antigua del mundo. Imagino que debió ponerse sumamente contentito y dedicar horas, meses y lustros a investigar a fondo el hallazgo, porque tardó nada menos que 17 años en publicar el informe pertinente sobre la dichosa tumba en 1977.

El acceso a la Tumba 12
Además de la armadura apareció una carrillera de bronce procedente de un yelmo de colmillos de jabalí, un puñal con la hoja de un solo fijo, dos remaches de bronce pertenecientes a una espada de la que no quedaba ni rastro, restos de un material indefinible que consideraron eran de un carcaj y esa especie de bandeja con dos asas que tampoco está nada claro qué era y para qué servía. Y, naturalmente, la osamenta del inquilino de la tumba, un sujeto esbelto y fibroso al que se le calcula una estatura de 1,75 metros y un peso de unos 60-65 kilos. Como tantos guerreros de su época, a pesar de no ser una mole musculosa debía ser fuerte, resistente y extremadamente ágil para usar semejante trasto sin caer agotado a los dos minutos. Ojo, este tipo de armadura no fue una pieza única ni mucho menos, sino solo la que apareció completa porque, de hecho, en otras nueve tumbas se encontraron piezas similares sueltas. Esto indica que estas peculiares armaduras eran de uso común en el mundo micénico entre los siglos XVI y XV a.C. independientemente de que por su elevado costo estuvieran reservadas a ciudadanos económicamente desahogados, o sea, con el riñón bien cubierto. Cuando se procedió a la reconstrucción de la armadura surgieron, como está mandado las teorías más variopintas acerca de su uso y, como no podía ser menos, cada estudioso en la materia ha defendido con furia visigoda sus ideas. Obviamente, es muy difícil saber cuál es la que más se acerca a la verdad, pero con un poco de sentido común, que como decía mi venerable abuelo es el menos común de los sentidos, al menos intentaremos aproximarnos a su empleo en el campo de batalla.

Réplica actual
La armadura se compone de quince piezas que, a la vista de las perforaciones que muestra en cada una de ellas, estaban unidas y articuladas entre sí mediante correas de cuero. Además, aparecieron dos grebas y dos guardabrazos. Todo el conjunto está fabricado con bronce, una aleación de cobre y estaño que, en esa época, solía contener entre un 8 y un 10% de este último metal. A más estaño, más dureza. La chapa de la armadura tiene un grosor medio de 1 mm., un poco menos en algunas zonas, por lo que es más que probable que en su época dorada fuese algo más gruesa. El constante pulido durante su vida operativa- un guerrero debía ir brillante como una patena a la batalla- más la corrosión deben haberle hecho perder algo de espesor, por lo que las recreaciones modernas se han hecho con una chapa de alrededor de 1,2/1,3 mm. Estas dos o tres décimas, que aparentemente pueden resultar insignificantes, supone un aumento de peso notable, desde los 18 kilos de la armadura original a los 25 de una réplica moderna. El interior debía estar enteramente cubierto con un forro textil, seguramente el lino al que tan aficionados eran los aqueos, o de cuero, formando un reborde en todas las piezas para proteger de roces y cortes. Veamos con detalle cada una de sus partes...

La coraza o thōrāx. Se compone de dos piezas, peto y espaldar. El peto lo forma una lámina fabricada de una sola pieza con una pequeña gorguera. Como podemos apreciar, todo su interior está forrado con textil o cuero, rebordeado y cosido por todo el contorno. En la figura A podemos ver el sistema de cierre para unir el peto al espaldar. Según Connolly constaba de unas pequeñas argollas fijadas mediante remaches, una al costado derecho y dos en los hombros, una a cada lado. Estas argollas pasaban por unos huecos ad hoc en el espaldar, donde serían fijadas mediante un cordón o algún pasador cuyo posible aspecto desconocemos. En la figuba B podemos ver el costado izquierdo con una charnela formada por tres alambres de bronce o cobre que unían peto y espaldar, permitiendo un pequeño giro, lo suficiente para introducir el cuerpo. Los orificios que se aprecian en la parte inferior eran simplemente para unir el peto al faldón mediante tiras de cuero.

El espaldar era una pieza similar pero un poco más larga. Mientras el peto llegaba aproximadamente a la altura del ombligo, el espaldar cubría la zona lumbar. Esto no tenía otra finalidad que permitir cierta capacidad para inclinarse hacia adelante, aunque embutido en ese chisme no debía ser precisamente fácil. En la figura A vemos el espaldar completo con el resalte que lo prolonga hasta donde la espalda pierde su casto nombre, vulgo culo. Las flechas marcan las hendiduras por donde se introducían las anillas de fijación del peto. En la figura B tenemos ambas piezas sobrepuestas con el aspecto aproximado que tendrían una vez colocadas sobre el cuerpo. Obsérvese el amplio hueco disponible para los brazos, lo que hace suponer que los usuario de estas armaduras disponían al menos de un buen nivel de movilidad en los mismos. 

La gorguera o perilaimio. La coraza estaba remada por su parte superior por una enorme gorguera formada por una sola pieza doblada y remachada en el lado derecho. Al igual que las demás piezas, el interior estaba forrado y rebordeado para evitar roces. Esta pieza carecía al parecer de sujeción por lo que cualquier movimiento brusco suponía un golpe en la cara o la nuca. Además, debía colocarse después de ponerse el yelmo ya que no dejaba espacio para anudar el barbuquejo bajo el mentón. Aunque pueda parecer una pieza de poca relevancia salvo por el hecho de que protegía el cuello y la parte inferior de la cara de su usuario, revela un detalle que algunos autores parecen pasar por alto: esta gorguera limitaba enormemente la visión hacia abajo, sobre todo lo que estaba cerca del combatiente con el obvio riesgo que entrañaba. ¿Qué quiere decir esto? Pues que aunque algunos consideran que esta armadura era válida para combatir a pie, su empleo lógico no era ese precisamente por la limitación visual. Una simple piedra o desnivel del suelo que pasase desapercibido bastaría para darse una costalada y acabar convertido en comida para gatos a manos de los enemigos. Pero dejemos este tema de momento hasta que llegue la hora de las conclusiones finales porque aún no está todo dicho al respecto.

Las hombreras o guala. Son unas piezas perfectamente moldeadas y complejas de fabricar, lo que denota el nivel tecnológico alcanzado en la época. Cada hombrera estaba compuesta por tres piezas: una (fig. A) que cubría el hombro y quedaba unida a la coraza mediante la correspondiente lazada de cuero, y dos secundarias. La B estaba formada por un triángulo y su misión era la misma que la de los varaescudos de las armaduras góticas fabricadas 30 siglos más tarde: cubrir la axila del combatiente cuando subía el brazo para golpear con su espada o arrojar la lanza. El hueco que quedaría entre el peto y la pieza A sería cubierto por este pequeño pero importante triángulo de bronce. Finalmente tenemos la pieza C que, como en el caso de la LORICA SEGMENTATA, era una simple prolongación móvil de la hombrera para proteger la parte superior del brazo. Por último, cabe señalar la pequeña anilla que sobresale de la hombrera. Se desconoce su utilidad aunque la opinión más extendida es que servía para fijar la correa del tahalí de donde pendía la espada. Solo aparece en la hombrera derecha ya que, en este caso, la espada estaría situada en el costado izquierdo.

El faldón o mitrè. Está formado por dos mitades de tres piezas cada uno. La parte delantera cubre desde el bajo vientre hasta las rodillas, y la trasera es un poco más larga. La que vemos en el gráfico de la delantera. Como se puede apreciar, las tres partes se solapan de abajo arriba, lo que no es precisamente recomendable para deflectar golpes de espada, hoces, etc. Este es precisamente otro de los motivos por lo que, a pesar de las afirmaciones de algunos autores, hacen difícil comprender como un guerrero metido en ese tubo podía moverse con facilidad. Algunos podrían compararla con una armadura de tonelete renacentista, pero recordemos que el faldón de esas armaduras tenía una forma acampanada muy amplia que no estorbaba en absoluto para el combatiente a pie, aparte de que solo se usaban en justas, no en batalla. Por lo tanto, volvemos a plantear que la hipótesis más acertada es que la armadura de Dendra estaba concebida para un uso estático. Ojo, eso no quita que si no quedase otro remedio sería válida para luchar a pie, pero sería lo mismo que ponerse una armadura de tonelete para montar a caballo: un engorro.

Si observamos al probo ciudadano recreacionista de la foto, podemos ver que no sería precisamente fácil trotar con esa cosa golpeando las rodillas de forma constante. Según Howard, que es precisamente uno de los autores que defienden la teoría de que estas armaduras eran "todo uso", los cordones que hemos marcado con flechas rojas en la lámina anterior serían para regular la altura del faldón delantero, de forma que quedase por encima de las rodillas para poder correr pero, a pesar de todo, unas piezas de varios kilos oscilando y golpeando las piernas no eran lo más adecuado para ir a combatir. Connolly no solo no plantea sea opción, sino que da por sentado que la armadura de Dendra estaba destinada a un hombre que luchaba en un carro. Más aún, si observamos la posición del recreacionista, casi no quedarían dudas de que su forma de combatir era estática. Quizás luchase a pie amparado en la formidable protección que le brindaba la armadura, o quizás lo hiciese solo en su carro de guerra junto al conductor, que eso de ir a la guerra a pie siempre ha sido cosa de pobretones. En fin, las teorías están ahí, que cada cual coja la que prefiera. Prosigamos...

Las piezas complementarias eran las grebas (knèmides) y los guardabrazos (perikarpio). Ambas piezas, según manifestó Åström en su informe, estaban fabricadas con una chapa muy fina, "como de papel", lo que hace suponer que formaban parte de una protección más completa a base de textil o cuero. En la ilustración de la derecha hemos realizado una hipotética recreación de la greba- la del guardabrazo sería similar- en la que vemos la pantorrilla envuelta en una especie de polaina de lino sobre la que se fija la greba. Recordemos que el lino era empleado de forma profusa por los aqueos y demás pueblos de la zona y que su resistencia era notable cuando se unían varias capas del mismo. En el ajuar no aparecieron rastros de este tipo de protección, pero ante lo endeble de grebas y guardabrazos solo cabe plantear una opción similar salvo el caso de que fueran piezas destinadas exclusivamente a ornato, paradas militares y demás saraos para lucirse. Sea como fuere, y como el resto el conjunto, en este caso también tendremos de momento que ceñirnos a teorías.

¿Cuál es la válida? No se sabe y, salvo que aparezcan nuevos hallazgos que revelen alguna novedad, nos quedaremos como estamos. En lo que a mí respecta, me inclino casi sin dudarlo por la hipótesis de que los guerreros armados con estas armaduras estaban destinados a combatir desde un carro, una posición estática donde podía ofender al enemigo sin preocuparse de otra cosa más que ensartarlos como aceitunas de martini. Ellos eran prácticamente invulnerables, y salvo que el carro volcase podían pasearse impunemente por el campo de batalla. Incluso en el caso de que el conductor palmase siempre podía tomar las riendas y volver a sus líneas sin problemas. Otra opción, esta de cosecha propia, es que usasen los faldones para combatir en carro, mientras que para hacerlo a pie se despojasen de ellos ya que bastaría soltar los cordones de cuero para desprenderse de lo mismos. En todo caso, hay constancia es de que los tripulantes de carros hacían uso de armaduras. Las tabletas en Lineal B de Knossos muestran el suministro de al menos 36 corazas, incluyéndose además el número de carros con sus ruedas y caballos asignados. De esas 36 corazas, ocho estaban asignadas a razón de una por carro, lo que indica que el
Paul Aström (1929-2008)
conductor iba desarmado, mientras que se señala la existencia de dos unidades para 14 carros, por lo que ambos tripulantes iban protegidos si bien cabe suponer que el conductor usaría un modelo más ligero. Por lo tanto, el hecho de que al menos un tripulante de carro fuese fuertemente armado no debe ser desechado e, insistimos una vez más, los régulos y mandamases tenían el privilegio de luchar sobre ruedas, que se cansa uno menos y es no es tan peligroso como hacerlo pie en tierra.

Bueno, con esto creo que ya sabemos algo más sobre la peculiar armadura de Dendra. El casco lo dejamos para otro día, que mis odiosas cervicales están en franca rebelión.

Hale, he dicho

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