Gola, peto, espaldar, volante y fajas de una armadura maximiliana. Tras lo que parece mera decoración hay muchos elementos defensivos. |
Obviamente, los petos, espaldares y demás piezas que componían las defensas corporales son por su parte interna menos complejas que los yelmos tanto en cuanto carecen de guarniciones o rellenos. Sin embargo, puede que a muchos se les pase por alto que, en diversos estilos, están formadas por varias piezas sobrepuestas que convertían la armadura en una especie de cebolla, con dos o tres capas de acero colocadas una encima de la otra. Esto no suponía ni remotamente un aumento del peso total del arnés como para hacerlo insoportable, y encima se mejoraba de forma ostensible la capacidad defensiva del mismo. Así pues, en esta entrada no solo nos centraremos en los entresijos de las partes interiores de estas piezas, sino también en los diversos métodos constructivos utilizados por los armeros de la época para crear "trampas" con las que detener o desviar los golpes de las armas enemigas, detalles estos que, por lo general, suelen ser pasados por alto por la mayoría de los que contemplan armaduras bajo-medievales o renacentistas, generalmente por desconocimiento de los mismos. De hecho, podemos afirmar que las armaduras fabricadas desde mediados del siglo XV hasta el XVII eran todo un compendio de ingeniosos añadidos que, escondidos bajo la apariencia de la abigarrada decoración de esos arneses, impedían que los tajos, golpes, estocadas o lanzazos no llegaran al cuerpo del combatiente, haciéndolos casi invulnerables siempre y cuando se mantuvieran sobre sus carísimos pencos de batalla o en pie si luchaban desmontados. Comencemos pues...
En primer lugar nos detendremos a comentar las principales piezas que defendían el cuerpo del hombre de armas, las cuales variaban en función del estilo de la armadura. A la izquierda vemos las de un arnés italiano, que se caracterizaban por disponer de dos piezas diferentes para proteger tanto el pecho como la espalda de forma que las zonas abdominal y lumbar tenían ante sí dos capas de acero. En la parte izquierda de la ilustración vemos las tres partes principales: peto/espaldar, sobrepeto/cangrejo y volante. El peto, como vemos a la derecha, llegaba solo hasta la mitad de la barriga para no inmovilizar en exceso el tronco del combatiente, por lo que la zona baja del abdomen quedaba protegida por el sobrepeto, que era unida al peto y al espaldar mediante sendas correas de cuero. Las caderas se cubrían con el faldón o volante, del cual pendían las escarcelas por la parte delantera.
Tanto los petos-espaldares como los sobrepetos estaban unidos mediante bisagras por el costado izquierdo, y se cerraban abrochando las correas que había en el derecho. Así pues, en primer lugar había que armarse con el peto y el espaldar (foto inferior), abrochándolos al costado y por ambos hombros, tras lo cual se colocaba el sobrepeto con la cangreja (foto superior). Ambas fotos muestran el reverso de todas esas piezas, y en ellas podemos apreciar el burdo acabado de las mismas, llenas de señales de martillazos y golpes. Obviamente, si se hubieran desbastado y bruñido el precio del arnés se duplicaría sin que ello supusiera una mejora en su resistencia sino más bien lo contrario debido a la cantidad de material que se perdería en esas operaciones. Por lo demás, en la foto superior vemos las correas que unían las launas del volante, y dentro del círculo rojo una chapa de refuerzo donde están los remaches que sujetaban el ristre. Y a pesar de lo aparatoso que parecen estas piezas, por lo general no rebasaban los 4 ó 5 kilos de peso, o sea, algo más que le yelmo y alrededor de un 20-25% del peso total del arnés.
A la izquierda tenemos otro interior, en este caso de una armadura alemana en la que el peto carecía de sobrepeto si bien lleva un volante que pende del peto. Aparte del acabado rugoso que se puede apreciar en la superficie interna de la pieza, podemos ver las tres correas que sujetan cada launa del volante. Básicamente, podemos decir que, por norma, este era el sistema habitual de unión de todas las piezas articuladas de una armadura salvo determinados casos que ya se irán comentando en su momento. Las cuatro correas que se ven al final del volante son para sujetar las escarcelas. En cuanto a los detalles, en la parte superior vemos como las cuatro pontecillas del ristre están remachadas sobre una chapa de refuerzo como la vista en el párrafo anterior. En dicho detalle se aprecia la parte externa del peto con la pontecillas y el pasador que sujetaba el ristre, todo lo cual se explicó detalladamente en la entrada que dedicamos a esa pieza en concreto. En el detalle inferior vemos el sistema de unión del volante al peto, que en este caso consistía en un tetón giratorio unido al volante y que entraba en un orificio del peto tras lo cual se giraba, bloqueando ambas piezas. Y el mismo sistema se adoptaba en este caso al espaldar que vemos a la derecha de la imagen, provisto de cangrejo y su correspondiente volante. Para que no se crean que la cosa va de mariscadas, el cangrejo o espaldar de cangrejo era la pieza equivalente al sobrepeto , pero en la espalda.
Un sistema similar se adoptaba en las armaduras de fajas espesas como la que vemos a la derecha. Mientras que las launas inferiores estaban articuladas mediante las tiras de cuero habituales, las superiores, que precisaban de menos capacidad de movimiento, estaban unidas mediante remaches que oscilaban de arriba abajo mediante una ranura según podemos ver en los dos detalles de la derecha. En el superior tenemos su aspecto visto desde fuera, en el que la cabeza del remache permite ver por encima de ella el extremo de la ranura, mientras que en la inferior vemos el mismo remache por la parte interna, el cual está remachado sobre una arandela para no abocardar el orificio de la launa como consecuencia del uso.
En lo tocante a las trampas para golpes y demás agresiones alevosas, a la izquierda tenemos las, digamos, estandarizadas, o sea, las que llevaban por norma todas las corazas. Consistían en rebordes salientes en las aberturas para el cuello y los brazos, las cuales señalamos con flechas rojas. Estos rebordes detenían o desviaban cualquier tipo de moharra, ya fuera de una lanza de ristre o de armas enastadas de infantería como picas, alabardas, bisarmas, ronconas, etc. La forma tan abombada del abdomen tenía como misión hacer lo propio con las puntas de las armas mencionadas, desviándolas hacia arriba o hacia abajo, donde la protección era mayor gracias al sobrepeto.
Pero, lógicamente, había más. A la derecha tenemos otra de esas trampas, en este caso destinadas a detener o, al menos frenar de forma notable los impactos que podrían acabar en el cuello. Aunque, como vimos en el párrafo anterior, esa zona ya contaba con un reborde para esa finalidad, los añadidos que vemos en esta ocasión ayudaban en caso de que una lanza de ristre, que golpeaba con una energía cinética simplemente bestial, no acabara medio decapitando al dueño de la armadura. La que vemos a la izquierda consiste en un ángulo que, por su morfología, desviaba la moharra de la lanza enemiga hacia los laterales del peto. El ejemplar de la derecha más que desviarla pretendía frenarla, ya que por su forma podríamos decir que "atrapaba" la moharra sin dejarla avanzar ni salir desviada. En ambos casos, la fijación de estas piezas es mediante tornillos o remaches, lo cual facilitaba su sustitución. No sería raro, debido a su exposición a los puntazos enemigos, que hubiese que reponer estas piezas con relativa frecuencia.
Las armaduras maximilianas son quizás el más refinado ejemplo de cómo combinar la decoración con la protección. La pieza de la izquierda es uno de ellos: conforme al acabado habitual de este tipo de armaduras, el peto está enteramente cubierto de estrías longitudinales en sentido vertical. Son "frenos" que impiden que las armas enemigas avancen libremente a través de su pulida superficie, aminorando sus efectos hasta que, finalmente, son detenidos en los gruesos rebordes de los costados. Así mismo, tanto estos rebordes como el del cuello están decorados con un cincelado en forma de cordón que traba sin problemas el filo de cualquier espada o hacha, impidiéndole así que el golpe avance peligrosamente hacia el interior de la armadura. En cuanto al ejemplar que vemos a la derecha, de manufactura italiana, ofrece un estriado a ambos costados y otro superior en forma de ángulo que, en este caso, está repujado en el metal, y no en forma de pletina independiente como vimos más arriba. No obstante, este sistema es también de una eficacia aceptable de cara a las armas de la infantería.
Y para terminar, dos piezas que quizás desconozcan muchos de los que me leen. La de la izquierda es un sobrepeto que, como se ve, cubre por completo el peto salvo el espacio destinado al ristre. Este añadido se puso de moda cuando las bajas producidas por los arcabuzazos enemigos comenzaron a ser preocupantes, así que muchos optaron por añadir esa protección extra a sus armaduras porque eso de sentirse invulnerable para, un mal día, acabar con un boquete en la barriga, no era bien digerido por los encumbrados y linajudos caballeros de la época. El cangrejo de esta pieza solo cubría la zona lumbar ya que la parte superior del espaldar solía tener la protección extra de las faldas de los guardabrazos, piezas que ya se verán en otra entrada. En cuanto al ejemplar que vemos a la derecha, es un accesorio propio de las armaduras italianas del siglo XVI, consistente en una pequeña falda de malla que pende del volante. Bajo la misma se vestía un calzón con la zona púbica también cubierta de malla, el cual ya se vio en una entrada anterior, de modo que así se añadía una protección extra en esa zona tan delicada de la anatomía viril.
En fin, no creo que se me haya pasado por alto alguna cosilla, así que me piro.
Hale, he dicho
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