Bueno, ya que en la entrada anterior sobre partes de la armadura se habló de las protecciones para las manos, pues ahora hablo de las de la extremidad opuesta, o sea, de los pies: el escarpe. Sí, ya sé que soy un tanto caótico y no suelo seguir un orden lógico, pero es genético en mi, así que eso es lo que hay. Bueno, a lo que vamos...
Como digo, era la parte de la armadura que protegía el pie. No era un zapato en sí mismo, ya que carecían de suela. Bajo el escarpe se calzaba una bota normal. Básicamente, estaban formados por una pieza rígida que cubría el talón, una lengüeta igualmente rígida que iba sobre el empeine, y una serie de láminas articuladas para permitir caminar que llegaban hasta la puntera, pieza esta que solía ir adornada con grabados, o bien se le daban diversas formas como imitando el aspecto de un zapato normal según la moda del momento. En algunos casos, la espuela se fijaba al talón del escarpe de forma permanente.
Ya en el siglo XIII se tiene constancia de la existencia de escarpes, cuando se empezaron a añadir a las cotas de malla placas para aumentar sus defensas. En un sello de Alfonso VIII de Castilla ya aparecen esas piezas de armadura. No era cosa baladí lo de procurarle al pie una buena defensa, ya que era una zona muy vulnerable para un hombre montado a caballo, y sus extremidades inferiores eran el blanco más accesible a los golpes y tajos de los peones. Un pie roto por un mazazo o medio cortado podía suponer una muerte segura caso de tener que descabalgar si le mataban el caballo, así que, el paso siguiente a las brafoneras fue, como es lógico, la creación del escarpe. Anteriormente a la aparición de este tipo de piezas, lo más que se hacía era cubrir la zona del empeine de la bota con una simple malla, tal como podemos ver en la ilustración de la izquierda. Eso podría impedir un corte, pero no ver la miríada de huesecillos del pie hechos fosfatina por un golpe propinado con un arma contundente. Pero cuando se generalizó el uso de la armadura de placas, ya se fabricaron escarpes que protegían totalmente el pie, variando su morfología en función de la moda del momento. Así pues, se pueden distinguir entre los siguientes tipos:
A la derecha tenemos un escarpe de lanceta alargada. Se utilizó desde mediados del siglo XIV hasta bien avanzado el XV. Constaban de entre 4 y 6 launas para articularlos. La parte delantera acababa en una afilada punta, de forma similar a la de los zapatos usados en la época. Como se puede ver, el talón quedaba fijado al resto de la pieza mediante una correa de cuero. Obsérvese la embocadura del mismo, tanto en el talón como en el empeine, a fin de facilitar la flexión del pie al caminar. La espuela o acicate, como se ha dicho, podía estar unida al talón de forma permanente, o bien atada por el sistema convencional.
En la ilustración de la izquierda tenemos un escarpe puntiagudo, típico de las armaduras góticas que, a mediados del siglo XV, evolucionaron al escarpe a la poulaine, un zapato ideado para montar a caballo cuya larga puntera facilitaba la toma del estribo, así como no perderlo en combate o en las justas, cosa ésta que penalizaba en contra del justador. Va dotado de un largo acicate en su talón ya que, al ir el jinete montado a la brida, o sea, con las piernas estiradas, precisaba una espuela mucho más larga para picar en los ijares del caballo. Una creencia muy extendida asegura que la exagerada punta era para propinar patadas al caballo del enemigo y dejar la punta dentro, ya que en algunos casos eran desmontables. Pero eso se me antoja un despropósito por dos razones: una, que para clavar en la panza de un caballo una puntera de escarpe, ésta tendría que ser aguzada como un cuchillo. Dos, para ello tendría que sacar el pie del estribo, lo que entrañaba sus riesgos en pleno combate. La realidad es que esa leyenda proviene de que las puntas se desmontaban a fin de usarlas solo cuando se cabalgaba. Así, cuando el caballero echaba pié a tierra, su escudero se las quitaba para poder caminar con normalidad. En algunas armaduras, estas punteras alcanzaban longitudes rayanas en lo grotesco, como en los arneses de Maximiliano de Austria.
El que vemos a la derecha es un escarpe de pie de oso, ideado para combatir a pie. En este caso, la planta de la pieza es ancha por la punta a fin de facilitar el movimiento y dar estabilidad a su usuario. Va fijada mediante una correa. Como se puede suponer, aunque el escarpe permitía caminar perfectamente, hacia que los pasos fuesen pesados y un tanto patosos. Fue contemporáneo del anterior. Como se ve, va provisto de seis launas a fin de permitir más movilidad en la articulación del pie ya que, estando diseñado para moverse en el suelo, sus usuarios necesitaban más facilidad de movimientos. Es el tipo de escarpe más habitual en las armaduras de tonelete, creadas para justar pie en tierra.
En la ilustración de la izquierda tenemos un escarpe de pico de pato. Surgió en el siglo XVI, a fin de disponer de un escarpe válido tanto para montar a caballo como para combatir a pié. Dispone de nueve launas, y la puntera cuadrada se basaba el diseño de los zapatos de moda en aquel momento. Es el escarpe que veremos en la mayoría de las armaduras de la época. El de la lámina sigue el patrón estriado propio de las armaduras maximilianas, que se caracterizaban por su acabado estriado, si bien la decoración de estos escarpes iban también en función de la moda imperante en momento de su fabricación.
Con todo, y a pesar de la buena protección que proporcionaba, no todos los combatientes optaban por incluir el escarpe en su panoplia defensiva. Muchos hombres de armas preferían seguir con el añejo zapato mallado o una simple bota ante la posibilidad de tener que luchar a pie, que era cuando la facilidad de movimientos podía suponer la diferencia entre la vida y la muerte.
De hecho, cuando la armadura de placas entraba en su ocaso definitivo y ya solo la usaba la caballería pesada en forma de media armadura o de armadura de fajas espesas, las piernas o, en el segundo caso, desde las rodillas para abajo, no llevaban más protección que unas botas altas. Al parecer, primó la facilidad de movimientos sobre la protección.
Bueno, ya está. He dicho.
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