Los lunes son tan desagradables que uno le desearía a todos los cuñados del planeta vivirlos a diario sin solución de continuidad hasta el último hálito de sus misérrimas vidas. Así pues y como no tengo el ánimo especialmente exultante, dedicaremos la entrada de hoy a temas etimológicos, que siempre vienen bien para saber si hacemos un uso adecuado de nuestra gloriosa lengua española.
Como ya se ha comentado en alguna que otra ocasión, en nuestras expresiones cotidianas aplicamos muchos términos sin que sepamos que son de origen militar o proveniente de términos creados por o para la milicia. En algunos casos, la realidad es que dicho origen no tienen absolutamente nada que ver con el significado actual, lo que no deja de ser asaz curioso debido a los arcanos de la evolución de las lenguas. Veamos pues algunos ejemplos:
Un estafermo |
2. HOMBRE DE PAJA. Este término, actualmente muy en boga debido a los apabullantes niveles de corrupción que sufrimos a manos de la panda de ladrones que rigen nuestros destinos, también tiene un origen militar. Un hombre de paja se asimila hoy día a un sujeto que da la cara o actúa en nombre de otro que es el que, desde la sombra, manipula y atraca sin misericordia para quedar impune y, llegado el caso, a cambio de un jugoso estipendio será el que se coma el marrón y purgue en un presidio las culpas del cabecilla de la trama. Sin embargo, los hombres de paja, al igual que los cabezas de turco, estafermos o testaferros, eran unos monigotes empleados para el adiestramiento de las tropas de caballería, y como se llevaban todas las estocadas, sablazos y lanzazos sin ser culpables de nada, pues se acabó empleando para designar a todo aquel que, sin ser el responsable directo de un determinado delito, es el que da la cara o carga con las culpas de un tercero.
Un auténtico y verdadero sablazo, y de los chungos además |
Bomba y bombilla. No sirven para lo mismo, que conste |
5. GENDARME. Todos sabemos lo que es un gendarme, término policial que no se usa en España pero sí en otros países. En cualquier caso, usamos esa palabra para denominar a los policías de uniforme de Francia, país éste de donde precisamente proviene el palabro ya que gendarme es la castellanización de gens d'armes, o sea, gente de armas, y que equivaldría a nuestros hombres de armas. Ambos, naturalmente, son términos que tienen su origen en la Edad Media.
En esta foto aérea podemos apreciar perfectamente los terraplenes de un fuerte pirobalístico |
7. LEGGINS. Es un anglicismo últimamente muy de moda para denominar unas mallas que, a modo de leotardos, usan las señoras y señoritas para infinidad de ocasiones: ir al gimnasio a hacerse vanas ilusiones, para uso cotidiano, para meterse en el catre, etc. Sin embargo, unos leggings, que de esa forma es como se escribe en inglés, eran unas polainas abotonadas que usaba la infantería en los siglos XVIII, XIX e incluso parte del XX para protegerse las piernas desde el tobillo a la rodilla. En puridad, los leggins femeninos actuales se asemejan más a las calzas usadas por los hombres en la Edad Media. Y hablando de calzas: ir calzado sería vestir unas calzas las cuales en muchas ocasiones iban provistas de suelas, por lo que cumplían también la función de unos zapatos. Sin embargo, si nos ponemos en plan estricto, en teoría llevar puestos unos zapatos sería ir enzapatado, no calzado, ya que las calzas dejaron de usarse hace siglos, digo yo.
8. TACO. Hoy día, lanzar un taco es decir una palabra mal sonante. Hay tacos horribles como cáspita, caramba, recórcholis o carape, mientras que otros son más, digamos, suavitos: carajo, coño, host... estoooo, no, es al revés, creo... Bueno, da lo mismo, un taco es una palabra fea que se suelta como un disparo cuando la ira nos domina. Y precisamente de los disparos es de donde viene esa acepción, ya que cuando se lanzaba un taco lo que se estaba haciendo era disparar una salva, o sea, un disparo solo con la carga de pólvora y el taco que la comprimía. De ahí lo de lanzar el taco.
9. RETACO. En este caso, un retaco no tiene nada que ver con las palabrotas, sino con los ciudadanos escasos de estatura y metidos en carnes, lo que les da una apariencia rechoncha. Bien, pues ese era el aspecto de unas escopetas o carabinas de cañón corto y calibre generoso que, además, en algunos casos solían tener gruesos cañones para poder usar cargas potentes. Ese tipo de armas eran denominadas retacos, palabro que hoy día ya no tiene connotaciones belicosas, sino más bien fisiológicas.
10. SEMÁFORO. Esos chismes tan horrorosos que cambian de color justo diez metros antes de llegar al mismo, lo que nos obliga a detenernos so pena de vernos triturados por una multa feroz, eran originariamente un sistema óptico de señales, bien por espejos, bien por banderas, usados en las torres costeras para comunicarse con los buques que navegaban por las cercanías, así como el sistema de señales usado en las torres ópticas que, en los escasos años que estuvieron operativas a mediados del siglo XIX, dependían del ejército, por lo que disponían de una pequeña guarnición que podía defenderlas mediante las troneras fusileras que, por sistema, se abrían en las bases de estas torres. La aparición del telégrafo por cable relegó a la obsolescencia estos semáforos, que resucitaron un tanto cambiados cuando el tráfico empezaba a alcanzar densidades preocupantes. La etimología del término está basada en el griego: σῆμα (sema, señal) y φόρο (foro, llevo), o sea, llevo o envío una señal.
En fin, ya está.
Hale, he dicho
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