Apostaría dos docenas de cigalas a que la mayoría de los que me leen jamás han oído nombrar a este malvado tedesco con jeta, no ya de no haber matado una mosca en su vida, sino siquiera una ameba con tos ferina. Sin embargo, en su día fue bastante famosillo y, de hecho, en Italia aún conservan de él un siniestro recuerdo porque fue más temido que la peste. De hecho, sus "hazañas" no tuvieron nada que envidiar a las de otros de sus colegas mucho más conocidos, como el tristemente célebre jefe del SD en Roma, el SS-Oberstrumbannführer Herbert Kappler o el SS-Haupsturmführer Klaus Barbie, mandamás de la Gestapo de Lyon durante el gobierno de Vichy. En fin, Reder era un sujeto muy desagradable y con muy mala leche a pesar de su rostro añinado por el que le dieron el mote de Bubi (chico, niño en alemán coloquial). No obstante, sus víctimas le dedicaron otro apodo menos cariñoso, El Manco, a raíz de haber perdido su antebrazo izquierdo en 1943 en Járkov (Ucrania), en el frente ruso, como consecuencia de una herida de metralla. Bien, hecha esta breve presentación de nuestro personaje de hoy, veamos sus antecedentes.
Reder era de origen austriaco, de cuando su Freiwaldau natal pertenecía aún al imperio de los Habsburgo si bien posteriormente se convirtió en una ciudad de la Bohemia que los tedescos ocuparon y dejaron en manos del aún más siniestro Heydrich. Esos cambios de manos territoriales le llevaron desde muy jovencito a convertirse en un apasionado pangermanista y un defensor del renacimiento de un nuevo imperio alemán con Austria formando parte del mismo. O sea, fue uno de los muchos austriacos partidarios del Anschluss que se entregaron en cuerpo y alma al naciente nacionalsocialismo propalado por el ciudadano Adolf, que como ya sabemos emocionaba mucho al personal durante sus arengas patrióticas en las cervecerías de toda Alemania mientras sus SS y sus SA se daban de palos con los comunistas y socialistas que pretendían reventarle los mítines. En fin, tan estimulantes le resultaron al joven Reder los encendidos discursos de herr Hitler que en febrero de 1933, con 18 años recién cumplidos, se enroló en las Juventudes Hitlerianas. Tres años más tarde fue enviado a la Junkerschulen (las escuelas de formación de las SS) de Braunschweig, siendo integrado en el SS-Totenkopfstandarten 1 "Oberbayern". Una vez iniciada la guerra formaba parte de la 3ª SS-Panzer-Division Totenkopf bajo el mando de Theodor Eicke, uno de los asesinos del nefando capitán Röhm.
Posteriormente fue enviado al frente ruso, concretamente a Ucrania, donde se distinguió en la lucha contra los aguerridos partisanos que, como moscas cojoneras, no paraban de incordiar la retaguardia de la Wehrmacht en su empeño por acabar con el padrecito Iósif y, de paso, convertir en mano es obra esclava a sus sufridos compatriotas. Allí fue donde perdió su querido antebrazo si bien su herida y su comportamiento le hicieron merecedor de medallas (en esa ocasión fue cuando ganó la Cruz de Caballero) y ascensos, que ya sabemos que entre los tedescos siempre han sido especialmente valorados los soldados que obedecen las órdenes sin rechistar aunque les digan que deben degollar a su abuela en el altar de una iglesia. Así pues, tras su periplo en el Frente Oriental y con el empleo de SS-Sturmbannführer, fue puesto al mando del (tomen vuecedes aire para pronunciarlo del tirón) SS-Panzer-Aufklärungsabteilug der 16. SS-Panzergrenadier-Division "Reichsfürer SS", que traducido antes de sufrir una apnea bestial significa que era el comandante del batallón de reconocimiento de la 16ª División de Granaderos Acorazados de las SS "Reichsführer SS". Esta unidad fue creada en 1941 como una especie de guardia de corps de Himmler con efectivos a nivel de batallón. Luego, en 1943 y a raíz de la necesidad de tropas para la lucha anti-partisana en el frente ruso, fue elevada al rango de división, donde nuestro hombre alcanzó fama y gloria. O sea, que hizo gala de buenas dosis de mala leche para aplastar a los irritantes guerrilleros que no paraban de hostigar la retaguardia y las vías de comunicaciones del ejército alemán.
Ersatz-Battalion 3, una unidad destinada a finiquitar el gueto de Varsovia. Los que me leen se dirán que, hasta ahora, nada de lo reseñado sobre nuestro Bubi sería propio de un malvado. De hecho, era un tipo valeroso, herido en combate gravemente dos veces y premiado con varias medallas al valor que lo distinguían como un auténtico y verdadero guerrero germánico. Sin embargo, fue en Italia donde este hombre dio rienda suelta a su crueldad. ¿Fue porque estaba ya más quemado que el cenicero de un bingo y le dio por ahí? ¿Se debió tal vez a la manida escusa de "cumplía órdenes" que se emplea siempre cuando uno se pasa tres pueblos a la hora de obedecer a los jefes sin preguntarse dónde está el límite? ¿O simplemente se trató del enésimo psicópata que aprovechó las circunstancias de la terrible época en que le tocó vivir para dar rienda suelta a sus instintos homicidas en cuanto tuvo el poder y la la ocasión para ello? Esto es lo que veremos a continuación porque, como es habitual, en estos casos a veces puede parecer complicado separar el grano de la paja, y más aún diferenciar entre lo que es obedecer una orden y, aprovechando la orden, excederse largamente en el celo a la hora de cumplir la misma.
En mayo de 1944, Reder fue enviado a Italia con su unidad con la misión de cubrir la retirada del ejército alemán que, cada vez más presionado por las tropas estadounidenses, se estaba retirando hacia el norte intentando que dicha retirada no se convirtiera en un caos. De hecho, la orden era ir dejando tras ellos un reguero de destrucción que dificultase el avance aliado, pero parece ser que Bubi se lo tomó demasiado a pecho porque no solo se dedicó a arrasar poblaciones y a hacer frente a las bandas de partisanos sino que, ya puestos, sembró literalmente el terror a base de exterminar a todo bicho viviente. El 12 de agosto, el batallón de Reder se presentó en una mínima población llamada Sant'Anna di Stazzema, en la provincia de Lucca. Debido a que los hombres ya se habían marchado a sus labores antes de la llegada de los tedescos, solo pudieron echar mano a los viejos, las mujeres y los críos, los cuales fueron sacados de sus casas, que fueron incendiadas inmediatamente. Allí introdujeron al personal en tres establos para, a continuación, liquidarlos con bombas de mano mientras que abrían fuego contra todo aquel que intentara largarse de allí. El balance final de la acción de Sant'Anna di Stazzema fue de 560 víctimas incluyendo a 150 mujeres que, tras ser encerradas en la iglesia del pueblo, fueron ametralladas y a continuación calcinadas con lanzallamas ante el mismo altar del templo.
Eso fue el comienzo de una absurda y siniestra relación de acciones de castigo que culminaron en Marzabotto el 29 de septiembre. O sea, que el batallón de Reder se dedicó durante cinco semanas a llevar a cabo una profunda limpieza de toda la región. Se emplearon a fondo, las cosas como son: tras la escabechina de Sant'Anna di Stazzema se presentaron en Pero, una pedanía de la anterior población. Ordenaron al vecindario reunirse en la plaza de la aldea, donde fueron ametrallados y a continuación quemados junto a montones de paja. Al ser demasiados cuerpos para tan poco combustible recurrieron a los bancos de la iglesia para dar fuerza a la pira, a la que también arrojaron tras soltarles un balazo a todos los que se habían escondido y que fueron hallados en el minucioso registro llevado a cabo casa por casa. Tras arrasar el municipio de Sant'Anna di Stazzema el batallón inició su tétrico itinerario por los abruptos caminos de montaña de la región. En Valdicastello tomaron como rehenes a 801 vecinos y enviados a Nozzano. Tras proseguir su avance, el día 17 fueron atacados por una partida de guerrilleros que les causó 16 bajas. La represalia no se hizo esperar, naturalmente.
Esta tuvo lugar el 19 de agosto, cuando Reder se presentó en San Terenzo. Allí ordenó matar a 53 paisanos sacados de los rehenes de Valdicastello, los cuales fueron muertos a tiros o ahorcados. Mientras su gente llevaba a cabo la masacre, Bubi esperaba apaciblemente en una fonda de la población, almorzando como si tal cosa. Y como buen experto en la materia, había ordenado a varios destacamentos de su unidad que permanecieran fuera del pueblo, sabedor de que mucha gente lograría escapar siendo como eran buenos conocedores del terreno. No se equivocó El Manco, porque a media mañana ya habían pescado a 107 fugitivos, casi todos mujeres y críos, que fueron ametrallados a primera hora de la tarde en otra aldea situada apenas a 15 minutos andando desde San Terenzo. Solo sobrevivió una cría de ocho años. Así, con 160 muertos en su haber, Reder cuadró los números de la represalia de 10 a 1 impuesta por Hitler en caso de que las tropas alemanas fueran atacadas por civiles o partisanos.
Tras la siniestra semana, Reder recibió la orden de llevar a cabo una acción de castigo contra los partisanos de la comarca de Carrara, donde operaba entre otras la brigada denominada Stella Rossa al mando de un comunista por nombre Mario Musolesi, apodado Lupo, el Lobo. Como apoyo al batallón de Reder fue invitada a colaborar la Brigada Negra de la región al mando de un tal Ludovici, el cual no creo que acabase sus días tranquilamente en su piltra porque los italianos se vengaban bonitamente de los fascistas a medida que les echaban el guante. La acción comenzó el día 24 de agosto, llevándose a cabo la destrucción de Gragnola, Monzone, Ponte Santa Lucia y Vinca, donde no dejaron una casa en pie para que no sirvieran de refugio a los partisanos y, de paso, no dejaron bicho viviente porque liquidaron a todo el vecindario sin que se llegase a saber el número real de víctimas debido a que eran poblaciones perdidas en los montes y ni se pudo tener constancia de los que pudiesen morir en pleno campo sin que nunca más se supiese de ellos.
El colofón a esta serie de matanzas tuvo lugar un mes más tarde. El mariscal Kesselring, comandante en jefe del ejército alemán en Italia, ordenó a las unidades de SS bajo su mando que se tomaran rehenes para proteger su retirada hacia el norte, indicando que se fusilara a estos en caso de que los partisanos llevaran a cabo acciones de guerra o emboscadas contra el ejército alemán. Informado por las autoridades fascistas de la comarca de que la población apoyaba a los partisanos de la Stella Rossa, Reder tuvo claro que semejante actitud por parte de los paisanos merecía una represión contundente. El 29 de septiembre, el batallón de El Manco llegó a Casaglia, el primer poblado del municipio de Mazarbotto que sentiría en sus propias carnes la vesánica brutalidad tedesca. El cura llamó a todo el vecindario para que se refugiara en la iglesia, pero esto no frenó a los despiadados SS de Bubi. Sin preocuparse lo más mínimo del lugar donde estaba refugiado el vecindario, sin más historias le volaron los sesos al párroco mientras dirigía un rosario, así como a una mujer paralítica que no se dio la suficiente prisa por salir del templo. Al resto los condujeron al cementerio, donde fueron ametrallados. En total fueron 147 víctimas, 50 de ellas críos.
Pero la fiesta solo había empezado, ya que aún quedaban varias pedanías pendientes de visitar por el batallón de Reder. Luego pasaron por Castellino, Tagliadazza, donde liquidaron a 11 mujeres y 7 niños, y Caprara, cuyos 108 habitantes fueron exterminados a bombazos tras ser encerrados en la fonda local. Las poblaciones arrasadas durante los seis días que duró la represión en Marzabotto fueron, además de las ya citadas, Sperticano, San Martino, Filanda, Pioppe, Pánico (manda cojones el topónimo), Dévolo, Ceprimo, Canovetta, San Giovanni y Murazze. El número total de víctimas nunca ha podido ser calculado con exactitud. Inicialmente se tomó como válida la cifra de 1.830 muertos, si bien Reder admitió durante su juicio solo 728. Además, de 55 de ellas no se tuvo noticia hasta el año 1966, cuando aparecieron en una mina abandonada en la que fueron ejecutados. Los SS de Reder acabaron con familias enteras, y hoy día la memoria de estos luctuosos hechos sigue muy viva entre los italianos ya que aún viven algunos de los que padecieron la brutalidad germánica siendo críos. De hecho, en la red se pueden ver multitud de reseñas periodísticas y vídeos recientes en los que se recuerda la marcha de la muerte de Walter Reder.
Pero el batallón de El Manco no solo se limitó a no dejar títere con cabeza, no... Además de los paisanos asesinados, mataron más de 2.500 cabezas de ganado, destruyeron más de 800 casas, siete puentes, cinco escuelas, nueve iglesias y cinco capillas. La maquinaria agrícola fue destruida, y los campos de labor y las huertas incendiados. Y si canallesca fue la actuación de Reder, aún fue peor la actitud de Mussolini, que fue puntualmente informado de la represión llevada a cabo por Reder a través de Dino Fantozzi, el jerarca fascista de Bolonia, provincia a la que pertenecía Marzabotto. Y digo peor porque el inefable duce no dijo ni pío, y ni se molestó en quejarse a Kesselring por la matanza llevada a cabo entre sus compatriotas. Claro está que le debía la vida tanto al mariscal como a Otto Skorzeny, el audaz SS que lo rescató de su prisión en el Gran Sasso pero, al menos, podía haber hecho el papel y protestar un poco el muy hideputa. El 5 de octubre, Reder dio por concluida la represión dejando tras de sí un reguero de muerte y destrucción. La víctima más joven fue Walter Cardi, de apenas 15 días de edad cuando los SS lo finiquitaron a tiros junto a toda su familia.
En marzo de 1945, toda la división Reichsführer SS se rindió a los british cerca de Klagenfurt (Austria). Reder fue puesto en libertad al poco tiempo por su condición de mutilado, pero en cuanto se enteraron de que estaba en búsqueda y captura desde hacía tiempo por sus siniestras excursiones en Italia fue nuevamente detenido en Salzburgo, donde tenía su casa, y enviado al campo de concentración de Glasenbach. En 1948 fue extraditado a Italia, donde se le incoó proceso por crímenes de guerra en 1951, siendo sentenciado a cadena perpetua tras un farragoso juicio en el que cientos de víctimas, familiares de los asesinados y demás testigos de las matanzas juraron a más no poder que El Manco era un demonio que había ordenado toda aquella masacre sin pestañear.
Mientras tanto, Reder insistía sin inmutarse que solo obedecía órdenes y que los testigos mentían, y de ahí no había forma de sacarlo. Fue enviado al castillo de Gaeta a cumplir su pena, pero Reder no estaba por la labor de pasarse el resto de su vida en el trullo. En abril de 1967 envió una sentida carta de perdón al alcalde de Marzabotto ya que, según el sistema judicial italiano, nadie podía ser indultado sin recibir previamente el perdón de sus víctimas. El alcalde, en vez de mandarlo al carajo, tuvo la decencia de organizar un referendo entre los supervivientes para ver qué decidían. De los 288 vecinos que aún vivían, 282 dijeron que de perdón nada de nada, mientras que cuatro aspirantes a la santidad votaron que sí. Aparte de esos votos hubo uno en blanco y uno nulo. O sea, que había que esperar.
Pero como los nazis siempre fueron muy corporativistas, surgieron movimientos en favor de Reder por aquello del "cumplía órdenes de sus malvados jefes" que, lógicamente, estaban criando malvas y ya no podían rendir cuentas de nada empezando por el mismo Kesselring. Así pues, el gobierno italiano empezó a recibir presiones de todo tipo, cartas de adhesión al ex-SS, miles de firmas pidiendo su indulto, medios periodísticos haciendo campaña a su favor, etc. Con todo, tuvo que esperar casi 20 años más tras su primer intento de ser perdonado antes de que, finalmente, en 1984 el gobierno de Aldo Moro tragara por mandar a casa a Reder tras enviar éste otra dramática carta implorando el perdón a sus víctimas de Mazarbotto. Sea como fuere, la cuestión es que Reder fue liberado en enero de 1985 y recibido en Austria en olor de multitud incluyendo honores militares y todo, lo cual fue también motivo de polémica ya que fue a darle la bienvenida al aeropuerto el mismísimo ministro de Defensa del gobierno austriaco. Al parecer, produjo bastante urticaria el hecho de que les estrechara efusivamente la mano a un criminal de guerra convicto.
Y como era de esperar, Bubi ni se había arrepentido de sus crímenes ni leches. En cuanto se vio seguro en su país se retractó del perdón tantas veces suplicado, por lo que los italianos, muy cabreados, presentaron una queja y solicitaron la extradición del alevoso comandante. Pero los austriacos dijeron que nones, así que nuestro hombre se quedó muy contentito por su triunfo que, aunque tardío, le debió saber a gloria a pesar de haberse tirado 35 años en la trena. Y gracias podía dar porque, en el proceso, el fiscal había pedido para él la pena de muerte, de la que se escapó gracias a que Magnarini, su abogado principal, alegó cuatro cuestiones que sembraron las dudas en el tribunal: primero, que la pena de muerte ya había sido abolida antes del juicio aunque cuando tuvieron lugar los hechos estaba vigente. Segundo, que si el comandante en jefe de las fuerzas alemanas en Italia, el mariscal Kesselring, iba a salir de prisión en aquellos días tras cumplir apenas siete años de la cadena perpetua que debía purgar después de serle conmutada la pena de muerte que le cayó encima, como es que siendo este el responsable directo de todas las fechorías llevadas a cabo por los tedescos iba a comerse el marrón uno de sus subordinados. Tercero, porque sembró la duda acerca de la intervención directa de Reder en algunas matanzas, echando la culpa a los feldgendarmes del SS-Sturmbannführer Loos, el jefe de la unidad de policía militar de la división, y al SS-Obersturmführer Fisher, alegando que estos actuaron por su cuenta sin consultar a Reder. Y por último, dejó claro que la represalia estaba considerada como una acción de guerra legítima, y más cuando se trataba de castigar ataques de tropas irregulares como eran los partisanos. En fin, que se escapó de ser fusilado y, las cosas como son, el alegato de Magnarini debió resultar efectivo porque el tribunal tardó seis horas en dictar un veredicto que, de no haber sido por la brillante intervención del abogado defensor, se habría resuelto en cinco minutos.
Walter Reder palmó tranquilamente en Viena en abril de 1991, siendo enterrado en Gmunden, un delicioso pueblo de la Alta Austria. Así pues, ¿fue Reder un auténtico malvado o el enésimo pringado que se tuvo que comer el marrón mientras que sus superiores se fueron de rositas? A la vista de lo visto, que cada cual opine lo que tenga a bien. Yo lo tengo claro, que para eso lo he incluido en la sección de malvados con pedigrí. Un sujeto que ordena matar a gente indefensa, poco menos que sacados de sus piltras para ser apiolados sin compasión, un militar que no duda en mandar asesinar a críos de pecho como Walter Cardi, a Tito Lalli, de veintitrés días de edad, a Jole Marchi, de tres meses, o a Giorgio Benassi, de seis, es un criminal despiadado y sanseacabó. En España hemos tenido que padecer monstruos similares hasta hace muy poco tiempo, y quienes actúan así jamás deben ser perdonados y menos si no piden perdón de verdad a sus víctimas.
En fin, esta es la historia.
Hale, he dicho
Bubi luciendo la cinta de la Cruz de Hierro de 2ª clase ganada en 1940 durante la invasión de Polonia. En el cuello de la guerrera se ven los parches de la División Totenkopf |
Posteriormente fue enviado al frente ruso, concretamente a Ucrania, donde se distinguió en la lucha contra los aguerridos partisanos que, como moscas cojoneras, no paraban de incordiar la retaguardia de la Wehrmacht en su empeño por acabar con el padrecito Iósif y, de paso, convertir en mano es obra esclava a sus sufridos compatriotas. Allí fue donde perdió su querido antebrazo si bien su herida y su comportamiento le hicieron merecedor de medallas (en esa ocasión fue cuando ganó la Cruz de Caballero) y ascensos, que ya sabemos que entre los tedescos siempre han sido especialmente valorados los soldados que obedecen las órdenes sin rechistar aunque les digan que deben degollar a su abuela en el altar de una iglesia. Así pues, tras su periplo en el Frente Oriental y con el empleo de SS-Sturmbannführer, fue puesto al mando del (tomen vuecedes aire para pronunciarlo del tirón) SS-Panzer-Aufklärungsabteilug der 16. SS-Panzergrenadier-Division "Reichsfürer SS", que traducido antes de sufrir una apnea bestial significa que era el comandante del batallón de reconocimiento de la 16ª División de Granaderos Acorazados de las SS "Reichsführer SS". Esta unidad fue creada en 1941 como una especie de guardia de corps de Himmler con efectivos a nivel de batallón. Luego, en 1943 y a raíz de la necesidad de tropas para la lucha anti-partisana en el frente ruso, fue elevada al rango de división, donde nuestro hombre alcanzó fama y gloria. O sea, que hizo gala de buenas dosis de mala leche para aplastar a los irritantes guerrilleros que no paraban de hostigar la retaguardia y las vías de comunicaciones del ejército alemán.
Ersatz-Battalion 3, una unidad destinada a finiquitar el gueto de Varsovia. Los que me leen se dirán que, hasta ahora, nada de lo reseñado sobre nuestro Bubi sería propio de un malvado. De hecho, era un tipo valeroso, herido en combate gravemente dos veces y premiado con varias medallas al valor que lo distinguían como un auténtico y verdadero guerrero germánico. Sin embargo, fue en Italia donde este hombre dio rienda suelta a su crueldad. ¿Fue porque estaba ya más quemado que el cenicero de un bingo y le dio por ahí? ¿Se debió tal vez a la manida escusa de "cumplía órdenes" que se emplea siempre cuando uno se pasa tres pueblos a la hora de obedecer a los jefes sin preguntarse dónde está el límite? ¿O simplemente se trató del enésimo psicópata que aprovechó las circunstancias de la terrible época en que le tocó vivir para dar rienda suelta a sus instintos homicidas en cuanto tuvo el poder y la la ocasión para ello? Esto es lo que veremos a continuación porque, como es habitual, en estos casos a veces puede parecer complicado separar el grano de la paja, y más aún diferenciar entre lo que es obedecer una orden y, aprovechando la orden, excederse largamente en el celo a la hora de cumplir la misma.
El SS-Gruppenführer Max Simon, comandante de la división Reichsführer SS en el periodo en que Reder se despachó a gusto. |
Víctimas de la matanza de Sant'Anna di Stazzema |
Algunos de los rehenes fusilados en San Terenzo |
Miembros de la brigada Stella Rossa. Obsérvese que el armamento que portan es todo británico: subfusiles Sten y revólveres Webley |
El colofón a esta serie de matanzas tuvo lugar un mes más tarde. El mariscal Kesselring, comandante en jefe del ejército alemán en Italia, ordenó a las unidades de SS bajo su mando que se tomaran rehenes para proteger su retirada hacia el norte, indicando que se fusilara a estos en caso de que los partisanos llevaran a cabo acciones de guerra o emboscadas contra el ejército alemán. Informado por las autoridades fascistas de la comarca de que la población apoyaba a los partisanos de la Stella Rossa, Reder tuvo claro que semejante actitud por parte de los paisanos merecía una represión contundente. El 29 de septiembre, el batallón de El Manco llegó a Casaglia, el primer poblado del municipio de Mazarbotto que sentiría en sus propias carnes la vesánica brutalidad tedesca. El cura llamó a todo el vecindario para que se refugiara en la iglesia, pero esto no frenó a los despiadados SS de Bubi. Sin preocuparse lo más mínimo del lugar donde estaba refugiado el vecindario, sin más historias le volaron los sesos al párroco mientras dirigía un rosario, así como a una mujer paralítica que no se dio la suficiente prisa por salir del templo. Al resto los condujeron al cementerio, donde fueron ametrallados. En total fueron 147 víctimas, 50 de ellas críos.
Víctimas de Marzabotto. Como se ve, entre ellas aparece un niño. |
Varios de los niños asesinados en Marzabotto |
Walter Reder durante el proceso |
El castillo de Gaeta, a orillas del Tirreno |
Foto de Reder durante su larga estancia en el castillo de Gaeta. Esta imagen en concreto data de enero de 1970 |
Reder tras su regreso a Austria celebrando su liberación. |
En fin, esta es la historia.
Hale, he dicho
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