domingo, 28 de abril de 2013

Técnicas constructivas: torres de flanqueo y albarranas



En su momento se estudió la tipología de las torres de flanqueo, si bien no entramos en detalles acerca de sus técnicas constructivas. Así pues y para completar el estudio de estas importantes partes de una fortificación vamos a darle un repaso más a fondo. Recordemos que será muy importante ya que, además de sorprender a la parienta (con lo que nos amará con más pasión), podremos salir victoriosos apostándonos con el cuñado plasta las birras y las tapas de después de la ruta castillera. Vamos a ello...

1. Los materiales


Canteros
Las combinaciones de materiales a emplear son diversas en función de la disponibilidad de los mismos, así como de los medios económicos con que se cuenta. Por norma, lo habitual era echar mano al tipo de piedra habitual en la comarca o, mejor incluso, a pie de obra por meras cuestiones de economía. No costaba lo mismo traer la piedra desde leguas de distancia que cortarla in situ. En todo caso, solo algunas piezas realizadas por encargo como nervaduras para bóvedas o arcadas podrían ser traídos de lejos ya que el encarecimiento que suponían no era excesivo. Pero los metros y metros cúbicos de materiales para edificar un castillo había que obtenerlos lo más cerca posible. De ahí que veamos dichos materiales que, en su día, fueron usados precisamente por esa razón. 

Dicho esto, partimos de la base de que, salvo excepciones, las torres se construían macizas hasta la altura del adarve, y que su estructura era unos paramentos que eran rellenados por lo general con tierra mezclada con cantería y restos cerámicos procedentes de las piezas defectuosas que salían de los alfares. Dicha mezcla se colmataba con agua y pisones. Así pues los materiales para los paramentos en función de su resistencia serían...

a) Sillería/sillarejo de granito, caliza o cualquier tipo de piedra adecuado.
b) Sillería/sillarejo en zapatas y esquinas y paramentos de mampuesto.
c) Sillería/sillarejo en zapatas y esquinas y paramentos de tapial.
d) Enteramente de mampuesto
e) Enteramente de tapial

2. La cimentación

Una vez que el alarife trazaba el contorno de la fortaleza y se ubicaba la posición de las diferentes torres de flanqueo, en función de la composición y estructura del terreno se decidía qué tipo de cimentación sería necesaria para proporcionarle a la torre la mayor resistencia posible. Como ya se ha comentado en múltiples ocasiones, el terreno preferible era siempre el rocoso a fin, no solo de dar una base más sólida al edificio, sino imposibilitar el minado del mismo en caso de asedio. En ese caso, bastaba con construir una zapata inicial adecuándose a la orografía del terreno de forma que quedase nivelado para recibir sobre ella el resto de la torre. En la foto de la derecha tenemos un ejemplo de lo dicho: la torre y la muralla que aparecen en la imagen están edificadas sobre un afloramiento rocoso que ni se molestaron en nivelar. Simplemente fabricaron las primera hiladas con mampuesto de forma que se adaptasen a la morfología de la roca sin más. 



En este otro caso que vemos a la izquierda, el edificio está construido sobre un terreno que, además de llano, está formado por tierra en vez de roca. Obviamente, aquí sí fue necesario realizar una cimentación adecuada capaz de sustentar el enorme peso de cada torre sin que se vinieran abajo. Por otro lado, en esta ocasión recurrieron al mampuesto reforzado con sillería esquinera. La zapata esté posiblemente oculta por el aumento del nivel del suelo habido a lo largo de los siglos.



3. La construcción.

Tras la elaboración de la zapata o los cimientos se procedía a darle elevación a la torre. Como ejemplo vamos a poner una con zapata de sillería, sillería esquinera y paramentos de mampuesto. Bien, según vemos en la ilustración inferior, en A tenemos el aspecto que presentaría una vez que hemos llegado al nivel donde se ubicará la cámara. ¿Cómo se ha llegado hasta ahí? Pues muy fácil: se han ido colocando los sillares en las esquinas que, aparte de reforzarlas, han servido para marcar la alineación de los paramentos. A medida que se colocaban sillares se iban labrando hiladas de paramento con cantería burda unida con motero hidráulico. Para nivelar o ajustar la posición de cada piedra se han usado lajas o trozos de cerámica. En cuanto a los sillares, han podido ser colocados a hueso, o sea, sin mortero, o unidos con el mismo. Cuando un tramo de paramento había fraguado como para resistir presión desde el interior se procedía al rellenado. Cuando finalmente se ha alcanzado la altura deseada, se nivela correctamente el suelo de la torre y se enlosa. Para ello solía recurrirse a toba de barro, a losas de piedra o incluso grandes lajas del mismo material, así como simples ladrillos puestos de plano o de canto, formando un opus spicantum, o sea, en espiga.


Abertura de acceso a una azotea. Se ha recurrido a
una arcada de piedra que corta la bóveda
En B tenemos la continuación del trabajo: Se siguen levantando sillares y paramentos, pero esta vez ya no se rellenan para dejar sitio a la cámara. Para trazar la bóveda se recurría a varias cimbras unidas con cañizo o tablas, dependiendo del tamaño de la misma. Una vez colocada la cimbra se cubría bien con una capa de mortero, una hilada de piedra o ladrillos puestos de canto. Lo habitual era lo primero ya que hablamos de cámaras de muy poca superficie. Una vez fraguado el mortero se rellenaba el espacio libre con vasijas de barro, por lo general la que salían con defectos de los alfares que salían muy baratas, y se cubría todo con una capa de hormigón. De esa forma, la bóveda quedaba sólidamente cubierta y, a la par, tenía que soportar poco peso. Finalmente, se nivelaba nuevamente y se labraba, como vemos en C, el parapeto. Luego se añadían los merlones. Caso de que la azotea fuera accesible, podía hacerse mediante algo tan simple como un encofrado en la bóveda, o sea un cajón hueco, antes de verter el mortero. De esa forma, una vez fraguado, quedaba una abertura por la que se podía acceder a la azotea mediante una escala de mano (véase foto superior).



En todo caso, las combinaciones tanto de materiales como de tipologías sería extensísima ya que, partiendo de un patrón básico, el alarife la construía conforme a las necesidades o incluso su capricho. Así, podemos ver torres de flanqueo macizas hasta la azotea, a las cuales se accede desde el adarve, o con cámara y azotea como la que hemos reconstruido, o con cámara y la azotea sin acceso, etc. 

Por otro lado, un caso aparte eran las torre poligonales a las que tan aficionados eran los árabes. Si bien el método constructivo era básicamente el mismo, su peculiar morfología obligaba a ciertas variaciones como vemos en la ilustración inferior. En este caso, los paramentos entre sillares solían fabricarlos de tapial, formando tongadas que debían esperar su tiempo antes del relleno. En caso de que por su tamaño una de estas torres contase con una o más cámaras, el ascenso no se realizaba de la forma habitual de las torres cuadradas, o sea, mediante escaleras adosadas al muro o labradas en el interior del mismo, sino por el centro del edificio. De ese modo, la cámara no quedaba tan diáfana como en las torres cuadrangulares ya que el espacio central quedaba ocupado por las escaleras. Además las bóvedas de las cámaras eran más complejas que las habituales de cañón, teniendo que recurrir a bóvedas vaídas por lo general. Estos inconvenientes hacían estas torres muy costosas de construir sin que, en orden práctico, ofreciesen ninguna ventaja de cara a la defensa. Por poner un par de ejemplos podríamos decir que para instalar en una cámara alguna máquina de lanzamiento, como un simples escorpión, se requería más espacio que en una torre cuadrangular o que una torre cuadrada requería menos superficie y materiales para, al final, ofrecer lo mismo o más que una torre poligonal. En fin, antojos de moros...

Bueno, creo que no olvido nada, así que me largo a merendar que ya es hora.

Hale, he dicho...




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