miércoles, 9 de marzo de 2016

LORICA SQVAMATA


Ese curioso animalito que vemos en la foto de la derecha es un MANIS PENTADACTYLA, más conocido como pangolín y, según podemos apreciar, debió ser el primer bicho viviente que patentó la coraza que estudiaremos en la entrada de hoy, la LORICA SQVAMATA. Y colijo que no debo andar muy errado cuando digo que no me extrañaría que los humanos copiáramos la peculiar coraza de este extraño animal originario de Asia y África. Casi me atrevería a jurar por mis frondosas barbas que, un buen día, un cazador se quedó perplejo cuando vio como su lanza o su flecha rebotaba sobre la armadura del pangolín que iba a constituir su cena y que, a la vista de lo visto, decidió copiarla de cabo a rabo para no ser bonitamente apiolado por los enemigos al convertirse en un pangolín bípedo.


Lápida del centurión
Quinto Sertorio Festo, de
la LEGIO XI CLAVDIA
PIA FIDELIS
(c. Siglo I D.c.)
Ciertamente, las corazas de escamas son más antiguas que la tos, y se tiene constancia de que diecisiete siglos antes de los tiempos de Cristo ya eran usadas por asirios, hititas y demás pueblos que llevaban la voz cantante por aquella época. En algún momento a principios del siglo I d.C., seguramente como consecuencia de un conflicto con algún pueblo de Oriente Próximo, los romanos se percataron de la existencia de ese tipo de armadura y, fieles a su pragmática naturaleza, no tardaron ni dos segundos en copiarla por la cara a la vista de que su eficacia superaba en muchos aspectos la de sus LORICÆ HAMATÆ que ya estudiamos en una entrada anterior. ¿Qué fue lo que vieron los romanos en este tipo de coraza para que muchos de sus componentes decidieran trocar sus lorigas de toda la vida por esa con aspecto de lagarto antediluviano? Pues algo que ya se ha mencionado muchas veces: las lorigas de anillas podían detener una estocada o un tajo, pero eran inservibles ante las armas contundentes. En muchas entradas hemos hablado de la escasa protección que brindaban en caso de ser golpeados con mazas, un simple garrote o, ya puestos, una espada o las temibles hoces usadas por los dacios. Estas dos últimas no producirían heridas incisas, pero podían provocar serias hemorragias internas o daños irreversibles en órganos y vísceras, aliñando al que había recibido el golpe sin que este derramara una sola gota de sangre pero con el hígado o un pulmón reventados o el espinazo roto. De hecho, algunos autores aseguran que la adopción de la LORICA SQVAMATA fue debido precisamente a la devastadora contundencia de las hoces dacias, capaces de partir un escudo en dos. 


Básicamente, este tipo de coraza estaba formado por escamas de entre 1 y 8 cm. de largo y de diversas formas y secciones sin que hasta ahora se haya podido establecer algún tipo de clasificación al respecto. O sea, que podían tener una sección determinada independientemente de su forma, por lo que cabe suponer que ese detalle estaba determinado por el gusto personal de su propietario o bien por alguna moda imperante en un momento concreto. Sea como fuere, los diferentes tipos han sido reflejados en la lámina superior, mezclando con las mismas las distintas secciones de las que se tiene constancia. Como vemos, podían ser planas, curvadas hacia fuera con un ángulo más o menos acusado o con una o dos nervaduras, lo que obviamente les daría más resistencia estructural por lo que era un perfil más habitual en las escamas fabricadas con bronce para, de ese modo, aumentar su solidez. En cuanto al material usado para fabricarlas, inicialmente se recurrió sobre todo al bronce; posteriormente fue prevaleciendo el hierro hasta el final de la vida operativa de este tipo de coraza que, ciertamente, fue bastante largo ya que perduró hasta el siglo V. Con todo, era habitual estañar las fabricadas con hierro a fin de preservarlas del óxido y, de paso, darles un aspecto más lustroso sin necesidad de tener que pulirlas a todas horas.


En principio y basándonos en los testimonios gráficos que han llegado a nuestros días, parece ser que sus principales usuarios eran centuriones, jinetes, porta-estandartes y tropas auxiliares, mientras que el resto de la tropa usaba las lorigas convencionales o la LORICA SEGMENTATA. De hecho, hay bastantes datos al respecto, y se conservan actualmente bastantes lápidas y cipos funerarios en los que aparecen los inquilinos de las respectivas sepulturas vistiendo una de estas corazas cuya morfología era por lo general diferente a las lorigas de anillas. De entrada, las de escamas solían ser un poco más cortas- a la cintura en el caso de los jinetes- y rematadas por su parte inferior con ondas, bien formando una sola hilera o con dos superpuestas. En lo que sí coincidían era en la especie de esclavina de refuerzo que, como en el caso de las lorigas de anillas, se ponía sobre los hombros para protegerse de los tajos y golpes dirigidos a esa zona del cuerpo, la única que junto con la cabeza sobresalía de sus enormes escudos. Por otro lado, solían tener unas mangas cortas que cubrían la parte superior de los brazos mientras que las lorigas carecían de ellas. A la derecha tenemos un ejemplo que nos permite apreciar con detalle su aspecto. Se trata del monumento funerario de Lucio Sertorio Firmo, AQVILIFER de la LEGIO XI CLAVDIA, o sea, sirvió en la misma unidad que el centurión que vimos en el párrafo anterior. Deben llevar siglos contándose las mismas batallitas en el Más Allá, supongo...


Bien, dicho esto, vamos a ver como se confeccionaban. Según los datos de que se dispone más determinadas pruebas llevadas a cabo por algunos autores, las escamas, que generalmente tenían entre 0,3 y 1 mm. de espesor, eran unidas a una base de piel o tejido con un hilo grueso. Las escamas a su vez se ensamblaban entre ellas con un trozo de alambre que era simplemente doblado por el reverso, de la misma forma que podemos ver en la ilustración superior derecha. El solapado se realizaba de abajo hacia arriba como ya podemos suponer.


Los bordes de las mangas, el cuello y las ondas inferiores eran rebordeados con piel, y, según algunas fuentes- finalmente se unía esta a una capa interna de lino para que hacer el conjunto más agradable al contacto con el cuerpo si bien esa teoría no me acaba de cuadrar ya que, por norma, se solía usar el SVBARMALIS para este fin. No obstante, las escamas en cuestión podían estar directamente fijadas a dicha capa de lino que, a la vista de restos que aún se conservan, eran de un generoso grosor, cosa lógica si tenemos en cuenta que soportaban un peso notable sobre ellas. En las fotos superiores tenemos un par de ejemplos de los materiales base empleados. A la izquierda podemos ver la loriga hallada en Dura Europos, la cual tenía fijada las escamas sobre una base de lino grueso. A la derecha, un ejemplar hallado en Vindonisa que usaba una base de cuero. En todo caso, como hemos dichos, podría ser que también se recurriese a combinaciones de ambos materiales.


La gran cantidad de escamas de diferente diseño que han llegado a nosotros nos han permitido saber que, al menos, había dos tipos de montaje diferenciados dependiendo de su sistema de fijación, los cuales veremos representados en las tipologías más representativas. Una aclaración: por mera cuestión de comodidad, a la hora de presentar las diferentes formas de ensamblar las escamas he usado la misma forma y material, o sea, con base semicircular y de bronce. Así pues, ahí tenemos la primera de ellas, correspondiente a la tipología más simple. Como vemos, la escamas no están unidas entre sí, y solo están fijadas a la prenda base por los orificios que aparecen en la parte superior de las escamas. Como podemos imaginar, esta forma de ensamblaje era la que ofrecía más flexibilidad a su usuario si bien a costa de obtener una protección mucho más deficiente. Ello se debía a que, al no existir una cohesión entre escamas, era mucho más fácil que la punta de una espada, una lanza o un puñal se colara entre dos hileras, aliñando al que llevaba puesta la coraza en un periquete. 


Para eliminar ese punto flaco se recurrió a unir las escamas unas a otras. El sistema más habitual era el que vemos a la derecha, y constaba de dos orificios en cada lado para unir las piezas con un alambre plano de alrededor de 1 mm. de grosor de la forma que se explicó más arriba. Para unir las hileras de escamas a la base llevaban uno, dos o cuatro orificios en la parte superior, siendo cosidas con hilo grueso.


Un ejemplo similar podemos verlo en la ilustración de la izquierda. En este caso, el cosido de las hileras de escamas se realizaba formando aspas a través de un único orificio superior de más diámetro. Estas formas de ensamblaje daban lugar a una loriga semi-rígida que, aunque restaba movilidad a la hora de inclinarse, obviamente se veía compensado con una protección más eficaz. Sin embargo, aún permanecía ese punto débil que, si bien aminorado, seguía siendo una amenaza para todo aquel que usara este tipo de coraza.


Y ese punto débil no era otro que la posibilidad de que, al penetrar la punta de un arma entre dos hileras de escamas, la unión entre piezas formada por un simple trocito de alambre torcido no ofrecía la más mínima resistencia, y menos si se hacía palanca con la hoja de la espada o el puñal con que se intentaba acuchillar al enemigo vestido con una LORICA SQVAMATA. En el gráfico de la izquierda podemos verlo bastante claramente. Si observamos la vista de perfil, las hileras de escamas se superponen unas con otras, permaneciendo unidas de la forma que ya hemos explicado. Pero si algo penetra en la misma dirección que señala la flecha, el alambre que une dos escamas de distintas hileras se irá al garete y la hoja penetrará sin problemas atravesando la base de lino o cuero que sustenta el conjunto, matando o hiriendo de gravedad al dueño de la coraza. Recordemos que basta con que una hoja penetre apenas 5 cm. en el torso de un hombre para enviarlo con sus difuntos ancestros.


La única forma de impedir o, al menos, poner las cosas más difíciles al enemigo, era la que vemos a la derecha: añadir más puntos de unión lateral entre escamas y, más importante aún, uniendo la parte de abajo de cada una de ellas con un lateral de la hilera inferior. De esa forma, aunque el elemental sistema de unión mediante alambre no fue sustituido por otro más sólido, al menos este método ofrecía bastante más resistencia de cara a detener una puñalada ascendente que podía ser fatal. Hubo muchos tipos de ensamblajes similares con más o menos orificios pero que, en todos los casos, buscaban subsanar el principal punto flaco: la unión entre hileras.


Por otro lado, puede que alguno que otro cuestione la solidez de estas corazas a la vista de que las escamas eran bastante delgadas y, encima, en muchos casos de bronce, un material mucho menos resistente que el hierro. Al fin y al cabo, sería como atravesar una lata con un cuchillo, ¿no? Sin embargo, no debemos olvidar que el solapamiento entre escamas suponía ver aumentado hasta por cuatro el grosor total del conjunto. Observemos el gráfico de la izquierda. La figura 1 nos muestra el solapamiento entre tres escamas. La zona rayada tiene el espesor de la escama, pongamos 0,5 mm., mientras que la parte moteada tiene el doble ya que se superpone un tercio de las escamas anterior y posterior. O sea, en un 60% de la superficie de la escama central tenemos un espesor de 1 mm., y en un 40% aproximadamente 0,5 mm. Observemos ahora la figura 2, en la que hemos añadido una hilera superior, y las cosas ya van cambiando de forma substancial. Según podemos ver, en función del color el número de capas varía, teniendo una zona central en rojo que solo tiene 0,5 mm. de espesor, dos zonas laterales y una superior en azul con 1 mm., tres zonas en verde con 1,5 mm. y, finalmente, dos en naranja bastante pequeñas con 2 mm. Pero si añadimos otra hilera más tal como vemos en la figura 3, resulta que la zona roja con solo 0,5 mm. se ha visto reducida a la mínima expresión, mientras que las azules y las verdes se han duplicado y las naranjas se han cuadruplicado. Esto significaría que al menos un 75% de la superficie que ocupa cada escama tiene entre 1 y 1,5 mm. de espesor, un 20-25% tiene 2 mm. y solo un 5-10% tiene solo 0,5 mm. 


Reverso de un fragmento de loriga con escamas
de bronce datada hacia el siglo III d.C. en la que
se aprecian los alambres que unen las escamas, que
en este caso son de 0,8 mm. de espesor. A los bordes
se le eliminaban las aristas para impedir que cortasen
la tela o el cuero de base, y las esquinas se redondeaban
con la misma finalidad

Esto se traduce en una coraza con un espesor similar o superior a una coracina medieval, la cual solo superaría a la romana en que la calidad del acero era mucho mejor debido a la evolución de la metalurgia. Sin embargo, pruebas realizadas actualmente demuestran que una flecha no podía atravesar una LORICA SQVAMATA, y que solo acusarían golpes propinados con armas capaces de desarrollar una enorme energía cinética ya que las escamas se deformarían a causa del impacto, aunque eran capaces de absorber dicha energía y repartirla de forma que sus efectos se viesen notablemente aminorados. Y no olvidemos que la protección en los hombros duplicaba el grosor total, por lo que gran parte de esa zona del cuerpo estaba protegida por una media de 3-3,5 mm. de metal más la base de cuero o lino, que algo siempre ayudarían.



Por otro lado, debemos tener en cuenta un detalle que se suele obviar a la hora de calibrar la capacidad defensiva de cualquier tipo de armadura, y es que el ángulo de ataque de la hoja de una espada cuando golpea de filo hace que el espesor de la coraza aumente hasta un 40%. ¿Que como se come eso? El gráfico de la derecha nos permitirá verlo claramente. Como ya sabemos todos, salvo cuando se acuchilla de punta los golpes dados con una espada tienen una determinada inclinación en función de la estatura del sujeto, el punto donde se quiere golpear, etc. Si tomamos un ángulo medio de 45º por dar una cifra orientativa vemos que ese tajo, si golpea una chapa de 1 mm. de espesor, en realidad no se enfrenta a ese milímetro, sino a 1,41 mm. Y si el golpe se dirige a esa zona del hombro que, tal como hemos comentado antes, podría llegar a los 3 o 3,5 mm. de espesor, a efectos prácticos se convertirían en nada menos que 4,9 mm., o sea, medio centímetro mal contado. Una burrada, ¿no?


Solo nos resta mencionar una tipología híbrida denominada LORICA PLUMATA, en referencia al pequeño tamaño de sus escamas que, por lo general, no solían rebasar los 15 mm. de largo en este caso. En este tipo de lorigas, la base la formaba una cota de malla en cuyas anillas se intercalaban escamas de forma que quedasen con un solapado similar a las SQVAMATA convencionales. En el gráfico superior de la izquierda podemos ver que la morfología de las escamas muestra una pequeña variación, y no es otra que el doblez superior para acoplarla en la malla mediante una serie de orificios. Como podemos imaginar, estas corazas consumían un gran número de horas de trabajo que encarecerían enormemente su precio, por lo que su uso debía quedar restringido a militares de elevado rango como centuriones primipilarios, tribunos, legados, etc. En la foto inferior tenemos los restos de una de estas lorigas fabricada con escamas de bronce y que fueron hallados en Newstead, Escocia.  


Aspecto de una réplica moderna de una LORICA
PLUMATA
 que nos permite ver el cierre
lateral, que podría ser también mediante correas,
así como la doble capa de los hombros y las
dos hileras de ondas. El conjunto está entera-
mente ribeteado con cuero.
En fin, ya vemos que las ventajas que ofrecía este tipo de coraza no eran nada desdeñables, y más si consideramos que el tiempo de fabricación era muy inferior al que requería una LORICA HAMATA. Su peso no era superior al de otras armaduras al uso, permitían más movilidad que las SEGMENTATA y no requerían del complejo mantenimiento de estas. Obviamente, el número de escamas necesarias estaba muy lejos de los miles de anillas que hacían falta para una cota de malla, lo que suponía un enorme ahorro en mano de obra y, además, facilitaba su producción en masa. Por otro lado, tampoco precisaba de personal muy cualificado para su elaboración ya que, de hecho, mediante pruebas llevadas a cabo se ha comprobado que la fabricación de una escama consumía alrededor de los tres minutos de tiempo con un sistema de troqueles que aceleraba bastante el proceso. De hecho, algunos autores sugieren que sería muy probable que los hombres equipados con este tipo de armaduras llevasen a cabo reparaciones de mantenimiento sin problemas, sustituyendo las piezas dañadas recurriendo a un utillaje mínimo. Es por ello posible que llevasen en su equipo personal algunas escamas de repuesto, así como el hilo y el alambre para completar la reparación solo con la ayuda de una pequeña tenaza. Según las pruebas realizadas, se tardaban apenas 9 minutos en sustituir una pieza dañada.

Bueno, yatá.

Hale, he dicho

Fragmento de la estela funeraria de Tito Calidio Severo,EQVES, posteriormente OPTIO, luego
DECVRIO y, finalmente, centurión  de la LEGIO XV APOLINARIS. En dicha estela se aprecia
la LORICA SQVAMATA que le protegió durante parte de los 34 años que se mantuvo
nuestro hombre en servicio. Por lo que se ve, no estaba por la labor de jubilarse.


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