lunes, 25 de julio de 2011

Cine histórico: EL REINO DE LOS CIELOS




Esta aclamada cinta, que ganó tropocientos premios (incluso un Goya al mejor vestuario en 2006), puede decirse que es la mayor cagada en cuanto a fidelidad histórica se refiere de todas las películas de este tipo hechas en los últimos años. Si su ambientación, vestuario y recreación de los combates son francamente buenos, su rigor histórico es simple y llanamente una birria. No sé por qué razón hay que tergiversar la realidad de una forma tan descarada y absurda, y más si tenemos en cuenta que la épica que rodea a todo lo concerniente a las cruzadas puede dar de sí lo suficiente para un guión fiel a la historia real. En fin, allá ellos...

Está ya muy, pero que muy visto eso del pobrecito bastardo que, de la noche a la mañana, se ve encumbrado de posición social y, no contento con eso, se convierte en un héroe legendario, invicto guerrero que en su vida ha cogido una espada. Vamos, la retahíla de chorradas es tan larga como los 144 minutos que dura la película. Lo ideal es ponerla sin voz y, cuando empiece alguna batalla, darle volumen para volver a quitárselo en cuanto acabe.

Bueno, empecemos por el tema histórico:

Incorrecciones históricas:

El protagonista, Balian de Ibelin, ni era un hijo bastardo, ni mucho menos un herrero. Antes al contrario, tanto él como sus hermanos Hugo y Balduino estuvieron durante toda su vida involucrados en Tierra Santa y en multitud de chanchullos y disputas hereditarias por el poder en Palestina. No era un desconsolado viudo de una suicida plebeya, sino que estaba casado con María Comneno, perteneciente de la casa imperial de Bizancio, lo que le valió el señorío de Nablús. En la época en que se desarrolla la película, 1187, Balian tenía ya 47 añitos muy bien llevados por Orlando Bloom, que cuando se rodó la película tenía unos 20 años menos.

El inefable Godofredo, que jamás fue a Francia en busca
de supuestos hijos espurios en compañía de un vikingo,
un hospitalario y un negro.
Su padre, Godofredo de Ibelin, no se llamaba Godofredo. Se llamaba Barisán, pero parece que al guionista le molaba más el otro nombre. Igual Barisán le sonaba a pastelero medieval, vete a saber. Además, se murió 37 años antes, en 1150, cuando el joven Ibelin apenas contaba con 10 años de edad, pobrecito...

El caballero hospitalario que acompaña a...¿Godofredo?, no sé qué pinta ahí. Un miembro de una orden militar no estaba al servicio más que de su orden, y no se daba garbeos por medio mundo en busca de supuestos hijos espurios.

Sibilla, hermana del rey leproso, no mantenía amores ilícitos con nadie. Tras la caída de Jerusalén, rogó a Saladino que liberara a su marido, apresado tras la contundente derrota sufrida en Hattin, lo que le fue concedido en 1188. Murió víctima de una epidemia en 1198, con 38 años de edad, en Ascalón, sin haberse fugado con nadie a Francia y permaneciendo fiel a su maridito. Previamente había estado casada con Conrado de Monferrato.

Guy de Lusignan, segundo marido de Sibilla, murió en 1197 siendo rey de Chipre, donde emigró tras mil avatares y luchas por el poder seis años antes. No fue paseado montado al revés sobre un asno, como aparece en la película. Saladino, como era habitual en los monarcas de la época, era bastante respetuoso con la dignidad de sus enemigos, por aquello de hoy por ti mañana por mi, aparte de que, como era de todos sabido, Saladino era un hombre muy culto, nada dado a violencias injustificadas y fiel devoto del Corán. De hecho, incluso en Occidente se le respetaba en grado sumo como el gran príncipe que era.

Los templarios de Lusignan. Lusignan no tenía ningún templario a su servicio. La orden era jurídicamente independiente. Además, en la película aparece que ahorcan a varios de ellos por haber atacado injustificadamente una caravana. Falso. Los posibles delitos cometidos por miembros de la orden eran juzgados y condenados por la orden, la cual jamás permitiría una ejecución pública de uno de ellos. Además, ninguno llevaría a cabo una acción militar sin permiso o previa orden de sus superiores, así que si atacaban una caravana, o una guardería infantil, o atracaban un kiosko de chucherías era porque se lo habían mandado. O sea, que no tenían que rendir cuentas a nadie de ello, salvo a su maestre.

Tiberias, el denodado defensor del rey leproso, parece hacer referencia a Raimundo III de Trípoli y príncipe de Tiberiades. Fue regente durante la minoría de edad de Balduino V. No se largó no se sabe donde cuando Guy de Lusignan fue convertido en rey de Jerusalén, sino que murió en 1187, antes de la caída de la ciudad, tras sobrevivir a la derrota de Hattin.

Balduino IV, el rey leproso. Murió en 1185, o sea, dos años antes de la caída de Jerusalén. Tras él fue coronado rey el hijo tenido por Sibilla en su primer matrimonio con Conrado de Monferrato, que en aquel momento tenía apenas 8 años. Su reinado fue breve, apenas un año. Al morir, su madre fue coronada como reina de Jerusalén tras las acostumbradas peleas por la herencia. Esta gente llevaban fatal lo de no heredar.

Reinaldo de Chatillón es de los pocos personajes, junto a Saladino, fielmente reflejados. En la época en que transcurre la acción era ya un hombre de 62 años. Fue, tal como aparece en la película, un tipo despótico, alevoso, nada fiable, profanador de treguas, salteador de caminos, y todo lo malo que se le pueda echar encima. Eso sí, no fue encarcelado por orden de Balduino IV, el cual jamás fue capaz de meter en cintura a su belicoso y desmedido vasallo. Su muerte aconteció tal como aparece en la cinta (de las escasísimas situaciones fieles a la historia de la misma), degollado personalmente por Saladino, el cual se la tenía jurada hacía mucho tiempo. Ah, lo de la copa de nieve también fue cierto.

Y gazapos históricos aparte:

Balian no sufrió ningún atentado por parte de caballeros hospitalarios, ni por nadie. Un miembro de una orden militar jamás actuaría de sicario, lo que les resultaba un acto indigno de ellos, y más para dar muerte a un caballero cristiano.

Balian no nombró caballeros a toda la guarnición de Jerusalén, ni falta que le hacía. Allí todos combatían porque les iba la vida en ello.

Balian vuelve a su Francia querida. Falso. Tanto él como sus descendientes permanecieron en Tierra Santa gozando de sus privilegios y señoríos. Se desconoce el lugar de su nacimiento, pero debió tener lugar allí ya que su padre, antes de su venida al mundo, ya ostentaba cargos de relevancia en el Reino de los Cielos. O sea, que jamás puso un pié en Francia.

El valeroso Balian combatiendo sin yelmo, que era la forma
más fácil de acabar con el cráneo abierto como un melón
Balian lleva puesto el yelmo para pasear por Jerusalén, pero cada vez que entra en combate se lo quita. Igual es que tiene calor, o es para que las señoras y señoritas que asisten al pase de la película vean el esforzado gesto del protagonista, o no pase desapercibido en el marasmo de la batalla. En la realidad, sería una insensatez combatir con la cabeza descubierta por razones obvias.

Balian es un humilde herrero, pero maneja la espada como un consumado esgrimista. Hacían falta años para tener verdadera destreza con un arma que, además, estaba vetada a las clases humildes. Igual dio un curso acelerado, vete a saber...

Y añado una aportación que me ha facilitado un amable lector, el Sr. Esaúl R., la cual transcribo literalmente:

La deplorable recreación geográfica de Jerusalén, una ciudad construida en terreno muy accidentado y que en la película, por ejemplo cuando se realiza el cerco a la ciudad, aparece como construida en medio de un desierto llano y bien accesible para el enemigo por todos sus lados. Esa recreación se parece más a las del Señor de los Anillos que a Jerusalén.

Lo que sí merece la pena:

Es la muy cuidada recreación del atuendo, el armamento, el equipo de los combatientes, las máquinas de sitio, etc. Los fundíbulos que aparecen están magníficamente recreados, así como las torres de asalto y las balistas. Eso sí, las cotas de malla no son metálicas, sino de ABS. En todo caso, el resultado es muy bueno en su apariencia.

Por sacar algunos fallitos tontos, que para eso hago estas entradas, mencionar lo siguiente:

Las tropas de Saladino usan rodelas metálicas. Como ya se habló en las entradas dedicadas a los escudos, las rodelas de hierro fueron muy posteriores. Hubiesen quedado mejor adargas o rodelas de mimbre forradas de piel de antílope.

La pequeña mesnada de Balian lleva en sus lanzas banderas de gran tamaño. Eso entorpecía su uso. Era costumbre en aquella época llevar un pequeño guión en forma de cartabón invertido con meros fines identificativos.

Balian y su lugarteniente cargan espada en mano. Lo habitual era usar la lanza para el primer choque. Si esta se partía era cuando se metía mano a la espada. Pero si permanecía intacta, era mejor defensa porque permitía herir a más distancia al enemigo. No se solía embrazar, o sea, meterla bajo la axila, sino enarbolada, como si se fuera a lanzar, o con el brazo estirado, como si fuera una espada.

La espada de Balian corresponde a un tipo usado unos 200 años más tarde. En esa época, los pomos eran con forma de nuez de Brasil, y la guarnición recta y sin adornos por lo general.

No se usaban hebillas en los cinturones. Los cintos para la espada se unían mediante una lazada pasada a través de un ojal en el extremo opuesto del cinturón.

La testera del caballo del rey leproso es muy posterior, aún no se usaban en esa época. La que aparece es propia de los siglos XV-XVI.

Lo que aparece como el Kerak es en realidad el castillo de Alepo, en Siria. El Kerak se conserva aún, pero en ruinas.

Y un dato curioso, Saladino, cuyo nombre era en realidad Al-Nāsir Salāh ad-Dīn Yūsuf ibn Ayyūb, era de origen kurdo. Nació en 1138 (tenía 49 años en la época en que nos relatan la película, lo que corresponde a la apariencia del actor) en Iraq, concretamente en Tikrit, la misma población donde nació Sadam Hussein.

Bueno, como se ve, no es una película para aprender historia, sino más bien todo lo contrario. En todo caso, sus cuidadas escenas de acción valen unas palomitas con Coca Cola. Si alguien se ha percatado de alguna errata más, que hable. 

Hale, he dicho

Balian cargando con sus muchachos. Además de prescindir de la lanza lleva el escudo a la espalda, lo que podría
suponerle acabar ensartado como una aceituna de martini nada más llegar al contacto con el enemigo.

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