domingo, 14 de octubre de 2012

Pro Patrimonium: Castillo de Morón de la Frontera


Este castillo, antaño esplendoroso y gallardo, se ve hoy convertido en una más de las muchas muestras de la desidia, la incuria y el infamante desprecio que nuestra vil clase política hace del patrimonio histórico. Para conocer un poco la historia del mismo, se sirvan picar aquí, ya que yo me limitaré a dar testimonio gráfico de como los malsines de turno, en vez de ocuparse, no ya de rehabilitarlo, sino siquiera de impedir que se derrumbe, no hacen nada por ello. Comencemos pues...

Ahí tenemos una imagen de lo que fue la inacabada torre del homenaje del castillo, conocida como Torre Gorda por el vulgo. Tras acabar en manos de la poderosa casa de los duques de Osuna, si mal no recuerdo fue el emperador Carlos el que ordenó el cese de las obras de la misma ya que no le hacía ni pizca de gracia un bastión semejante en poder de uno de los levantiscos nobles castellanos. A la derecha tenemos una casilla del depósito de agua que, fuera de encuadre, surte a la población, así como un vistoso contenedor de basuras que nadie usa, prefiriendo el personal regar con porquería el entorno. Curiosamente, y a pesar de la altura a la que se encuentra, durante todo el recorrido me acompañó un constante aroma a Stercolero's Kingdom






A continuación pueden vuecedes admirar el zaguán de la torre. Al fondo tenemos lo que sería la planta baja, la única que llegó a techarse ya que de la primera solo se completaron los paramentos. A pesar de la gruesa cancela que impide el paso, los artistas locales no han perdido ocasión de dejar una muestra de su incuestionable sentido artístico, semejante al de un macaco provisto de pulverizadores de pintura. Además, una sugerente decoración a base de alfombra de cristales de litronas añaden un matiz de aristocrática decadencia al conjunto. Por lo demás, el interior fue enlucido con una elegante capa de cemento, y provisto de la cabina con el enchufe colgando que se vislumbra tras la jamba izquierda. El experto de turno, como siempre, respetando los elementos originales. Igual no fue a clase el día que explicaron que el cemento es un invento de  siglo XIX, o leyó eso del opus caementicum de los romanos y dio por sentado que ya se usaba hace 2.000 años.






Pero los desaguisados no se limitan a la inconclusa torre, no. Hay más... Aparte del progresivo desmoronamiento del conjunto de murallas y torres, las cuales fueron sometidas hace años a algunos trabajos de consolidación, si bien el deterioro ha sido la tónica constante, a algún inope mental se le ocurrió usar una de las albarranas como base para las antenas de, creo, la radio local del pueblo o algo así. Vean, vean... Sobran los comentarios, ¿no?





El castillo fue ocupado por los gabachos durante la francesada, los cuales volaron algunos tramos de muralla antes de largarse a tomar viento a su tierra en su inveterada costumbre de destruir y saquear todos los sitios por donde el nefasto Napoladrón puso sus ávidos ojos de tenientillo corso ascendido a emperador. Pero de las reformas llevadas a cabo en aquella época perdura este foso que sustituía el muro diafragma que partía la fortaleza en dos a la altura de la torre del homenaje. Dicho foso, que podemos ver en la foto inferior y que contaba con una pequeña plataforma artillera para una carronada, es el sitio ideal para depositar todo tipo de basuras y escombros, de forma que así no se ven demasiado.






Como conclusión, un detalle curioso: tras un rato largo dando vueltas por el pueblo preguntando por donde se iba al castillo ("tó recto, tó recto y pregunte" fue la respuesta habitual), no vi un solo letrero indicador del mismo. Sólo cuando llegué al pié de la cuesta que conduce a la cima había uno que, obviamente, ya estaba de más. Puede que los solones municipales no tengan mucho interés en que sea visitado a fin de que los forasteros no puedan contemplar el testimonio de su incuria. Por lo demás, es lugar de reunión de chavalería dada al porro, de aliviadero de apretones repentinos y, quizás de noche, sirva de picadero para desfogue de las ansias amatorias del personal. Lo tercero lo supongo. Lo segundo lo percibí durante todo el rato, especialmente en alguna torre, y lo primero lo he constatado en las dos veces que he visitado el monumento. En fin, una delicia de sitio.

Hale, he dicho...

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