Hacia el siglo VI a.C., los pueblos celtas llevaron a cabo una expansión hacia las tierras del sur de Europa en busca de tierras fértiles donde asentarse. En la Península ocuparon, tal como vemos en el mapa, gran parte del territorio dejando la zona de levante en manos de los antiguos pobladores iberos que, desde siglos antes, ya estaban muy influenciados por las culturas mediterráneas que establecieron colonias y factorías con fines comerciales, especialmente griegos y fenicios. Y, tal como podemos ver sombreado en rojo, quedó una zona que se corresponde con la Meseta y cuyos habitantes eran, según algunos autores, celtas hispanizados y, según otros, celtas que vivían en esa zona en concreto sin que tuvieran que ver nada con los iberos. En todo caso, esta concreción solo nos es útil para el tema que nos ocupa hoy ya que fue precisamente en esa zona ocupada por celtiberos donde se desarrollaron las denominadas como espadas de antenas, las cuales deben el término a la peculiar morfología de su pomo.
Las espadas de antenas, al igual que los soliferra que vimos en la última entrada dedicada a las armas del mundo hispano, procedían la parecer de la Aquitania. Conforme a los ejemplares hallados, los estudiosos en la materia han intentado realizar una clasificación conforme a sus morfologías, siendo quizás la más lógica la realizada por Quesada el cual se basó en ejemplares procedentes tanto de la Aquitania como de la zona mesetaria peninsular, así como una única espada que se expuso en 1987 en el recién creado Museo de Llagostera, en la población del mismo nombre ubicada en la provincia de Gerona. Dicho ejemplar, adquirido a un coleccionista particular, es más que probable que procediera de una de las dos zonas antes mencionadas sin que hubiera forma de averiguar su verdadero lugar de origen. En todo caso, sirvió como modelo de una de las tipologías de Quesada.
Las espadas de antenas eran armas fabricadas enteramente de hierro y, conforme a los usos celtas de fuera de la Península, provistas de una hoja larga y fuerte con una o más nervaduras. Las vainas, que veremos más adelante con detalle, también estaban fabricadas enteramente de hierro. A la derecha podemos ver la espada de Llagostera. La empuñadura, que es su señal distintiva, tiene una cruceta corta y curvada, muy parecida a las espadas vikingas y que en este caso va decorada con cinco círculos siguiendo la forma de la cruceta. Esta tipología carece de espiga, siendo la hoja enteriza con forma romboidal. En los extremos van dos piezas cónicas de hierro nielado con hilo de cobre a modo de decoración y que sostendrían sendas cachas fabricadas de madera, hueso o cualquier otro material adecuado. Y, por último, llegamos a las antenas, una pieza en forma de arco, también decorada en este caso con cinco círculos, rematada por dos pequeños casquillos con forma de seta. Estas antenas hacían las veces de pomo, procurando un agarre firme al bloquear la mano entre esta pieza y la cruceta. En cuanto a la hoja, mide 71 cm. de largo por 3,2 cm. de ancho a la altura de la cruceta, lo que le da un aspecto elegante y esbelto. A la izquierda tenemos la vaina por el reverso y el anverso. Como vemos, la parte inferior se compone de una pieza de cuero reforzada por los cantos por sendos rieles de hierro. El brocal, de unos 25 cm. de largo, está rematado con la misma forma que la parte inferior de la cruceta, encajando ambas piezas a la perfección. Al carecer de anillas cabe suponer que se podría llevar colgando del cinturón mediante la hembrilla tubular que vemos en la imagen que corresponde al anverso de la vaina. En cuanto a su cronología, este tipo de espada se data desde finales del siglo VI a mediados del V a.C.
Aquí tenemos otra tipología, en este caso de transición y datable entre el segundo cuarto y mediados del siglo V a.C. En estas espadas la hoja sí lleva espiga, la cual transcurre entre las dos piezas cónicas que conforman la empuñadura las cuales están unidas mediante una pieza octogonal que, como vemos, está decorada con unos rectángulos en relieve. Por otro lado, la hoja es más corta que la anterior, oscilando entre los 35 y 47 cm. de longitud y entre los 28 y 32 mm. de ancho en los ejemplares que han sido hallados hasta la fecha. Sin embargo, lo más característico de esta tipología es la profusa decoración que lleva en nielado a base de hilos de cobre. Como vemos, tienen ese acabado los dos conos de la empuñadura, los remates de las antenas y los dos extremos de la vaina, que ademas están decorados también con círculos concéntricos. Curiosamente y tal como vemos en el detalle inferior, la decoración de la contera en algún caso no va en el anverso, sino en el reverso, o sea, que no se vería cuando se lleva ceñida. La ranura, más pequeña que en la tipología anterior, no está tapada con cuero sino con una fina lámina de bronce y solo por el anverso, así que por el lado opuesto la hoja de la espada quedaría a la vista. En cuanto al sistema de ceñidor, dispone de una hembrilla tubular como la que vimos más arriba. En el detalle podemos ver una vista superior del brocal con dicha hembrilla hueca y como transcurriría por la misma el cinturón. Además, tiene un resalte perforado para una anilla, la cual se usaría en caso de portarla en bandolera.
La tipología superior evolucionó en la que vemos en la ilustración de la derecha. En este caso, se han producido ciertos cambios notables empezando por la longitud de la hoja, que se ha visto nuevamente acortada hasta el extremo de que muchos estudiosos no saben concretar si se trataría de una espada corta o bien un puñal. De hecho, su longitud oscila entre los 22 y los 35 cm. Se pueden observar dos tipos de hojas en los ejemplares existentes: o bien la típica hoja triangular provista de una nervadura similar a sus hermanas mayores o, como se ve en la que aparece desmontada, con forma de lengua de carpa lo que indicaría un diseño especialmente concebido para herir de punta y producir graves heridas: la punta estrecha y triangular se abre paso en las defensas corporales del enemigo para, una vez traspasadas, hacer carne y producir una herida mucho más amplia debido al ensanchamiento de la hoja. En cuanto a la empuñadura, ofrece el mismo tipo basado en dos conos nielados con hilo de cobre o bien sin decoración de ningún tipo. En cuanto a la vaina, son por norma lisas y sin ningún tipo de decoración salvo un ejemplar que muestra nielado con hilo de cobre como el que se muestra en el dibujo. En este caso ya no se podría ceñir con el cinturón sino que iría colgando de un tahalí en bandolera con las dos argollas de que iría provista.
Y aquí tenemos la sucesora, con una hoja aún más corta y un diseño muy simplista, sin decoraciones de ningún tipo. Tanto esta tipología como al anterior están datadas entre la segunda mitad del siglo V y el último cuarto del IV a.C. La hoja, como digo, se ha visto reducida a un ratio de entre los 12 y los 24 cm. pero, sin embargo, es mucho más ancha. De hecho, es la tipología más ancha de todas, oscilando entre los 37 y los 47 mm. En este caso, en lo que a mí respecta no dudaría que se trata de un puñal ya que, además de presentar nervaduras, en algunos casos tienen sección lenticular lo que indica que se buscaba una hoja rígida, ideal para apuñalar y con capacidad para perforar las lorigas de la época. En cuanto a la vaina, la contera en espátula es más acentuada que en la tipología anterior y dispone para portar el arma de dos o tres argollas a fin de dar más o menos inclinación a la misma, como se vio en la entrada dedicada a los puñales de frontón.
Por último, conviene señalar una tipología que muestra una influencia ibera que se caracteriza especialmente por tener las antenas parcialmente atrofiadas y con sus remates en forma de bolas en vez de en forma de seta. Su hoja sigue teniendo una morfología similar a las anteriores, así como la empuñadura conformada por dos conos invertidos. Sin embargo, aparte de la modificación de las antenas, lo más significativo y donde se ve de forma más clara su ascendencia ibera es en la vaina, fabricada de forma similar a las de los puñales de frontón: un brocal de bronce, dos abrazaderas para las anillas de suspensión y dos laterales de cuero o madera reforzados por sendas tiras de bronce que acaban rematadas en una contera semiesférica más o menos decorada con grabados.
Por último, merece la pena echar un vistazo somero a la manufactura tanto de espadas como de vainas. A la izquierda tenemos el proceso, que es bastante básico: la empuñadura se compone de seis piezas: cruceta, dos conos, las antenas y los dos remates de las mismas. Tras pasar la cruceta por la espiga, se colocan ambos conos los cuales no se soldaban, sino que quedaban aprisionados con las antenas las cuales, como se aprecia, era fijada al conjunto remachando el extremo de la espiga. A continuación se colocaban los terminales en forma de seta y se remachaban también. De esta forma, el conjunto se convertía en una pieza sólidamente unida, capaz de resistir las más duras condiciones en el campo de batalla.
En lo tocante a las vainas, el gráfico nos lo expone claramente. A la derecha tenemos la vaina de la primera tipología expuesta. Está formada por un brocal al que se suelda la hembrilla tubular para pasar el cinturón. La parte trasera no queda unida, sino mostrando una ranura. A continuación se le añaden las solapas que refuerzan las láminas de cuero y, finalmente, se añade la contera que, en este caso, sí va soldada. Cierra el conjunto una tapa soldada a dicha contera. A la izquierda aparece la vaina correspondiente al resto de tipologías: son dos piezas dobladas y soldadas con cobre según se ha podido comprobar en las piezas existentes. El conjunto queda cerrado por su parte inferior por una tapa, también soldada. En ambos casos, como es lógico, habría que añadir el trabajo de decoración caso de que la llevase.
Bueno, creo que no queda nada relevante por comentar. Recordar solo que estas armas fueron muy características de la zona mesetaria, donde es evidente que el personal prefirió en esa época las espadas de hoja recta con capacidad para corte y estocada. Como imagen de cierre pongo la que quizás sea una de las piezas más hermosas de este tipo de espadas, concretamente la hallada en la necrópolis de Olival do Senhor dos Mártires, en Alcácer do Sal (Portugal) y corresponde a la tipología de antenas atrofiadas vista en último lugar. Por su primorosa decoración revela no solo el elevado nivel de conocimientos y profesionalidad de los artesanos de la época, sino también el que los régulos y jerifaltes tribales no se cortaban un pelo a la hora de lucir armas de magnífico aspecto para demostrar al personal que ellos eran los que cortaban el bacalao, que tenían más pasta que nadie y que en el Más Allá podrían seguir vacilando de la misma forma que lo hacían en el Mas Acá.
En fin, ya está.
Hale, he dicho...
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