viernes, 1 de noviembre de 2013

Frey Juan Bechao, ¿el último templario de Castilla?



Castillo de Jerez de los Caballeros, capital de la encomienda del mismo nombre

¿Y quién era éste Juan Bechao que no he oído mentar en mi vida?, se dirá más de uno. Pues posiblemente uno de los últimos, o quizás el último templario del reino de Castilla tras la abolición de la orden. Pero vayamos por partes y, antes de entrar en el tema veamos algunos

ANTECEDENTES

Templarios con atuendos de guerra y paz
PAVPERES COMMILITONES CHRISTI TEMPLIQVE SALOMONICI, los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón. O sea, los templarios. No creo que haya mucha gente a los que no les de cierto morbillo la enigmática y controvertida orden de freires guerreros que tanto siguen dando que hablar a pesar de que el año pasado se cumplió el septuacentésimo aniversario de la abolición de la misma. Pero antes de la publicación de la bula VOX IN EXCELSO por el papa Clemente V en el concilio de Vienne, que venía a significar el finiquito del Temple, tuvieron lugar en los reinos en que se asentaba la orden una serie de sucesos en apoyo o denuesto de los templarios. Uno de ellos era Castilla, sede de nada menos que veinticuatro encomiendas, siendo una de las más importantes la de Xerez de Badajoz (pronúnciese Sherez), actualmente Jerez de los Caballeros. Cerca de 3.000 Km² de fértiles tierras defendidas por buenos castillos guarnecidos por los belicosos freires que, dicho sea de paso, siempre andaban a la gresca con sus colegas de Santiago, poseedores de otra encomienda situada al sur de la que nos ocupa en lo que actualmente es la zona comprendida entre el límite norte de la provincia de Huelva con el sur de la de Badajoz, y con sede en Calera de León. Dicha encomienda dependía del priorato de San Marcos de León. 

Encomienda de Xerez de Badajoz y Valencia del Ventoso.
Para ver con más detalle picar en la imagen
A la derecha podemos ver la distribución de la encomienda, cuyo origen se remonta a la conquista de la zona hacia 1230 por Alfonso IX de León el cual, al parecer, donó la ciudad de Xerez de Badajoz al Temple para su guarnicionamiento y como pago a los servicios prestados, así como otra serie de plazas señaladas en el mapa. Como vemos en el detalle, su extensión era similar o incluso mayor a varias provincias españolas como pueden ser las vascongadas, Logroño o Alicante, por mencionar algunas a bote pronto. Conviene tener en cuenta que la corona castellana estuvo durante esa época muy vinculada con la orden, y que incluso algunos de sus miembros fueron educados por los freires o fueron miembros de la misma, como el hijo de Alfonso IX, Fernando III, cuya educación fue tutelada por templarios, o el infante don Enrique, hijo del anterior y miembro del Temple.

Uno de los pecados nefandos de los que
fueron acusados los templarios: besar en
la base de la columna vertebral.
Bien, como digo, la encomienda se creó siendo maestre del Temple para Castilla y León frey Esteban de Belmonte, el cual se encargó de fortificar lo que sería la capital de la poderosa encomienda, así como de mejorar la cerca urbana. Con el tiempo, Xerez de Badajoz se convirtió en una de las más importantes bailías del Temple en la Península. Hasta aquí, todo funcionó de maravilla. Los templarios ganaban dinero a mansalva, sus relaciones con la corona eran inmejorables, y sus servicios militares eran premiados generosamente en forma de más posesiones, tierras y rentas. No podían imaginar cuando se levantaron de sus piltras el 13 de octubre de 1345 de la Era Hispánica, 1307 de la Era de Cristo, que en aquel mismo instante los senescales regios del vecino reino de Francia iniciaban una acción conjunta en todo el territorio según se les ordenaba en las órdenes selladas que abrieron en la víspera de tan nefasta jornada, y que su gran maestre, Jaques de Molay, y sus hermanos se armas iniciarían un calvario que duraría aún siete años. 

Y aquí comienza nuestra historia...

Clemente V
El papado, presionado por Felipe IV de Francia y apabullado por la implacable diplomacia del Guillaume de Nogaret, el guardasellos real, instaba a los reinos de la Europa a intervenir las posesiones de la orden a la espera del resultado del proceso abierto contra la misma. Así pues, emite dos bulas, REGNANS IN CÆLI y FACIENS MISERICORDIAM, en las que las da las instrucciones necesarias para actuar de forma preventiva mientras se resuelve el proceso incoado a la orden en Francia. El 31 de julio de 1308 llegó a Castilla la orden papal por la que los arzobispos de Toledo y Santiago, más el inquisidor apostólico Aymerico y una serie de prelados debían actuar contra el Temple castellano. Don Gonzalo, arzobispo de Toledo, convocó al maestre de la orden en el reino, frey Rodrigo Ibáñez (o Yáñez) a que se presentase para ser interrogado en Salamanca por las autoridades eclesiásticas el 15 de abril de 1310. Como vemos, no se mataban de prisa en aquella época. Casi dos años para acudir a una cita, eso es avisar con tiempo y lo demás son tonterías, ¿no?

Templarios en la hoguera
Mientras tanto, ese mismo año Clemente V convocaba el concilio de Vienne (1311-1312) que se ventiló con la disolución de la orden, por lo que sus bienes pasaban a nutrir los de otras órdenes militares empezando por los Hospitalarios, estos últimos por especial indicación del rey francés. Sin embargo, el concilio de Salamanca concluyó que los templarios no eran en absoluto culpables de los crímenes de los que se les acusaba: herejía, simonía y sodomía principalmente, así que las cosas podían torcerse porque en aquellos tiempos, como ocurre hoy día, cada cual arrimaba el ascua a su sardina y le daban dos higas las anatemas papales si con ello salían ganando. 

Doña María de Molina
Así pues, mientras en los conciliábulos eclesiásticos se dirimía el destino de la orden, el maestre frey Ibáñez no perdía el tiempo. En prevención de la casi segura intervención de los bienes del Temple, optó por entregarlos al infante don Felipe (hermano del monarca castellano y futuro tutor de su hijo Alfonso XI) para que éste, seguramente también vinculado a la orden, intercediera por ellos e impidiera de ese modo el ver como la corona, los santiaguistas o los hospitalarios les echaban la zarpa encima, en cuyo caso podían darlos por perdidos para siempre jamás. Sin embargo, aquí intervino la reina madre, la sagaz e inteligente doña María de Molina, la cual lo instó a no meterse en camisa de once varas y a que dejase seguir el curso de los acontecimientos. 

Fernando IV de Castilla
Esto fue la puntilla para la orden porque Fernando IV no dudó en obedecer de muy buen grado las órdenes papales. De hecho, incluso se permitía disponer de los bienes del Temple como si fuesen suyos sin tener en cuenta que debían ir a parar a quien el papa Clemente dictase. Un ejemplo: el 24 de mayo de 1312, el monarca donó a Gonzalo Gómez de Caldelas la villa de Valencia del Ventoso como pago a sus servicios, conservando para sí solo la jurisdicción de la misma que, anteriormente, detentaban los templarios. Así pues, ya vemos que la suerte estaba echada para los freires, y es aquí cuando nuestro hombre, el ignoto frey Juan Bechao, entra en escena.  

Catedral de Viennes
Frey Juan era en aquellos turbulentos tiempos el comendador de Xerez y Ventoso, el rica y extensa encomienda que vimos al inicio de la entrada. No se sabe casi nada de su persona salvo alguna que otra referencia en las actas de algunos capítulos de la orden y su ominoso final el cual, las cosas como son, fue bastante épico. Cuando llegó a Castilla la resolución del concilio de Viennes, el rey Fernando ordenó la ocupación de todas las encomiendas a fin de entregarlas a los designados por el papa. Sin embargo, en muchas de ellas se conjuraron para morir antes de permitir que les fueran arrebatados los bienes con que la misma corona y la Iglesia los había dotado por sus incuestionables servicios a la causa de la Fe y la guerra contra el infiel. Así pues, el rey ordenó al concejo hispalense que enviara las tropas necesarias para hacerse con el control de la sede de la encomienda de Xerez. Cabe suponer que hizo dicho encargo por dos motivos: uno, por ser fronterizo con el alfoz de Sevilla, y el otro por no dar pie a los santiaguistas a intervenir ya que, si se hacían con el castillo, no los sacaba de allí ni con agua caliente. Los freires no eran precisamente unos meapilas sumisos.

Torre donde, según la tradición, fueron
ejecutados frey Juan Bechao y sus compa-
ñeros. Desde entonces se la denomina "la
Torre Sangrienta" 
Cuando las tropas llegaron a Xerez se encontraron con que los freires no solo no estaban dispuestos a entregar ni el vinagre almacenado en las bodegas, sino que estaban resueltos a impedir que nadie los echara de allí. Por desgracia no hay ningún relato sobre el asedio a la fortaleza, pero sí se sabe que los templarios lucharon con denuedo si bien, al ser numéricamente muy inferiores, se vieron poco a poco desbordados. Finalmente fueron derrotados, quedando vivos el maestre y algunos caballeros más, los cuales fueron encerrados en la cámara de una de las torres del castillo. ¿Quién ordenó el asesinato del comendador y sus hermanos? ¿Fue una decisión del adalid que mandaba la milicia, o bien éste ya había recibido la orden del mismo Fernando IV, el cual no se distinguía por ser precisamente compasivo? La respuesta a estas cuestiones son un arcano. Sin embargo, sí es un hecho que frey Juan Bechao y los pocos supervivientes fueron decapitados en la cámara que les servía de prisión, siendo luego sus cadáveres arrojados desde lo alto de la muralla. 

Tumba de Fernando IV en la iglesia de San Hipólito,
Córdoba
Así acabó el poder de la orden sobre la encomienda de Xerez de Badajoz. La otrora floreciente sede de la misma, a la que los freires del Temple dieron prosperidad y esplendor, pasó a manos de la corona a pesar del sacrificio realizado por frey Juan y sus camaradas. Y en esto, como en tantas cosas concernientes a la orden del Temple, muchas dudas y preguntas sin respuesta nos asaltan. Es de todos sabido que la legendaria maldición arrojada desde la pira por Molay contra el rey francés y el papa se cumplió con puntualidad. Contra Fernando IV nadie lanzó ninguna maldición salvo la leyenda del emplazamiento que le dio sobrenombre cuando el suceso de la Peña de Martos. Sin embargo,  ya en el siglo XVII el mismo padre Mariana se hacía esa misma pregunta, ya que la muerte del rey, acontecida de forma repentina en 1312 cuando contaba con apenas 26 años, no tenía explicación alguna: amaneció más tieso que una estaca. ¿Y por qué los freires de Xerez no escaparon hacia el cercano Portugal, donde el rey don Dinis se pasó los edictos papales por las barbas y protegió en todo momento a la orden? ¿Qué sentido tuvo dejarse masacrar? ¿Acaso emular a sus hermanos, exterminados sin piedad en Francia? En fin, como vemos es todo bastante misterioso. Nadie sabe donde están las tumbas de frey Juan Bechao y los demás freires. Su sacrificio fue absolutamente inútil, así que solo resta preguntarse: ¿Fue frey Juan Bechao el último templario de Castilla, o quizás su ejecución fue un simulacro para contentar al monarca?

Molan estos misterios misteriosos, ¿qué no?

Bueno, es hora de merendar y eso no lo perdono.

Hale, he dicho

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