Bueno, igual que en la entrada anterior se estudiaron más a fondo aspilleras, troneras y buzones de los castillos, pues ahora toca lo mismo, pero respecto a las fortificaciones pirobalísticas. Empezamos por las cañoneras...
La artillería emplazada en este tipo de fortificación iba generalmente montada sobre cureñas navales. Eso tenía sus ventajas y desventajas, a saber:
Ventajas: Eran más baratas que las cureñas de campaña (las que llevaban sólo dos ruedas grandes). De hecho, su precio era una cuarta parte inferior. Por otro lado, ocupaban menos espacio, lo que venía de perlas a la hora de emplazar las piezas en obras exteriores pequeñas, como las plazas de armas, etc. Y, finalmente, eran más manejables y, al mismo tiempo, requerían de menos servidores. Además, caso de ser descabalgada la pieza de la cureña por un disparo enemigo, era más fácil reponerla.
Desventajas: Al ser más bajas, cubrían menos ángulo inferior y, por otro lado, acusaban más el retroceso. También su escasa altura tenía el handicap de que disminuía su alcance en los tiros largos.
A fin de remediar las desventajas, se recurría a lo que vemos en la lámina de la izquierda, donde se muestra un croquis en sección de una posición artillera de un fuerte. Como se ve, la plataforma tiene cierto grado de inclinación hacia el parapeto. Lo he exagerado un poco para que salte a la vista. De esa forma se aumentaba el ángulo de tiro inferior y se ayudaba a compensar el retroceso del cañón. En todo caso, como dejo ilustrado, se podían fijar junto al parapeto unos maderos provistos de argollas y, con la ayuda de bragueros, del mismo modo que la artillería naval, detener el retroceso. Caso de romperse el braguero, al final de la plataforma se ha instalado un parapeto de madera formado por gruesos tablones de unos 10 cm. de grosor para frenar la pieza.
En este otro croquis, que ofrece una vista en planta de la posición, vemos su morfología. La cañonera dispone de un amplio abocinamiento hacia fuera, así como cierto grado de derrame para permitir a la pieza batir los fosos u obras exteriores que, como ya se explicó, estaban a un nivel inferior. La cañonera está revestida con ladrillo, material usado con preferencia por ser más elástico que la piedra y tolerar mejor los tiros directos. El parapeto está formado por dos paramentos de cantería rellenos de tierra colmatada que ha sido recubierta con tepes o césped. En cuanto a la plataforma, tiene forma trapezoidal a fin de poder mover la pieza en sentido horizontal para corregir el ángulo de tiro. Generalmente se fabricaban con una gruesa solería de piedra de varios centímetros de grosor para resistir el peso de las piezas de artillería. También podían fabricarse con hormigón a base de cal, arena y cantería menuda. Estas plataformas eran imprescindibles ya que, caso de instalar un cañón sobre tierra, bastaban unos días de lluvia para que se hundiese literalmente en el barro y quedar en la práctica totalmente inutilizado. En el croquis vemos también el parapeto de madera y los postes donde fijar el braguero. Por otro lado, como se ha comentado en alguna ocasión, algunos fuertes carecían de este tipo de cañoneras, optando por los parapetos a barbeta, o sea, sin merlatura. Este sistema tenía la ventaja de que no obligaba a emplazar los cañones en sitios fijos, sino donde fuera más preciso. Como desventaja, eran parapetos mucho más bajos, lo que significaba que los servidores estaban mucho más expuestos a los tiros de la artillería y los fusileros enemigos. Por lo que llevo visto, que es bastante, los parapetos a barbeta son mucho más frecuentes en los fuertes costeros, que por lo general eran pequeños y estaban dotados de pocas piezas, por lo que así cundían más al poderlas mover de sitio según las necesidades del momento. Los fuertes costeros se enfrentaban a naves enemigas que, por razones obvias, no tenían la posibilidad de afinar tanto la puntería como para acertar de pleno a un cañón del fuerte, y sus fusileros tenían aún menos probabilidades de abatir a uno de sus servidores disparando desde un buque en movimiento. Por esa misma razón, los parapetos a barbeta son bastante raros en fuertes del interior, donde la artillería enemiga no solo realizaba tiro directo contra las piezas del fuerte, sino que las bombardeaban con moteros u obuses de tiro parabólico cuyas granadas hacían verdaderos estragos entre la guarnición.
En cuanto al almacenaje de pólvora, etc., concretar que la dotación de municiones en las obras exteriores se solía depositar en pequeños pañoles semi-subterráneos. Caso de precisarse de más munición, se reponía acarreándola a través de los caminos cubiertos. Estos pañoles, construidos por lo general a prueba de bomba, tenían más o menos capacidad en función de las piezas a las que debía nutrir. Como se ve en el croquis, se trata de una pequeña edificación abovedada, protegida por un talud de tierra cubierta de tepes. La pólvora y demás municiones quedarían bajo el nivel del suelo. La puerta, construida con gruesos tablones y reforzada con flejes de hierro, siempre queda mirando hacia el interior de la fortificación. Al igual que las santabárbaras de los buques, en los pañoles estaba terminantemente prohibido entrar con lámparas o velas por razones obvias.
El que aparece en el croquis de la izquierda corresponde a un pañol de mayores dimensiones, como los que abastecían a baluartes o fortificaciones de mayor envergadura. El el plano de sección se ve como, al igual que el anterior, parte del mismo queda bajo tierra. Aunque también dispone de una bóveda a prueba de bomba, su parte superior está cubierta por un techo a dos aguas a fin de impedir filtraciones de humedad por la lluvia. El edificio está rodeado en este caso por un muro cuyo acceso, como se ve en el plano de planta de la derecha, queda situado en el lado opuesto a la puerta de entrada del pañol, a fin de impedir que un proyectil enemigo que entrase por la puerta del muro lo hiciese también por la del polvorín. En realidad, el acceso del muro puede estar situado en cualquier parte del mismo, siempre y cuando no sea ante la puerta del pañol. Verse alcanzado por un proyectil sería catastrófico debido a la enorme cantidad de pólvora que se almacenaba en estos edificios, en muchos casos más de dos o tres toneladas. La explosión que produciría arrasaría literalmente, no ya el baluarte o el revellín donde se encontrase, sino incluso parte del fuerte.
Por otro lado, era habitual dotarlos de alguna fuente de ventilación, como tiros o respiraderos ubicados en la parte superior. De esa forma, se evitaba que se acumulase la humedad en el interior del recinto. La pólvora, como ya se supondrá, era almacenada en barriles, mientras la polvorilla de cebar se solía guardar en cuernos, recipientes que permitían mantenerla bastante estanca.
En cuanto a los pañoles principales de los grandes fuertes, estos se ubicaban en casamatas subterráneas con bóvedas a prueba de bomba. Era casi imposible que una granada enemiga pudiera llegar al interior, tanto en cuanto estaban literalmente debajo del fuerte. Divididos a veces en varias dependencias, en ellos se almacenaban toneladas y toneladas de pólvora, granadas y proyectiles de todos los calibres. No era raro que dispusieran de 15, 20, o incluso más toneladas de pólvora de todas las granulaciones: para cañón, para fusil, para pistola, y para cebar. Si un pañol así explotaba por acción enemiga o de manera fortuita, del fuerte no quedaba ni el recuerdo, como ocurrió con el castillo de Almeida, que explotó al ser alcanzado por una granada francesa y del que solo quedaron los cimientos.
Bueno, creo que no olvido nada, así que pongo la fotito de cierre y a otra cosa, mariposa.
Hale, he dicho
Hale, he dicho
Pañol del castillo de Elvas. Corresponde a la época en que fue modificado para albergar artillería. Obsérvense los respiraderos que facilitaban la renovación del aire en el interior del recinto |
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