Carga de caballería carlista, de Ferrer Dalmau. Este hombre pinta unos cuadros que flipas en colores. |
Desde que a lo largo del siglo XVIII se crearan las primeras unidades de caballería conforme a los usos tácticos de la época, parece ser que los mandamases de turno no estaban mucho por la labor de introducir el sable en el equipamiento reglamentario. De hecho, los regimientos de dragones existentes en aquel momento, que eran los únicos que en teoría deberían estar equipados con este tipo de armas tanto en cuanto eran caballería ligera, estuvieron más tiempo armados con espadas ya que estas estaban consideradas como más ofensivas. De hecho, los dos únicos modelos de sable operativos en aquella época salvo los de dotación en la Guardia Real son los que se muestran en la imagen. El que vemos en la parte superior de la foto es un modelo en uso hacia 1750 provisto de guarnición a la valona y una hoja de 786 mm. de largo por 29 de ancho vaciada a una mesa en toda su longitud y con una acanaladura en la parte superior, justo bajo el lomo. El modelo de abajo es diez años posterior, y tiene una guarnición con concha, dos guardamanos unidos por un gavilán y empuñadura con monterilla corrida. La hoja es similar a la anterior, si bien 5o mm. más larga y con doble filo en la pala, o sea, en el tercio final de la hoja, a fin de aumentar su capacidad para herir de punta .
Aparte de estos dos sables, nuestra caballería disponía de un tipo denominado como "sable en uso en 1803", una robusta arma provista de una empuñadura de estribo y una hoja de acusada curvatura con unas dimensiones bastante generosas: 855 mm. de largo, 35 de ancho y 6 de grueso. No se sabe con certeza cuando se empezó a fabricar o su designación oficial si bien parece ser que su producción no fue abundante. No obstante, Barceló lo señala como el modelo de dotación de los húsares de Olivenza durante la francesada por lo que es evidente que tuvo cierta difusión. Su aspecto podemos verlo en la foto superior. En cuanto a la vaina, esta era de cuero recubierto por un brocal y una contera de latón de forma que apenas quedan unos centímetros de cuero visto por la parte central. Iba rematada por una contera de hierro. Un modelo similar equipaba la Guardia de Honor de Godoy, si bien la hoja era 7 cm. más larga, su anchura alcanzaba los 38 mm. y el grosor subía hasta los 8 mm. En definitiva, un sable de categoría, que para eso era para los guardias del controvertido Príncipe de la Paz.
Bien, con este magro equipamiento en sables contaba el ejército patrio cuando el enano corso y su horda de psicópatas violadores y saqueadores de tumbas hizo acto de presencia en España. Ante la evidente escasez de armamento de este tipo para dotar a las nuevas unidades de caballería ligera, se recurrió a la compra del sable inglés (Dios maldiga a Nelson) modelo 1795 el cual podemos ver en la foto superior, así como a las abundantes armas tomada a la caballería del enano corso las cuales fueron recicladas para pasar a acuchillar gañotes de gabachos.
Cuando finalmente el tiránico enano fue enviado a pudrirse lentamente a Santa Elena- es de las pocas cosas decentes que han hecho los ingleses en su historia-, nuestro ejército precisaba de urgentes reformas para adecuarlo a la época y equipararlo a nivel táctico y material con los demás ejércitos modernos de Europa tras el nefasto periodo en el que el antecesor de Hitler arrasó el continente para repartirlo entre sus advenedizos familiares. Así pues, dentro de las reformas realizadas en el Arma de Caballería, el 1 de junio de 1815 se decretó, entre otras cosas, la formación de ocho regimientos de caballería ligera, en concreto cuatro de húsares y cuatro de cazadores. No obstante, conviene tener en cuenta que a lo largo de todo el siglo XIX se realizaron constantes cambios en esta arma, disolviendo, fusionando, aumentando o disminuyendo el número y el tipo de unidades. Pero, en cualquier caso, lo que sí se tenía más que claro es que nuestra caballería ligera no podía seguir armada con el batiburrillo de sables sobrantes de la francesada, y era pues preciso adoptar un modelo reglamentario que uniformizase el armamento de los regimientos antes mencionados.
Esto supuso el inicio de un proceso que duró entre 1815 y 1840 en los que se crearon cuatro modelos reglamentarios- algunos estudiosos incluyen algunos sub-tipos que, en realidad, colijo que eran armas recompuestas con hojas y empuñaduras de diferentes modelos- cuyas guarniciones estaban claramente inspiradas en una espada de dragones de la caballería gabacha, concretamente el modelo Año XIII que podemos ver en la foto superior. Como podemos apreciar, la empuñadura estaba conformada por una elegante guarnición de bronce con guardamanos y tres gavilanes que envolvían la mano que la empuñaba. El conjunto estaba rematado por una monterilla.
Las cosas no estaban precisamente fáciles ya que el personal de la Fábrica de Armas de Toledo había tenido que ser trasladado a Cádiz durante la visita del enano corso y, además, el taller de fundición de la fábrica toledana había sido dañado por su horda de psicópatas, así que las hojas se comenzaron a fabricar en las fraguas de la Fábrica de Toledo mientras que las guarniciones fueron encargadas a una fundición de Eibar propiedad de Gabriel de Ybarzabal, el cual las estuvo suministrando hasta 1833. No se sabe a ciencia cierta si su colaboración con la fábrica toledana cesó a raíz de las guerras carlistas o, por el contrario, se debió simplemente a que se volvió a poner en marcha en dicha fábrica el taller de fundición destruido veinte años antes. En cualquier caso, las armas resultantes durante esos veinticinco años las podemos ver en la ilustración inferior y, como se puede apreciar, básicamente eran variaciones sobre la misma arma, con pequeñas diferencias en las empuñaduras y las dimensiones de las hojas ya que todas mantuvieron básicamente sus cánones originales:
A: Sable modelo 1815, el primero de la serie. Su hoja tenía una longitud de 865 mm. por 35 de ancho y 7,5 de grosor, con el filo corrido y un amplio vaceo en los dos primeros tercios. Su guarnición consta de guardamanos y tres gavilanes, tal como vemos en el modelo francés en que se inspiró, pero con los añadidos de una monterilla corrida y una virola en la que se encajaba el puño de madera, el cual se forraba con piel de lija y se alambraba con torzal de cobre. Su peso total alcanzaba los 1.300 gramos, alcanzando los 2.225 gramos con la vaina de acero la cual iba provista de una boquilla atornillada a la misma y dos abrazaderas con sendas anillas. El batiente podemos verlo mejor en el detalle de la izquierda y, como se puede apreciar, este tipo de vaina siempre fue el mismo para los cuatro modelos. El precio de este sable era de 154 reales y de 60 la hoja suelta.
B: Sable modelo 1822. Básicamente, las diferencias con su hermano mayor radican solamente en la hoja que, como se puede ver, tenía un contrafilo en el tercio débil de la misma. La empuñadura era la misma salvo en el detalle de que la monterilla, en este caso, es redondeada mientras que en el modelo anterior tenía una pequeña visera o pico. Por lo demás, el precio era el mismo y las dimensiones básicamente iguales con mínimas variaciones.
C: Sable modelo 1825. La hoja tenía el mismo diseño que en el modelo anterior si bien era más grande y pesada. Su longitud alcanzaba los 905 mm. por 33 de ancho y 10 de grosor. Ciertamente, un tajo con ese chisme debía ser una cosa seria. En cuanto a la empuñadura, en este caso sí mostraba notables diferencias respecto a los modelos anteriores. Los gavilanes no eran tan envolventes, dejando a la vista más porción del puño, y la monterilla iba rematada con un sombrerete.
D: Sable modelo 1840. El último de esta serie, cuya hoja recuperaba las dimensiones de los modelos de los años 15 y 22 si bien la curvatura de la misma era menos acentuada. La empuñadura tiene unas guarniciones similares a las del modelo 1825, mostrando un ángulo más acusado en su mitad superior. Este modelo fue el más longevo ya que estuvo en uso hasta el año 1860 si bien, cuando fue sustituido por otro en esa fecha, los que estaban aún depositados en los parques de armamento fueron destinados a la Guardia Civil, donde sirvieron hasta 1891. Este modelo fue considerado como el mejor de toda la serie.
Como vemos, se trataba de una serie de armas sólidas y de diseño elegante que, además, contaban con la garantía de estar forjadas en las mejores fraguas del mundo. En cuanto a su fabricación, el diseño estaba concebido para poder sustituir las hojas deterioradas con la mayor facilidad. A la derecha tenemos una hoja con su espiga de sección cuadrangular sobrepuesta sobre una empuñadura del modelo 1815.
Según podemos ver, dicha espiga transcurría por dentro del puño de madera para salir por la monterilla, donde era remachada y limada hasta dejarla enrasada tal como aparece en la foto de la izquierda. En caso de tener que ser sustituida bastaba eliminar la rebaba del remachado y extraer la hoja. En el detalle de la ilustración superior podemos ver la textura de la piel de lija usada para forrar los puños. Las lijas, para los que lo desconozcan, son una variedad de escualos cuya piel no tiene escamas, sino una piel áspera que se presta perfectamente a este tipo de armas por su buena adherencia. Por último, el puño se reforzaba con un torzal de cobre o de latón. Conviene aclarar que las espadas de los oficiales eran exactamente iguales salvo en que los puños se fabricaban con maderas exóticas, principalmente de ébano, y no se forraban con piel. En cuanto a las vainas, se fabricaban con unas costillas internas de madera que impedían deformaciones o abolladuras a causa de los golpes.
Tras varias décadas de uso de esta tipología inspirada en un diseño francés, en junio de 1856 se ordenó la fabricación de 400 sables basados en el modelo reglamentario del ejército prusiano los cuales fueron presentados para su aprobación cuatro años después, decidiéndose finalmente la fabricación de un modelo cuyas guarniciones mostraban determinadas diferencias con el tipo original y que dieron pie al sable modelo 1860, también denominado como "modelo prusiano". En este caso, la guarnición era de hierro y carecía de los elegantes gavilanes de los tipos anteriores. Antes al contrario, constaba de una cazoleta cerrada que, aunque de apariencia más austera, ofrecía indudablemente una protección más adecuada a la mano del jinete. El precio del arma se fijó en 106 reales de vellón. No obstante, se presentó también un modelo con las guarniciones caladas denominado "modelo reformado" el cual podemos ver en la foto superior derecha. Su costo era de 100 reales pero, a pesar de haber sido también aprobado, no parece que llegara a fabricarse salvo los ejemplares de pruebas. Este diseño dio lugar a otra familia de sables de caballería que constó de tres modelos que podemos ver en la ilustración inferior:
A: Sable modelo 1860. El primero de la serie, fue declarado reglamentario el 16 de noviembre de 1860, el cual presentaba una hoja de 860 mm. de largo por 32 de ancho y 8,5 de grosor, teniendo un peso total de 1.190 gramos. El filo corrido hasta la punta, vaciado a dos mesas en el tercio débil y vaceos de media caña en los dos primeros tercios. La empuñadura constaba, como hemos dicho, de una cazoleta completa de hierro con virola y una monterilla corrida con dos orejetas en las que se fijaba el puño mediante un remache pasante. Dicho puño, como era habitual, iba forrado de piel y alambrado. Además, como añadido llevaba un seguro o guardamonte de cuero para el dedo índice que se puede apreciar en la foto de la derecha, y para asegurar el fiador tenía en la parte superior del guardamano la ranura que vemos marcada con una flecha. En cuanto a la vaina, iba provista de un amplio brocal y dos abrazaderas con sendas anillas. Su método de fabricación era el mismo que el de los modelos vistos anteriormente, con costillas interiores de madera.
B: Sable modelo 1880. Era básicamente una mejora del anterior en la que se reducía el peso del arma a los 912 gramos a base de estrechar la hoja dos milímetros, aminorar su grosor otros dos y medio y fabricar las guarniciones con acero, lo que permitía hacerlas más finas sin perder resistencia. La longitud permaneció igual si bien el lomo era redondo en vez de cuadrado, lo que le daba una mayor resistencia y flexibilidad y, por último, se suprimieron los vaceos. En cuanto a la vaina, era exactamente igual salvo en el detalle de que se le suprimió la abrazadera inferior, dejando solo la superior pero provista de dos anillas para los tirantes. Su precio era el mismo que el del modelo anterior si bien su distribución no se llevó a cabo hasta que se fueran agotando las existencias del modelo anterior ya que había grandes excedentes del mismo en los parques de armamento.
C: Sable modelo 1895. El último de la serie y, al mismo tiempo, el último sable de la caballería española ya que su sustituto fue la espada-sable (que como vimos en su día era una espada en toda regla y no tenía nada de sable) modelo Puerto-Seguro. Este modelo fue declarado reglamentario en julio de 1895 y era una versión aún más aligerada del anterior con un puño totalmente reformado. Su hoja tenía la misma conformación si bien era de dimensiones más reducidas: 821 mm. de largo por 28 de ancho y 6 de grosor. El peso total del sable era de apenas 835 gramos. La vaina era la misma del modelo 1880, pero con una anilla menos en su única abrazadera. En cuanto a la empuñadura, se dejó de lado el ancestral forrado y alambrado por un diseño más moderno. En este caso constaba de unas cachas anatómicas de madera cuadrillada sujetas mediante un tornillo pasante con ovalillo. La espiga, como era habitual, estaba remachada en la monterilla. Al parecer, el aligerado de la hoja solo contribuyó a hacerlo más débil de la cuenta, careciendo de la solidez y la resistencia de los modelos anteriores. Respecto a esta familia, añadir solo que, en este caso, los sables de la oficialidad sí mostraban sensibles diferencias en lo referente al tamaño y peso de los mismos, si bien eso ya lo estudiaremos en una entrada dedicada a ellos.
Bueno, con esto vale por hoy. Mañana proseguiremos dando cuenta de las pruebas de se realizaban para verificar la resistencia de las hojas, los complementos, el mantenimiento y, faltaría más, la sesión gore de turno en la que estudiaremos los efectos de estas armas sobre los atribulados ciudadanos que se veían sableados sin piedad.
Hale, he dicho
18 Rgto. de Cazadores de Albuera, obra de Ferrer Dalmau. El jinete va armado con el sable modelo 1840 |
Esto supuso el inicio de un proceso que duró entre 1815 y 1840 en los que se crearon cuatro modelos reglamentarios- algunos estudiosos incluyen algunos sub-tipos que, en realidad, colijo que eran armas recompuestas con hojas y empuñaduras de diferentes modelos- cuyas guarniciones estaban claramente inspiradas en una espada de dragones de la caballería gabacha, concretamente el modelo Año XIII que podemos ver en la foto superior. Como podemos apreciar, la empuñadura estaba conformada por una elegante guarnición de bronce con guardamanos y tres gavilanes que envolvían la mano que la empuñaba. El conjunto estaba rematado por una monterilla.
Las cosas no estaban precisamente fáciles ya que el personal de la Fábrica de Armas de Toledo había tenido que ser trasladado a Cádiz durante la visita del enano corso y, además, el taller de fundición de la fábrica toledana había sido dañado por su horda de psicópatas, así que las hojas se comenzaron a fabricar en las fraguas de la Fábrica de Toledo mientras que las guarniciones fueron encargadas a una fundición de Eibar propiedad de Gabriel de Ybarzabal, el cual las estuvo suministrando hasta 1833. No se sabe a ciencia cierta si su colaboración con la fábrica toledana cesó a raíz de las guerras carlistas o, por el contrario, se debió simplemente a que se volvió a poner en marcha en dicha fábrica el taller de fundición destruido veinte años antes. En cualquier caso, las armas resultantes durante esos veinticinco años las podemos ver en la ilustración inferior y, como se puede apreciar, básicamente eran variaciones sobre la misma arma, con pequeñas diferencias en las empuñaduras y las dimensiones de las hojas ya que todas mantuvieron básicamente sus cánones originales:
A: Sable modelo 1815, el primero de la serie. Su hoja tenía una longitud de 865 mm. por 35 de ancho y 7,5 de grosor, con el filo corrido y un amplio vaceo en los dos primeros tercios. Su guarnición consta de guardamanos y tres gavilanes, tal como vemos en el modelo francés en que se inspiró, pero con los añadidos de una monterilla corrida y una virola en la que se encajaba el puño de madera, el cual se forraba con piel de lija y se alambraba con torzal de cobre. Su peso total alcanzaba los 1.300 gramos, alcanzando los 2.225 gramos con la vaina de acero la cual iba provista de una boquilla atornillada a la misma y dos abrazaderas con sendas anillas. El batiente podemos verlo mejor en el detalle de la izquierda y, como se puede apreciar, este tipo de vaina siempre fue el mismo para los cuatro modelos. El precio de este sable era de 154 reales y de 60 la hoja suelta.
B: Sable modelo 1822. Básicamente, las diferencias con su hermano mayor radican solamente en la hoja que, como se puede ver, tenía un contrafilo en el tercio débil de la misma. La empuñadura era la misma salvo en el detalle de que la monterilla, en este caso, es redondeada mientras que en el modelo anterior tenía una pequeña visera o pico. Por lo demás, el precio era el mismo y las dimensiones básicamente iguales con mínimas variaciones.
C: Sable modelo 1825. La hoja tenía el mismo diseño que en el modelo anterior si bien era más grande y pesada. Su longitud alcanzaba los 905 mm. por 33 de ancho y 10 de grosor. Ciertamente, un tajo con ese chisme debía ser una cosa seria. En cuanto a la empuñadura, en este caso sí mostraba notables diferencias respecto a los modelos anteriores. Los gavilanes no eran tan envolventes, dejando a la vista más porción del puño, y la monterilla iba rematada con un sombrerete.
D: Sable modelo 1840. El último de esta serie, cuya hoja recuperaba las dimensiones de los modelos de los años 15 y 22 si bien la curvatura de la misma era menos acentuada. La empuñadura tiene unas guarniciones similares a las del modelo 1825, mostrando un ángulo más acusado en su mitad superior. Este modelo fue el más longevo ya que estuvo en uso hasta el año 1860 si bien, cuando fue sustituido por otro en esa fecha, los que estaban aún depositados en los parques de armamento fueron destinados a la Guardia Civil, donde sirvieron hasta 1891. Este modelo fue considerado como el mejor de toda la serie.
Como vemos, se trataba de una serie de armas sólidas y de diseño elegante que, además, contaban con la garantía de estar forjadas en las mejores fraguas del mundo. En cuanto a su fabricación, el diseño estaba concebido para poder sustituir las hojas deterioradas con la mayor facilidad. A la derecha tenemos una hoja con su espiga de sección cuadrangular sobrepuesta sobre una empuñadura del modelo 1815.
Según podemos ver, dicha espiga transcurría por dentro del puño de madera para salir por la monterilla, donde era remachada y limada hasta dejarla enrasada tal como aparece en la foto de la izquierda. En caso de tener que ser sustituida bastaba eliminar la rebaba del remachado y extraer la hoja. En el detalle de la ilustración superior podemos ver la textura de la piel de lija usada para forrar los puños. Las lijas, para los que lo desconozcan, son una variedad de escualos cuya piel no tiene escamas, sino una piel áspera que se presta perfectamente a este tipo de armas por su buena adherencia. Por último, el puño se reforzaba con un torzal de cobre o de latón. Conviene aclarar que las espadas de los oficiales eran exactamente iguales salvo en que los puños se fabricaban con maderas exóticas, principalmente de ébano, y no se forraban con piel. En cuanto a las vainas, se fabricaban con unas costillas internas de madera que impedían deformaciones o abolladuras a causa de los golpes.
Sable prusiano con guarnición reformada |
A: Sable modelo 1860. El primero de la serie, fue declarado reglamentario el 16 de noviembre de 1860, el cual presentaba una hoja de 860 mm. de largo por 32 de ancho y 8,5 de grosor, teniendo un peso total de 1.190 gramos. El filo corrido hasta la punta, vaciado a dos mesas en el tercio débil y vaceos de media caña en los dos primeros tercios. La empuñadura constaba, como hemos dicho, de una cazoleta completa de hierro con virola y una monterilla corrida con dos orejetas en las que se fijaba el puño mediante un remache pasante. Dicho puño, como era habitual, iba forrado de piel y alambrado. Además, como añadido llevaba un seguro o guardamonte de cuero para el dedo índice que se puede apreciar en la foto de la derecha, y para asegurar el fiador tenía en la parte superior del guardamano la ranura que vemos marcada con una flecha. En cuanto a la vaina, iba provista de un amplio brocal y dos abrazaderas con sendas anillas. Su método de fabricación era el mismo que el de los modelos vistos anteriormente, con costillas interiores de madera.
B: Sable modelo 1880. Era básicamente una mejora del anterior en la que se reducía el peso del arma a los 912 gramos a base de estrechar la hoja dos milímetros, aminorar su grosor otros dos y medio y fabricar las guarniciones con acero, lo que permitía hacerlas más finas sin perder resistencia. La longitud permaneció igual si bien el lomo era redondo en vez de cuadrado, lo que le daba una mayor resistencia y flexibilidad y, por último, se suprimieron los vaceos. En cuanto a la vaina, era exactamente igual salvo en el detalle de que se le suprimió la abrazadera inferior, dejando solo la superior pero provista de dos anillas para los tirantes. Su precio era el mismo que el del modelo anterior si bien su distribución no se llevó a cabo hasta que se fueran agotando las existencias del modelo anterior ya que había grandes excedentes del mismo en los parques de armamento.
Detalle de la empuñadura del modelo 1895 |
Bueno, con esto vale por hoy. Mañana proseguiremos dando cuenta de las pruebas de se realizaban para verificar la resistencia de las hojas, los complementos, el mantenimiento y, faltaría más, la sesión gore de turno en la que estudiaremos los efectos de estas armas sobre los atribulados ciudadanos que se veían sableados sin piedad.
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