sábado, 22 de octubre de 2011

Armamento medieval: El angón

Al hilo de la entrada dedicada a las lanzas de la Biblia Maciejowski, conviene redundar en una de ellas: el angón. Y no porque sea más bonita o más efectiva que las otras, sino porque convendría esclarecer algunos puntos que se dan por ciertos respecto a esa arma y que me gustaría debatir.

Ante todo, hay que agradecer la dedicación del Sr. Tormenta al especificar que en Francia, en los siglos XII y XIII, eran denominados también como pyle, pilatos o pilette, lo que ya nos deja claro que, como se suponía, proviene del pilum romano. Y, por otro lado, que era un arma construida con el mismo fin que el pilum: clavarse en el escudo enemigo para inutilizarlo, teoría esta que no comparto al 100% como ahora explicaré. Bueno, concretando... primero, un poco de su historia:

El término angón proviene del germánico ango, y del inglés arcaico anga, que viene a significar pica o punta. Su origen se debe a los pueblos germanos, incluyendo francos, sajones y anglos. Aunque ya se le menciona en crónicas del siglo VI, concretamente en una crónica sobre la batalla de Casilinum (554) entre bizantinos y un ejército mixto de francos y germanos, es evidente que su uso es muy anterior tanto en cuanto es una réplica del pilum romano. No sería descabellado pensar que los germanos, viendo la efectividad de la lanza romana, la adoptaran. Su vida operativa fue bastante larga, ya que aún estaba en uso en el siglo XV.



En la ilustración superior vemos tres tipos diferentes. Aparte de la longitud y la morfología de la moharra, básicamente tenemos la misma arma. El B en concreto es prácticamente idéntico al que aparece en la Maciejowski. Hasta lleva las dos anillas para afianzar el cubo al asta. Sin embargo, el ejemplar de donde he sacado el dibujo es de origen germano, lo que indica que ese diseño traspasó las fronteras y se expandió por Francia. En todo caso, mejor analizar el tema por partes, para no liarnos demasiado...

USO: Según las crónicas, se utilizaba de la misma forma que el pilum: unos 15 metros antes del contacto, se lanzaba a fin de clavarlos en los escudos enemigos. Su largo hierro, de hasta 75 cm. de largo, impedía que fuera cortado, y su punta barbada hacía imposible extraerla una vez clavada profundamente en la madera del escudo. Así pues, no quedaba otra opción que dejar de lado el escudo y hacer frente al enemigo sin defensa. Incluso se afirma que eran capaces de atravesar el escudo y matar o herir a su portador, cosa que, francamente, dudo mucho.

OBSERVACIONES: Las puntas barbadas eran más indicadas para herir. El pilum romano, dotado de una minúscula punta troncopiramidal, ya demostró sobradamente su eficacia contra los escudos enemigos. Si el fin de un arma es hacerle ganar poder de penetración sobre un objetivo duro, cuanta menor superficie tenga la punta mejor, ya que la energía cinética concentrada en la misma será más efectiva. Quizás de ahí hacer una pequeña punta barbada: se aúnan poder de penetración con dificultad de extracción. O sea: si se clava en el escudo no se puede sacar, y si clava en carne, menos aún, dejando fuera de combate al herido aunque le hayan acertado en un sitio que no sea mortal... de momento.

MORFOLOGÍA: Mientras el pilum, en sus diferentes variantes, mantenía una longitud similar (alrededor de los 2 metros), la del angón oscilaba entre los 160 y los 270 cm. En el caso de los angones daneses llegaban incluso a los 300 cm.

OBSERVACIONES: Un arma de alrededor de los 3 metros no es nada práctica para ser lanzada, ni por su peso, ni por el espacio que precisa el lanzador para ello. Las piezas de entre 160 y 200 cm. son mucho más aptas para tal fin. Así pues, ¿qué sentido tendrían esos enormes angones de 3 metros?

MOHARRAS: Mientras vemos que el tipo A lleva una pequeña moharra barbada, el B va provisto de una pequeña punta triangular, quizás la más indicada para ser clavada en un escudo. Sin embargo, el C lleva una típica moharra triangular sin barbas, lo que indica que estaba ideado para ser usado como pica, independientemente de que se fuera conveniente lanzarlo llegado el caso.

OBSERVACIONES: El tipo B similar al que aparece en la Maciejowski es de una longitud similar al de las demás lanzas que aparecen en sus iluminaciones. O sea, más de 250 cm. Demasiado pesado para ser lanzado, ¿no? Y el C, dotado de un largo hierro, debía ser más pesado aún, y con una moharra clásica para herir.

CONCLUSIONES:

A) A mi modo de ver, partiendo de la misma morfología tenían dos tipos de armas: una corta para, a modo de venablo, lanzarla de la misma forma que el pilum, y una versión larga para ser usada como pica, concretamente el tipo C.

B) Sería pues muy probable que cada guerrero, como era habitual en otros casos, portara uno o dos angones cortos para lanzarlos, y un tercero largo para, al llegar al cuerpo a cuerpo, usarlo como lanza para herir a los que habían tenido que soltar sus escudos. Sus hierros de gran longitud impedían al adversario cortarlos de un tajo con sus espadas, de forma que podían ofender al enemigo a una distancia que los dejaba a salvo de sus armas de mano: espadas, hachas, mazas... De hecho, en la crónica antes mencionada, obra de un tal Agatías (un historiador de origen griego que vivió en el siglo VI d.C:), se hace la siguiente observación, que creo demuestra que los francos portaban más de un angón:

"...cuando los francos ven esto (se refiere a que sus enemigos no pueden extraer los angones clavados en sus escudos), pisando el hierro forzaron a sus adversarios a bajar los escudos, quedando descubiertos la cabeza y el pecho. A continuación, viéndolos desprotegidos, los mataron fácilmente decapitándolos con un hacha o atravesando sus gargantas con otra lanza."

C: Puede incluso que los angones barbados fueran lanzados sobre enemigos ya desprovistos de escudos. Sus moharras pequeñas y afiladas harían carne sin problema, aunque se han hecho pruebas en las que, sin afilar, han penetrado más de 10 cm. en un cuerpo de cerdo cubierto por una malla. Sin esta, casi lo pasó de lado a lado. O sea, que eran terriblemente efectivas.


En cuanto a su fabricación, era bien simple: un largo hierro forjado con su moharra, con cubo de enmangue el cual, como vemos en la ilustración de la derecha, iba abierto para ajustarlo al asta. Una vez ajustado se afianzaba con un pasador o, como muestro en el dibujo, con una anilla o dos (como vemos en el tipo B), que presionaba sobre el cubo cerrándolo e inmovilizándolo. Este sistema haría más fácil la reposición de un asta rota. Bastaba subir las anillas, meter el asta nueva, y ajustarla.

Bueno, a quien le interese debatir, en el foro nos vemos. Sr. Tormenta, te espero, jejeje...

Hale, he dicho...



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