Aunque hay quien atribuye la introducción de la pólvora en Europa al monje franciscano alemán Berthold Schwarz, y otros al igualmente franciscano inglés Roger Bacon, parece ser que fue precisamente en España donde se usó por primera vez. Y, dentro de España, no hay tampoco certeza de dónde tuvo lugar la aparición de la pólvora. Como ya comenté en la entrada sobre los castillos abaluartados, algunos autores la sitúan en el cerco a Niebla en 1262. Otros aseguran que fue durante una incursión por parte del emir nazarí de Granada, Muhammad IV, contra Alicante y Orihuela en 1331. Otros, en fin, que fue durante el largo y cruento asedio que Alfonso XI impuso a Algeciras entre 1342 y 1344.
En cualquier caso, lo que sí queda claro es que fue en España y de mano de los árabes donde se usó por primera vez, moviéndonos en un periodo de tiempo de unos 80 años a lo sumo. Carece de sentido dar por sentado que los árabes obtuvieron la información de Inglaterra o Alemania, y es más que evidente que dicho conocimiento lo importaron de China, donde ya se conocía hacía varios siglos. Antes de meternos a fondo en el tema, que da para muchísimo, prefiero dar unas nociones al personal de qué va el tema de la pólvora. Me temo que muchos de los que me leen no tienen ni la más remota idea de qué va la cosa, y a veces peco de dar por sentado que ya saben lo que ignoran. Vamos a ello...
De entrada, debemos tener en cuenta que la pólvora negra no tiene nada que ver con la que se usa actualmente, compuesta a base de nitrocelulosas. La que nos ocupa se componía de algo tan simple como azufre, salitre (o sea, sal común) y carbón vegetal. La composición de la misma no era en modo alguno una fórmula inamovible. Antes al contrario, "cada maestrillo tenía su librillo", así que los incipientes maestros artilleros adoptaban las proporciones que estimaban más adecuadas según el uso que se le iba a dar. Del mismo modo, las diferentes granulaciones estaban destinadas según a qué arma. Me explico:
La pólvora negra arde de forma progresiva. Si el grano es grueso, arderá más lentamente que si es fino. Por lo tanto, para disparar una bombarda se usaba pólvora con el grano más grueso, ya que de esa forma el quemado y, por ende, la presión generada en el interior del ánima, era menor. Al disponer de un ánima larga daba tiempo a que toda o casi toda se quemase antes de que el proyectil saliese por la boca de fuego. Si por el contrario se usaba para disparar uno de los primitivos truenos de mano, con un cañón muy corto, era necesario que el grano fuese fino, ya que era necesario que se quemara la carga muy rápidamente.
El punto flaco de las primeras armas de fuego era su sistema de construcción (de eso ya se hablará más a fondo en su momento), basado en tiras de hierro unidas mediante aros, como si fueran las duelas de un tonel. Ese sistema no toleraba presiones excesivas, y entre los picos de presión y el calentamiento producido por la deflagración de la carga, no era nada raro que estallase la pieza, hiriendo o matando a sus servidores. No fue hasta cuando se empezaron a fabricar piezas de artillería mediante fundición cuando se pudo disparar con verdadera seguridad y, lo más importante, aumentar de forma notable la distancia efectiva de los proyectiles al tolerar dichas piezas más presión en sus recámaras.
Uno de los inconvenientes de la pólvora negra es que es sumamente higroscópica, o sea, atrae a la humedad. Eso hacía que si las ánimas de los cañones no se lavaban con agua caliente en abundancia, bastaban un par de disparos para que, al día siguiente, el interior del cañón estuviera completamente cubierto de una capa de óxido. Otro problema era la enorme cantidad de humo que generaba su combustión, lo que hacía que, tras una descarga cerrada de una manga de arcabuceros, estos se quedaban literalmente envueltos en una nube blancuzca que despedía un fuerte olor acre y que les impedía ver más allá de sus narices hasta que el humo se disipara.
Por otro lado, un concepto erróneo que se suele tener de la pólvora es que es un explosivo. Nada de eso. La pólvora es un propelente. Lo que pasa es que si se la encierra en un recipiente y se la hace arder, la presión generada en su interior hace que salte en pedazos, como si de una bomba se tratase. Pero el poder destructivo de un explosivo, incluso de los más antiguos como puedan ser la nitroglicerina o la dinamita, es infinitamente superior al de la pólvora. Pero como eso aún estaba por inventar en la época que nos ocupa, sirvió para crear las primeras granadas llenando bolas de hierro fundido con pólvora, o para minar fortificaciones (véase la entrada sobre minas y contraminas), ya que la presión creada por la combustión de varios quintales de pólvora en la cámara de hornillo de una mina o una contramina era suficiente para hacer saltar por los aires las toneladas de tierra que tenía encima de ella. Pero si en vez de pólvora hubiesen existido los explosivos, con la décima parte de carga se habría conseguido un efecto aún más demoledor. Quede pues claro ese punto: la pólvora negra es un propelente. En sus comienzos de fabricaba de manera artesanal, moliéndola en enormes mortero de materiales pétreos por razones obvias. Cuando la demanda aumentó de forma considerable, hubo que recurrir a procesos industriales, apareciendo los molinos de pólvora. Estos molinos seguían el mismo principiode los de batán: la fuerza del agua accionaba enormes majas que podían moler grandes cantidades de pólvora sin esfuerzo alguno. Por cierto que, a fin de eliminar posibilidades de accidentes fatales durante su manipulación, la pólvora se humedecía. Una vez seca, recuperaba sus propiedades sin problema.
En todo caso, la aparición de la pólvora negra marcó un antes y un después en el arte de la guerra. Las tácticas y estrategias que habían estado vigentes durante siglos se vinieron abajo en pocas décadas con la aparición de las armas de fuego. La neurobalística dio paso a la pirobalística, con lo que las enormes y complejas máquinas de asedio se vieron relegadas a la obsolescencia, dando paso a las bombardas. Los arcos y ballestas que desde los tiempos más remotos permitían liquidar al enemigo a distancia fueron relegados al olvido con la aparición de los arcabuces y los mosquetes. Y los hombres cubiertos de hierro que combatían en una posición de ventaja absoluta sobre la infantería de la época optaron por meter en el trastero sus costosísimos arneses.
Finalmente, concretar una relación cronológica de las diferentes armas, la cuales se irán estudiando en sucesivas entradas:
Armas cortas:
Trueno de mano
Pistola con llave de mecha
Pistola con llave de rueda
Pistola con llave de chispa
Pistola con llave de pistón
Armas largas:
Arcabuz de mecha
Mosquete de mecha
Mosquete de chispa
Mosquete de pistón
Piezas de artillería
Bombarda
Culebrina
Mortero
Piezas menores: falconete, pasavolante, sacre, ribadoquín, cerbatanas, versos, etc. etc. ( de estas había mogollón)
Cañón
Obús
En cada entrada se estudiarán también los diferentes tipos de proyectiles que se usaban en cada arma. Termino esta entrada con un ilustrativo vídeo que muestra una recreación que se hizo hace unos años para conmemorar la batalla de Austerlitz, y que creo da una idea bastante aproximada de lo que hablamos. Observad la capa de humo que flota en el aire, y eso que los intervinientes en la acción son un porcentaje mínimo de los que fueron en realidad. Multiplicad el humo y el ruído por 1000 y así tendréis una percepción de lo que supuso el uso masivo de la pólvora negra. Hale, he dicho.
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