sábado, 28 de diciembre de 2019

Yelmos de colmillos de jabalí


Un tripulante de un carro de guerra con una panoplia similar a la de Dendra se dispone a subir a su vehículo. Tanto él como
el conductor y los infantes que aparecen al fondo protegen sus valiosos cráneos con yelmos de colmillos de jabalí

Como complemento al artículo que dedicamos a la armadura de Dendra y para dar término a la segunda década del siglo XXI (carajo, el tiempo vuela, etc.), hoy toca el complemento del armatoste micénico: el yelmo, concretamente esos peculiares cubrecabezas forrados con láminas de los colmillos de esos feroces suidos que, cuando se ven acorralados, tienen más peligro que un político sin tener ya dónde meter mano. Bueno, a lo que vamos...

Como algunos ya sabrán pero muchos no tendrán ni idea, esta peculiar tipología tuvo bastante profusión en el mundo micénico, concretamente entre los años 1600 y 1300 a.C., siendo su época de mayor esplendor hacia los años 1550-1500 a.C. si bien estas fechas está basadas en los restos hallados hasta nuestros días, por lo que esta datación es susceptible de variar si aparece algún ejemplar o parte del mismo que nos permita ampliar su vida operativa. No obstante, estos probos ciudadanos se preocuparon de legarnos abundantes representaciones gráficas de sus panoplias, algunas de periodos tan lejanos como el tercer milenio antes de los días de Cristo. Un ejemplo lo tenemos en esas dos estatuillas que vemos a la derecha, datadas entre el 3200 y el 2800 a.C. y procedentes de Plastiras y Louros. Ambas van tocadas con un pilos, un casco cónico típico de los griegos que, según vemos, están divididos en franjas horizontales. Lo esquemático de la talla no nos permite saber cómo ni con qué material estaban fabricados si bien lo más probable es que se tratase de cuero o algún tejido, como el lino o el fieltro pero, al menos, nos da la certeza de que en esa época tan remota el yelmo ya formaba parte de la panoplia de lo guerreros egeos.

Por otro lado, no deja de ser curioso que recurrieran a forrar sus cascos con algo tan peculiar como los colmillos de un animal considerando que sus conocimientos metalúrgicos les permitirían fabricarlos del mismo bronce con que elaboraban sus armaduras, espadas o hachas. De todo ello quizás podamos colegir que el motivo no debía ser otro que marcar un estatus dentro del grupo, siendo exclusivos de los régulos tribales, la aristocracia local o, al menos, de los que disponían de medios económicos como para pagarlos ya que, por razones obvias, la elaboración de estas piezas debía ser bastante cara. Respecto a su origen, como no podía ser menos, hay teorías para todos los gustos. Algunos autores consideran que fueron introducidos en la zona de influencia egea por poblaciones que emigraron hacia la parte continental de Grecia procedentes del norte y el centro de Europa hacia el 1800 a.C., mientras que otros afirman que surgieron en Creta, y de ahí pasaron al continente. Un ejemplo que corroboraría esta teoría sería la pelekys (πέλεκυς, bipenne o hacha de doble filo) que hemos recreado en la ilustración de la izquierda y que corresponde a un ejemplar hallado en Knossos (Creta), datado entre el 1700 y el 1450 a.C. La pieza en cuestión lleva grabado en ambas caras un yelmo que inconfundiblemente es de colmillos de jabalí, rematado por un penacho circular de crin. Esta puede que sea la representación más antigua de este tipo de yelmos.

A partir de ahí las representaciones artísticas de estos yelmos, ko-ru en lengua micénica, son abundantes tanto en pinturas como cerámica y esculturas y, por supuesto, por la cantidad de colmillos aparecidos en ajuares funerarios. En el de Dendra concretamente había 50 láminas además de dos carrilleras de bronce. El motivo de que solo aparecieran estas piezas y no el yelmo completo es debido a que estaba casi en su totalidad fabricado con materiales perecederos, posiblemente cuero y/o lino o fieltro que, por razones obvias, desaparecieron hace la torta de años. Pero de eso hablaremos más adelante, cuando analicemos las distintas tipologías. La cuestión es que podemos tener la certeza, al menos de momento, de que el siglo XVII a.C. los yelmos de colmillos de jabalí se habían propagado por toda Grecia. Otro ejemplar, datable hacia el Heládico Tardío B (1300-1200 a.C.), es el que hemos recreado a la izquierda. Este casco aparece representado en una tumba en Spata, Ática, y tiene la peculiaridad de que las láminas de colmillos están colocadas en sentido vertical, cosidas sobre un casquete seguramente de cuero o fieltro. Este ejemplar es el yelmo de esta tipología más antiguo encontrado en la Grecia continental, lo que también ayudaría a desechar la teoría de su procedencia del centro o el norte de Europa. Si reparamos en las zonas que quedan al descubierto cualquiera se preguntaría acerca de la verdadera eficacia o utilidad de este aditamento dental, que deja mogollón de sitios donde hundir el filo de una pesada hacha o una espada, así que podemos seguir pensando que, como comentamos anteriormente, estos cascos estaban reservados a la élite tribal de turno. De hecho, los pequeños cuernos laterales, también fabricados con colmillos enteros, denotan que su dueño era alguien importante ya que estas culturas asociaban los cuernos, no a la falta de decencia de sus parientas, sino a la fuerza y el poder. En cuanto al remate superior, lo hemos recreado como un cono de bronce de donde seguramente emergería un penacho de crin para distinguirse en la batalla.

La difusión de estos yelmos debió ser tan notable como para figurar en papiros egipcios datados hacia el 1350 a.C. en cuyos fragmentos se aprecian guerreros aqueos cuyas cabezas se muestran cubiertas por yelmos cónicos de apariencia similar a los que estudiamos hoy, y hasta el mismo Homero hace referencia a que Ulises poseía uno de ellos cuando dice: 

"El Laertiada [Ulises el Laertiada. Es el patronímico usado por los aqueos por ser hijo de Laertes] puso en su cabeza un casco de piel revestido de correas por dentro y erizado por fuera con los blancos dientes de un jabalí y un mechón de cerdas hacia la mitad. Se apoderó Autolico de este casco en Eleón, forzando la sólida morada de Amintor Ormenida (...). Entonces, Ulises lo llevaba en la cabeza."

Debió dejar huella este casco ya que Homero, que vivió siglos más tarde, lo describe con tanta precisión. Este tipo de yelmo podría ser similar al que mostramos en la foto de la derecha. Se trata de una figura de marfil procedente de Micenas que representa la cabeza de un guerrero cubierto por un yelmo de colmillos datada hacia el siglo XIII a.C. 

Guerreros micénicos que aparecen en un fresco de la habitación Nº 5 de la
Casa Oeste de Akrotiri. Esta obra, datada hacia el 1600 a.C. muestra a
varios combatientes portando yelmos de colmillos adornados con penachos
de crin de caballo. Al parecer, representa una batalla entre estos y piratas
libios, a los que logran vencer
Observemos como por la parte trasera emergen del casco dos o tres filas de tiras de cuero que actúan como cubernucas, mientras que la parte superior de las mismas asoman por la coronilla anudadas con una cuerda o una tira de cuero (óvalo rojo). Las carrilleras están también cubiertas de colmillos, y lo que parece la oreja podría ser un añadido de marfil para darle un acabado más lujoso a la pieza. Según d'Amato, este yelmo estaría inspirado posiblemente en alguno procedente de Mariupol, en Ucrania, donde aparecieron varios colmillos que pudieron ser usados como refuerzo para un casco y que fueron datados hacia el 2000 a.C., lo que nos llevaría a la teoría de su origen del interior de Europa. Pero, al menos en lo que a mí respecta y por pura probabilidad, si solo han aparecido colmillos en un determinado lugar del continente mientras que en la zona del Egeo hay multitud de testimonios de todo tipo, pienso que es más lógico que esos colmillos, caso de haber pertenecido a un yelmo, fueran de uno que viajó a Ucrania, no al  revés. En la foto inferior podemos ver otros ejemplares similares de procedencia micénica

De izquierda a derecha: cabeza de marfil procedente de Micenas. Centro: cabeza de marfil procedente de Spata, Ática. Derecha: Cabeza de marfil procedente de Phylaki Apokoronou, Chania

En cualquier caso, la conocida reconstrucción realizada por Connolly debió salir de estos ejemplares por sus más que evidentes coincidencias. Según nos muestra su recreación, el interior estaba formado por multitud de tiras de cuero superpuestas sobre una base de grueso  fieltro. En la parte superior vemos como están anudadas y con el añadido de la pieza de marfil o hueso que aparece en el detalle y que podría ser desde un simple remate decorativo a un soporte para un penacho. En cuanto a las láminas de colmillos, se alinean horizontalmente solapándose unas con otras y están cosidas con una banda de refuerzo de cuero. Según la curvatura natural de colmillo, vemos que se alternan de derecha a izquierda y viceversa entre unas y otras. Por detrás vemos como asoman las mismas tiras de cuero que conforman el interior del casco. Obviamente, esta pieza proporcionaría un nivel de protección aceptable pero, como comentábamos anteriormente, ¿no sería más barato y eficaz un yelmo de bronce o cobre al que, llegado el caso, se le podían añadir pequeñas placas de metal para hacerlo más resistente? En fin, es un misterio misterioso que, como ya se ha dicho, solo induce a pensar que estas virguerías estaban destinadas a los gerifaltes de turno para diferenciarse de los viles plebeyos porque, de hecho, se fabricaban yelmos metálicos y se sabe que eran contemporáneos a los de colmillos de jabalí, de modo que solo podemos reafirmarnos en que eran un artículo de lujo o para marcar un estatus personal. Veamos las tipologías más representativas:

A la derecha tenemos una recreación del casco perteneciente a la armadura de Dendra. Está compuesto por tres hileras de colmillos rematadas por una perilla formada por las tiras de cuero con que está fabricado y donde se ha fijado un penacho de crin de caballo. Es más que probable que las tiñeran de determinados colores ya que, como sabemos, estos aditamentos no solo estaban destinados a servir de adorno, sino también con fines identificativos. Como ya hemos comentado, en este caso las carrilleras eran de bronce y, conforme a los orificios que las circunvalan, no debían estar forradas de colmillos. Dichos orificios servían para fijar un forro interior de cuero y fieltro. Al final de las mismas vemos un cordón que, a modo de barbuquejo, permite unir el casco a la cabeza sin que salga disparado al primer golpe o la primera costalada que diese su dueño. En este caso, y conforme a algunas representaciones artísticas, se han omitido los faldoncillos de cuero que protegían la nuca.  

Este otro ejemplar está basado en la reconstrucción de Connolly. Se compone de cuatro hileras alternas de colmillos con las carrilleras también forradas con el mismo material. En este caso hemos embutido el penacho de crin en una boquilla de bronce en la que también podría fijarse el penacho circular característico de los micénicos. Por detrás vemos las tiras de cuero que caen sobre la nuca del combatiente. Conviene reparar en un detalle, y es que la anchura y el largo de cada lámina variaba conforme las hileras se añadían de abajo hacia arriba, lo que indicaría que recurrían a colmillos de distinto tamaño según el lugar donde irían colocados, pero ese tema lo dejamos para el final del artículo. Por lo demás, el sistema de construcción es el mismo que en los demás ejemplares mostrados hasta ahora, uniendo las hileras de colmillos al armazón del casco mediante una sólida costura y un dobladillo de cuero. No he podido obtener datos acerca de su peso, pero por la cantidad de material que requerían no debían ser piezas precisamente livianas.

Por último mostramos la tipología más básica, similar a los guerreros del fresco de Akrotiri. Es un casco similar al anterior pero desprovisto de carrilleras, que obviamente encarecerían el precio de la pieza. Básicamente era el típico pilos de los aqueos, pero con el forro de colmillos. Para fijarlo a la cabeza lleva un barbuquejo formado por una tira de cuero, y está desprovisto de penacho. En este caso podría usar un aplique de marfil o hueso como el que hemos mostrado en la reconstrucción de Connolly o bien una pequeña perilla del mismo material o de bronce, como aparece en algunos fragmentos cerámicos donde se pueden ver este tipo de cascos. Podrían ser para los ricos menos ricos o tal vez para guerreros más notables pero sin llegar a las clases aristocráticas. Por desgracia, y a pesar de la cantidad de información gráfica que nos ha llegado, han omitido un manual de instrucciones para estos puñeteros cascos y la forma concreta de distinguirse unos de otros conforme a su rango. Bien, con los ejemplos que se han mostrado ya podemos hacernos una idea acerca del origen, datación, aspecto y la forma de construir los yelmos de colmillos de jabalí. Con esto es con lo que las fuentes consultadas suelen acabar la información respecto a los mismos, pero omiten un detalle que considero es de bastante importancia. ¿Cómo y de qué forma aprovechaban la materia prima para fabricarlos, o sea los colmillos de jabalí? Esto, aunque suele ser pasado por alto, tiene más enjundia de lo que parece.

Por lo general, se considera que eran necesarios entre 20 y 40 jabalíes para elaborar un casco. Esto nos da entre 40 y 80 colmillos, pero en modo alguno podría sacarse más de una lámina de cada pieza. Veamos por qué. Como vemos en la foto de la izquierda, la sección del colmillo es triangular, siendo la cara más plana la que queda mirando hacia el interior de la boca y, por otro lado, carecen de raíz. De hecho, una parte de los mismos está hueca, quedando fijados a la mandíbula mediante una poderosa encía. Por otro lado, el extremo del colmillo sería inservible ya que es la parte que se afila chasqueando contra las amoladeras, o sea, los colmillos superiores. Este "auto-desgaste" no solo impide que les crezcan hasta que se les claven en la jeta, sino que los afila como navajas. Un gañafón de uno de estos temibles bichos abre en canal a un perro, y de eso puedo dar fe sobradamente porque he visto montones de veces como un cochino aculado contra un terraplén o una roca ha liquidado a una rehala entera (lo más que he visto han sido 18 perros de una tacada). Por lo tanto, de cada colmillo solo podríamos aprovechar el tramo comprendido entre la líneas azules aproximadamente, y de ese tramo solo podríamos sacar una lámina porque de intentar obtener más serían demasiado estrechas.

Salvo que en Grecia hubiese en aquellos tiempos un subtipo de suido con unas defensas mucho más anchas de los que vemos hoy día en la Península, un colmillo de buen tamaño no tiene más allá de un par de centímetros por su base, y debemos tener en cuenta que se estrechan hacia arriba hasta terminar en punta. Bien, a la derecha tenemos los colmillos y las amoladeras, que por cierto podrían ser usadas para la hilera superior de uno de estos cascos. De hecho, son más gruesas que los colmillos y puede que incluso pudieran obtenerse dos láminas de cada una de ellas. Así pues, y dando por sentado que sólo aprovechaban la dentadura de cochinos provistos de una boca suntuaria, tenemos que si las láminas se solapaban aunque fuera solo 3 mm. tenemos que la superficie útil de un colmillo de postín sería de 17 mm. por la base. Por lo tanto, vamos a dar una media generosa de 14 mm. aprovechables para los colmillos que formaban las tres o cuatro primeras hileras, dejando la última para las amoladeras y, por lo tanto, no quedan de momento incluidas en la cuenta de piezas necesarias para forrar el casco ya que forman parte de la dentadura disponible.

Recuperemos el cabezón ebúrneo del guerrero micénico que vimos antes. Contando solo las tres primeras hiladas y dejando las dos últimas para las amoladeras, tenemos 36 láminas a la vista, que multiplicadas por dos serían 72. A eso, añadir las que no se aprecian en la frente y la nuca. Añadamos 8 por hilera, cuatro delante y cuatro detrás, por lo que sumarían un total de 88 láminas. A esta cifra tenemos que añadir las de las carrilleras, que por ser más cortas vamos a conceder que salen dos por colmillo. Serían 46 por carrillera, que divididas entre dos nos dan 23 colmillos, que a su vez sumamos a los 23 de la otra carrillera por lo que tenemos un total de 46 colmillos. Así pues, sumando las 88 del casco más las 46 de las carrilleras hacen un total de 134 colmillos. Considerando que cada animal tiene dos, pues necesitaríamos 67 de ellos para elaborar ese casco y, repito, las dos últimas hileras las hemos sacado de las amoladeras, por lo que no cuentan. Esta cifra queda un poco lejos de los "20 o 40" que se suelen citar, ¿no? Porque con 20 jabalíes tendríamos solo 40 láminas, por lo que la anchura del colmillo debería ser bestial. Pero lo que reflejan las estatuillas que hemos mostrado no indican nada de jabalíes enormes, sino más o menos similares a los actuales. Vuelvan a echar un vistazo a los tres cabezones en blanco y negro de antes y podrán corroborarlo. Sea como fuere, me atrevería a asegurar que, en algunos casos, el número de animales necesarios para un yelmo de postín (a más lujo más espesor y, por ende, más cantidad) podría acercarse sin problemas al centenar. Ojo, y esta cifra, repito, dando por sentado que las dos últimas hiladas se obtenían de las amoladeras, porque de no ser así la cifra aumentaría al menos en un par de decenas más.

Puede que alguien piense que esa cifra puede estar basada en réplicas actuales como la que vemos en la foto de la derecha, donde se pueden apreciar unos supuestos colmillos de una anchura notable. Las tres primera hileras arrojan un total de 82  piezas que, una vez más siendo generosos, subiremos solo a 90 para añadir las que quedan fuera de encuadre. Eso nos da un total de 45 animales sin contar la hilera superior, e ignoro si lo que vemos son verdaderos colmillos de jabalí o más bien son láminas de hueso. Y lo dudo por una razón bastante simple. Ignoro la procedencia de esa réplica, pero aquí en España solo los colmillos para elaborarla costarían un riñón, y eso si uno encuentra quien se los venda ya que son un preciado trofeo de caza mayor del que nadie se desprende así como así. En todo caso, y aún dando por bueno que sean colmillos auténticos de cochinos con bocas especialmente descomunales, hablamos de 45 animales mínimo. En resumen, que lo del "20 a 40" es más que cuestionable hasta para un cuñado que no sepa recitar de memoria la tabla de multiplicar del 1.

Por lo demás, la elaboración de las láminas no tenía ningún misterio salvo que sería una labor tediosa a más no poder. Primeramente seleccionarían los colmillos en función de su anchura para posicionarlos según la misma: los más anchos abajo y los más estrechos arriba. A continuación sacarían la lámina, imagino que usando algún tipo de matriz para cortarlas todas con el mismo espesor. Una vez cortadas, solo había que taladrarlas y pulirlas frotando con arena muy fina hasta obtener el resultado requerido. Por último, coserlas al armazón de cuero del casco y santas pascuas. Obviamente, la reparación y/o sustitución de piezas dañadas tenía el mismo proceso que una armadura de escamas: bastaba eliminar la lámina rota y sustituirla por una nueva. 

Bueno, criaturas, con esto concluimos la entrada y el año. Espero que les resulte de interés y no olviden activar las minas Claymore del recibidor de casa la tarde del 31, que los cuñados y la familia política en general aprovechan esos días señalados para saquear de forma inmisericorde las despensas, trincar los langostinos más gordos y no lo dejan a uno ni probar las deleitosas hojaldrinas de Rute que son digna de mesa pontificia.

AVE ATQVE VALE

Hale, he dicho

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