domingo, 3 de noviembre de 2013

Alabardas. Fabricación






Bueno, dilectos lectores, con esta entrada concluimos lo tocante a estas armas, estudiando con detalle todo el proceso de fabricación de las mismas. Para no hacernos un lío, ya que según la época variaban las técnicas usadas por los armeros del momento,dividiremos el tema en dos partes: lo que atañe al metal y lo que concierne a la madera, ya que ambas partes eran elaboradas por artesanos diferentes. O sea, las astas no se elaboraban en los talleres de armería, sino por carpinteros que tenían sus propios métodos. Dicho esto y sin más dilación, vamos al lío...

LAS CABEZAS DE ARMAS

Como ya se ha dicho, según la época la tipología era diferente y, por ende, las técnicas para la manufactura. Veámoslas por orden cronológico:






A la izquierda tenemos la tipología más primitiva, datable a comienzos del siglo XIV. Como vemos, se trata de una simple hoja cuyo extremo superior termina en una rudimentaria pica o, más bien, un simulacro de pica. La fijación al asta se lleva a cabo mediante dos argollas. Veamos el proceso seguido para obtener esta arma.






A la derecha tenemos dicho proceso: como vemos, la hoja está formada por dos piezas iguales, las cuales han sido unidas mediante dos pletinas soldadas por caldeo. A continuación se doblan ambas pletinas formando con ellas las dos argollas hasta que las hojas queden unidas, tras lo cual se sueldan una con otra mediante caldeo. Finalmente se le añade el asta que, en esta tipología, es de sección circular y de aproximadamente unos 4 centímetros de diámetro. El arma resultante es más bien burda, y solo permite su uso como hacha y lanza.






A continuación tenemos una tipología posterior. En esta, aunque sigue conservando las argollas como sistema de fijación al asta, vemos que la pica se ha estilizado y toma una forma más aguzada. En cuanto a la hoja, sigue conservando la misma morfología que el modelo anterior, es estrecha y aporta poca masa, por lo que su contundencia aún no llega a la de tipologías posteriores.





A la derecha podemos ver el método seguido para manufacturarla. En este caso, la hoja es de una sola pieza, a la cual se la han soldado dos pletinas como en el modelo anterior, pero con la salvedad de que estas se enrollan sobre sí mismas y se suelda el extremo opuesto que, previamente, se ha biselado para que ofrezca mayor superficie de contacto. El proceso se aprecia claramente en el centro de la imagen. En cuanto al asta, sigue conservando la sección circular. El extremo que se encastra en la cabeza de armas es cónico ya que la argolla superior tiene un diámetro un poco menor que la inferior. 




Este tipo ya presenta la morfología por la que todo el mundo conoce a estas armas. La cabeza de armas ya dispone de una pica claramente definida, así como el peto posterior, todo ello obtenido de una pieza.





Obviamente, esta cabeza de armas es mucho más elaborada que las de las dos tipologías anteriores. Se trata de un generoso tocho de acero el cual lleva en su parte inferior un cubo de enmangue. Para asegurar su fijación al asta se han fabricado dos barretas las cuales se soldarán mediante caldeo a la cabeza de armas, tras lo cual se ajustará el asta y se fijará el conjunto mediante clavos, pasadores, etc. Recordemos que estas barretas, además de fijar la cabeza de armas, tenía como finalidad impedir que los golpes y tajos del enemigo partiesen el asta, la cual en esta tipología ya no es redonda, sino cuadrada u octogonal.




Por último, a la izquierda tenemos una tipología datable en el siglo XV. El sistema seguido para fabricarla ya no variará aunque las tipologías posteriores sigan evolucionando. La pica, y en algunas ocasiones el peto, es de forma prismática, lo que favorece la rigidez de la misma y su uso como arma de empuje. Este detalles fue especialmente importante en las tipologías del siglo XVI y posteriores, las cuales iban provistas de unas picas extremadamente largas tal y como vimos en las entradas sobre el origen y evolución de las alabardas.



A la derecha tenemos las piezas y los pasos a seguir. Al igual que la anterior, la alabarda la conforman tres piezas: la cabeza de armas y dos barretas de enmangue. Si observamos el dibujo de la derecha, donde vemos el arma de frente, la flecha muestra la sección del extremo de la pica, en forma de prisma piramidal. Estas cabezas de armas, de más de dos kilos de peso y provistas de este tipo de picas, podían perforar una armadura y, por supuesto, meterla hasta el fondo en zonas cubiertas por malla bajo la armadura: axilas, ingles, cuello, etc. 




Bien, estos eran básicamente los cuatro sistemas seguidos para fabricar estas armas. Los acabados no diferían de unas a otras, ya que una vez terminada la pieza era puesta en manos de un pulidor el cual, como vemos a la izquierda, se valía de ruedas hidráulicas para eliminar las señales de martillazos y soldaduras. Antes de que se ideara este mecanismo que aprovechaba la fuerza del agua, las ruedas de pulir eran accionadas mediante un manubrio. Por otro lado, las piezas destinadas a armar a centinelas palaciegos, guardias reales  y similares iban provistas, como podemos suponer de acabados más suntuosos, con el metal bruñido, con cincelados, etc.




En cuanto a la fijación al asta, ahí tenemos los tres métodos habituales, obtenidos mediante radiografías. A la izquierda vemos el más convencional, en el que las barretas de enmangue están fijadas al asta mediante remaches pasantes. Como vemos en la radiografía, estos remaches van alternándose ya que la zona remachada, más gruesa, aparece cada vez en un sentido. Esto tenía como fin aliviar posibles tensiones en la madera. En el centro vemos otro método, en este caso mediante tornillos pero que no se introducían girándolos, sino a golpes de martillo. De hecho, ni siquiera iban provistos de ranura. Como podemos observar, los de un lado están clavados a una altura diferente a fin de no cruzarse. Por último vemos las barretas fijadas mediante tachuelas. En este caso, se clavaban a diferentes alturas, como en el caso anterior, o inclinadas hacia arriba. En muchas ocasiones se sacaba la punta por el orificio opuesto y se doblaba a golpes a fin de asegurar la pieza, ya que con el trote de la batalla podían soltarse la cabeza de armas. Hay que recordar que la madera es un material muy sensible a los cambios de temperatura y la humedad, por lo que la unión con la cabeza de armas debía ser extremadamente sólida ya que, por ejemplo, en verano, al contraerse por la sequedad del ambiente podía dejar la parte metálica literalmente bailando.




Por lo demás, una vez terminada la pieza el fabricante le grababa su marca mediante un cuño. Se conservan ejemplares que, además de esta marca, llevan en sus cabezas de armas la del arsenal, ciudad o milicia a los que pertenecían, de forma que siempre se podía identificar su procedencia y/o propietario. A la izquierda podemos ver un par de ejemplos que son idénticos a los que actualmente usan, por ejemplo, los fabricantes de armas de fuego. 


EL ASTA

Fresno europeo
Las astas se fabricaban generalmente con madera de fresno. Este tipo de madera es ligero, robusto y con un veteado que apenas saca astillas. En las piezas que se conservan actualmente se han visto astas de haya, abedul, pino o incluso roble, pero se trata o de reposiciones realizadas en tiempos más o menos actuales, o bien cambios efectuados en su época por el mismo usuario que no disponía de otra madera en su momento. Al parecer, en los centros armeros de Europa se procuraba tener en las cercanías de las ciudades este tipo de árbol con el único fin de proveer a la industria armera. Para su uso, los artesanos de la madera se preocupaban especialmente de trabajarla una vez que el secado era el idóneo a fin de evitar deformaciones y revirados que inutilizasen la pieza.




A la izquierda tenemos un fabricante de astas. Detengámonos en observar con detalle tanto lo que está haciendo como los útiles de los que se vale. Tras él hay un haz de varas dispuestas para su conversión en astas. El artesano se ayuda de una matriz para enderezarlas y darles la forma adecuada. Si nos fijamos, las tres muescas que presenta dicha matriz son de diferentes tamaños, por lo que pasándolas de mayor a menor podrá dar a cada palo una sección uniforme, ya sea circular u octogonal. Sería el mismo método usado por los fabricantes de alambre que aparecían en la entrada dedicada a los oficios medievales. Así pues, tras pasar el palo las veces necesarias por cada muesca de la matriz los dará por terminados, depositándolos delante suyo para, a continuación, sumergirlos en unos recipientes de cobre llenos de aceite de linaza, el cual servirá para impermeabilizar la madera y darles un tono oscuro.




Tras dejar secar el aceite durante varios días, el fabricante también marcará cada pieza con su cuño, si bien en este caso no lo hará golpeando, sino a fuego. A la derecha podemos ver el aspecto de una de estas marcas, en este caso en una asta de sección octogonal. Una vez las piezas eran terminadas, o bien eran enviadas al armero para montar las cabezas de armas, o bien el carpintero las recepcionaba para montarlas él mismo. Para las cabezas de armas destinadas a guardias palaciegos y demás que mencionaba más arriba, las astas podían ir adornadas con borlones de seda de diversos colores. Otro acabado podía consistir en un forro de cuero, terciopelo o seda en los dos primeros tercios del asta para facilitar el agarre, o bien hileras de tachuelas con el mismo fin.


Bueno, con esto concluyo. Creo que no olvido nada, pero si alguien tiene alguna duda pues que pregunte y tal.

Hale, he dicho...



Alabarda francesa del siglo XVII. Como se puede apreciar, el acabado tanto de la cabeza de armas como del asta
se aleja de la austeridad militar. Se trata de un arma de gala con la cabeza cincelada y el asta decorada con
un borlón y forrada de terciopelo. Con todo, sigue siendo igual de efectiva que sus hermanas más burdas.

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