martes, 22 de enero de 2013

La espada-sable Puerto Seguro


Carga del Rgto. de Caballería Alcántara en el Rif. Los jinetes empuñan la espada Puerto-Seguro, ideal para convertir a los moros en pinchitos morunos. El cuadro es obra de Ferre Clauzel




Antes de comenzar la lectura, sírvanse vuecedes picar en el fondo musical para darle ambientillo a la cosa. Es el toque a degüello de la caballería española, usado para hacer saber al hideputa del enemigo que no habría piedad, y que nuestros jinetes les rebanarían el cuello bonitamente y los patearían a su sabor con sus briosos corceles. ¿Ya? Acojona, ¿eh? Pues más debían acojonarse los moros cuando lo escuchaban y veían a nuestra caballería abalanzarse sobre ellos en Marruecos, formando una masa aullante armada con el arma protagonista de ésta entrada, la espada Puerto Seguro.

Y digo espada porque eso de espada-sable es una auténtica memez que por algún ignoto motivo le fue asignada. El arma que nos ocupa tenía una hoja recta como un huso, así que era una espada. Bueno, al grano...

En primer lugar conviene hablar de su creador y de la curiosa historia sobre su invento. Hablamos de un aristócrata del más rancio abolengo hispano. Se trataba del capitán de caballería don Luis María de Carvajal y Melgarejo, Grande de España, III duque de Aveyro, XII marqués de Puerto Seguro, XI marqués de Goubea, XII conde de Portalegre, XV conde de Bailén, I conde de Cabrillas e incluso diputado a Cortes por Vitigudino. Todo eso, sí. Nuestro hombre tenía la sangre más azul que la bandera de la Unión Europea. Pero la cosa es que, además de linajudo, era un experto en su oficio. De hecho, escribió dos libros sobre el tema: "Cosas de espadas", publicado en 1904, y "La espada en la actualidad" en 1910. Así pues, a comienzos del siglo XX nuestro marqués tenía claro un concepto, y es que no era nada conveniente mantener la enorme cantidad de modelos de armas blancas en servicio, cada una distinta en función del instituto montado. Por lo tanto, preparó un proyecto que, en su momento, sería presentado a la Junta Consultiva de Guerra y en el que presentaba las conclusiones de sus profundas meditaciones espaderas.

Previamente, dos oficiales de caballería, el teniente coronel Valdés y el comandante Planas habían presentado sendos proyectos en una línea similar a lo que el marqués tenía in mente si bien no fueron tenidos en cuenta y en los que se propugnaba precisamente lo mismo que sugería nuestro hombre, y es que la futura arma en servicio para todas las unidades a caballo debía tener la hoja recta, desechando los típicos sables al uso en casi todos ellos en aquella época. Sin embargo, el marqués era hombre de recursos así que, al parecer, se largó de viaje por Francia y adquirió una hoja del modelo 1896 para dragones y coraceros y el cual podemos ver en la foto de la izquierda. En 1903, don Luis presentó su proyecto al ministerio de la Guerra que, tras pasarlo al órgano correspondiente, se temieron que la espada en cuestión era un plagio como una catedral. La hoja era de procedencia francesa, las guarniciones similares a las presentadas en su momento por el teniente coronel Valdés y las cachas, fabricadas en madera, eran una opción ya en uso desde mucho antes, ideada por el capitán de artillería Robert y aplicada al sable modelo 1895. La única innovación que aportaba el arma presentada por don Luis era simplemente que la espiga, en vez de ir remachada de la forma convencional al pomo, iba atornillada. 

Total, que a pesar de la gran cantidad de pegas que le puso la Junta Consultiva, el arma fue aceptada. ¿Por qué? Pues muy sencillo. Porque nuestro hombre era un aristócrata y, lo más importante quizás, gozaba de una muy buena amistad con el rey Don Alfonso XIII. Así pues, el plagio del marqués se convirtió en la espada-sable Puerto Seguro modelo 1907-18 de la cual se fabricaron diversas variantes según el cuerpo o grado donde servirían, dando pie a todo un sistema de armas que ha perdurado hasta nuestros días. Con variaciones en lo tocante a las guarniciones, materiales de las cachas y largo de la hoja, esta espada lleva ya más de un siglo en el ejército español. Pero yo me limitaré a profundizar en la verdadera arma de caballería y no en los diferentes modelos creados para oficiales como espada de ceñir, y la cual podemos ver en la foto inferior. Si la comparamos con el modelo francés visto más arriba, salvo en las guarniciones las similitudes son bastante, digamosss... irritantes. Con todo, las cosas como son, es una espada bonita.


Así pues, en un Real Decreto aprobado el 23 de septiembre de 1908, se declaraba como reglamentaria la espada-sable modelo Puerto Seguro, con la única diferencia respecto al prototipo original en que la vaina debía ir recubierta con cuero color avellana, medida ésta destinada a impedir la oxidación de la vaina metálica así como los destellos que reflejarían en su superficie pulida a espejo y niquelada. Para paradas y demás actos castrenses se podía quitar la funda de cuero y dejar la vaina original a la vista, que quedaba más molona. Veamos el arma con más detalle...

A la derecha tenemos las guarniciones. Están formadas por una cazoleta de acero reforzada en todo su perímetro por un reborde. Como se ve, lleva cincelado el escudo del arma de caballería rematado por la corona real. La cachas están fabricadas de madera cuadrillada, lo que se consideraba poco menos que una herejía a pesar de que el sable Robert mod. 1985 ya había adoptado esa solución, como se comentó más arriba. La tradición dictaba que la empuñadura debía ser de una pieza, envuelta en piel de lija y recubierta con un torzal de alambre. Sin embargo, el marqués optó más por lo funcional y, de paso, más económico. Hay que reconocer que en eso tenía razón. Dichas cachas iban fijadas a una espiga plana mediante tornillos. La cazoleta iba soldada a la espiga, y sobre el conjunto llevaba una monterilla la cual se atornillaba al mismo. El resultado era una espada robusta, provista de una hoja de 90 cm. de longitud y apenas 29 mm. de ancho, con vaceos a lo largo de casi toda la hoja. El peso total de la espada era de 1.110 gramos, y su longitud de 1.050 mm. En la unión de la hoja con la cazoleta llevaba un guardapolvos de piel de ante. En cuanto a la vaina, estaba fabricada con acero niquelado. Por dentro llevaba unas costillas de madera para darle más consistencia. Iba provista de un batiente al final de la misma y de dos presillas con una anilla para fijarla al cinturón. En la cazoleta se anudaba un fiador de pelo de cabra rematado por una bellota de hilos de oro. Para los que desconozcan eso del fiador, sepan que era un simple cordón con un nudo corredizo que se aseguraba en la muñeca tras desenvainar el arma a fin de no perderla en combate.

Húsar de Pavía
Como ya se comentó en la entrada referente a las espadas para caballería de línea y cuya lectura recomiendo para mejor entendimiento de éste detalle, estas armas eran terriblemente efectivas, siendo mucho más mortíferas que los sables a pesar de que se suele pensar lo contrario. De hecho, incluso las unidades de húsares del ejército español dijeron adiós a sus tradicionales sables para verlos sustituidos por la espada Puerto Seguro. Y aunque su diseño estaba encaminado para herir de punta, un golpe de filo en la cabeza del enemigo podía romperle el cráneo tranquilamente. Basta ver la foto de la izquierda para imaginar la energía que desarrollaría esa espada en manos de un jinete lanzado como una tromba contra el enemigo. Combatieron satisfactoriamente durante la guerra de Marruecos, donde alcanzó la gloria y la inmortalidad el Regimiento de Cazadores de Alcántara cuando, cubriendo la retirada de las tropas españolas en Dar Drius, llevaron a cabo nada menos que ocho cargas contra los rifeños, sufriendo un 90% de bajas. Años más tarde vieron su ocaso en la guerra civil, en la que tuvieron lugar las últimas cargas de caballería. A partir de ese momento, la espada quedó relegada a arma de ceñir por parte de la oficialidad en paradas y desfiles, así como las usadas por los escuadrones de caballería de la Guardia Real y la Guardia Civil. Estos ejemplares ya carecen de los acabados y calidades del modelo original ya que, obviamente, jamás entrarán en combate.

Así pues, a la espada plagiada del marqués de Puerto Seguro le cupo el honor de ser la última espada de caballería que blandieron nuestros jinetes antes de pasar a ser un glorioso recuerdo.

Hale, he dicho


POST SCRIPTVM: Para contemplar la imagen de cierre y sentir como el vello se les pone de punta, deléitense vuecedes con la misma mientras escuchan la marcha que aparece arriba.


Cuadro del genial Ferrer Dalmau que recrea la carga del Río Igan, en la que el Rgto. de Cazadores de Alcántara Nº 14 fue más allá del heroísmo. Al mando del teniente coronel Don Fernando Primo de Rivera, lograron proteger la retirada del maltrecho ejército español en Annual a cambio de dejar en el campo un 90% de sus efectivos. Pero para cojones, los nuestros, qué carajo...

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