Prosiguiendo con el tema de los símbolos, en esta entrada y a petición del Sr. Povea, que echa de menos el barrio en su exilio costero, tocaremos una iglesia que, tanto por su ajetreada historia como su estatuaria de compleja identificación la hacen uno de los templos gótico-mudéjares más atractivos de la capital hispalense. Vamos a ello pues...
Antes de entrar a fondo en el tema, comentar un dato interesante: cuando la ciudad fue ocupada, salvo una pequeña mezquita que se conservó para los moriscos y cuatro más que fueron convertidas en sinagogas para los judíos, el resto de los templos musulmanes fueron encomendados al primer obispo de la ciudad, don Remondo. Éste se encontró con multitud de mezquitas a las que, en muchas ocasiones, no se sabía qué uso dar, acabando muchas de ellas como lagares, almacenes o simples talleres. De hecho, en la collación de Santa Marina - que fue una de las veintidós que, inicialmente, se crearon - había nada menos que cinco mezquitas, las cuales sufrieron destinos diversos.
Dicho esto, hay historiadores que aseguran que el templo cristiano no era una mezquita, sino una construcción posterior debido a la distribución cristiana de su planta, la cual podemos ver en el plano de la derecha y que corresponde a su morfología más antigua. Sin embargo, considero que, tras los muchos avatares y reconstrucciones a lo largo del tiempo, no es una insensatez afirmar que sí lo fue, entre otras cosas por su minarete anejo y porque sería absurdo construir un templo de nueva planta habiendo locales de sobra para ello.
De hecho, el terremoto de 1356 echó por tierra varios templos hispalenses, y hasta hizo caer el antiguo yamur que coronaba el minarete de la antigua mezquita mayor, luego Giralda. Así pues, no sería raro que el que nos ocupa, quedando arrasado, fuese reconstruido siguiendo ya los patrones convencionales de la planimetría cristiana. Es más, si observamos la torre actual, vemos que desde su base hasta poco más de un tercio de su altura cuenta con sillería esquinera, y que sus ladrillos de adobe tienen un color diferente a los del resto del edificio, como podemos apreciar en la foto de la izquierda. Así pues, sería perfectamente lógico pensar que la fuerza del terremoto derribó el antiguo minarete, el cual se reconstruyó a posteriori siguiendo su morfología original pero creando un cuerpo de campanas conforme a los usos cristianos.
Por abreviar en su historia, que puede ser consultada en la red, añadir que su último desastre lo sufrió, como otros templos sevillanos, a manos de elementos de extrema izquierda que, en julio de 1936, los incendiaron y dejaron casi destruidos tanto edificios como las obras de arte y objetos de culto que acogían. La muestra de la barbarie podemos verla en la foto de la derecha, que nos ofrece una vista del interior de la iglesia totalmente arrasado, con la techumbre desaparecida y que, aparte de muros y columnas, sólo conserva casi milagrosamente parte de la reja que habría ante el altar mayor. Tuvieron que pasar muchos años hasta que, sufriendo mil avatares e inconvenientes, pudiera ser totalmente reconstruido y abierto de nuevo al culto en 1981, si bien las obras se alargaron hasta diez años más tarde.
Bien, hecho este breve introito, vamos a lo que nos ocupa. El templo en cuestión está bajo la advocación de Santa Marina de Orense, hija al parecer de Lucio Castelio Severo y a la sazón gobernador romano de la Gallaecia y la Lusitania. Se da la fecha de 119 d.C. como la más aproximada a su nacimiento. Sobre la vida de esta santa parece ser que hay más de leyenda que otra cosa, pero como figura en el santoral y se supone alcanzó la palma del martirio en enero de 139, pues su corta vida ya dio pié a devociones y milagros. Sin embargo, las representaciones que se pueden ver en la imposta de las arquivoltas no se corresponden con ésta santa, sino con Santa Margarita de Antioquía, venerada por los ortodoxos como santa Marina. En el detallado de la estatuaria veremos esta serie de contradicciones. Por lo demás, la puerta está construida con piedra caliza, y la conforma un vano con ocho arquivoltas festoneadas por una primera línea en zig-zag y otra, la más externa, con puntas de diamantes. La estatuaria la componen cuatro figuras que flanquean a una superior de Dios, coronando el conjunto un tejaroz sustentado por catorce ménsulas con cabezas de leones. Veamos todo esto al detalle:
En la foto inferior tenemos el tejaroz. Los dos leones de las esquinas miran al frente, mientras el resto dirigen su mirada unos hacia otros. En este caso, los leones colocados en la entrada de un templo son un símbolo de advertencia hacia los impíos e infieles a fin de impedirles la entrada en el mismo. Indican por otro lado una especie de frontera entre lo profano y lo sagrado. De ahí posiblemente la posición de las cabezas, como si estuvieran vigilando y avisando en todas direcciones de que, tras la puerta, se encuentra un recinto sagrado.
En cuanto a la estatuaria, es un tanto complicada su identificación debido al mal estado en que se encuentra. La de Dios, coronando el conjunto, no contempla ninguna dificultad. Es la típica representación divina del Dios de aspecto severo, con abundantes barbas que son símbolo de virilidad y coraje. Su actitud con las manos abiertas y levantadas son símbolo de saludo y amistad hacia los fieles que acuden a su casa. Aunque no lo podría asegurar por el mal estado de la figura, da la impresión de que está descalzo, lo que es símbolo de estar libre de todo tipo de contingencias temporales, lo cual es lógico tanto en cuanto es Dios.
En cuanto al resto de la estatuaria, empezando de izquierda a derecha tenemos en primer lugar una figura femenina que sostiene en la mano una rueda, lo que indicaría que se trata de Santa Catalina de Alejandría. Aparece además coronada por haber sido de origen noble.
La figura se sustenta sobre una peana que muestra una decoración vegetal, siendo identificables dos hojas de parra, símbolo de sacrificio en éste caso por el martirio sufrido por la santa. La figura central no puedo identificarla con claridad, pudiendo ser quizás una flor de lis, símbolo de pureza. Rematando el conjunto tenemos un doselete en cuyo centro aparece un trébol, en alusión a la Trinidad por ser tres hojas que nacen de un mismo tallo. Dicho trébol aparece dentro de un triángulo, símbolo igualmente de la Trinidad, festoneado por algo indefinible que, debido a su mal estado, no se puede identificar.
A continuación tenemos una figura femenina sedente y coronada que sostiene a un niño sobre sus rodillas. Hay quien afirma que se trata de Santa Marina del Líbano la cual, según la leyenda, se hizo pasar por monje con el nombre de fray Marín o Marino, y no queriendo desprenderse de su hija, la disfrazó de niño para que pudiera vivir en el convento con ella. Debido a esto, fue acusada falsamente de violación y expulsada del beaterio para no delatar su verdadero sexo y no poner en evidencia al padre de su hija. Posteriormente fue readmitida y solo tras su muerte, cuando fue amortajada, se pudo ver que en realidad se trataba de una mujer. Francamente, nada de esta historia casa con la imagen que vemos a la izquierda, que tiene toda la impronta de una Virgen convencional, coronada y con el Niño Jesús en su regazo. En su mano izquierda muestra un objeto imposible de concretar que igual nos facilitaba una identificación más precisa pero, viendo lo que se puede ver, considero más acertado el presentarla como a la Virgen a una santa que se pasó la vida vestido de monje. Por sugerir algo, podría tratarse quizás de una granada, que en manos de la Virgen es símbolo de pureza. Por lo demás, la figura se sustenta sobre una peana que muestra una cabeza que representaría la parte más noble de la anatomía humana y la autoridad para regir, atributo éste último más propio de la Virgen tanto en cuanto es la Reina de los ángeles. Sobre la figura, un doselete con un triángulo festoneado con lo que parecen ser flores de lis, símbolo de pureza y que también serían perfectamente aplicables a la Virgen María.
En el otro lado de la fachada tenemos otras dos figuras femeninas de atribución aún más complicada. A la izquierda tenemos las que identifican con Santa Bárbara, Santa Dorotea o Santa Margarita de Antioquía. Creo que esta identificación la han basado buscando las Cuatro Vírgenes Capitales pero, la verdad, no me cuadra. Admitamos, que es mucho admitir, que una de ellas sea Santa Bárbara ya que uno de sus atributos es una torre con tres ventanas. Ambas figuras muestran lo que parece un libro, y si bien el profundo desgaste hace imposible identificarlos a alguno de ellos como una torre, vamos a dar por válido que, en tiempos, era lo que mostraba. Y si la otra tiene un libro, la Biblia en éste caso, sería Santa Marina/Margarita de Antioquía. Además, la peana sobre la que se encuentra representa lo que podrían ser dos dragones, animal que es atributo de ésta santa. En cuanto a los doseletes, su pésimo estado no permiten identificar nada. Así pues, y bajo mi opinión, tendríamos de izquierda a derecha a Sta. Catalina de Alejandría, a la Virgen María, a Sta. Bárbara y a Sta. Marina/Margarita de Alejandría, con lo que no cuadraría la teoría de las Cuatro Vírgenes Capitales que algunos le atribuyen a la estatuaria de la portada.
Como vemos, no es cosa baladí identificar claramente estas cuatro figuras, así que nos tendremos que conformar con lo deducido hasta ahora salvo que aparezca algún dato que nos permita concretar más. Vamos ahora con la decoración de la portada, que es mucho más convencional y clara: por la parte externa tenemos diamantes que, como ya se comentó anteriormente, simbolizan la luz y el resplandor. El zig-zag suele simbolizar el agua como elemento de vida y purificador, si bien también puede interpretarse con ésta morfología los altibajos que sufrimos a lo largo de la vida. Considerando su ubicación, es más lógico pensar que, en éste caso, tiende a representar la vida y la pruficación tanto en cuanto son atributos de la Iglesia.
Veamos a continuación la que creo es la parte más interesante de la decoración de la portada y que, como ya anticipé, es erróneamente atribuida por algunos a Santa Marina de Orense. A la izquierda tenemos la imposta orientada al norte, y que nos muestra a Santa Marina/Margarita de Antioquía cuidando de su rebaño, ya que era pastora. A continuación tenemos tres rombos que representan la femineidad y las pasiones que éste atributo despierta entre los hombres. Tal es el caso del gobernador romano Olibrio, que vio a la santa con su rebaño y se prendó de ella inmediatamente. A continuación aparece lo que podría ser una flor de lis, representando así la pureza ya que la santa no cedió a las pretensiones amorosas del gobernador pagano.
En la imposta que mira al sur aparece una leyenda atribuida a esta santa, la cual fue devorada por Satanás en forma de dragón, pero ella logró salir rompiendo la piel de la bestia con un crucifijo. En la talla podemos ver como la cabeza de la santa aparece en primer lugar tras el animal junto a la cruz, y luego triunfante sobre el mismo con la cruz en la mano. En la decoración vegetal tenemos dos tréboles (la Trinidad), una palmeta, que representaría el Paraíso como recompensa al cristiano devoto, y un helecho, símbolo de la humildad y la franqueza, ya que la santa se negó a abjurar y adorar a ídolos paganos.
Finalmente, a la izquierda podemos ver los capiteles que sustentan las arquivoltas, formados por prótomos con figuras que ya hemos ido viendo en la entrada: tréboles, leones, hojas de parra, de helecho, rostros, etc.
Bueno, con esto ya está todo visto. Las puertas laterales del templo no contienen decoración de ningún tipo, ni tampoco la torre, si bien puede que en su día la tuviera. Recordemos que lo que vemos hoy es el resultado de diversas reconstrucciones. Con todo, sólo la puerta contiene abundante simbología, como hemos ido viendo, y es de las que sirven para pasar un largo rato entretenido descifrándola. Como foto de cierre pongo una toma de uno de los rosetones situados a cada lado de la portada y que, unidos al que corona el edificio en su parte central, servían para iluminar el interior del mismo. La decoración en forma de círculos lobulados sólo la conservan los laterales. La del central, por desgracia, se perdió vete a saber cuándo.
Hale, he dicho...
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