domingo, 8 de mayo de 2016

Alambradas 2ª parte


Pelotón de british cargados de la impedimenta necesaria para fortificar. La foto permite hacernos una clara idea de la
longitud de las picas que ya se detallaron en la entrada anterior

Bien, prosigamos...

Un infante alemán lanza una granada de mango hacia las
posiciones enemigas mientras dos camaradas se afanan por
cortar la maraña de alambre con sus cizallas
Una de las premisas más relevantes a la hora de planificar una zona de alambradas era que esta no se mantuviera paralela a la línea de trincheras. El motivo no era otro que dificultar a la artillería enemiga calcular su trayectoria ya que, en caso de mantener una distancia regular respecto a las trincheras, bastaría con ver que se ha destruido un primer tramo de alambrada para liquidar el resto sin más problemas que ir girando el ángulo horizontal de los cañones. Por otro lado, también era de vital importancia mantener una distancia mínima respecto a las posiciones propias a fin de que estuvieran lo suficientemente alejadas como para quedar fuera del alcance de las granadas lanzadas por la infantería atacante, alcance este que, dependiendo de la fuerza del soldado y el tipo de granada, oscilaba entre los 30 ó 40 metros como mucho. 

Patrulla francesa se infiltra por las alambradas enemigas
en el sector de Yser en 1917. El dibujo fue realizado al
parecer por uno de los componentes de dicha patrulla.
Obsérvese la escasa altura de las alambradas en este caso.
Por otro lado, a la hora de fabricar una alambrada se tenía en cuenta dejar caminos libres para que la infantería propia pudiera avanzar a través de ella llegado el caso. Estos senderos se delineaban en zigzag y, naturalmente, eran guardados en el mayor de los secretos. Precisamente, una de las misiones que llevaban a cabo las patrullas nocturnas de ambos bandos consistía en localizar estos senderos, así como las zonas peor fortificadas y la captura de centinelas medio dormidos para sacarles información sobre la distribución tanto de sus posiciones como de las alambradas. Dicha información era de vital importancia de cara a planear una ofensiva, e incluso el éxito o el fracaso de la misma podría depender de la validez de la misma.

Otra recomendación que aparecía en los manuales de la época era procurar ocultar al máximo tanto la posición como el recorrido de las alambradas. Y no solo para impedir su localización a los observadores de la artillería enemiga, sino también para detener en seco a la infantería atacante que, sin esperarlo, se topada con extensos campos de alambre de púas de los que no tenía noticia y que estaban intactos precisamente porque la artillería no había podido dar con ellos. Para ello, se recomendaba especialmente aprovechar los desniveles naturales del terreno o, en caso contrario, excavar zanjas en talud de escasa profundidad, no más de 60 cm. por la parte más honda, y sembrarlas con picas cortas que permitieran colocar el alambre a una altura variable, de entre unos 25 a 75 cm. Esto no solo impedía gatear por debajo de ellas, sino también saltar por encima. En el gráfico superior, extraído de un manual de ingenieros británico (Dios maldiga a Nelson) del año 1916, vemos un par de ejemplos. En el superior se detalla la elaboración de dos cinturones de alambrada de 5 metros de ancho, separados entre sí y precedidos por una alambrada de superficie que no aparece en el gráfico. Esta alambrada era, por así decirlo, la trampa que haría que el fuego de la artillería enemiga se concentrase en ella mientras que las dos alambradas ocultas quedarían indemnes. En el gráfico inferior vemos una disposición similar en el que la alambrada oculta está precedida en este caso por una semi-oculta que daría la impresión de ser más baja de la realidad.

Otra disposición, en este caso creada por los tedescos, la vemos a la izquierda. La configuración en zigzag tenía como misión obligar a las tropas atacantes a que, de forma casi inconsciente, se dirigieran hacia el vértice de los ángulos formados por las alambradas de forma que allí, bien juntitos, eran literalmente triturados por el fuego cruzado de las ametralladoras. La idea consistía en que la infantería enemiga procuraría evitar los lados oblicuos y seguiría avanzando buscando un sitio por donde colarse para, al final, darse de narices con un espeso cinturón que, aún estando tocado por la artillería, ralentizaría su avance. Era entonces cuando el fuego cruzado se podía aprovechar al máximo, aniquilando incluso a batallones enteros en pocos minutos. Las escabechinas eran aterradoras, las cosas como son. Por cierto que, para evitarse sorpresas, los espacios interiores de los triángulos eran rellenados con concertinas las cuales, aún siendo víctimas de la artillería, mantenían su capacidad de hacer la puñeta ya que los fragmentos de alambre se mezclaban y trababan entre ellos.

Estructuras fijas

Dependiendo del sector a defender se recurría a un tipo de estructura u otra. El más complejo, destinado a grandes líneas fortificadas o zonas de gran importancia estratégica, estaba formado por varias hileras de postes de hasta dos metros de altura unidas con alambre de púas formando diagonales en todas direcciones. Era lo que actualmente se conoce como sirga tridimensional y, tal como vemos en la foto, podían tener varios metros de anchura. Además, se podía establecer más de uno de estos cinturones de alambres, rellenando el espacio vacío entre los mismos con concertinas. Por poner un ejemplo de la complejidad de este tipo de estructuras, valga el empleado por los alemanes, que consistía en tres cinturones de entre 3 y 4,5 metros de ancho, separados unos de otros por entre 4,5 y 10 metros de concertinas, fragmentos de alambres, abrojos o piquetas pequeñas para impedir la infiltración pegados al suelo. Los alemanes solían disponer cuatro de estos cinturones ante las trincheras de primera línea, y dos en la zona muerta entre esta y la segunda línea. La separación entre postes era de solo dos metros.

Con todo, el tipo de estructura más habitual era el que vemos a la izquierda. Consistía en hileras de estacas o piquetas separadas seis pasos unas de otras y con tres o cuatro filas de alambre horizontal y, a su vez, unidas por ambos lados a piquetas cortas. El alambre que unía la estructura con las piquetas cortas permitía tender sobre ellos otras tres o cuatro filas más de alambre (en rojo), formando un triángulo como podemos ver en el detalle que muestra la sección del obstáculo. Por lo general, solían tener un faldón más largo orientado hacia las trincheras propias, quedando el más corto hacia el enemigo. El detalle de la planta nos permite apreciar la disposición de las piquetas. Para aumentar la dificultad a la hora de franquearlo era habitual llenar el interior con una concertina al menos por el lado del enemigo.

Otro tipo era la que vemos a la izquierda, denominada como valla lapona, estaba concebida para ser usada en suelos rocosos, congelados o, en definitiva, en cualquiera donde no se pudieran hincar estacas. Al mismo tiempo, la amplia superficie de apoyo de los caballetes también permitía colocarlos en suelos excesivamente blandos, lo que era habitual cuando las lluvias convertían en lodazales los campos de batalla. Se trata de hileras de caballetes formados por pirámides triangulares distribuidas cada una en un sentido diferente a la que la precede para impedir que fuesen volcados. Dichos caballetes son literalmente envueltos por sus tres caras por hileras de alambre distribuidos de la siguiente forma: 6 hileras de cara al enemigo, cuatro hacia atrás y otras cuatro hacia el suelo. La altura de los caballetes era de unos dos metros.

Con este tipo de estructura básica se podían establecer multitud de variantes, de las que hemos hecho una selección que podemos ver en el gráfico de la derecha. Así mismo, estas se combinaban con una o más concertinas para complicar aún más la asquerosa existencia de la infantería que debía traspasarlas.

Y otra opción, mencionada más arriba, es la que vemos en el gráfico de la izquierda: tras la estructura principal, una extensión más o menos ancha de piquetas cortas  que harían prácticamente imposible avanzar a los cortadores de alambre de las patrullas nocturnas debido al espesor del mismo. El gráfico inferior pertenece a un diseño francés en el que la zona baja está precedida por dos hileras de estacas con sendas concertinas embutidas en las mismas. Y que nadie piense que estos trabajos llevaban horas y horas. Una sección de 36 hombres podía levantar 300 metros de alambrada en solo una hora y media, por lo que podemos calcular la de kilómetros que podría tender una compañía de ingenieros en un día entero.

Bien, estas serían grosso modo las estructuras fijas de más importancia, si bien los manuales de cada ejército contemplaban multitud de posibilidades en función del terreno y el material disponible. Y a eso, añadir la creatividad del personal a la hora de instalar trampas de todo tipo, desde explosivas a simples latas llenas de piedrecillas que delataban el más mínimo movimiento. Eso sí, cuando se levantaba viento de noche no dormía ni el Tato por si acaso.

Estructuras móviles

Las estructuras móviles estaban destinadas a los más variopintos cometidos, si bien podemos decir que, básicamente, su misión consistía en cerrar el paso en determinadas zonas de forma que, llegado el caso, pudieran ser fácilmente retiradas por los mismos que los colocaron. Por lo general se recurría a una estructura básica formada sobre un caballo de Frisia o, como los denominaban los gabachos, un jinete español. Eran, tal como vemos en la foto de la derecha, un armazón formado por estacas de hierro o postes de madera en los que se colocaban hileras de alambre en todas direcciones. Uniendo varias de ellas podían cubrirse zonas de respetable tamaño que, por ejemplo, se retiraban la noche previa a una ofensiva para dejar paso libre a la infantería cuando llegase el temible momento de saltar la trinchera.

Los germanos, siempre en cabeza en lo que a creatividad bélica se refiere, idearon esa alfombra con la que podían levantar cientos de metros de alambrada en una noche sin que se enterasen ni los grillos. La alfombra, que formaba una retícula, era un rollo de alambre de 4 metros de ancho por 50 de largo. Este rollo tenía un metro de diámetro, y para su colocación se requerían 120 piquetas de tornillo para no hacer el más mínimo ruido al fijarlas al suelo. Para manejar este invento solo hacían falta seis hombres, los cuales se distribuían de la forma que vemos en el dibujo: mientras que dos hombres van desenrollando la alfombra, otro la va doblando por la mitad, otro atornilla las piquetas y el resto van levantando la alambrada y fijándola a dichas piquetas. De ese modo, en menos que canta un gallo, se obtenía una sólida alambrada de alrededor de metro y medio de alto y 50 de largo. Chulo el invento, ¿que no?

Unas zonas muy sensibles y a las que se prestaba especial atención eran a las mismas trincheras de cara a evitar que fueran invadidas por los enemigos. Si durante un ataque estos lograban llegar al contacto, la guarnición podía verse sobrepasada y exterminada, así que recurrían a diversos métodos para impedir o retardar la invasión de las trincheras. Uno de ellos lo vemos a la derecha, y consistía simplemente en tirar hileras de alambre entre piquetas clavadas a ambos lados de la zanja formando una red más o menos tupida. Cualquiera que intentase saltar dentro se vería suspendido en el aire, enganchado por las púas y cosido a bayonetazos por los defensores. Además, a estos alambres prácticamente no les afectaba para nada la acción de las granadas de mano, y menos aún la de los metralleros que explotaban sobre las trincheras, por lo que este sistema, aunque muy elemental, era de una eficacia superior.

Pero si el enemigo lograba colarse en algún sector, en cuyo caso se iniciaba un avance por la trinchera abriéndose paso a base de tiros, bombas de mano y cuchilladas, siempre convenía tenerlo previsto, sobre todo de cara a frenar a los aguerridos miembros de los grupos de asalto de cada ejército. Estos, que atacaban cuando menos se esperaba con nocturnidad y alevosía, solo podían ser frenados mediante obstáculos como el que vemos a la izquierda, dispuesto en una trinchera francesa. Consta de un simple poste con tres esferas de alambre que no podrían tumbarse ya que están trabadas con la alambrada que pasa por encima de la trinchera.  Solo quizás volando el obstáculo con un buen petardo podría el grupo de asalto seguir avanzando ya que, obviamente, los gabachos no se quedarían de brazos cruzados esperando a que sus enemigos cortasen los alambres como si la paz reinase en la Tierra.

Otro sistema similar, pero más elaborado, eran los cuchilleros. Como vemos, eran simples estructuras de postes unidos por alambres de la forma que se aprecia en la ilustración. Los cuchilleros eran colocados sobre la trinchera (véase el detalle), y se dejaban caer en el interior de la misma en caso de peligro. Este sistema era a todas luces más eficaz que el anterior ya que impedía avanzar tanto a amigos como enemigos, mientras que los cuchilleros dejaban el paso franco hasta que se les hacía caer. Con una altura media de un metro, los cuchilleros también podían usarse para cerrar pasos angostos o hacer simplemente de puerta de un recinto cerrado.

Por último, no podemos dejar de mencionar las formas de bloquear carreteras o incluso cursos fluviales, zonas pantanosas, etc. Para ello, nada mejor que bloques formados por concertinas que, quedando sumergidas, se les añadía el factor sorpresa de forma muy desagradable a la hora de verse cruzando un vado aparentemente accesible y, de pronto, quedar atrapado sin saber ni como ha ocurrido. En cuanto al bloqueo de carreteras, se solían colocar bloques como el del gráfico de la izquierda, en el que varias concertinas están agrupadas a todo lo ancho del camino con una profundidad de 10 metros que, lógicamente, podrían ampliarse si se estimaba oportuno. Para lograr una masa compacta se unían con alambre los extremos de cada concertina, y al mismo tiempo se fijaban en estacas plantadas a cada lado de la carretera. Por lo general, eran colocados en curvas o sitios donde sorprendieran a los enemigos.

En fin, el tema daría para mogollón de entradas más ya que, como avancé al inicio de la entrada anterior, las alambradas de la Gran Guerra son una cuestión mucho más compleja y extensa de lo que por lo general se suele pensar. Con todo, espero que estos dos artículos hayan arrojado algo de luz al respecto.

Y como ya es hora de ejercitar la mandíbula, pues me piro.

Hale, he dicho

Tommies británicos parapetados tras una masa de caballos de Frisia envueltos en concertinas. En este caso, parece ser
que la intención era bloquear el paso de una pequeña vía para acarrear bastimentos mediante vagonetas.



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