Hace un par de días recibí un correo de un amable lector en el que me planteaba algunas dudas sobre la uniformidad en los ejércitos de la Edad Media, así que como imagino que esta cuestión se le habrá pasado por la cabeza a más de uno y más de dos, creo que es motivo para una entrada ad hoc.
Así pues antes de nada copio y pego el correo recibido y así me ahorro repetirlo. Aclaro que he suprimido de dicho correo el nombre de este probo ciudadano porque no sé si querría que apareciese en público:
Estimados señores dueños de Amodelcastillo, soy visitante habitual de vuestro blog y un estudioso de la Europa medieval. Os envío este correo porque tengo una duda sobre la heráldica y uniformidad que utilizaban los caballeros medievales durante las guerras y batallas de la Baja Edad Media. Claramente en películas, series de TV y videojuegos los ejércitos medievales son representados similares a las legiones romanas o las fuerzas contemporáneas, es decir, con el mismo emblema, las mismas sobrevestas y, en ocasiones, los mismos diseños de escudos y armaduras, pero en muchos cuadros históricos, los caballeros de ambos bandos llevan diferentes emblemas, diferentes armaduras y también diferentes escudos, es decir, su propio uniforme en general. Debido a esto no tengo muy claro cómo se uniformaban los caballeros de los bandos contrarios durante las guerras. Por esta misma razón os quiero preguntar:
Si en ambos bandos cada caballero tiene su propio emblema y uniforme,¿cómo se distinguían a los caballeros de un bando de los del otro? ejem: en la Guerra de los Cien Años, ¿cómo se distinguía a un caballero inglés de uno francés?
Y si de lo contrario lucían el mismo emblema en sus escudos y uniformes,¿por qué en los cuadros llevan diferentes emblemas y uniformes?
Os agradecería mucho que por favor me reveléis la información que deseo tener en respuesta a las preguntas escritas en negrita y subrayadas. Muchísimas gracias.
Bien, ante todo conviene explicar que no hay dueños del blog, sino dueño. O sea, el menda lerenda. Soy como Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como. Aclarado esto, procedamos...
En términos generales, no existía el concepto de uniformidad tal como lo conocemos actualmente. Recordemos quienes componían las mesnadas de la época:
1. Milicias concejiles
2. Peones vasallos de nobles que debían acudir a la llamada de su señor
3. Hombres de armas, o sea, profesionales de la guerra que no eran caballeros
4. Caballeros cuantiosos, o sea, plebeyos con la suficiente renta como para adquirir y mantener un caballo y que por ello se libraban de combatir a pie
5. Caballeros al servicio de nobles o monarcas
6. Órdenes militares
7. Nobles de mayor o menor rango
Veamos que posibilidades de uniformidad podría haber entre ellos considerando que luchaban en el mismo bando:
Las milicias concejiles: Dependiendo del poder adquisitivo del concejo de turno, podrían vestir alguna prenda que los identificase como tales o pintar en el escudo las armas del concejo al que pertenecían. En el peor de los casos bastaría un simple trozo de tela anudado al brazo o, simplemente, se identificaban entre ellos porque se conocían, e igualmente sabían de sobra quiénes eran el adalid, el alférez y los almocadenes de peones de su milicia. La cuestión es: ¿cómo pues se identificaban entre una milicia y otra? A nivel personal, no había forma salvo que portasen algo que los identificase como tales, por lo que siempre podría existir la posibilidad de herir o matar a uno del mismo bando. Como podemos suponer, esto ni se mencionaba porque en semejante follón nadie se paraba a preguntar al muerto quién lo había apiolado. De todas formas, no creo que los cuadros de infantería se descompusieran de tal modo que se perdiera el norte hasta ese extremo y la lucha se convirtiera en una mêlée donde la confusión fuese absoluta, pero si ocurría es seguro que más de uno cayó a manos de su cuñado sin que nadie se percatara. Si hoy día, con los medios técnicos que hay, sigue habiendo bajas propias por errores de identificación o de imprecisión de las armas ya podemos imaginar lo que ocurriría hace siglos.
Los mesnaderos de nobles o clérigos de postín pasaban por lo mismo que las milicias concejiles. Aunque de esto no se habla en los libros de historia, imagino que antes de entrar en combate el adalid de cada hueste daría cuenta de quiénes luchaban a cada lado de su unidad y cual era su distintivo si es que lo llevaban. Así diría el adalid:
- Amados hideputas, villanos míos: en la costanera derecha tenemos a los bravos milicianos del concejo de Valdeajos de Enmedio, que jamás han dado la espalda al enemigo. En la de la izquierda veo los pendones del invicto conde Nuño y de su cuñado, el fiero don Suero. No os importe que el enemigo nos supere en 50 a 1. No os preocupe que los de Valdeajos tengan una resaca bestial y estén medio muertos. No reparéis en que el conde Nuño gasta en guerrear menos que Tarzán en zapatos y su mesnada la componen solamente su cuñado, dos primos y un pardillo que no pudo largarse del pueblo a tiempo para huir de la leva. De lo único que tenéis que preocuparos es de que el que tenga cojones para dar la espalda al enemigo no solo será tenido por bujarrón, malsín y cobarde, sino que me mearé en su calavera después de mandarlo ahorcar con sus propias tripas, amén. ¿Queda claro, perros sarnosos de mierda hijos de mil padres?
Bueno, no sería del todo así, pero casi...
En cuanto al resto, hombres de armas, caballeros, etc., basta recordar como nació la heráldica. Entre ellos no tenían problema porque sabían cuales eran los blasones de amigos e incluso del enemigo. Y recordemos también que la caballería no combatía junto a su propia infantería, por lo que era complicado ver a peones amigos mezclados con ellos si bien esa escena suelen ponerla mucho en las pelis. La caballería cargaba contra la infantería enemiga las veces que fuera preciso mientras que sus peones iban a la zaga a rematar la faena. ¿Podrían producirse pues bajas propias? Quizás, es posible que hubiera algún despiste pero, como digo, no hay constancia de nada de eso.
Finalmente, tenemos a los únicos que guardaban una uniformidad rigurosa, que no eran otros que los feroces freires de las órdenes militares. Sin embargo, ellos jamás combatían mezclados con otras unidades así que su uniformidad servía más bien como aviso al enemigo de su presencia en el campo de batalla que para impedir matarse entre ellos.
Por otro lado, conviene también recordar que las huestes de la época no eran tan numerosas como nos cuentan la crónicas, casi siempre con la irritante tendencia a engordar las cifras, sobre todo las del enemigo cuando eran derrotados para mayor gloria propia. Y muchas "terribles batallas campales" no pasaban de meras escaramuzas que se ventilaban en media hora.
En definitiva, y respondiendo ya de forma directa a las cuestiones que se planteaban en el correo de marras, respondo:
¿Cómo se distinguían a los caballeros de un bando de los del otro? ejem: en la Guerra de los Cien Años, ¿cómo se distinguía a un caballero inglés de uno francés?
No había una certeza absoluta en muchos casos. La heráldica usada por ambas naciones era la misma, así que la única forma de tenerlo más o menos claro era porque se conocían determinados blasones o porque veían que unos combatían en la misma dirección y otros al contrario. ¿Posibilidad de error? Por supuesto. Pero, ¿quién recordaba tras la batalla si el cuñado que había visto caer con la cabeza abierta como un melón había sido a manos de un amigo o un enemigo? Se daba por sentado que por un enemigo y sanseacabó, que remedio...
¿Por qué en los cuadros llevan diferentes emblemas y uniformes?
Pues por lo ya expuesto: cada milicia o mesnada vestía "de civil", o sea, con su propia ropa sobre la que se ponían las piezas de armadura que les dieran o se pudieran pagar de su bolsillo. No existía como actualmente el concepto de ropa ex-profeso para combatir, sino que las calzas, camisa, jubón y zapatos que vestían eran los mismos que usaban a diario. E incluso las prendas destinadas a uso puramente militar, como los perpuntes, brigantinas, etc. eran fabricadas por encargo, a medida, y siempre al gusto del cliente. Por ello, lo habitual era ver un marasmo de armaduras y ropajes distintos. Solo determinadas unidades eran fáciles de identificar por vestir alguna prenda típica de su país o región, o portaban una determinada arma que los caracterizaba. De lo primero podemos tomar como ejemplo a los lansquenetes alemanes o los piqueros suizos, si bien estas tropas mercenarias buscaban precisamente eso, que fueran fácilmente identificables. De lo segundo, podríamos hablar de las típicas katzbalger o las dagas Holbein de los lansquenetes, las alabardas de los suizos o los morriones tan característicos en los españoles.
Así pues y como conclusión, podemos decir que no existía el concepto de uniformidad, y que las posibilidades de confundir a un amigo con un enemigo eran inquietantemente elevadas. Si el enemigo hablaba otra lengua siempre podían guiarse porque los maldecían en francés, flamenco o en árabe, pero si ambos contendientes hablaban el mismo idioma y uno se acordaba de la decencia de su madre en castellano y no lo conocía ni de vista, la cosa era fácil: o lo acuchillaba bonitamente allí mismo y si te vi no me acuerdo, o se paraba uno a preguntar amablemente con la probabilidad de recibir como respuesta un tajo en el gaznate o un puntazo en plena jeta que lo aliñaba ipso facto.
Y para finalizar, un dato que puede que muchos desconozcan, y es que las bajas entre caballeros y nobles en la Edad Media eran ridículas comparadas con las de los peones. El motivo no era otro que salvaguardar sus vidas para pedir rescates por ellas, de forma que se pudiera ganar un dinerito que venía de muerte para sufragar gastos de guerra. Era fácil identificar a un caballero o un noble, como ya podemos suponer, y estos tampoco se complicaban la vida y optaban por rendirse a un igual antes de verse tirado en el barro cosido a puñaladas. Así pues, en caso de verse desbordado, se levantaba el visor del yelmo, se identificaba a su enemigo y le informaba de que se rendía. El enemigo aceptaba la oferta y lo enviaba fuera del campo de batalla bajo palabra de honor de no largarse de allí, cosa que cumplían a rajatabla para no ser tachados de perjuros, falsarios y malos caballeros. Los peones no se rendían porque nadie daba una blanca por sus asquerosas vidas y, probablemente, acabarían muertos o esclavizados en caso de ser apresados así que, o se largaban a toda mecha de la escabechina, o vendían caras sus vidas, no les quedaba otra.
Bueno, creo que lo he explicado razonablemente bien. Sino, pues preguntad y seréis respondidos, criaturas.
Hale, he dicho...
Post scriptum: Para más ilustración entre los interesados en estos temas, recomiendo la lectura del interesante tocho de Philippe Contamine "La guerra en la Edad Media". A veces se hace un poco lento, pero es bastante revelador.
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