sábado, 5 de julio de 2014

Barbetas


La imagen habitual que tenemos de los parapetos de los fuertes es con su gran merlatura y unas almenas muy abocinadas y con más o menos derrame para que el cañón emplazado tras la misma disponga del mayor ángulo posible de tiro. De ese modo, el hueco interior de la almena tendrá el espacio mínimo exigible para que la boca de fuego pudiera disparar y, también muy importante, que los servidores de las piezas pudieran maniobrar a cubierto de la fusilería enemiga. Sin embargo, no siempre se fabricaba este tipo de parapeto en las fortificaciones pirobalísticas y, de hecho, muchos que las hayan visitado se habrán dado cuenta de que hay bastantes que carecen de cañoneras en parte o en todo el contorno de sus murallas. En ese caso, hablamos de los parapetos a barbeta.

Fuerte de São Filipe
El término barbeta es un galicismo - barbette - cuya etimología se me escapa porque este palabro  en francés no guarda relación con nada que tenga que ver con estos temas. En todo caso, los parapetos a barbeta ya aparecen mencionados en los tratados de fortificación del siglo XVIII como muy adecuados para fortificaciones emplazadas a una altura tal que no sea precisa la construcción de cañoneras ya que los servidores de las piezas quedarían fuera del ángulo de tiro del enemigo, situado a una cota muy inferior. Un ejemplo lo tendríamos en el fuerte de São Filipe, en Setúbal (Portugal) el cual se encuentra a más de 80 metros de altitud sobre su entorno y, además, está provisto de unas murallas de una altura notable. Tal como podemos apreciar en la foto aérea del mismo, no hay una sola cañonera en todo su perímetro.

A fin de permitir disparar y maniobrar los cañones sin que el parapeto estorbase, las barbetas no debían tener una altura superior a 1,25 metros de forma que las bocas de fuego pudieran pasar sobre el parapeto sin problemas. Como contrapartida, como se ha dicho, los servidores de las piezas no podrían maniobrar a pecho cubierto. Sin embargo, este tipo de parapetos permitía mucha mayor libertad a la hora de maniobrar las piezas en las baterías y, muy importante, las fortificaciones dotadas con pocas bocas de fuego podían sacar a estas el máximo rendimiento. En el gráfico superior lo veremos más claro. En el mismo se ha representado una batería de cuatro cañones, cada cual emplazado sobre su correspondiente explanada de piedra. Cada cañonera permite un ángulo de tiro horizontal de 60º, superponiéndose los conos de fuego de todas las piezas y abarcando entre ellas unos 110º aproximadamente. O sea, que para cubrir esos 110º precisaríamos de cuatro bocas de fuego con sus correspondientes servidores y pertrechos.

Sin embargo, en la torre costera cuyo plano tenemos a la izquierda, con una sola boca de fuego abarcaría unos 140º. Ya que dispone de poco espacio para albergar artillería y maniobrarla con soltura, en la azotea de la misma se ha emplazado una única gunada montada sobre una carronada que le permite girar hacia izquierda y derecha con toda rapidez, pudiendo así hostigar a posibles atacantes que intenten un desembarco. De este modo, con una dotación artillera mínima, se podía convertir una atalaya birriosa en una batería capaz de rechazar o, al menos, hacer mucho daño a los agresores.

Una característica de los parapetos a barbeta
es el abocelamiento de los mismos. Para entendernos,
abocelado significa redondeado
Fueron precisamente los parapetos a barbeta los que tuvieron mayor profusión en las fortificaciones costeras ya que, como se ha dicho, permitía sacar el máximo rendimiento a la artillería propia mientras que sus servidores corrían un riesgo mínimo maniobrando a pecho descubierto porque, ¿quién era capaz de acertar a 100 metros o más a un hombre mientras apuntaba su mosquete desde un esquife que se movía como un cascarón en una tempestad o en la cubierta de un barco de guerra que, por poco que se mueva, sería suficiente para marrar el disparo?

Así pues, fue precisamente en las fortificaciones costeras donde más proliferaron estos parapetos. Solo en caso de que la fortificación estuviera a un nivel tan bajo que la artillería embarcada en los buques enemigos pudiera ofender a los servidores de las piezas se fabricaban cañoneras convencionales. Un ejemplo lo tenemos a la izquierda. La foto corresponde a la batería de Urrutia, en Sancti Petri (Cádiz), construida para defender el caño que permitía el paso de naves enemigas hacia Cádiz cuando la francesada. Como es evidente, los muros están a una altura incluso inferior a la de las baterías altas de un buque de guerra, por lo que fue preciso dotarla de cañoneras.

Fuerte do Queijo, en Oporto
Pero, como digo, la tónica habitual eran las barbetas a la hora de plantear las baterías que daban cara al mar. Sin embargo, había ocasiones en que podía preverse un desembarco por las playas adyacentes al fuerte, en cuyo caso la batería de ese lado llevaban cañoneras para impedir que los enemigos, caso de lograr establecer una cabeza de puente, fusilaran bonitamente a los defensores. La foto de la derecha lo explica a la perfección. Vemos el fuerte, emplazado en un saliente rocoso. A su derecha hay una pequeña playa de apenas kilómetro y medio de longitud, ideal para intentar un desembarco. Para impedirlo, la cara del fuerte que mira en esa dirección dispone de una batería de tres bocas de fuego con merlonado desde la que se puede abrasar con botes de metralla a todo aquel que se aventure a poner un pie en la playa sombreada en rojo. A la izquierda del fuerte es imposible un desembarco ya que es un cortado rocoso, por lo que el lado opuesto es un parapeto a barbeta. Las cañoneras que miran hacia tierra no tienen otra finalidad que defender el recinto de un ataque por la zaga en caso de que el enemigo haya logrado poner tropas en tierra e intente un asalto al fuerte.

Las barbetas evolucionaron de forma que, hacia 1860 y debido a la cada vez mayor precisión y potencia de la artillería embarcada, era inviable mantener tanto piezas como servidores expuestos a una amenaza cada vez mayor. Así pues, las baterías emplazadas en barbetas fueron sepultadas de forma que tanto cañón como servidores podían permanecer totalmente protegidos durante la operación de recarga, y solo un tiro directo sobre ellos podía ofenderles. Para ello se crearon unas cureñas retráctiles como la que vemos en la imagen, la cual descendía hasta el fondo y solo asomaba por encima de la barbeta cuando llegaba el momento de abrir fuego. Una vez efectuado el disparo era rápidamente ocultada lo que, además, dificultaba su localización por el enemigo.

Bueno, se acabo lo que se daba. Hora de merendar.

Hale, he dicho...

POST SCRIPTVM: Para ciudadanos lectores interesados en profundizar en esta temática pueden echar un vistazo a las entradas de esta etiqueta, correspondiente a las diversas partes de los fuertes pirobalísticos.


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