Bombarda sobre su afuste y el cabrestante necesario para colocarla en el mismo. En el manguito final se observa la joya, un resalte destinado a hacer de punto de mira. |
Aunque la fecha de introducción de la pólvora en Europa aún sigue siendo objeto de debate- y me temo que seguirá siéndolo durante mucho tiempo-, lo que sí tenemos claro es el sistema de fabricación de las primeras piezas de artillería, o sea, las bombardas o lombardas. A lo largo de todo el siglo XIV y hasta mediados del XV, la tecnología necesaria para construir las enormes piezas de la época no alcanzaba el nivel necesario para manufacturarlas mediante fundición, así que había que recurrir a la forja como si de una armadura se tratase. Por otro lado, este método constructivo también limitaba tanto el diseño de la pieza como la homogeneidad de los materiales según veremos a continuación.
Básicamente, una bombarda de la época que nos ocupa estaba formada por dos piezas: la caña y la recamara. Según vemos en el gráfico inferior, la caña era el cañón propiamente dicho. Era un cilindro hueco cuya construcción no era moco de pavo precisamente, y requería muchísimas horas de mano de obra ya que, como vemos en el gráfico A, el núcleo de la pieza estaba conformado por un determinado número de duelas de hierro que había que obtener a base de martillear y martillear hasta darle la forma adecuada. Obviamente, a mayor calibre más duelas de metal eran precisas. Una vez obtenidas las necesarias, había que limar los laterales según vemos en el gráfico B para ajustarlas unas a otras usando para ello una matriz de madera. Como ya podemos suponer, lograr una alineación adecuada a lo largo de toda el ánima era todo un logro. Cuando la matriz estaba totalmente forrada con las duelas de hierro se reforzaba el conjunto mediante manguitos que eran introducidos en caliente de forma que, al enfriarse, se contrajeran y ajustaran las duelas como si de un tonel se tratase. Se colocaban tantos manguitos como fuera necesario para cubrir toda la longitud de la caña. En el gráfico C tenemos una vista frontal del conjunto, formado por la matriz de madera, las duelas que la rodean y, finalmente, los manguitos.
Cuando la caña quedaba terminada se le añadían una serie de aros para reforzarla aún más soldándolos mediante caldeo y, al mismo tiempo, facilitar la sujeción de la pieza a su afuste gracias a las argollas de hierro que dichos aros tenían a cada lado. De esa forma, la pieza era asegurada mediante gruesas sogas que inmovilizaban más o menos el conjunto. El siguiente paso era fabricar la recámara, que era una pieza de morfología y construcción similar a la caña pero cerrada por un extremo y provista por el otro de un enchufe que era encajado dentro de dicha caña tal como vemos en el gráfico A de la ilustración inferior. En B tenemos una vista en sección de ambas piezas que nos permite saber la estructura interna tanto de la recámara como de la caña. La recámara era perforada dando lugar al oído, el orificio que, previamente cebado con polvorilla, permitía iniciar la carga de pólvora. El extremo de la caña donde era enchufada la recámara debía acoger de la forma más ajustada posible a esta a fin de impedir fugas de gases que restarían potencia al disparo. Por último, en C vemos la pieza ya cargada y lista para hacer fuego. Aunque los maestros armeros de la época guardaban sus conocimientos con más celo que un político el botín atesorado tras años de poltrona, por norma la carga solía ocupar las 3/5 partes de la recámara, añadiendo un taco de madera que ocuparía otro quinto del espacio disponible y quedando el quinto restante vacío. En el extremo de la caña vemos el bolaño de piedra que será disparado.
El inconveniente que tenía este sistema de recámara y caña separadas era que, tras cada disparo, había que remover las cuñas y sogas que bloqueaban ambas piezas, requiriendo largo tiempo solo el sacar la recámara, recargarla y volverla a colocar en su sitio. De ahí que ya a mediados del siglo XV se optara por fabricar las bombardas de una sola pieza uniendo caña y recámara con varios manguitos que eran soldados mediante caldeo a fin de que el conjunto adquiriera la solidez necesaria. Este sistema no solo agilizaba el proceso de carga sino, como se puede suponer, la resistencia del conjunto tanto en cuanto resultaba más homogéneo.
Porque, como ya se comentó al principio, este sistema de fabricación no proporcionaba a cada pieza un nivel de homogeneidad adecuado ya que cada una de las duelas y cada uno de los manguitos no habían sido fabricados exactamente igual que los demás componentes de la bombarda. Ello conllevaba ciertos riesgos que el maestro artillero debía tener siempre muy en cuenta ya que las temperaturas que alcanzaban estas piezas tras cada disparo podían alterar de forma negativa su estructura y producirse una explosión que acabase con la vida de los que se encontraban cerca de ella. De hecho, por norma había que esperar a que el metal se enfriara para poder recargar lo que hacía que la cadencia de tiro de estos mamotretos fuera insignificante durante las primeras décadas tras su introducción en los ejércitos de la época, siendo en algunos casos de solo dos disparos al día si bien lo habitual era entre ocho y diez. A más calibre, mayor carga de pólvora lo que se traducía en una mayor temperatura y, por ende, más tiempo para enfriarse. El resultado de un reventón lo tenemos en la imagen superior que, de paso, nos permite apreciar claramente las duelas y los manguitos que conformaban la pieza.
Bolaños de la famosa bombarda Mons Meg, de 51 cm. de calibre y 175 kg. de peso |
Debido a que inicialmente se consideraba que debía primar la masa del proyectil sobre su velocidad (eso de la energía cinética aún no lo tenía claro), las bombardas resultantes alcanzaban un calibre y un peso considerables, siendo necesario para su transporte gran cantidad de personal y de animales de tiro. Por mencionar un ejemplo podríamos citar la bombarda de Gante, pieza en dotación del ejército de Borgoña a finales del siglo XIV. Esta bombarda tenía un calibre de 638 mm., 244 cm. de longitud y disparaba un bolaño de piedra de 270 kg., para lo cual eran necesarios 63 kg. de pólvora nada menos. Con todo, su alcance efectivo no iba más allá de los 200 ó 300 metros. Para la fabricación de la caña fueron necesarias 32 duelas y 41 manguitos sin contar los aros de refuerzo.
En fin, no creo que se me olvide nada.
Hale, he dicho...
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