Lo de Matrera me llegó al alma, así que sigo dando estopa a nuestros inútiles solones, que no piensan más que en ponerse medallas sin méritos. Hoy toca un pequeño y peculiar castillo el cual visité hace ya tanto tiempo que ni siquiera se habían puesto a la venta las cámaras digitales o, al menos, las réflex. Quiero recordar que por aquel entonces, hará cosa de 15 años al menos, ya habían salido las birrias aquellas de 2 Mgpx. En todo caso, las fotos que verán vuecedes son casi todas escaneadas de diapositivas, y mi trabajo me ha costado dejarlas razonablemente decentes porque, debido al tiempo transcurrido, habían adquirido una extraña e intensa tonalidad magenta. Bueno, a lo que estamos...
El castillo de Hierro, también llamado de Hielo, se encuentra en las cercanías de Pruna, un pequeño pueblecito de Sevilla casi lindando con la provincia de Málaga. Subí a la empinada cima en el que se yergue por dos veces, una yo solo y otra unos meses después con la familia. Hoy día creo que hay una escalera que lleva a lo alto, pero en aquellos tiempos solo llegaba a menos de un tercio del recorrido. El resto había que treparlo literalmente y, encima, al no haber senderos marcados, más de una vez había que dar la vuelta y tomar otro camino porque mientras subes no ves la cima. Hay que escupir el hígado para llegar, lo juro. Vean donde se yergue, vean...
La foto es una panorámica obtenida de tres tomas y sacada con teleobjetivo desde el castillo de Olvera. Justo en la ladera izquierda se ve el serpenteante camino que conduce a la cima del peñasco de toba donde se asienta esta pequeña fortificación. Está alto de cojones, ¿eh? Bien, ese es el aspecto que muestra actualmente tras haber sido restaurada la torre del homenaje y la camisa que la defendía. El resto no ha sido tocado, o sea, que cualquier día sigue el mismo camino que Matrera o Constantina: el colapso. Pero antes de entrar en materia, veamos algunas fotos en las que podremos hacernos una idea del pésimo estado general del castillo, así como el de la torre y la camisa antes de ser restauradas.
Antes de nada, una imagen cenital cedida por esos señores tan amables de Google Earth que nos permitirán ver como si fuésemos buitres leonados el impresionante risco sobre el que construyeron el dichoso castillo. Es una enorme roca en forma de almendra orientada en dirección este-oeste. El castillo está, como podemos ver, casi pegado a la cara norte, la ladera más empinada por no decir cortada a cuchillo. Es perfectamente visible el ondulante sendero que lleva a la cima y, a la derecha, la carretera general donde tendremos que aparcar el coche y advertir al de la gasolinera que hay allí que si en dos o tres meses no sabe nada de nosotros, que de la alarma.
Una vez iniciada la ascensión, al cabo de poco rato empezaremos a arrepentirnos de haberlo intentado. Unos cuantos estertores más y empezamos a auto-insultarnos por no habernos quedado en casa. Finalmente, la visión de la foto de la izquierda nos indicará que, aunque estemos a punto de morir echando el bofe, falta poco para culminar con éxito la empresa salvo que en ese corto tramo final nos de un infarto. En la imagen, además de la torre del homenaje, se pueden ver los restos de las torres de flanqueo de la muralla, de la que apenas quedan algunos restos en el lado sur. Ese que vemos es el flanco oeste.
Bien, ya hemos llegado a la cima con una taquicardia de caballo, pero hemos llegado. Así estaba la torre del homenaje: desmochada, agujereada, con cuantiosas pérdidas de materiales en sus paramentos y en la camisa y con el pequeño cubo que defendía la entrada a punto de irse al garete. O sea, lo habitual en nuestros añejos castillos que son los grandes olvidados a la hora de repartir pasta. Debe ser porque las restauraciones permiten menos latrocinios que subvencionar a la ONG "Por la defensa del guacamayo anoréxico de la Amazonia Central".
En el año 2009, la Diputación de Sevilla sacó a licitación las obras para las restauraciones de algunas fortificaciones de la provincia, entre las que se encontraba la que nos ocupa. La restauración fue llevada a cabo mediante anastilosis, palabro que viene a querer decir que se aprovecha lo que hay mientras que a lo nuevo se le da un aspecto diferente para que el personal sepa distinguir entre lo antiguo y lo recién puesto. O sea, es como esas vasijas que se ven en los museos que solo tienen un cacho original mientras el resto es barro sin decorar. Bien, el resultado fue este.
Y si miramos la cara oeste, la cosa quedó así. Alguno se dirá: "Bueno, no ha quedado tan mal. ¿De qué se quejará el tiquismiquis éste?". ¡Pues sí ha quedado mal, carajo! ¡¡Fatal!! ¡¡¡Una cagada!!! ¿Que en qué? Pues en lo siguiente...
Retomemos la foto de la cara sur de la torre. Como podemos ver en la imagen inferior, lo que ha sido restaurado como una puerta y que aparece en un círculo rojo no era tal. Eso no era más que un boquete abierto a saber cuando por los expoliadores de turno. ¿Que por qué lo afirmo? Porque me molesté en observar detenidamente la planta inferior de la torre, la cual podemos ver a la derecha de la imagen inferior. Las paredes fueron revestidas con ladrillos, los cuales fueron a su vez enlucidos con motero de cal y almagra, señal inequívoca de que se pretendía impermeabilizar el muro para contener agua. Cuando hice la foto aún se apreciaban perfectamente los restos de almagra bajo los testimonios del chispeante ingenio de las acémilas de turno que dejaron constancia gráfica de su memez palmaria, además de sus nombres y los de sus novias en forma de graffitis.
En cuanto a la anastilosis, qué quieren que les diga... ¿Tanto trabajo suponía volver a poner la cantería en su sitio en vez de dejar esos parches espantosos? En fin, ahí tenemos la primera chorrada. Eso no era una puerta, sino un agujero en el muro que debió cubrirse. La entrada a la torre es la que está elevada sobre el nivel del suelo en su cara oeste, y para acceder al aljibe, cuya bóveda de cañón había desaparecido, podría haber una escalera o una simple abertura para sacar agua. Como ya he explicado varias veces, era habitual en las torres con entrada elevada aprovechar la planta baja para aljibe, permitiendo así disponer de agua en el caso extremo de ver al enemigo dentro de la fortaleza. Además, cabe la posibilidad de que el castillo primigenio constase solo de la torre y su camisa, y que el resto del recinto fuese posterior así que razón de más para que tuviera el aljibe dentro de la torre. Veamos más "perlas" de los "expertos"...
Ahí arriba tenemos la entrada de la torre, para lo cual se ha fabricado un horripilante patín metálico. A ver, Sr. "experto"... puestos a poner un elemento completamente fuera de contexto, ¿por qué no fabricar el patín de obra? Así se ahorra el mantenimiento de la escalera metálica y, de paso, queda menos horroroso. Y lo de la barandilla de acero es de premio. Pregunto: ya que la restauración fue mediante anastilosis, ¿por qué no fabricar el parapeto y reponer el merlonado en vez de colocar ese adefesio que le pega lo mismo que a un santo dos pistolas, leches? ¿O es que tiene un cuñado con una carpintería metálica? Bueno, ya no soy tan tiquismiquis, ¿verdad?
En cuanto al resto del recinto, sigue tal como estaba, o sea, en la más absoluta y avanzada ruina y mucho me temo que como no hagan algo, que dudo que lo hagan, poca vida le queda a los restos que aún se mantienen a duras penas en pie. En la foto de la derecha tenemos un lastimoso ejemplo. Como podemos ver, aparecen los restos de tres torres de flanqueo y el aljibe del patio de armas. Dentro del círculo rojo aparece un vertedero para la recogida de agua. Este aljibe está fabricado con hormigón revestido de mortero de cal y, como vemos, está casi cegado debido a la tierra y los escombros que ruedan ladera abajo. En los otros dos círculos se ven dos cajones oxidados que, en realidad, eran unos focos instalados antes de mi segunda ascensión a fin de iluminar de noche el castillo. Pues bien, las acémilas de turno se dedicaron, a pesar de lo trabajosa que es la subida al cerro, a destrozarlos uno a uno incluyendo la instalación eléctrica. Es una pena que no les soltase un calambrazo, a ver si se les aclaraban las ideas a semejantes asnos.
Ahí tenemos el interior de la camisa que defendía la torre. Los mechinales delatan que, al carecer de grosor para disponer de un adarve, el cometido de éste lo realizaba una pasarela de madera cuyo sostén estaba empotrado en el muro. Si un año de estos me armo de valor, igual vuelvo a subir a comprobar qué han hecho allí porque, como se ve, el nivel del suelo estaba muy recrecido. En cualquier caso, la broma salió por la friolera de 655.641,97 de vellón, que si traducimos a las antiguas pesetas por si alguno no capta la magnificencia del pelotazo, suponen nada más y nada menos que 109.089.650 pesetas. Vamos, que hacer el castillo nuevo saldría más barato. La verdad, no alcanzo a comprender estos presupuestos tan monstruosos. ¡¡Por Cristo, que hablamos de más de cien millones de pelas, carajo, y todo para reparar una torre, un muro y poner una escalera y una barandilla de hierro!! Que una cantidad similar fue lo que pagó Sergio Ramos al tal Ronaldo por su fastuosa casa en La Moraleja. En fin, a saber cuántos metieron la mano...
Bueno, ahí dejo algunas fotillos más para goce y disfrute de vuecedes.
Hale, he dicho...
Corte en la piedra de la ladera que se puede ver durante el ascenso. Cabe suponer que de ahí sacaron el material para edificar el castillo. |
Vista del impresionante tajo de la cara norte del risco donde se asienta el castillo. La caída en vertical supera los 100 mts. |
Vista de la cara oeste. Dentro del círculo rojo se aprecian los dos cortes de donde sacaron la piedra. |
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