lunes, 23 de mayo de 2016

Curiosidades etimológicas bélicas


Los lunes son tan desagradables que uno le desearía a todos los cuñados del planeta vivirlos a diario sin solución de continuidad hasta el último hálito de sus misérrimas vidas. Así pues y como no tengo el ánimo especialmente exultante, dedicaremos la entrada de hoy a temas etimológicos, que siempre vienen bien para saber si hacemos un uso adecuado de nuestra gloriosa lengua española.

Como ya se ha comentado en alguna que otra ocasión, en nuestras expresiones cotidianas aplicamos muchos términos sin que sepamos que son de origen militar o proveniente de términos creados por o para la milicia. En algunos casos, la realidad es que dicho origen no tienen absolutamente nada que ver con el significado actual, lo que no deja de ser asaz curioso debido a los arcanos de la evolución de las lenguas. Veamos pues algunos ejemplos:

Tiro de artillería de la Guardia Real española. Si
alguno se pregunta por qué los caballos de estos tiros siempre
llevaban un jinete encima, sepan que era por algo muy simple: si por
accidente se soltaban los animales, de esa forma permanecían
siempre bajo control y no dejaban la pieza tirada
1. TIRO. Es el término que empleamos cuando tenemos noticia de que un probo ciudadano, poseído de justa cólera, echa mano a la escopeta del abuelo y aliña a su cuñado cuando lo sorprende asaltando de forma inmisericorde su reserva de licores selectos. Decimos que "Fulano le pegó un tiro y lo dejó seco", ¿no? De hecho, asociamos por norma la palabra tiro al disparo de un arma, por lo general ligera. Un tiro de pistola, un tiro de escopeta, de fusil... Bien, pues en su origen, los tiros no tenían nada que ver con los disparos. El palabro se remonta a los primeros tiempos de la creación de la artillería, y era como se denominaba de forma genérica a las bocas de fuego independientemente de su nombre particular, ya fuesen falconetes, versos, sacres, culebrinas, bombardas, cañones, pasavolantes, ribadoquines, etc. de la misma forma que nosotros, actualmente, llamamos cañón a cualquier pieza de artillería aunque se trate de un obús, si bien hoy día el surtido de tipos de piezas es infinitamente más corto. Así pues, dichas piezas eran denominadas tiros por el hecho de que eran acarreadas por un tiro de acémilas o caballos, y se decía que un ejército llevaba, por ejemplo, diez tiros cuando llevaba consigo diez piezas de artillería sin especificar su tipo exacto. De hecho, aún se usa el término "tiro de artillería" cuando aparecen esos cañones Schneider de 75 mm. del año de Maricastaña tirados por poderosos caballos bretones en los desfiles del Día de las Fuerzas Armadas. Seguro que no muchos habían caído en que los tiros artilleros eran el origen de los tiros a los cuñados, ¿eh?

Un estafermo
2. HOMBRE DE PAJA. Este término, actualmente muy en boga debido a los apabullantes niveles de corrupción que sufrimos a manos de la panda de ladrones que rigen nuestros destinos, también tiene un origen militar. Un hombre de paja se asimila hoy día a un sujeto que da la cara o actúa en nombre de otro que es el que, desde la sombra, manipula y atraca sin misericordia para quedar impune y, llegado el caso, a cambio de un jugoso estipendio será el que se coma el marrón y purgue en un presidio las culpas del cabecilla de la trama. Sin embargo, los hombres de paja, al igual que los cabezas de turco, estafermos o testaferros, eran unos monigotes empleados para el adiestramiento de las tropas de caballería, y como se llevaban todas las estocadas, sablazos y lanzazos sin ser culpables de nada, pues se acabó empleando para designar a todo aquel que, sin ser el responsable directo de un determinado delito, es el que da la cara o carga con las culpas de un tercero.

Un auténtico y verdadero sablazo, y de los chungos además
3. SABLAZO. Y ya que hablamos de sables, pues eso, los sablazos que hoy día nos dan los cuñados y compadres con que, gracias a sus proverbiales picos de oro, nos sacan el dinero para no devolvérnoslo jamás de los jamases. Y lo peor es que son tan hábiles que pueden sablear al mismo pardillo varias veces, aumentando con ello la deuda y dando por sentado el primo de turno que nunca volverá a ver los euros que le prestó al pedigüeño. Obviamente, de los sablazos que se llevaban los infantes de manos de las unidades de caballería armadas con sables es de donde proviene el actual término.

Bomba y bombilla. No sirven para lo mismo, que conste
4. BOMBILLA. Juraría por mis sacrosantas barbas que muchos de los que me leen no han caído en la cuenta de que esos objetos de cristal que se encienden cuando le damos a un botón fijado en la pared o en una lámpara se llaman así por su similitud con las bombas. Y al decir bombas me refiero a las primitivas bombas de artillería, que eran esféricas y huecas como ya se ha explicado en su momento. Y como no eran tan grandes como dichas bombas, que algunas sobrepasaban los 70 kilos de peso, pues se las denominó en diminutivo: bombillas.

5. GENDARME. Todos sabemos lo que es un gendarme, término policial que no se usa en España pero sí en otros países. En cualquier caso, usamos esa palabra para denominar a los policías de uniforme de Francia, país éste de donde precisamente proviene el palabro ya que gendarme es la castellanización de gens d'armes, o sea, gente de armas, y que equivaldría a nuestros hombres de armas. Ambos, naturalmente, son términos que tienen su origen en la Edad Media.

En esta foto aérea podemos apreciar perfectamente los
terraplenes de un fuerte pirobalístico
6. TERRAPLÉN. Hoy día solemos usar este término para referirnos a desniveles con una pendiente más bien acusada. Por ejemplo, lo usamos cuando decimos que una carretera discurre entre dos terraplenes, o cuando vemos un barranco de escasa profundidad. Sin embargo, en origen se trata de un galicismo proveniente de terre plein, o sea, lleno de tierra. Era como se denominaba en la época de las fortificaciones pirobalísticas a los parapetos para las bocas de fuego, fabricados con fajinas recubiertas de tierra tras los que se emplazaban los cañones. Por extensión se acabó denominando así a la superficie de los baluartes y demás obras defensivas que, curiosamente, no estaban precisamente desniveladas, sino planas como el electroencefalograma de un político y cuya estructura consistía precisamente en unos paramentos de más o menos grosor rellenos con tierra.

7. LEGGINS. Es un anglicismo últimamente muy de moda para denominar unas mallas que, a modo de leotardos, usan las señoras y señoritas para infinidad de ocasiones: ir al gimnasio a hacerse vanas ilusiones, para uso cotidiano, para meterse en el catre, etc. Sin embargo, unos leggings, que de esa forma es como se escribe en inglés, eran unas polainas abotonadas que usaba la infantería en los siglos XVIII, XIX e incluso parte del XX para protegerse las piernas desde el tobillo a la rodilla. En puridad, los leggins femeninos actuales se asemejan más a las calzas usadas por los hombres en la Edad Media. Y hablando de calzas: ir calzado sería vestir unas calzas las cuales en muchas ocasiones iban provistas de suelas, por lo que cumplían también la función de unos zapatos. Sin embargo, si nos ponemos en plan estricto, en teoría llevar puestos unos zapatos sería ir enzapatado, no calzado, ya que las calzas dejaron de usarse hace siglos, digo yo.

8. TACO. Hoy día, lanzar un taco es decir una palabra mal sonante. Hay tacos horribles como cáspita, caramba, recórcholis o carape, mientras que otros son más, digamos, suavitos: carajo, coño, host... estoooo, no, es al revés, creo... Bueno, da lo mismo, un taco es una palabra fea que se suelta como un disparo cuando la ira nos domina. Y precisamente de los disparos es de donde viene esa acepción, ya que cuando se lanzaba un taco lo que se estaba haciendo era disparar una salva, o sea, un disparo solo con la carga de pólvora y el taco que la comprimía. De ahí lo de lanzar el taco.

9. RETACO. En este caso, un retaco no tiene nada que ver con las palabrotas, sino con los ciudadanos escasos de estatura y metidos en carnes, lo que les da una apariencia rechoncha. Bien, pues ese era el aspecto de unas escopetas o carabinas de cañón corto y calibre generoso que, además, en algunos casos solían tener gruesos cañones para poder usar cargas potentes. Ese tipo de armas eran denominadas retacos, palabro que hoy día ya no tiene connotaciones belicosas, sino más bien fisiológicas.

10. SEMÁFORO. Esos chismes tan horrorosos que cambian de color justo diez metros antes de llegar al mismo, lo que nos obliga a detenernos so pena de vernos triturados por una multa feroz, eran originariamente un sistema óptico de señales, bien por espejos, bien por banderas, usados en las torres costeras para comunicarse con los buques que navegaban por las cercanías, así como el sistema de señales usado en las torres ópticas que, en los escasos años que estuvieron operativas a mediados del siglo XIX, dependían del ejército, por lo que disponían de una pequeña guarnición que podía defenderlas mediante las troneras fusileras que, por sistema, se abrían en las bases de estas torres. La aparición del telégrafo por cable relegó a la obsolescencia estos semáforos, que resucitaron un tanto cambiados cuando el tráfico empezaba a alcanzar densidades preocupantes. La etimología del término está basada en el griego: σῆμα (sema, señal) y φόρο (foro, llevo), o sea, llevo o envío una señal.

En fin, ya está.

Hale, he dicho

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