Ejército en orden de marcha con una pantera como parte de su armamento ofensivo |
Desde los tiempos más remotos en que los humanos optamos por dirimir nuestras opiniones a base de masacrarnos bonitamente, una cosa quedó clarísima: o se iba a esos interesantes debates acompañados de una cuantiosa tropa para hacer prevalecer nuestro criterio, o se recurría a menor cantidad de las mismas compensando la diferencia con sobredosis de testiculina. Sin embargo, esta valiosa hormona no ha sido nunca fácil de obtener, así que lo mejor era apostar sobre seguro y acudir al campo del honor con cuanta más gente, mejor. De hecho, no se dudaba en instar a los cuñados más remisos a participar en estos violentos cambios de impresiones, así que ya imaginaran vuecedes lo importante que era disponer de un ejército numeroso. Pero, en muchas ocasiones, bien por falta de pardillos dispuestos a entregar sus míseras osamentas en los debates de marras, bien por no disponer de medios económicos para contratar feroces mercenarios, había que tomar parte con lo que había a mano, lo cual no dejaba de ser fuente de problemas.
Rudimentario croquis de una pantera según el THEXAVRVS REGIS FRANCIE de Guido da Vigevano (c. 1335) |
De hecho, una de las sensaciones más irritantes que sentían los caudillos de las huestes de antaño era presentarse ante los enemigos y comprobar que sus efectivos superaban a los propios, lo que en muchos casos fue incluso motivo para que los acompañantes optaran por salir cagando leches a pesar de las amenazas por parte de senescales y prebostes de que acabarían colgados del pescuezo por cobardes, bellacos y malsines. Pero como la jindama es algo inevitable, los cerebros grises de la guerra medieval idearon unos curiosos chismes para, de algún modo, intentar compensar la escasez de tropas y, sino victoriosos, al menos solventar con dignidad semejante brete. Hablamos de las panteras.
La primera documentación gráfica del invento se la debemos al prolífico Guido da Vigevano (c.1280-c.1349), del que ya hemos hablado más de una vez. Este inventor, prácticamente desconocido por la mayoría del personal, se anticipó a otros genios medievales mucho más famosos, como el omnipresente Da Vinci, en la creación de multitud de ingenios como por ejemplo el carro de combate, si bien de eso ya hablaremos otro día. En todo caso, ya plasmó dos curiosos chismes que él mismo denominó como PANTHERÆ. Uno de ellos lo podemos ver en la ilustración del párrafo anterior, y el otro lo tenemos a la izquierda. Pero, ¿qué eran y para qué servían las panteras exactamente?
Una pantera básica según el Kriegsbuch de von Eyb. Su forma triangular era la usual en este tipo de máquinas |
Como ya comenté más arriba, fue una máquina concebida para acometer al enemigo cuando se estaba en inferioridad numérica respecto a ellos. Eran, por buscarles un símil, una especie de antepasado de los carros de combate que podían ser movidos por sus ocupantes o, como vemos en la ilustración anterior, por animales de tiro, en ese caso un buey que iba dentro de la máquina para no ser convertido en filetes a las primeras de cambio. En ese mismo croquis, más fácil de ver que el anterior, se aprecia que dicha máquina constaba de un armazón sobre el que se montaban unos mamparos de madera sujetos mediante unas barras fijadas mediante argollas, lo que indica claramente que estaba diseñada para llegar hasta el campo de batalla desmontada, lo que facilitaría su transporte. Una vez terminada de montar se la proveía de una serie de cuchillas en todo su contorno para mantener alejados a los enemigos mientras que los soldados que viajaban en el interior disparaban sus ballestas o truenos de mano a través de las aspilleras abiertas para tal fin en los mamparos. Además, como armamento ofensivo se aprecia sobre dicho armazón una pequeña catapulta accionada seguramente por algún mecanismo de torsión que podría lanzar bolaños o potes incendiarios.
Pantera según el Kriegsbuch de Philipp Mönch (1496) |
El invento debió ser bien recibido por los estrategas de la época ya que no solo aparece en diversos tratados, sino que incluso lo podemos ver formando parte de un ejército en marcha en la ilustración de cabecera. El detalle de la misma podemos verlo a la izquierda, y nos permitirá analizar perfectamente tanto su morfología como su funcionamiento. El artefacto en cuestión es notoriamente grande y conserva la habitual forma triangular para introducirse más fácilmente entre las filas enemigas. Para ello, va provisto de largas cuchillas y una serie de pequeños cañones que llevarían a cabo verdaderas escabechinas. Dentro de la máquina, en el círculo rojo, está el que podríamos denominar como piloto de la misma. Como se puede apreciar, está manipulando un manubrio conectado a una rueda dentada que hace las veces de volante, pudiendo de ese modo gobernar la máquina. A través de la puerta del mamparo trasero se accede al interior de la misma, y por esa misma puerta el piloto daría las instrucciones pertinentes a los jinetes que dirigen las caballerías que lo empujan, en este caso cuatro animales que, lógicamente, podrían aumentar de número si era necesario. Al ir detrás están mejor resguardados de los ataques de los enemigos, si bien se puede observar que la máquina va escoltada por cuatro lanceros y dos ballesteros a caballo para espantar a los tipos con ganas de morir como héroes matando a los pobres animalitos que empujan ese armatoste.
Otro diseño de pantera según von Eyb |
Cabe suponer que las panteras debieron entrar en acción ya que son un tipo de diseño bastante recurrente en los manuales del siglo XV, llegándose a ver ejemplos de lo más sofisticados que, supongo, se acercaban más a lo extravagante que a lo verdaderamente práctico. Uno de ellos podría ser el que vemos a la derecha, que incluye dos pequeñas torres artilladas en su proa, así como una cabeza de un bicho feísimo para acojonar al enemigo y de cuyas fauces salen dos enormes cuchillas.
Con todo, esos mismos manuales contienen una gran profusión de diseños de carros de combate o carros artillados, estos últimos mucho más prácticos de cara a ponerlos en juego en una batalla como Dios manda. Una especie de hibridación de pantera y carro podría ser el que vemos a la izquierda, con una proa triangular y dos paredes con sus respectivas aspilleras. Entre esas paredes podría ir un tiro de caballos empujando la máquina, permanecido de ese modo totalmente resguardados. Por cierto que no tengo constancia de que estas panteras se usaran en la Península, quizás porque esos inventos no llegaron hasta aquí o, más probablemente, porque la forma de combatir por estas benditas tierras difería de las de los tedescos, los francos y demás naciones centro-europeas. O igual era porque aquí sí sobraba la testiculina y al personal le daban dos higas acometer al enemigo con bríos y frenesí aunque los superasen en razón de 20 a 1, quién sabe...
Bueno, a merendar.
Hale, he dicho
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