Es muy probable que a la mayoría de los que me leen éste nombre les suene a chino. Bueno, a chino no, pero sí a castellano ignoto. Se preguntarán quién fue ésta señora asesinada merecedora de una entrada para ella solita. Bueno, en realidad, Urraca Ossorio no fue ningún personaje especialmente famoso, ni sus hechos dignos de figurar en los anales de la historia. Pero para su desgracia, pasó a la misma por ser objeto en su persona de una de las mayores felonías cometidas por el feroz rey don Pedro, del que ya narramos su infausto final en la entrada anterior. Así pues, pongámonos en antecedentes para ver de qué fue la cosa...
Escudo de armas de los Guzmán |
Urraca Ossorio era hija de un noble gallego de rancio abolengo, Álvar Núñez Ossorio, el cual fue conde de Trastámara y, aparte de otros títulos y prebendas, Adelantado Mayor de Andalucía y privado del rey Alfonso XI, padre de don Pedro. Ésta buena señora emparentó en segundas nupcias en 1334 con otro encumbrado personaje, Juan Alonso Pérez de Guzmán, II señor de Niebla y miembro de la poderosa casa andaluza. De dicho matrimonio nació, en 1342, Juan Alonso Pérez de Guzmán y Ossorio el cual, por ser su mujer sobrina de Leonor de Guzmán, la prolífica amante de Alfonso XI, tomó partido por el bastardo Trastámara cuando éste se levantó en armas para derrocar a su medio hermano, el rey don Pedro. Como vemos, estas alianzas matrimoniales de la nobleza daban lugar a multitud de líos, follones y pendencias.
Monasterio de San Isidoro del Campo |
Poco imaginaba la pobre doña Urraca que sería objeto de la ira del monarca como represalia contra su hijo Juan Alonso. Don Pedro albergaba un gran rencor hacia éste noble debido a su actitud ambigua y su desobediencia a la hora de acudir a las llamadas del rey. Tras la jornada de Nájera (3 de abril de 1367), en la que las tropas de don Pedro derrotaron a las del bastardo, don Juan Alonso, que vivía en Sevilla, se marchó a Alburquerque a fin de escapar a la cólera regia. Así pues, don Pedro, al llegar a la populosa urbe y ver que la presa había volado, volcó su furia contra su madre que, aunque no se sabe la fecha de su nacimiento, podemos calcular que ya debía ser una mujer de más de 50 años y llevaba viuda desde 1351. En aquellos tiempos, esa edad implicada haber entrado ya en la ancianidad.
La Alameda de Hércules en el siglo XIX |
Así pues, sin más juicio ni cargos que su propia voluntad, don Pedro la mandó quemar viva en lo que hoy es la Alameda de Hércules, que en aquella época recibía el nombre de La Laguna de Feria por ser una zona donde manaba una fuente que formaba una enorme charca. Según las crónicas, "...quando el rey don Pedro tornó a Sevilla después de la batalla vencida e con grand saña que había de su fijo fízola prender e quemola muy cruelmente". O sea, que no se lo pensó dos veces con tal de tomarse venganza de alguna forma y, además de ejecutar a la madre de su enemigo, mandó confiscar todos los bienes de la familia. Cuando la pira echó a arder, el aire caliente levantó las faldas de doña Urraca, dejando a la vista de la plebe que presenciaba el suplicio las piernas de la misma. Y en ese momento, una criada suya que estaba presente, para impedir semejante humillación saltó sobre el montón de leña ardiendo y se abrazó a las piernas de su señora, muriendo con ella. Su nombre era Leonor Dávalos.
Sepultura de Urraca Ossorio |
Los restos calcinados de Urraca Ossorio reposan en la iglesia del monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce (Sevilla). A los pies de su estatua yacente aparece Leonor Dávalos, que fue enterrada junto a su señora, sujetando la falda de la misma como recuerdo a su fidelidad a ultranza. En el lugar donde según la tradición se levantó la pira se colocó una cruz cuya base era una tinaja que desapareció con el tiempo. Sin embargo, hoy día existe una calle con el nombre de Cruz de la Tinaja en el mismo lugar donde se levantaba el monumento.
Leonor Dávalos |
Esta es la historia de Urraca Ossorio, víctima de una venganza contra su propio hijo a manos del rey cruel que, por orden de Felipe II, se le llamó el Justiciero simplemente porque al prudente monarca no le hacía ni pizca de gracia haber tenido un antecesor con tan mala fama. Pero, como hemos visto, don Pedro tuvo poco de justo y bastante de cruel, y a pesar de que algunos lo han querido pintar como una víctima de multitud de conspiraciones, en realidad fueron muchos de sus actos los causantes de que gran parte de la nobleza tomara partido por el bastardo. De hecho, su lista de crímenes por causa de una mera sospecha es demasiado larga para considerarlo como un hombre justo.
Bueno, ya seguiremos.
Hale, he dicho
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