jueves, 3 de marzo de 2016

Castigos romanos. La Roca Tarpeya


Aguafuerte decimonónico que muestra la Roca Tarpeya. En realidad, según
se explicará más abajo, esta localización era errónea, y lo que aparece en
el grabado es una pared vertical de escasa altura situada en la cara sur de
la colina Capitolina que dio lugar al error
Bueno, vamos a descansar un poco de tanta condecoración y, aprovechando el receso sobre galardones y premios, vamos a hablar de algún que otro castigo ya que, como podremos suponer, en Roma no solo se recompensaba a los ciudadanos cuyos méritos los hacían merecedores del reconocimiento del pueblo, sino que también se castigaba severamente a todo aquel que contravenía las leyes. Obviamente, ese es un tema que no hemos acabado de asimilar en nuestros días ya que, a pesar de ser herederos de su cultura, en lo tocante a castigar a los más abominables sujetos no nos parecemos en nada a los romanos. Me refiero a los políticos y los cuñados, naturalmente. Ambos especímenes forman parte de la más degenerada ralea dedicada al latrocinio más contumaz y, para colmo, se suelen escapar impunes de todo intento de castigar su abyecta iniquidad. 


VESTAL INCESTA bastante atribulada ante el negro
panorama que tiene ante sí
Bien, dicho esto procedamos. Ante todo, conviene aclarar que, en el mundo antiguo, los castigos no solo tenían como objetivo que los que contravenían las leyes pagaran por sus crímenes. Si fuese así, bastaría con descabezar a los delincuentes merecedores de ello y santas pascuas, como se viene haciendo en la Edad Moderna con los reos en los países occidentales donde aún perdura la pena capital, en los que se ejecuta al condenado con el mismo sistema independientemente del tipo de crimen perpetrado. Sin embargo, en aquellos tiempos se pretendía, aparte de hacer pagar al criminal y dar un escarmiento general como forma de prevenir a los delincuentes en potencia, poner de relieve las connotaciones de tipo moral y religioso del crimen en cuestión, y de ahí precisamente  que hubiera diferentes formas de ejecutar a los reos en función del delito. Esa era la causa de que sufrieran diferentes penas los parricidas de los traidores, o los ladrones de los desertores ya que entre esta gente se tenía en cuenta el deber de aplacar a los dioses cuando uno de ellos contravenía normas derivadas de cuestiones de tipo religioso. Un ejemplo lo tenemos en el grabado superior, en el que aparece una virgen vestal que ha dejado de serlo y ha caído en las redes de la concupiscencia. El castigo a este delito en concreto, ser una VESTAL INCESTA (vestal impura), era ser encerrada en una cámara subterránea con una lámpara, agua, comida, un catre y ahí te pudras. O sea, la rea era literalmente sepultada en vida. Por cierto, el fulano del hacha no es un verdugo, sino el portador de un lictor. Lo digo por si alguno pensaba que iba a cortarle el pescuezo.


Aclarado este punto, ¿dónde estaba la Roca Tarpeya? Porque, curiosamente, a medida que fueron pasando los siglos y el caserío urbano fue creciendo, éste acabó engulléndola hasta el extremo de que hasta finales del siglo XIX se tenían dudas sobre su ubicación exacta, si bien era de todos sabido que se encontraba en la colina Capitolina, una de las siete sobre las que se asienta Roma. Dicha colina tiene dos cumbres: el Arx, situada al noroeste, y el Capitolium propiamente dicho, orientada hacia el sureste. En la maqueta superior, señalada por una flecha, vemos la situación de la colina, la cual podemos ver mejor en el detalle. La cima que aparece abajo es la Capitolina, donde se creía que se encontraba la Roca, concretamente en la cara sur de la misma y que, según se aprecia en la foto, formaba una pared vertical de cierta altura.


La zona sombreada en azul es la que ocupa la colina Capitolina
Sin embargo, en 1905 el historiador Ettore Pais propuso una localización diferente que, al final, resultó ser la acertada cuando se llevaron a cabo años después una serie de excavaciones que permitieron situar la Roca justamente en el lado opuesto a donde se creía, o sea, en la cara norte del Arx, donde se encontraba el templo de Juno Moneta, llamado así por ser donde se encontraba la ceca de Roma. Sobre dicho templo, del que no quedó ni rastro, se edificó inicialmente una abadía para, posteriormente, construir la basílica de Santa María de Aracoeli, la cual podemos ver dentro del círculo rojo de la foto cenital que mostramos arriba por gentileza de San Google de la Coordenada Sagrada. Allí es donde se encontraba la conocida como SAXVM TARPEIVM (roca Tarpeya) o RVPES TARPEIA (precipicio Tarpeya). Parece ser que el despiste provino de que, a lo largo del tiempo, la zona norte del Arx fue nivelada, lo que indujo a pensar allá por el siglo XVIII que la dichosa roca estaba en la zona marcada con el círculo amarillo y que, por cierto, es aún tomada por muchos como la auténtica localización de la roca. En todo caso, quede constancia de que actualmente se da ya como totalmente cierta la teoría de Pais. 


Tarpeya en pleno acto de alevosía con Tito Tacio
Bien, ya sabemos dónde estaba la maldita roca. Pero, ¿quién era la tal Tarpeya y qué hizo para que su nombre acabara irremisiblemente ligado para siempre a un accidente geográfico con unas connotaciones un tanto siniestras? Pues hay teorías para todos los gustos y, naturalmente, está de más decir que su existencia es más que cuestionable, siendo mucho más probable que se tratase de un personaje legendario o, al menos, alguien cuyos hechos fueron deformados totalmente para adaptarlos a una leyenda que viniera bien para, como tantas otras, servir de enseñanza o advertencia al personal. En este caso, el mensaje que se pretendía hacer llegar a la gente era que eso de traicionar a la Patria estaba muy, pero que muy feo, y los que cometían semejante felonía debían pagar caro su abyecto crimen. 


Los sabinos esperan el momento en que Tarpeya
les abra la puerta de la ciudadela
Dentro de todas las teorías sobre este personaje, me limitaré a plasmar las que se consideran como más ciertas o lógicas debido a que son tantas que sería absurdo dar cuenta de todas ellas, ya que hay incluso quien la consideraba como el origen del culto a un bicho tan irrelevante como una tortuga. La más conocida es la nos aporta Livio y en ella afirma que, allá por los tiempos de Rómulo, Tarpeya era la hija de Espurio Tarpeyo, el guardián del Capitolio, y que yendo a buscar agua fuera de la antigua ciudadela emplazada en dicha colina se dio de bruces con Tito Tacio, el rey de los sabinos, que andaba a la gresca con los romanos. Tarpeya se quedó prendada de los valiosos brazaletes de oro con que Tacio se adornaba los brazos e, incapaz de resistirse al influjo venenoso del oro, le propuso abrirle las puertas de la ciudadela a cambio de las joyas. Tacio aceptó, pero tras cumplir Tarpeya con su parte del trato, asqueado por aquella traidora, arrojó sobre ella su escudo. A continuación ordenó a su gente que hicieran lo mismo, por lo que feneció aplastaba bajo una montaña de pesados escudos sabinos. 


Ya dentro del recinto, finiquitan a la traidora a escudazos
Otra versión, esta de Lucio Calpurnio Pisón, dice que Tarpeya no cometió ninguna traición, sino que engañó a Tacio reclamándole "lo que llevaba en el brazo izquierdo" si le abría las puertas, o sea, no quería ningún brazalete, sino el escudo. De ese modo, nuestra protagonista logró que el sabino entrara desprovisto de defensa en la ciudadela. Sin embargo, al darse cuenta de la treta, se cabreó y ordenó matarla sepultada con los escudos de sus tropas. Debido a esta teoría, Dionisio de Halicarnaso afirmaba que, en realidad, Tarpeya era una heroína que, tras su muerte a manos de los sabinos, fue enterrada en la cima de la roca que luego tomó su nombre, y donde las vestales acudían a llevarle flores como señal de respeto. Y dejando de lado otras versiones que solo sirven para liar más la cuestión, el hecho es que actualmente se considera que la historia de Pisón estaba encaminada a rehabilitar de alguna forma al personaje ya que, según Propercio, su traición fue causada por el apasionado amor que sintió la alevosa mozuela por Tacio, del que se prendó nada más verlo. Pero, sea como fuere, la cuestión es que, ciertamente, Tarpeya fue una traidora a su patria y murió a manos de los enemigos de Roma, siendo enterrada junto a la roca que, desde aquel momento, tomó su nombre. 


La historia de Tarpeya estuvo  presente durante muchos años
en el imaginario romano. Buena prueba de ello son los dos
denarios de plata de la foto superior, los cuales contienen
la leyenda. El de arriba es de Augusto, del año 18 a.C., y
en su reverso muestra a la traidora sepultada en escudos. El
de abajo presenta en el anverso a Tito Tacio, el rey sabino,
y en el reverso a dos soldados arrojando sus escudos sobre
Tarpeya. La moneda data del 89 a.C.
Bueno, ya vemos que esta señorita pasó a los anales de la historia como la quintaesencia de la traición y la alevosía. Así pues, ¿qué mejor forma de escarmentar a los aspirantes a traidores y a los reos de semejante delito que arrojarlos al abismo cuyo nombre era el de la traidora por antonomasia entre los romanos? DEIECTVS E TARPEIO, arrojado desde la Tarpeya. Esa era la sentencia que, de forma inexorable, se aplicaba a los felones. Sin embargo, debemos aclarar que no solo sufrían este castigo los traidores en el sentido literal de la palabra, sino que este concepto era mucho más amplio de lo que imaginamos en aquella época. De entrada, el hecho de, por ejemplo, robar o prestar falso testimonio o presentar una denuncia falsa era considerado una traición tanto en cuanto el que cometía el delito "traicionaba" con su conducta tanto al pueblo como a los afectados por el mismo. Habían sido pues infieles con sus deberes cívicos, por lo que se convertían en traidores y, lo que quizás era aún peor, en blasfemos sacrílegos que habían ofendido con su conducta a los dioses que mandaban que todos fueran probos ciudadanos. 


Lugar que aún muchos piensan erróneamente que corresponde
a la Roca Tarpeya y que es el mismo del aguafuerte que
vimos en el comienzo de la entrada.
Con todo, la cuestión es que en una sociedad tan compleja como la romana, en la que las leyes y la religión estaban íntimamente ligadas, el delito de traición tenía tal cantidad de ramificaciones que, llegado el caso, hasta se podía ser considerado traidor por vulnerar la inviolabilidad de los tribunos de la plebe. O sea, que lo que sería un delito de tipo meramente administrativo o, a lo sumo, político, se convertía de facto en uno de alta traición tanto en cuanto el culpable, al violar la SACROSANCTITAS que protegía a los magistrados plebeyos se cometía además un sacrilegio. De hecho, eran precisamente los tribunos de la plebe los que presidían las DEIECTIONES como representantes del pueblo. Aparte de esto, alguno se preguntará por qué el castigo era arrojar a los reos y no, por ejemplo, decapitarlos o azotarlos hasta la muerte (las penas habituales para el delito de traición anteriormente) en aquel mismo lugar. En esa cuestión entramos ya en el terreno religioso ya que, según parece, el acto de precipitar a alguien al vacío era una forma de enviarlos a los dioses o al puñetero infierno. Buena prueba de ello es que en aquella lejana época muchos sacrificios humanos se llevaban a cabo precisamente mediante PRÆCIPITATIO.


Un reo de DEIECTVS E TARPEIO a
punto de emprender el vuelo final
En fin, este es el origen y el motivo de este peculiar método para finiquitar reos, y el por qué la citada roca alcanzó tanta fama que llegó a nuestros días aunque muchos desconozcan su verdadera historia. Como colofón a esta entrada, ahí dejo algunas curiosidades curiosas para, como es norma de la casa, apabullar a los cuñados que se han comprado la colección entera de documentales del National Geographic.

1. El primer condenado a DEIECTVS E TARPEIO fue Gaio Marcio Coriolano en el 491 a.C., si bien logró poner tierra de por medio porque eso de ser lanzado desde las alturas le sentaba fatal a su vértigo. El motivo de la condena fue negarse a una distribución de trigo solicitada por la plebe y, a continuación, mandar a hacer puñetas a los tribunos que lo convocaron para que diera explicaciones acerca de su conducta. Como vemos, faltar a su deber fue considerado como una traición.

2. Pocos años más tarde, en 449 a.C., se editó una ley que consagraba aún más la inviolabilidad de los magistrados plebeyos. Todo aquel que cuestionase la AUCTORITAS o agrediese a los tribunos, los ediles y los decenviros sería reo de muerte y enviado a un curso acelerado de vuelo sin motor a la Tarpeya, tras lo cual su cabeza sería consagrada a Júpiter y sus bienes confiscados y vendidos. El beneficio resultante sería entregado a los templos de Ceres, Líber y Líbera.

3. Según Livio, en el 214 a.C. fueron arrojados desde la roca 370 reos de deserción. Este caso, como es evidente, también constituía un flagrante delito de traición hacia sus deberes cívicos. Supongo que a medida que iban cayendo iban retirando los maltrechos cadáveres ya que, de lo contrario, cuando hubiesen sido lanzados veinte o treinta formarían un colchón que evitaría la muerte del resto.

4. Por cierto que hubo quien no la palmó del testarazo, lo cual era considerado como una especie de juicio de Dios a la romana y demostraba al personal que el reo era inocente. Por lo tanto, era perdonado. Según Rufo Festo, un caso así aconteció con un condenado por nombre Lucio Terencio el cual, al salir vivo del brete, fue indultado ya que se consideraba que era la voluntad de los dioses.

5. En las Doce Tablas, un compendio de leyes consuetudinarias creadas en el siglo V a.C., se especifica que los culpables de robo y falso testimonio serían condenados a DEIECTVS E TARPEIO si eran de condición servil ya que, al cometer ambos delitos, contravenían la FIDES o deber de fidelidad que debían a sus patronos. O sea, eran unos traidores y como tal debían ser castigados.

6. Aunque no se sabe la época exacta en que la fue abolida, se tiene constancia de que aún perduraba en tiempos de Clau-Clau-Claudio.

Bueno, supongo que estas seis curiosidades curiosas bastarán para callarle la boca a cualquier cuñado sabihondo.

Hale, he dicho




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