lunes, 5 de mayo de 2014

El Fairbairn-Sykes, "nasío pa matá"




Como ya pudimos ver en las entradas dedicadas al "retorno al pasado" que tuvo lugar durante la Gran Guerra, las mazas, manguales y toda suerte de cuchillería fueron resucitados ante la cada vez mayor necesidad de armamento adecuado para el cuerpo a cuerpo. Pero, como pudimos ver, ningún ejército había diseñado armas para tal fin, así que el personal se las avió como pudo recurriendo a lo que había a mano: bayonetas rotas y reaprovechadas, los hierros de los aislantes eléctricos y hasta bolas de cricket erizadas con balas de fusil para elaborar unos rudimentarios pero sumamente eficaces manguales. 

El final de la contienda y las lecciones aprendidas no sirvieron de nada, y los estados mayores siguieron dando por sentado que eso de combatir como peones medievales era una chorrada, y que donde se pusiera una buena ración de metralla que se quitaran todas las dagas, mazas y palas afiladas. Así pues, olvidaron que para los golpes de mano nocturnos y ciertas operaciones que precisaban de un silencio absoluto seguía sin haber armas reglamentarias adecuadas, y así siguió la cosa hasta la siguiente matanza mundial en la que por fin se enteraron. Pero para llegar a eso hubo que pasar por unos años de sequía mientras que en la otra parte del mundo se gestaba el que sin duda se convirtió en el cuchillo de combate más famoso (y  más bonito) de la historia moderna: el Fairbairn-Sykes. Veamos su curioso origen...

William Fairbairn
Aunque pueda parecer extraño, el concepto bajo el que se gestó esta característica daga surgió en Shanghai allá por los años 30 del pasado siglo. Shanghai era en aquella época la sexta mayor ciudad del mundo y, como está mandado, era un hervidero de delincuencia de todo tipo y un verdadero imán para las mafias de medio planeta. Para combatir tanto crimen estaba la Policía Municipal de Shanghai, considerada como una de las mejor preparadas del mundo y nutrida no solo por chinos, sino también por japoneses, rusos anticomunistas exiliados de su país, hindúes y, faltaría más, británicos que, como está mandado, ostentaban los cargos de mayor relevancia y responsabilidad. Uno de ellos era el comisionado adjunto William Ewart Fairbairn el cual, tras licenciarse en 1907 de los Royal Marines, se largó a Shanghai a adiestrar a la policía local en combate cuerpo a cuerpo. Ingresó en 1917 como sargento mayor instructor y ascendió en 1935 hasta comisionado adjunto, grado con el que se retiró en 1940. De hecho, Fairbairn fue de los primeros occidentales en obtener el cinturón negro de jiu-jitsu en la escuela Kodokan de Tokio. Por otro lado estaba Eric Sykes, el cual era otro veterano de la policía de Shanghai que, tras servir como francotirador en la Gran Guerra, era instructor de tiro en dicha policía, creando junto a Fairbairn un cuerpo de intervención similar a los actuales SWAT.


Así pues, y a la vista de que la policía de Shanghai debía enfrentarse con delincuentes extremadamente violentos, Fairbairn desarrolló un tipo de lucha cuerpo a cuerpo basado en una mezcla de diversas artes marciales y que denominó Defendu, la cual se mostró bastante eficaz para apiolar gentuza de forma expeditiva y contundente. Y, como apoyo a la misma y a fin de finiquitar a criminales especialmente correosos, diseñó un cuchillo que, utilizado correctamente, debía ser capaz de acabar con cualquiera en pocos segundos. Para fabricar el prototipo hizo uso de viejas bayonetas modelo 1888 y 1903 para los fusiles Lee-Metford y Enfield respectivamente. Las crucetas se fabricaron del aluminio sobrante de la fabricación de los chalecos antibala de la policía de Shanghai. La hoja debía tener una longitud entre 12 y 14 cm., y la empuñadura se fabricó con maderas de varios tipos, como el ébano, estando rematadas por un pomo de bronce que además atornillaba el vástago de la hoja. Las vainas las fabricó a mano Jack Martin, un conocido diseñador de sobaqueras para pistolas. El resultado final lo tenemos en la foto de la izquierda, una daga de doble filo con una empuñadura muy adecuada para ejercer un buen agarre. Este puñal, denominado como "Cuchillo de Shanghai" fue puesto en servicio en 1933, y en su diseño colaboraron Samuel Yeaton, Samuel Taxis y Samuel Moore los cuales, en un alarde de ingenio británico, eran conocidos como "los tres Sam". Estos tres Sam, oficiales del ejército yankee, habían ido a Shanghai para ser adiestrados por Fairbairn y, a medida que avanzaban los entrenamientos fueron dando forma a como debía ser ese cuchillo ideal para la lucha cuerpo a cuerpo.



Eric Sykes
Al comenzar la Segunda Escabechina Mundial, Sykes ingresó en el MI6 y, junto a su viejo colega, fueron designados para organizar el que sería el primer cuerpo de comandos: el Special Operations Executive, más conocidos por sus siglas S.O.E., cuyo cometido era el sabotaje y la infiltración tras las líneas enemigas y para lo cual era absolutamente necesario disponer, entre otras cosas, de un arma capaz de eliminar a los enemigos de forma silenciosa y muy rápida. Así nació el primer Fairbairn-Sykes, basado en el "Cuchillo de Shanghai" pero con una serie de variaciones aportadas, entre otros, por Yeaton. La firma encargada de su fabricación fue la Wilkinson Sword Ltd.. Sí, los mismos que los de las cuchillas de afeitar que, en aquellos turbulentos tiempos, manufacturaban bayonetas, espadas y cuchillería para "afeitar" al enemigo de forma radical. 



La criatura la podemos ver en la foto de la izquierda. Se trata de una virguería con una aguzadísima hoja de doble filo y de 17,5 cm. de largo rematada por un recazo donde iba la marca del fabricante. La empuñadura finamente moleteada para un mejor agarre se fabricaba de acero o bronce, y con un grosor por su parte más ancha de 2,5 cm. El pomo era una tuerca que sujetaba firmemente la espiga de la hoja. Las vainas, de las que se hicieron infinidad de variantes, eran de cuero rematadas con una contera de acero para impedir que la aguzada hoja las atravesasen. El arma, muy bien equilibrada, tenía una longitud total de 30,5 cm. y un peso de 270 gramos. 



La Wilkinson recibió el encargo de fabricar entre 6.000 y 7.500 unidades, siendo encargado el capitán Woods, de los Ingenieros Reales, comisionado para presentar el invento a las unidades más importantes del ejército británico. El S.O.E. fue su primer cliente con un pedido inicial de mil cuchillos. Su precio era de 13 chelines y 6 peniques. A la derecha tenemos el detalle de los punzonados del primer modelo: a la izquierda aparece el nombre del modelo como "THE F-S FIGHTING KNIFE", y a la derecha la marca de la Wilkinson con sus típicas espadas cruzadas. A lo largo de los años se fueron llevando a cabo diversas variaciones, como empuñaduras acanaladas de madera, diversos moleteados para las de metal, la supresión del recazo y crucetas de diversos tipos y longitudes. En lo que no variaron fue en su letal eficacia. ¿En qué se basaba? Veámoslo...



Los amplios conocimientos acumulados por Fairbairn durante su permanencia en la policía de Shanghai le enseñaron que, a la hora de eliminar a un enemigo, no había lugar para el apuñalamiento a mansalva en cualquier parte del cuerpo sino que, antes al contrario, había que actuar con fría precisión buscando los sitios donde la muerte estuviera asegurada y, además, sobreviniese con la mayor presteza. A la izquierda tenemos un croquis con algunas de las principales arterias del cuerpo humano, así como dos órganos en los que una puñalada era definitiva: el corazón y el estómago. Esta última no producía una muerte tan rápida, pero era un lugar ideal en caso de que no hubiera posibilidad de clavar en mejor sitio. Por otro lado, el F-S no solo tenía una hoja muy aguzada, sino también afilada como una navaja barbera ya que, según pudo constatar Fairbairn en su época de instructor en China, un corte limpio sangraba más, tardaba más en cerrarse y se curaba peor. De ahí que en el adiestramiento de los comandos no solo se enseñaba a apuñalar, sino a cortar en determinados puntos adecuados.



A la derecha tenemos el principal tipo de ataque. Se agarra al enemigo por la espalda, que no queda nada honorable pero es incuestionablemente eficaz y, tapándole la boca y la nariz para que no pueda exponer sus quejas a su matador, se le mete la hoja por la lateral del cuello, seccionando limpiamente la carótida. Cuando se secciona arteria, situada a unos 2 cm. bajo la piel, la hemorragia produce una pérdida de conciencia debido al choque hipovolémico en apenas 5 segundos, y la muerte en 12. Es evidente pues que la víctima prácticamente no forcejeará ni ofrecerá resistencia de ningún tipo.



Ahí tenemos otra opción, en este caso destinada a seccionar la arteria subclavia. Se apuñala clavando el cuchillo entre la escápula y la clavícula profundizando apenas 7 cm. para alcanzarla. Es aún más efectiva que la anterior, ya que produce la pérdida de consciencia en apenas dos segundos y la muerte en otros dos. Obviamente, para los que lo desconozcan, tenemos dos carótidas y dos subclavias o sea, que los zurdos pueden matar igual que los diestros. La Naturaleza, siempre tan sabia, pone el asesinato al alcance de todo ser humano cosa que, como sabemos, se nos da muy bien desde tiempos de Caín.


Las arterias braquiales y radiales se seccionan como "añadido" a, por ejemplo, una puñalada previa en el estómago para aligerar el proceso o bien en caso de enfrentarse a un enemigo armado también de otro cuchillo. Un buen tajo en el antebrazo sin más historias y se acabó la pelea. De ahí el motivo de por qué estos puñales estaban también muy afilados y eran capaces de alcanzar las arterias incluso con el brazo protegido por la ropa. La hemorragia, al producirse en puntos muy lejanos al cerebro y el corazón, tardaría más en producir la pérdida de consciencia: unos 15 segundos para un corte en la arteria braquial y el doble para la radial. Del mismo modo, la muerte tardaría minuto y medio y unos dos minutos respectivamente. 


Algunas de las muchas versiones del F-S
Por último quedaría la puñalada en el corazón que, obviamente, es de efectos instantáneos si bien es quizás la más complicada de asestar con eficacia ya que hay que sortear el esternón y las costillas. En todo caso, un buen pinchazo en la carótida ya bastaba para aliñar al enemigo sin necesidad de complicarse demasiado la vida. Otro elemento a considerar era el pomo, con el cual se podía asestar un golpe en la sien o la nariz que dejaba inconsciente al enemigo. Algunas versiones tenían dicho pomo puntiagudo a fin de ser más dañinos. La firma Wilkinson, como siempre, buscaba un mejor servicio a sus clientes, faltaría más. Dios salve al rey y tal... Obviamente, aparte del entrenamiento físico y dando por sentado que los hombres seleccionados para pertenecer a los comandos eran tipos bragados, se hacía especial hincapié es que matar a sangre fría podía bloquear al agresor, por lo que se fomentaba la agresividad y, en definitiva, la mala leche.


Un F-S en la pierna de un
comando. Muchos se libraron
de palmarla por hacer uso in
extremis de sus cuchillos de
combate.
Bueno, esta es grosso modo la historia de este elegante y, a la par, mortífero cuchillo. Sus primeros modelos son piezas codiciada por los coleccionistas, ha servido o sirve en siete países y ha sido comprado a título particular por infinidad de miembros de unidades especiales del mundo entero. En el monumento a los comandos que se encuentra en Westminster, la actual reina de Inglaterra colocó un F-S de oro macizo como símbolo de las fuerzas especiales británicas. Su diseño ha servido de base para la creación de multitud de modelos pero, tras más de 70 años de vida operativa, aún le queda mucho por delante al cuchillo de combate Fairbairn-Sykes o, al menos, mientras tengamos la costumbre de cambiar impresiones entre unos y otros de forma violenta. De momento, seguirá activo porque se trata de un puñal nasío pa matá.

Hale, he dicho...



Un instructor del S.O.E distribuye varios F-S para iniciar la instrucción




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